¿Es usted nacionalista? Podría
ser un breve test, sencillo, claro, para determinar si comparte alguno de los
rasgos propios de esta ideología que, desde el siglo XVIII al XXI, sigue
mutando y generando pasión.
Por ejemplo, la primera pregunta;
¿cree usted que su territorio abarca, “desde siempre”, unas determinadas
localidades que limitan con…? ¿Considera que, históricamente, “de siempre”,
esos territorios que usted menciona son parte irredenta de su país? ¿Sin más?
Si la respuesta es “sí”, cae en
la trampa de creerse que los territorios son inmutables, como las fronteras.
Que siempre han sido pertenencia de una población determinada, y no de un
terrateniente, noble, rey o similar miembro de una oligarquía, oclocracia,
aristocracia, que lo consideraba SU hacienda, su patrimonio, y las personas
sobre éste, parte del mismo. Imagine su casa; ¿cree que la habitación de sus
hijos es, efectivamente, de sus hijos? Pues los nobles igual. Sentían que
cedían ese espacio a sus hijos, los cuales eran, por qué no decirlo claramente,
parte también de su patrimonio (patronímico, patrimonio, matrimonio… ¡cuántas
palabras de posesión!)
Ya sabemos si considera que
“desde siempre” ahí, aquí, en ese territorio del que hablamos, ha sido o no
parte sin más de “su” país. Pasemos a otra.
¿Siempre se ha hablado la misma
lengua en ese territorio?
Si considera que es así, “de
siempre”, nueva trampa. Seguramente hayan existido docenas de lenguas
conviviendo, pugnando por prevalecer. Incluso cuando piensa que no debe nada a
“la otra” lengua, es seguro que comparten cientos de palabras, raíces, ideas,
conceptos y otros temas, y que algunos los han modificado no una, si no miles
de veces, según el uso. ¿La misma lengua? ¡Si su padre y su madre usan
expresiones que a lo mejor ni ellos comprenden!
Ya sabemos si considera que
“desde siempre” ahí, aquí, en ese territorio del que hablamos, se ha hablado la
misma lengua en todo “su” país. Vamos por otra.
¿Cree que el color del pelo, la
piel, los ojos, la forma de la nariz, una característica concreta de sus dedos
o piernas, algo en su cuerpo, es definitorio de su etnia, pueblo, incluso
¡atrevimiento! Raza?
Si dice que sí, pues vaya, no
conoce entonces la cantidad de accidentes biológicos sujetos a evolucióm a que
ha llegado su cuerpo para ser el que es. Un gen aquí, un cromosoma allá,
quítame de ahí una enfermedad o una mutación… mezcle, tenga diferentes
ambientes (frío, calor, soleado, sombrío, rural, urbano, montañés, litoral…)
para que se expresen diferentes, coma de una u otra manera (¿mucha carne, mucho
pescado, muchas verduras, lácteos sí, no, cereales?) y su cuerpo es… el que es.
Un pueblo es una indefinición que se supone arraigado a un territorio y a una
lengua. Vaya, dos conceptos vistos antes que vemos son… lo que son. Por tanto,
tenemos que, estadísticamente (la ciencia de lo posible y lo imposible, de la
mentira hecha verdad y las verdades ocultas en las mentiras) puede ser que
tenga tal o cual rasgo físico porque… el azar es lo que tiene.
Y si entonces el territorio, el
lenguaje, la etnicidad, son como vemos, cuestiones que históricamente,
lingüísticamente, biológicamente, dependen de variables que han variado con el
tiempo, ¿qué nos queda?
Comprender que los nacionalismos
son inventos.
Pero si ha respondido a las tres
preguntas básicas con afirmaciones, entonces es usted un nacionalista. Me da
igual si español, castellano, catalán, vasco, andaluz, gallego, ceutí, de La Mancha o calzando
borceguíes. Es nacionalista. Y un mentecato, pero esto es ya mi opinión
personal. Porque vive un artificio inventado por otros, para perpetuar
oligarquías, para favorecer ambiciones ajenas. Su tierra es el accidente donde
nació usted, sin buscarlo. Su lengua es lo que hablen en casa y en su
alrededor, variando la lengua con más vitalidad de la que cree, usando la que más
sencillo sea usar para comunicarse. Y su etnicidad, incluso, ¡Raza! es
resultado de miles de variables diferentes combinadas con gran aparato de azar.
Español, catalán, vasco,
carabanchelero… son categorizaciones propias del prejuicio aristotélico,
urdidas para ocultar la verdad. Que es usted un estúpido ser humano,
concretamente, si hemos de categorizar, un Homo
Sapiens Sapiens, heredero de miles de años de evolución en los que,
curiosamente, el nacionalismo no es ni la milésima parte de la centésima
fracción de microsegundo que tenemos de historia viva.
Pero, ¡ay! Se ha olvidado usted
de eso. O quizá nunca se lo enseñaron. Interesadamente… y mientras, envuélvase
en trapos de colores, en himnos bellos e inventados, en ficciones históricas e
ilusas promesas. La verdad seguirá estando ahí dentro, que no fuera. Dentro de
su sesera. Si la usa.
Eso sí, mientras, podremos
tergiversar otros conceptos. Libertad, derecho, soberanía, unión-desunión, y ya
tal. Lo cierto es que, mientras usted lame las palabras y conceptos, otros
endulzan o amargan las mismas según sus intereses, que no los suyos. Los de
clase. ¡Ah, que hay clases! Pues desde que nos sedentarizamos, oiga… y ya van más
de 10.000 años. Eso ya sí que es un parpadeo veloz.
Un guiño,