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sábado, 11 de febrero de 2012

DVRA·LEX·SED·LEX

Así, grabada en piedra, es la gran máxima que adorna muchos palacios de justicia. O pedestales de alegorías de la Justicia (Iustitia romana)con su fiel y la espada. En todo caso, una gran verdad. Es dura, pero es la ley.

Y ahí me pregunto yo, ¿por qué es dura la ley? Quizá porque es la única manera de que una sociedad pueda prosperar y tener estabilidad en paz. Si todos conocemos la ley, será más fácil evitar su aplicación. No es una paradoja, es una visión de cálculo. Pero claro, el ser humano está hecho de todo, menos de matemáticas. Al menos, que él las comprenda bien.

Decía hace tiempo Tomás Moro en su ensayo, "Utopía", una frase que no dejo de repetirme y que me encanta. Es algo así como "¿qué otra cosa hacéis de ellos sino ladrones, que luego castigáis?"

Las sociedades siempre crean sus leyes, consuetudinarias o positivas, e incluso invocan para mayor interés de algunas capas las naturales. Lo cierto es que estas leyes son la expresión del momento, el lugar y los problemas concretos. Y no significan nada más que eso. No son justas. Justicia es, al final, la aplicación de esas leyes. Pero no tiene nada que ver con lo que es justo.

A veces se agrava el problema anterior con un asunto de valores. Si consideramos que algo está "bien" o "mal", independientemente de lo que marque la ley, estamos juzgando también la moralidad del acto, que puede no coincidad con la punibilidad del mismo. Ejemplo, podemos considerar hoy día que, por robar un pan, el castigo de cortar las manos sea malo, aunque sea lo justo. Antaño podría considerarse como justo y además bueno. Dependiendo la parte de la sociedad a quien lo preguntáramos.

Todo esto viene por lo último de la Justicia española. Garzón, Camps, Undargarín... viene de lo que consieramos bueno o malo, y de lo que hemos dejado que otros, los políticos, consideren justo y necesario. Cuando hay un verdadero abismo entre lo que unos y otros consideran como tal, es que algo va mal, muy mal. Y curiosamente, hoy, muchos consideran que algo va mal, muy mal. Aunque estén de acuerdo con algunas cuestiones.

En una sociedad donde el derecho fuera positivo de veras, donde cada ciudadano hubiera expresado con legitimidad su punto de vista, donde el acuerdo o contrato social fuera efectivo y no una mera entelequia, la máxima latina tendría valor. Pero en una sociedad donde el divorcio entre los ciudadanos y las instituciones que se supone le representan y mejoran su vida cotidiana es patente, lo cierto es que suena a pitorreo. Será que todo el sistema actual tiene más fallos que aciertos, o que los primeros ensombrecen sobremanera a los segundos. No lo sé. Pero deberíamos empezar a reflexionar seriamente sobre nuestro papel social, sobre nuestras responsabilidades. Porque hace tiempo que hemos hecho dejación de las mismas. Y cuando uno no quiere meterse en política, que es algo básico en sociedad, y que es la piedra angular de su funcionamiento, curiosamente otros se preocuparán de esa política. Y no en beneficio de todos. Solamente del suyo. Entonces retomarán el lema latino, y nos lo aplicarán sin rechistar nosotros.

Ya hemos perdido el valor de muchas palabras. Ahora parece que estamos en el vaciado de otra de ellas.

La Justicia.

Un saludo,