Buscar dentro de este batiburrillo

jueves, 31 de diciembre de 2009

Todos estamos conectados

Sí, sí, lo reconozco. Estoy enganchado a una serie; The Wire. Por ella pasan personajes como McNulty, Lester, Kima, Bubbles, Bunk, Cedric, D'Angelo, Stringer Bell, Barksdale, El Griego, Prez, Carcetti, Omar... muchos, tantos que no se pueden nombrar aquí. Pero todos ellos son parte de un todo. Un microcosmos que llaman "B'more" o "Murderland". Un microcosmos social, de negratas pobres y adictos, de parados, de policías insatisfechos, de funcionarios corruptos, de políticos aun más corruptos, de negratas traficantes, de mafias de puerto, de abandonados en la calle, de sistemas educativos que hacen agua, de ingenuos policías que inventan "Hamsterdam", de polis egocéntricos que quieren salvar la ciudad, de polis borrachos, de negros borrachos, de ladrones que roban a traficantes y sólo a traficantes, de periodistas que inventan historias y mienten, de gente que es honesta, de gente que es sencilla, de personas aplastadas por un mundo de mierda. The Wire.

Hay muchas cosas que querría comentar de la serie, pero entonces no sería peor que un chivato que se chota del tema. Nah, además en Carabanchel había cosas menos importantes, pero pasaban. Gitanos que te mangaban la bici, la cartera, una prenda deportiva molona. Amigos a los que atracaban y el ladrón resultaba ser hermano de un colega. Drogatas que tiraban las jeringas y las cucharillas en la pradera de San Isidro, donde jugábamos a lanzarnos pellas de barro con piedras dentro. Partidos de basket donde nos peleábamos con los futboleros, y a veces tirábamos el balón del otro a patadón limpio contra la M30 cuando ésta iba por superficie. Hostias en las calles, peleas, gritos e insultos de las madres, el afilador, un pobre adicto en casas a punto de ser derribadas donde había soñado con Bob Marley y un mundo Hippie. Y sí, también hubo tiros. Etarras que ponían bombas, en barrios cercanos, y veías el humo subir. O directamente cosas peores. Y también navajas, muchas navajas. Madrid siemper ha sido un pueblo de trinchar con el pincho, de rajarte al menor descuido. Desde el macarra de pelo grasiento que trincaba monedas de cinco duros para jugar en las máquinas hasta el gitanillo de palmo y medio que ya sabía decir "joputa dame tó" antes que a deletrear el abecedario. Y sangre había. Propia y ajena. De hostias recibidas, de hostias dadas, de hostias que no se veían. También sexo, en coches de noche, algo tapados por el vaho del folleteo. Y alguna puta, pocas, porque se iban a donde había más negocio. También teníamos tribus importadas, como los Góticos, los Mod, los Siniestros...

Había, no obstante, personas mayores, de cuando aquel barrio era obrero, de cuando aquel lugar lo habitaban inmigrantes que iban a currar y querían mejor futuro para sus hijos al bajo coste de deslomarse unas 14 horas al día currando en trabajos de mierda. Y luego café o carajillo o chatito o birra, en la taberna, con cartas y dominó, charlas de fútbol (el Atleti, omnipresente) o de política. Pocos toros, Vistalegre no daba para tanto como Las Ventas. Y esas personas mayores, o al menos mayores que nosotros, nos reprendían si escupíamos, si cruzábamos en rojo o sin mirar, si decíamos algo molesto a otros, sin respeto. Y les hacíamos caso porque nos ponían coloraos como un tomate...

También había héroes, y villanos. Pero el típico quinquillero fumador y encorvado, de alto que era, que nos parecía un "poeta maldito", un ángel urbano, acababa muriendo de cáncer y separado de la familia. Y aquel chaval metido en drogas, ingenuo, que creíamos un cabrón, acababa conduciendo un autobús. Había un lenguaje, cambiante, y un estilo, que todos queríamos imitar. Pero luego, algo pasó.

Estamos todos conectados. He conocido a muchos de los personajes de The Wire, aunque no con recortada o pistolón. Bueno, un par ví. Uno de un policía y otro de un traficante. También he visto bastones de empuñadura firme para romper alguna que otra cabeza, y bailongos en la calle que hacen fuego y luego te cantan mientras meten palanca a un coche y te lo mangan a plena luz del día. He visto a pillos, correos, cabrones varios, chuloputas, mangantes, y un asesino una vez, que salió de la cárcel y tenía una cara mezcla de hijo de puta y tierno infante engañado que asustaba. He visto a putas, a tías que trataban como putas y a tías que no eran putas y sabían demostrarlo. He visto también a gentuza política venir a hacerse la foto y ver cómo les negaban el saludo (uno de los momentos más grandes de mi padre, la verdad) y, curiosamente, ya no les veo más. El contacto con el pueblo, que mancha. He visto noticias mentirosas en los periódicos, aunque ahora más bien propangandísticas, y veo que es todo igual. Como los profesores quemados. Como los funcionarios quemados. Como los polis quemados. Como todo cristo e hijo de vecino quemado.

B'more y Carabanchel están conectados, aunque por suerte, en el último, no se usan armas de fuego en masa, ni casi todos están en paro y abandonados por un sistema que si no sabe explotarlos de manera oficial, lo hace por la caja B. Pero son tan parecidos... tan solo un par de empujones... tan solo eso...

¿Tú crees que no estás conectado? Imbécil...

Un saludo,

lunes, 28 de diciembre de 2009

Las familias

La Sociedad. Un ente creado a partir de las personas que la integran. Se da la circunstancia que, jurídicamente, las personas han integrado "su" sociedad mediante un núcleo llamado "familia". Pero que depende el lugar y el tiempo, éste ha sido de muchas maneras. Así pues, el intento de una secta religiosa de apropiarse del término en exclusiva es, cuando menos, preocupante.

Cierto es que el término religioso puede ser el que sea, pero lo que debe prevalecer siempre es el término civil o de derecho. Así pues, hoy día tenemos la opción de tener familias de dos padres, dos madres, un padre y una madre, con o sin hijos, nucleares o extensas... y hablo del aspecto legal. En muchos lugares, familia incluye a los primos, a los sobrinos, a los tíos, a las tías, a una extensísima red de parientes, de sangre o afines. Esto es, las familias son muchas, muy diversas y cambiantes.

¿Por qué entonces apropiarse de un concepto e indisimuladamente menospreciar y vilipendiar el resto? Dogmatismo. Puro dogmatismo.

En España, se dice que somos católicos socialmente hablando. Porque tenemos festividades religiosas, porque nos casamos pasando por el altar cristiano, porque celebramos bautizos y comuniones... pero sin entender, sin creer y sin participar del dogma que hay detrás. De ahí la ofensiva de la secta católica; mantienen el huero cobertor social, sin marearlo (para eso están las bases bienpensantes y manipuladas) y dejan lo presuntamente consolidado para ir contra el resto que se aparte milímetros de "su sociedad" del Dogma. Los que decidimos decir NO.

No a considerar el mundo de una manera tan restrictiva. No a engañarnos con una imaginaria salvación que modela nuestro presente. No a participar de los ritos sociales sin sentido. No a dejar que se nos cuente dentro del rebaño católico. No a considerar la familia de manera tan restrictiva. No, en suma, a perder la libertad civil que tanto cuesta siempre mantener.

Cualquier familia es, principalmente, sangre y afecto, conflicto y amor. También esperanza, traición, orgullo, vergüenza, y todos los sentimientos posibles; la familia es, cierto, la célula de la sociedad, siempre. Y tiene lo positivo y lo negativo de la misma. Quién la conforme, de qué sexo o qué edad o filiación, es algo que no nos debería decidir un tipo que es soltero, practica la pederastia y desconoce la realidad del mundo. Y, además, es un mal político...

Un saludo,

viernes, 25 de diciembre de 2009

Locos

A Berlusconi le saltan los puntos de la operación estética con una reproducción de la catedral de Milán. A Ratzinger, o "El Papa", una señora le da un empujón que le tira al suelo. A Kennedy le mató un tipo que disparaba con efecto. A Bush le lanzaron un zapato. Y la lista es interminable... pero todos tienen algo en común; se les califica de perturbados.

Esto es, siempre que un político, una figura de la sociedad o alguien "importante" es agredido de alguna manera, el agresor queda automáticamente calificado de "Loco". Son locos porque atacan al poder establecido. Son locos porque han intentado la misma acción directa de los anarquistas (otros alienados) y por supuesto han fracasado. Son locos, a fin de cuentas, porque ellos no tienen el poder y el poder les puede calificar así cuando convenga. Siempre.

Me sorprende que, inmediatamente, nadie piense en la calificación como un sesgo, como un insulto para justificar lo que debiera ser imposible, el ataque a un poder establecido. Cuando una persona hace eso, lo hace por muchas motivaciones, y no tienen porque calificarse de "locura". Al contrario, cuando nos adentramos en las motivaciones, en las razones de aquellos que actuaron así, el término "loco" pierde todo su valor, porque comprendemos, porque entendemos qué es lo que condujo a dichas personas a actuar así. Naturalmente, está el exhibicionista, pero a ese no le cuento. Cuento a los que tienen otras razones... aunque sean calificadas de locura.

En un mundo tan insano como el del ser humano, donde la calificación de cuerdo se expide según unos patrones de conveniencia, la presunción de locura debiera ser eliminada en estos casos. Quizá los locos son otros, aquellos que votaron al político indebido, aquellos que dejaron su moral y ética en manos de gentuza arrimada al anterior, aquellos que fomentaron el inmovilismo, la reacción, el perpetuar el poder del rico. O quizá los demás también sean los locos, todos aquellos indiferentes a lo que suceda...

Un saludo,

martes, 22 de diciembre de 2009

Monotonía

A veces las ricas sinfonías del mundo, del universo, quedan ahogadas por un tono monocorde similar al zumbido de un aparato eléctrico incapaz de arrancar y de apagarse. En esos momentos, uno descubre la hueca profundidad de muchas cosas, y de pronto penetra en una dinámica rutinaria y se deja envolver por el vacío, quedando cubierto por una cáscara de aburrimiento, indiferencia y monotonía.

Todo a nuestro alrededor es extenso, rico, agradable. Negar la vida que nos rodea, sus peculiaridades, lo singular de cada momento, nos arrastra, como una cinta mecánica, por el monótono circular de la vida en piloto automático. Si no salimos del pasillo concebido, si no exploramos nuevas facetas, nuevas caras del prisma multicolor del mundo, quedaremos inexorablemente atrapados en el mundo irreal, gris, de la repetición, el reloj marcando horas sin ningún tipo de ilusión y la muerte en vida, pues la costra que recubrirá nuestras sensaciones hará de piel dura, de protección contra el dolor y el placer...

Así que contra la monotonía reclamo el dolor, contra la indiferencia, el compromiso, contra la rutina, la innovación, y contra todo aquello que nos inmoviliza, la felicidad, dinámica y colorida.

¿Y cuál es el mayor bien para evitar esa monotonía? el griego tenía razón; el conocimiento...

Un saludo,

lunes, 14 de diciembre de 2009

¿Servirán Soylent Green en Copenhague?

Me imagino a un Charlton Heston caminando por las frías calles danesas de su capital, y pensando en qué saldrá de las reuniones celebradas por el cambio climático.

Me imagino también a los gerifaltes, riendo y pensando en cómo justificar las dietas cobradas en sus respectivos países y organizaciones que les mandan allí.

Me imagino a los ciudadanos, frustrados, indiferentes, incapaces, absortos en otros problemas.

Y entonces entiendo a Bertolt Brecht y a por quien van siempre...

Ya no hay héroes como Charlton Heston o Kurt Russell. No hay rastro de aquellos ingenuos de antes de los 60. Y nadie, absolutamente nadie, parece que nos salvará de nosotros mismos.

Así que de Copenhague saldrá la nueva comida del milenio... que todos tragaremos sin rechistar. Pensando que algo hicimos.

A no ser que...

Un saludo,

jueves, 10 de diciembre de 2009

Izquierda, izquierda, derecha, derecha... ¡Un, dos, tres!

Hilado de sucesos. El otro día por lo visto, Hermann Tertsch, anteriormente periodista de "El País" y comunista, ahora presentador del informativo nocturno de Telemadrid, soltó uno de sus últimos exabruptos de hombre de mundo, de esos que demuestran que no tiene pelos en la lengua.

En el programa de Wyoming, posteriormente, tomaron esas palabras y montaron un número sarcástico para reírse de él y ridiculizarle de manera ácida.

Hermann Tertsch anuncia que de él no se ríe nadie y menos el programa de Wyoming, por lo que anuncia que interpondrá una demanda.

Días más tarde, Hermann Tertsch sale de un bar de Chueca (no sé si será homosexual, ni me importa) y le dan una paliza. Le ingresan en un hospital y unos dicen que ha puesto denuncia y otros, que no.

Acto seguido, Esperanza Aguirre arremete contra todos los "Medios de Izquierdas" y es arropada por los corifeos del ala que ella controla o jalea. Libertad Digital, Telemadrid, Intereconomía... anunciando que son actitudes como las de la broma que Wyoming ha montado las que cubren ésas acciones violentas.

Izquierda... Hermann es un bocazas, pero no se lo merece, si es que tiene que ver...
Izquierda, izquierda... además de bocazas, un tipo miserable que sí lo merece...
Derecha... lamentable suceso contra la libertad de expresión...
Derecha, derecha... y un intento de izquierdas totalitarias de hundir el Estado...

¡Un! ¿Está todo tan conectado?
¡Dos! ¿Vale todo para hundir al contrario?
¡Tres! ¿tan imbéciles debemos ser los ciudadanos?

Delante, detrás...

Un saludo,

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Eso de escribir

Sí, soy pesado. Eso de escribir me tiene frito. Quemado a veces. Incluso me tiene preocupado. Es quizá una afición, pero una afición exigente, al menos para mí. Tanto que puede llegar a convertirse en una especie de obligación profesional. ¿Profesional? No cuando uno no ejerce como tal. Aficionado.

He rellenado muchas hojas. Soy de escribir en un ordenador, de tomar relativamente pocas notas en una libreta, donde condenso, si puedo, las ideas surgidas al amparo de alguna experiencia o momento inspirador. Realmente, ni siquiera es una libreta, si no el primer trozo de papel que tengo a mano, y con el primer bolígrafo, lápiz o incluso punzón que pueda usar. De lo escrito, borro o tiro casi todo. Nada me complace, nada me satisface. Y leo, sí, leo, pero cuando leo disfruto pensando en ese espacio hueco entre el autor y su obra, que los demás lectores rellenamos. Y disfruto, porque no tengo que plantearme qué pasó con aquella persona... si tenía hipoteca, si era alcohólica, depresiva, maníaca, psicópata o ególatra. Solamente juzgo su obra, si me gusta o no, y el resto... me da igual.

A mí no. Mi vida está imbricada en mi obra. Porque mi vida es obra. Y poca. Poca y mala. Aparte de la felicidad que tengo al amar y ser amado, que no es poco, lo demás que es obra es demasiado malo para considerarlo. Por eso he descubierto, redescubierto (pues siempre lo supe) que escribo por una simple cuestión.

Para divertirme. No para entretener a un tercero o generar admiración en ellos, no para dejar una obra imperecedera. No, lo tengo ahora claro, gracias a quien me lo señaló y me lo volvió a descubrir, Cris, la mujer que tengo a mi lado en todo. Para divertirme...

Así que recuperaré eso, aunque me cueste esfuerzo, porque eso es otra; lo divertido cuesta, no creas. Hay que saber...

Un saludo,

martes, 24 de noviembre de 2009

La reconstrucción y la deconstrucción

Sublime lamento y quejido elevado al cielo, mirada a la tierra y al ombligo, pateando con pies fríos el suelo. Ardor mesiánico, frialdad sentimental, duelos sin quebrantos, roturas y fisuras de la fe, amalgamas de mentira y silente maldad. Existen en el mundo, caminan entre nosotros, profiriendo gritos, hipidos dolorosos, denunciando persecución, encierro y acoso. Son mártires de un nuevo paganismo, el estatal, y lloran sangre cuando les tocan la bolsa. Su moral y ética es la única incontestable, la más recta, inmaculada. Ellos sufren por nosotros, a pesar de ignorarlo el resto. Y al sufrir, buscan nuestra redención, deseémosla o no.

Deconstruyamos.

Muchos hombres perciben la muerte y por tanto la temporalidad de la vida, luego tienen fe en otra vida tras la muerte. Necesitan entonces profesarla, pues la esperanza es la base de la fe, y la esperanza no puede darse sin apoyo mutuo. Otros hombres pueden creer igualmente, o no. Y la vida en sociedad conlleva normas. Los creyentes por tanto regulan normas éticas para lograr esa transición a la nueva vida, y así pues influyen en su percepción de la vida anterior, o la así entendida. Esas normas no son si no construcciones del hombre, similares a otros artificios, pero su fuerza radica en el número de practicantes, pues sin el apoyo de todos, carecen de sentido. Así pues, la necesidad de profesar la fe, mediante la imposición ética, deviene en totalitarismo religioso donde nadie puede discutir fuera de sus dioses, o su dios particular. Entonces tenemos la religión, apropiada de la fe, del sentimiento legítimo, y la necesidad de gestionarla, malbaratando la esperanza ajena y pervirtiéndola. La educación es la vía principal, y esto es necesario; adoctrinamiento.

Reconstruyamos.

Muchos hombres tienen certeza de la muerte, de la temporalidad, y por tanto, de su limitación y fin. La afinidad con los anteriores se detiene si tomamos en cuenta la posibilidad de sentir dicha esperanza como insustituible por banalidades religiosas, éticas subyugantes y adoctrinamientos deletéreos. La esperanza, la ilusión, los legítimos sentimientos de miedo ante lo desconocido forman parte de nuestro repertorio evolutivo. Nos permitieron cambiar, mofificar comportamientos y lograr cosas impensables. Ya solamente esa magnífica idea nos provee de posible felicidad. Y la única manera de lograr la construcción del ser humano es mediante la educación. No el adoctrinamiento. Libertad. Apertura. Diferencias para comprender las muchas similitudes. Recursos. Solidaridad. Acuerdo y compromiso en el sentido de compartir para beneficio mutuo, no para enriquecimiento de una parte. Muchas formas de vivir.

Las religiones actuales no comprenden la libertad. Significa desviación del dogma. Significa aniquilación de sus privilegios. La Revolución francesa pudo ser sanguinaria, criminal, pero abrió una corriente de aire fresco en el estanco y viciado panorama cívico-religioso que atenazaba Europa y el mundo desde finales del siglo III d.n.e. El dogma de pronto se reveló caduco, moribundo, podrido. El imparable escepticismo ayudó mucho, el anticlericalismo explotó necesariamente como purificación, el ateismo cobró nuevos bríos. Sí, se sustituyó por dogmas de otro color o forma. Sí, hubo muertes. No se respetó la vida del hombre, de los hombres y mujeres. No, no logró la felicidad. Pero abrió una puerta que ya no puede cerrarse.

Deconstruir el pasado logra reconstruir el presente y preparar el futuro. Ya no abogo por la sangre de esos vocingleros religiosos llenos de hipocresía que han contaminado a tantos y tantos ciudadanos. Me encanta ver cómo se apartan del camino público, de la vida diaria, relegados a una celda donde solamente pueden escuchar sus voces babeantes, la celda del ridículo.

Un día, empero, se logrará extirpar de la sociedad, de nosotros, esas marcadas pautas falsarias, hipócritas, mentirosas, innecesarias, que siglos de religión han ido imprimiento en nuestro pensamiento colectivo.

¿Por qué? Porque tenemos libertad.

Su uso...

Un saludo,

jueves, 19 de noviembre de 2009

Emociones

¿Queréis saberlo? Hoy estoy enfadado. Con todos. Con todo. Con vosotros. Con ellos. Con el mundo en general. Con nadie en particular. Conmigo mismo. Enfadado y punto.

¿Queréis saber por qué? Ni yo mismo lo sé. Simplemente estoy enfadado. Y no, no aguanto más, como decían en "Network". La verdad agria la vida. Saberlo envenena, pudre todo. Mata.

¿Aun no lo sabéis? No podéis, porque como yo os mentís. Te mientes. Tú, yo, todos. Nos mentimos. Una media de 10 veces por minuto. Con suerte, solamente 8. Internamente, externamente. "Mejoraré" ¡Iluso, mentecato y mentiroso! "Cambiaré" ¡Falsario, impostor! "Lo haré mejor" ¡Diletante, contemporizador!

¿Ya lo intuyes? Mentir, te enfada. Decir la verdad, no logra mejorarlo. Callarse te deja rancio. Hablar, por hablar, decir lo que sea, palabras, palabras, más palabras, fluyendo incesantemente. Pueden ir guiadas por otras emociones, pero al final todas quedan bajo el mismo manto, el de la mentira del cicatero, del muñidor, del artero. Bla, bla, bla. No usas emociones en las palabras. Solamente palabras. Y huecas son dolorosas. Como una bala.

¿Lo has entendido? Emociones. Estoy enfadado. Odio mentir, que me mientan. Odio decir la verdad, que me la digan. Estoy enfadado. No confuso. Enfadado.

¿Ya?

sábado, 14 de noviembre de 2009

Hijos

Puede que ya haya comentado dicho asunto en otras ocasiones. Pero es cierto también que en los últimos tiempos estoy más rodeado de recién nacidos y padres primerizos. Generación de los 30, la nuestra, ahora todos con la hipoteca, el coche, el trabajo de empresa o de funcionario, la mayor parte casados mediante la secta católica aunque no vayan prácticamente nunca a misa o comulguen con sus ideas (la sociedad, que presiona... ah, espera... ¡nosotros formamos la sociedad!) y, en definitiva, con el paso final, el de tener un hijo.

Un hijo. O dos, a lo sumo. Se quiere tener el placer de criar a un vástago nuestro pero sin renunciar a nuestras aficiones, a nuestros placeres. Se desea proporción en todo, esto es, no deslomarse en el trabajo para alimentar 4 o 5 bocas al menos, si no que alimentar menos y el resto del tiempo usarlo para disfrutarlo. Se compran las consolas para los niños, pero los padres siguen siendo niños. Porque tener hijos no hace madurar, ni al madurar queremos tener hijos. Se tienen hijos por muchos motivos, pero principalmente, uno, es el que se impone. Genes. Especie.

También hay otros. El ver que todos alrededor lo hacen. Culo rosa veo... el sentir que la edad, según los estándares de la sociedad (¡otra vez!) impone una fecha límite... el necesitar asentar alguna relación mediante el otro paso del "Molde", como decía el Sr. López, esto es, matrimonio = hijos... por muchos motivos. E igual que hay motivos para querer tenerlos en nuestra magnífica sociedad occidental, rica, blanca, mayormente cristiana, hay otros muchos para no tenerlos. De eso pocos o ninguno quiere hablar.

De hecho, seamos todos sinceros. Si tener hijos es una elección, no tenerlos es otra elección. Ambas igual de válidas. Ambas igual de correctas. Y francamente, aquellos que no tienen hijos antes de los 25, por poner una edad, es por que realmente quieren ser jóvenes, vivir la vida, sin ataduras, sin preocupaciones, sin compromisos. O no pueden tener hijos, al menos no con los recursos que tienen entonces. O muchos más motivos... no tener hijos, en todo caso, no es negativo, degradante, motivo de risa, de ser señalado como un paria. No querer tenerlos, y no querer ceder a la presión que nos rodea, es ya puramente un símbolo de valentía. Un poco de esa rebeldía juvenil que ya no existe realmente, salvo en la conciencia, de muchos treintañeros.

Siempre, desde niño, me querían hacer coincidir las etapas de la madurez con lo que la mayoría hacía. ¿Colegio, Instituto? maduras... ¿novias (chicas, claro, no puedes dejar de ser heterosexual, los homos eran... degenerados y alteraciones de la normalidad, de esa mayoría...) y ligues variados? maduras... ¿relaciones más serias? maduras... ¿Universidad, relación, tu primer curro? maduras... ¿tu trabajo fijo, tu primera casa con tu relación? maduras... y el siguiente paso inevitable de madurar... hijos.

Falso. Qué lástima que hayamos tragado tantas imposturas tanto tiempo sin crítica. Bueno, muchos lo han hecho. "Contracorriente", "raritos", "subversivos" les llamaban en las "sociedades de orden" como las fascistas (o como la nuestra, que no ha dejado tantos guiños a una dictadura de 40 años tan fácilmente). Y si defiendes el aborto, te sitúas inmediatamente en la postura anti-niños. ¿Perdón? Defender el aborto, la decisión de una pareja, de ambos miembros, de no tener un hijo, es una opción a defender y cuidar. Opciones. Eso es la libertad. Poder tener varias. Y elegirlas. Y llevarlas a cabo.

Yo quizá tenga niños. Por gratificación. Por gusto. Por amor. Porque hoy día puedo. Por muchas razones. Pero por decisión, primero mía, y después, mutua. Sin eso, y aun así puede ser una decisión errónea, nada vale.

¿Tener hijos o no tenerlos? Libertad de elección, oiga... como cuando podíamos elegir en el cole la vía fácil (religión) o la que nadie escogía (ética). Curiosamente, siempre acabo en la elección menos elegida...

Un saludo,

lunes, 2 de noviembre de 2009

Tenerlo claro

Fundamental. Nada se hace bien si no se tiene claro que quiere hacerse, y no se logrará un buen resultado si no tenemos claro por qué, para qué y cómo. Pues algo tan sencillo, concepto básico, es de difusa explicación por algunos incompetentes, acomodaticios y huidizos responsables de gestionar tantas y tantas cosas en nuestro país, desde la Administración Pública, con la difusa línea política que siempre se impone, hasta el operario de menor nivel alienado.

Me río en ésto por muchos asuntos, desde las mentiras y miserias de la clase política, verdaderos gestores hacia el desastre, hasta los problemas que día a día nos surgen. Y uno en concreto, me hace reír, mucho, si no fuera porque es desastrosamente lamentable. Un horror.

Hace un par de milenios, centuria arriba o abajo, un par de rivales políticos también tuvieron en el tema de los piratas su aquel. El primero, un pomposo tipo más veleidoso que un pelota, que se hacía apodar "El Magno" limpió, dicen, el Mediterráneo de piratas. Esto es, lanzó a la caza y exterminio de aquellos que no pagaran impuestos y encima asaltaran naves que llevaban cosas valiosas a Roma a las ya bien entrenadas tropas de marinería. La escabechina dicen que fue grande, pero no sería tanto cuando un posterior rival suyo, un intrigante, inteligente e implacable futuro Dictador, César, hizo circular el chisme de que le habían pillado unos piratas y que pedían un mogollón de dinero de rescate por él. Pompeyo, Pompi para los amigos, decía que había acabado con los piratas, pero hete aquí que al pobre César, el calvo putero para todos, había caído en las garras de unos, lo cual ya no sé si será cierto o fue un invento propagandístico (del que era un genio César) para ridiculizar a Pompi. Y si el primero uso la espada, el segundo decidió pagar rescate y luego regresar con unos barcos y varios cientos de amigos a recobrarlo pasando por el hierro a todo hijo de vecino que fuera pirata. Al primero, el Pompi, le machacó luego en una guerra civil, y de paso a parte de su familia, el amigo César, y al segundo le mataron después unos cuantos oligarcas que defendían "su" República frente a la "democracia" tiránica que buscaba el calvo putero, léase, el populista demagogo...

¿A qué esta parrafada poco histórica? Pues a lo del "Alakrana", los somalíes, el muchacho que es niño y hombre y las sandeces y porquerías que se escuchan, sienten y ven en los medios. Hoy hemos vuelto al sano y provechoso intercambio de rehenes, entre honrados piratas (dicen que hacen lo que hacen y no mienten) y deshonrosos políticos (dicen que no hacen lo que hacen y siempre mienten) pero si los primeros lo tienen claro (eh, que son de los nuestros) los segundos no tanto (no podemos forzar la "legalidad" y no negociamos con... ¿qué?) y por eso, los primeros ganarán la partida, siempre, y los segundos marearán los escaques cicateramente pero sin lograr resultado alguno. Porque siempre gana el que lo tiene claro.

¿Siempre? No. Gana el que lo tiene claro y tiene la fuerza, normalmente no moral o ética o intelectual, para imponer su claridad de criterio. Que se lo digan a muchos, aquí, el último, el general que decidió aliarse con quien fuera con tal de joder otra República, la segunda en España, para más señas.

Y es que, como decía Capone, con una sonrisa y una pistola llegarás más lejos que con solamente la sonrisa.

Los hay que lo tienen claro, muy claro...

Un saludo,

martes, 20 de octubre de 2009

El síndrome del quemado y el agua necesaria

Dice siempre mi amigo Andrés que me quejo demasiado. "¡Ay, mi vida! ¡ay, mi trabajo! ¡ay, mi rodilla!" y que por tanto soy, dicho en plata, un quejica. Cierto, me encanta quejarme. Porque considero que mis prioridades en la vida son, por este orden, la felicidad propia y ajena de quienes me rodean, el disfrute conjunto de lo bueno que da la vida y el merecido descanso tras hacer lo que más nos guste a todos. O dicho en plata de ley, mi prioridad en ésta vida es disfrutarla al máximo, haciendo o no haciendo lo que me guste y evitando lo que me disguste.

Soy de la generación de en medio, en medio de las promesas falsas, banales e irreales de éxito, basado en el compromiso y en el trabajo duro. Mis generaciones anteriores fueron engañadas dando todo por sus empresas, hasta la vida, y no pidiendo casi nada a cambio, antes al contrario, agradeciendo las miserias que les concedían. En el otro lado del péndulo estaba oscilando el que se aprovechaba del sistema parasitando éste al máximo, que los había... esas dos tendencias han continuado, pero suavizándose, en mi generación, la de en medio. Treinta y pocos o y pico. Todos fuimos instruidos, eso sí, en el valor del trabajo como algo irrefutable. De hecho, el sentido de muchas de nuestras vidas.

En medio de todo eso queda la verdad. Y la verdad, la puta verdad, que diría mi amigo Javi, es que nos han engañado como a chinos, de esos que viven en provincias contaminadas de plomo y donde prefieren evacuar a la población antes que cerrar sus comunistas fábricas de capitalismo. Y de la mentira nace la necesidad de ver la verdad, y la verdad, perdón, la puta verdad, es que el trabajo, el 90% de ellos, y también durante un tiempo en el 10% restante, no valen nada. No valen la salud, la felicidad, la vida, en suma.

Síndrome del quemado, llamo a éste escrito. Todos lo vivimos o sufrimos algún momento, y de hecho, algunos que lo niegan lo interiorizan tanto que viven ya eternamente en la unidad de quemados. Aunque no lo sepan. Y en el mundo de la Administración Pública, en donde más trabajadores hay, salvo la gran empresa de España, el Paro, es donde más quemados hay. Estamos. Somos.

¿Qué agua se puede beber o echar en la piel abrasada para evitarlo? Flema británica de por medio, la indiferencia activa combinada con la pasiva preocupación por resolver los problemas del trabajo en el trabajo, dejándolo luego allí. Y si es posible, dejar claros los límites. Saber qué estamos dispuestos a aceptar y qué no. Y luego, ver si estamos todos de acuerdo.

Luego queda lo importante, vivir... fuera del trabajo, sin el trabajo, para nada por el trabajo.

Ah, ¿he mencionado que da lo mismo hacer bien que mal nuestro trabajo? lo primero no suele reportar elogios o parabienes, y lo segundo, aunque pueda caer una bronca, no impide que sigamos cobrando nuestros (magros) sueldos.

Un saludo,

martes, 13 de octubre de 2009

Cambiando el rumbo

Hacía días que no escribía, principalmente, porque no tenía gana alguna. Ni aquí ni en los borradores que garabateo en ratos muertos. Pero el tema siempre está presente, bajo la piel, como una brasa a la cual hay que soplar de cuando en cuando para avivar. Y hoy he soplado...

Repasaré un poco para los no iniciados; soy una especie de funcionario, un estatutario de Sanidad, un auxiliar administrativo para más señas, cuyo puesto está en el Hospital de Majadahonda. Da la puta casualidad que estoy en el epicentro de la privatización ejercida por mi jefa, Aguirre, e iniciada por un anterior presidente, socialista para más señas, llamado Leguina. Y el epicentro es un departamento de cuyo nombre no quiero acordarme pero que ha logrado generar tantos nervios y sentimientos adversos en mi persona que las decisiones tomadas han costado tiempo pero llegan, como todo...

Mañana inicio mi siguiente fase en las oposiciones. Tras pasar casi tres años estudiando varias de grupos varios, entre el D y el C, acabando en el sumidero de Sanidad, he decidido dar el salto y jugar por algo más alto, el B o C2 como lo llaman ahora. Gestión de Empleo. Al CEF, estudiando todos los días y allí de curso los miércoles por la tarde. Decisión de la que no me arrepiento lo más mínimo.

Pero el asunto es que no aguanto más en el departamento de cuyo nombre no quiero acordarme... y por ello, tras muchos problemas de índole personal, he decidido decirles que quiero cambiarme. A algún sitio más agradable, más tranquilo. Con tareas más rutinarias, sencillas y sin presión. Con menos gente a tratar, si es posible. Sí, soy un absoluto misántropo. Un antisocial del trabajo. Yo quiero elegir mis compañías, y en el mundo laboral, por desgracia, vienen impuestas. Lo que no elijo me sienta como un tiro...

Mañana inicio mi viraje. Tengo miedo, no lo niego. Abrir la caja de Pandora, o de los gusanos, como dicen los anglosajones, no mola. Pero no me queda otra. Estoy harto. Y en perspectiva muchas cosas pueden cambiar a mejor o peor. De momento, están cambiando sin mi intervención a peor, por lo que, ¿cómo era? las personas razonables se adaptan a su entorno, pero las que no lo son no se adaptan, modifican su entorno para hacerlo más adecuado a ellas. Y de éstas últimas vienen los avances... curioso que Lytton Strachey ya dijera eso de Gordon hace casi un siglo.

Yo he sido razonable, creo... y adaptable. Y acomodaticio. Pero ya no más...

El trabajo es tan malo que te pagan por hacerlo, qué sabiduría...

Un saludo,

sábado, 3 de octubre de 2009

El club de los solipsistas misántropos

Exclusivo y excepcional a partes iguales, dicho club tiene una vida tan larga como nadie puede imaginar. Más de lo que aparenta, es un club anciano, repleto de reglas y maneras arcaicas pero constantes. Nadie podría formar parte de él si no fuera por un accidente prácticamente inevitable; la sociedad.

Y de hecho, gracias a ella formamos parte del mismo. Es curioso que la mayor contradicción permita la pertenencia a tan elitista club. Es una sociedad de uno, de uno mismo, incluso de nadie, se podría decir. Es un lugar impresionante.

Comienza con la máxima tan falsa como el "Conócete a ti mismo". Nada es posible conocer, y menos aun nosotros mismos. ¿Has estado alguna vez a solas con tu voz, escuchándola en la oscuridad, mientras hablas, sin espejos? Es el miedo quien impide reconocernos. El miedo a saber lo que hierve bajo la piel. Miedo a expresar en palabras, en ideas, en imágenes, los sentimientos abrasadores hirviendo en la sangre. Miedo... a conocernos. E imposibilidad. No nos conocemos realmente, pues, ¿acaso hemos vivido todas las experiencias para conocer nuestras reacciones, nuestras respuestas, nuestros actos, en fin?

Tras franquear el umbral de la verdad, lapidada ésta por la mentira anterior, penetramos la oscuridad. Una oscuridad sin más luz que la de nuestros ojos, sin más contacto que el tacto de los dedos. Tanteamos las paredes, y si rezuman algo ignoto, asqueados, rehuimos el toque. Lo húmedo atrapa los pies. Lo seco quema la garganta. El oído queda mudo como nuestra lengua. Somos entonces conscientes, al atravesar esa caverna mistérica, de la falsedad. La imaginación es quien manda. El ojo rellena los huecos con lo cotidiano, lo esperable, lo posible. En nuestras orejas aparece una música dulce o tenebrosa, inquietante o tranquilizadora... y el tacto recobra su capacidad de reconocer viejas sensaciones. Incluso la lengua retoma el gusto, el sabor. Los sentidos, entonces, mienten. Y estamos de nuevo en la caverna, en el pasadizo de la vida.

Si hubiera compañía, la sangre, de nuevo, llamaría. El miedo puede pedir compañeros para batirlo, o trasplantarlo al Otro. Siendo común la decepción, entonces todo se vuelve rivalidad. Rivalidad, miedo, lucha, ahogo, asfixia, un grito incontenible que brota de los pulmones llenando el ambiente de liberación.

Y entonces uno ya forma parte de su club. El de los solipsistas misántropos. El de los hombres que no saben y conocen lo que ignoran. El de aquellos que, de tanto sentir, tienen callos en la sangre y los nervios. El de los hombres solos.

Menos mal que hay redención. El amor... aunque sea imaginado. O quizá por eso es más real.

Un saludo,

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Insomnio

Es realmente molesto. De las decenas de reflexiones turbadoras que suelo tener, una me está carcomiendo. La verdad.

La verdad es que he elegido el camino más tortuoso posible. Dedicar mi tiempo a estudiar oposiciones para tener un trabajo estable y ganar un cierto dinero. Dedicar parte de mi tiempo a establecer relaciones sociales que me asquean. Dedicar en suma tiempo a hacer lo que no quiero hacer con el fin de hacer en un futuro lo que quiero hacer. Qué retorcido.

La verdad es que el futuro no existe. Lo creamos, imaginamos, soñamos, pero no existe. Existe el pasado. Y el momento presente. Ya está. Nada más en esa loca dimensión que llaman "tiempo". El pasado nos aporta experiencia, sentimientos y un recorrido vital que puede ser positivo o no. El presente, el ahora, es el momento donde la verdad se forja. El presente es como un yunque humeante sobre el que golpeamos el metal de la vida, tratando de amoldarlo a nuestro placer y gusto, sin saber que, muchas veces, el material es escoria o no tenemos ni siquiera claro qué deseamos forjar. La verdad...

La verdad, la puta verdad como diría mi amigo Javi, es que somos personas mediocres tratando de lidiar con nuestras incapacidades, nuestro patetismo vital. Y la verdad, entonces, ¿es que no hay redención?

Yo quiero ser escritor, ¡ja, ja, ja! y soy un opositor joven, no tan joven, que vive amargado en un trabajo que detesta. Esa es la verdad.

Yo quiero viajar por el mundo, ¡jo, jo, jo! y soy un pequeño burgués que planifica sus viajes con guía y sin mucho cansancio.

Yo quiero responder a la gente las palabras apropiadas en el momento justo, ¡je, je, je! y soy una persona sin el aplomo o el ingenio suficientes como para hacerlo.

Yo quiero... tantas cosas. Y sé que no tendré muchas de ellas, casi ninguna. Mi frustración entonces se acerca a la de otro amigo, Andrés. La suya es, como la de mi amigo Rafa, vital; quieren ser inmortales para disfrutar eternamente de la vida. Pero mi frustración es que, aunque tuviéramos un tiempo infinito, el aburrimiento, la apatía, el desencanto, la infelicidad, en suma, estarían presentes.

Sé lo que no quiero. Pero no sé como evitarlo. O sé y no me atrevo, o soy vago...

A veces quiero una vida más simple. Si no lo es ya. Simple, sencilla. Amar y ser amado. Y aquí es donde encuentro mi redención. La quiero con locura. Quiero que sea mi mujer. Quiero incluso, si no estoy tan loco, tener todos mis días hasta el final con ella, saber que siempre está ahí. Y creo que también me quiere... no me pregunte nadie por qué.

Tengo algo de insomnio. Puede ser la soledad. La necesidad, pura necedad, de escribir. Quisiera hacer música, pero solamente hay ruido, de palabras... pero no pienso revisar el texto.

Un saludo,

sábado, 26 de septiembre de 2009

Mantener una palabra dicha

Parece una curiosa manera de ser de los humanos. Decimos una vez algo, puede que irreflexivamente, y después nos atamos a lo dicho sin remisión. Si decimos que nunca más haremos tal cosa, sabemos que en un momento dado lo haremos, pero mientras, actuamos como si nunca más lo fuéramos a hacer. Igualmente, si decimos que jamás diremos algo a alguien, nos callamos hasta que el momento menos esperado se nos escapa.

Honor... mi definición es la misma que la de Ridley Scott en "Los duelistas", cuando Keith Carradine, en el baño, trata de explicársela a, creo, Cristina Raines. Y eso es porque creo que hay diferentes formas de enfocarse uno mismo, la proyección que damos ante los demás.

Yo he hecho promesas que luego he roto, y sinceramente, en ese momento de romperlas he sentido un perverso placer, el de quebrar lo prohibido. Pero es cierto que hay ciertas cosas que respeto y siento como compromisos, pero trato de no ponerlos en palabras, porque entonces se convierten en un contrato que me insta, nervioso, a romperlo. Mi regla es romper las reglas. O esa era la regla. Ahora mismo, ya hace tiempo que hasta la he roto, cumpliendo muchas reglas. Qué sinsentido, se puede pensar... no, se puede retorcer todo hasta lograr un resultado distinto al que buscaba. Y eso... es parte de la belleza del sinsentido de la vida.

Una palabra que sí mantengo es la de la felicidad. Cueste lo que cueste. A veces, por los caminos más enrevesados, por los vericuetos más extraños. Quiero felicidad. Y lograrla, a veces, es difícil, complicado, insano incluso. No, no recurro a las drogas o al alcohol. Realmente, soy poco vicioso en eso. Mi felicidad consiste en poder hacer, cuando quiero, lo que quiero y como quiero. Sin trabas, sin compromisos, sin ningún tipo de regla o esquema que no sean míos. Mi sueño dorado es sentarme cada día en mi escritorio, o en mi biblioteca, y leer o escribir a gusto, a placer. Y otras pequeñas cosas, como bajar a jugar al baloncesto, perpetrando canastas más que anotándolas, o pases, dicho sea de paso. O irme de paseo. Disfrutar de una tarde con Cristina. Y de la noche. Y de la mañana, levantándome con ella al lado. Una buena película. Algo de música. Amigos. Juegos. Despreocupado...

Pero es falso. Los caminos inescrutables de la vida son así, misteriosos recodos que pueden terminar en callejones cerrados o en abismos. No vivo despreocupado. Hay un sistema social que, baratija, se mantiene como el barniz, esperando a que se raspe un poco para ver la verdad. Sucia, agrietada, inhóspita. Vivo con la preocupación del dinero. ¡El dinero! un buen libro cuesta dinero. Una buena película. Salir a tomar algo. Oír música. Comer, pagar facturas de móvil o servicios, la hipoteca... y el dinero viene del trabajo. Y el trabajo... es infelicidad. Porque no estoy haciendo lo que quiero hacer con mi vida, si no lo que otros, insensatos, pensaron que debíamos hacer para lograr ese dinero. Y es el salario del miedo...

Mantengo mi palabra, sí. La dada a una Administración que es lamentable, con un ambiente decrépito moralmente hablando y altamente irritable. Si he de trabajar, pediría al menos hacerlo sin compañeros, sin jefes. Una quimera. Yo, que me considero persona sociable, odio la sociedad del trabajo. Porque es la esclavitud de la palabra dada, una regla que, aunque quiera, no puedo romper. Es como el nudo Gordiano, solo que yo, aun, no he encontrado la entereza y el acero para romperlo de un tajo. O quizá debería aprender a desatarlo... ¿toda una vida? Solamente tengo ésta, me temo...

El molde. El molde del Sr. López. ¿No hay alternativas?

lunes, 21 de septiembre de 2009

Highway to Hell / The way to Heaven

Dicotomías. Polarizaciones. Blanco y Negro. Lo opuesto. Lo binario. Uno y Cero. Expresión última de lo terriblemente simple. Pero nos olvidamos de los reflejos, distorsiones tan habituales como espejos u opiniones, ojos y oídos, sentidos, en suma, hay.

Inicio del campeonato del Eurobasket; solo vale el Oro pero durante los primeros partidos, y concretamente con Gran Bretaña, estamos a punto de la eliminación. Una autopista Polonia-España directa al infierno. No podía ser que ésta generación, la mejor, se fuera así, de vacío. Se intuyen malos rollos, se percibe un ambiente enrarecido, se escriben artículos muy negativos, se dispara el insensato placer español de ver el fracaso de otros tan cerca... autopista al infierno.

Pero entonces llega la catarsis aristotélica. La compasión de algunos y el terror de otros generan los estímulos apropiados en los actores principales, que pierden el phobos o miedo paralizante. De pronto, se liberan. Sin más. ¿Ni más?

Segunda fase del campeonato del Eurobasket; cada partido se juega para seguir luchando por el Oro, pero también para evitar la eliminación. Y de pronto, estamos corriendo por el aguzado filo de la navaja con una fuerza sin igual. Polonia, Lituania, luego Grecia, y finalmente Serbia, sufren la ira, la furia desatada de los elementos. No hay holocausto que los aplaque salvo una medalla de Oro. No hay ya vuelta atrás. El tiempo, el terreno, se han estrechado, y la cancha se convierte en un recinto mágico, divino, donde se expían culpas anteriores y se demuestra que, entre la espada y la pared, tomamos la espada, y si se tiene que clavar rompiendo órganos, astillando huesos, devorando venas, salpicando de sangre los rostros, lo hacemos. Sin compasión. De pronto, las caras se transforman.

¿Dualidad, dicotomías, polarizaciones, blanco y negro, Uno y Cero? No, eran los mismos. Eran siempre ellos. Y se sintieron solos, y liberados de esa carga que representan a veces los críticos, corrieron ágiles, veloces, dulces y espectaculares como en una coreografía de danza, del ballet magistral que es el Baloncesto. Y defendieron con fuerza, con testarudez, no dando nada por perdido, y con hambre de más. Y anotaron, sin complejos, sin miedos, fallando y volviéndolo a intentar. Y ganaron. Y el mejor jugador de la historia del baloncesto de España, un chaval alto, desgarbado, que nunca dice tonterías, que siempre está ahí, demostrando liderazgo sin ejercerlo, con sentido del humor, sencillo, esforzado, ambicioso, con un talento desmedido... Pau Gasol.

No, no eran unos paquetes ni unos mantas. Y si me he cabreado viéndoles perder o jugar tan mal al inicio es porque sabía perfectamente que ese no era su juego. Y las culpas suelen caer en quien dirige el conjunto, en Sergio Scariolo. E igual que le critiqué, ahora me desdigo, y sin gustarme aun el engominado, le felicito. Ha logrado ganar el Oro del Eurobasket. Ha hecho campeones a unos campeones por derecho propio. Y él ha sabido también mejorar su visión del conjunto, de los rivales, para hacerlo posible.

Felicidades, Scariolo. Felicidades, Selección al completo; Pau, Marc, Raül, Rudy, Ricky, Navarro, Mumbrú, Claver, Cabezas, Llull, Felipe y Garbajosa. Y felicidades, aunque me pese, aunque no le soporte, a Sáez y la FEB. Pero sobre todo, a los que han apoyado y dado su visión, crítica como la de Itu o Epi en las retransmisiones y artículos, o la de Pepu, inteligente, y por supuesto, a los que hemos vibrado viéndoles remontar.

Gracias. Muchas gracias de parte de un aficionado contento y que, como Tomás, dudó.

Un saludo,

viernes, 18 de septiembre de 2009

¡Claro que dudé!

Y mucho, tras ver los partidos de preparación, algo deslavazados, y el arranque del Eurobasket. Y dudaba incluso cuando ganamos a Polonia. A ver, si no; tercer partido contra los anfitriones, en cancha casera, arbitraje malo, perdiendo contra Turquía... lo de Lituania calmó, lo de Polonia enganchó de nuevo, y contra Francia ya volví a sentir que estábamos en el camino. ¿A qué viene mi afirmación rotunda?

Es por el artículo cachondo que se ha largado Iturriaga en El País. Coincido en que lo pasado es pasado, y que hay que mirar adelante; unas semis difíciles contra Turquía o Grecia (juegan hoy) y una final quién sabe si contra Serbia o Croacia (no doy mucho por Eslovenia, aunque me puedo equivocar...)

Todo suena como que el guión debiera ser éste y no otro. España arrollando a los contrarios, dejando sus ataques en paupérrimas cifras gracias a una defensa de presión constante y desgaste, atacando a su vez con muchas alternativas exitosas. Es el guión que nos quisieron vender siempre, obviando algunas carencias. Como las vistas al inicio del campeonato. Aleros altos... Mumbrú, resucitado hace dos partidos. Cuatros fuertes... ¿Claver? Los Gasol juegan más de cincos, el mayor de versátil y el menor de puro. Bases... ¿Rubio? Es más escolta, quizá. Raül está tocado y Cabezas... mejor no lo habría ni llevado. Y en ataque y defensa... lo primero, jugadas demasiado pastosas a veces, al inicio. Lo segundo, un coladero, con malas ayudas. En resumen, el guión no tiene porqué ser el que se espera, si no el que se va escribiendo.

¡Pues claro que dudé, Itu! Dudé y mucho. Scariolo no me gusta, a pesar de que ahora ganemos y antes perdiéramos. La FEB y su presidente no me gustan, por su forma de gestionar la Selección en lo mercantil. Y tampoco me gustan los medios periodísticos y deportivos, aun instalados en la cómoda oquedad de la nadería futbolística.

Y la duda, si no consume y paraliza, es buena. Y bueno es no ver un equipo monolítico, siempre campeón desde antes de tocar el balón, si no lo que son; un grupo de deportistas magníficos, en forma física, en inteligencia, en humildad, en esfuerzo, en calidad técnica, en saber estar y en transmisión de valores. Y como son humanos, ellos también pierden, partidos y nervios, sueltan malas palabras, se ponen violentos o pasivos, y suelen fallar. Por eso me gustan tanto, por eso me encanta el Ba-lon-ces-toooo... y por eso espero que ganen, que ganemos, que lo hagan disfrutando y haciéndonos disfrutar.

Como ayer contra Francia. De Colo... mala suerte.

Un saludo,

miércoles, 16 de septiembre de 2009

... y volvió la alegría

Pues sí. Alegría. Felicidad. Ver un juego como el de hoy, aunque sea contra Polonia, es agradable. De pronto, España era España. Jugaban como los de siempre. Corriendo. Defendiendo. Con alegría. Arriesgando en el pase, perdiendo la bola cuando había que perderla, no a lo idiota. Y sintiendo que son superiores, que son mejores, más calidad individual y grupal. Ba-lon-ces-toooo...

Dije en otro mensaje que era jugar como con Pepu, pero sin Pepu. O como con Aíto sin Aíto. Y es claramente jugar como los anteriores pero con Scariolo. ¿Algo ha cambiado? Mis cábalas van por ese camino; que los jugadores han decidido pasar de sistemas, pasar de embrollos, pasar de tonterías, pasándolo bien... jugar con libertad, moviendo balón, sintiéndose equipo que corre y llega, que gasta pero sonríe... y ganando.

Es significativo que el respeto de otros equipos se siga notando incluso cuando España ha pasado la 4ª de grupo. He visto el vídeo del final Francia-Grecia y es impresionante. La cara de Spanoulis tras el triple que empataba es un poema. Casi pidiendo perdón. Pero aun más impresionante es De Colo, el jugador francés. No está celebrando el triunfo, no está celebrando que son primeros de grupo... y por tanto, tienen posible cruce con España. Posibilidad que hoy hemos afirmado.

Ahora toca Francia. Es curioso, viendo el Eurobasket uno repasa la Historia de nuestro país, y ve con asombro que las rivalidades en guerra y política pueden estar de nuevo en el deporte, y magro consuelo es, pero divertido, pensar que humillamos a los pérfidos ingleses y que podremos doblegar, espero, a los traicioneros y soberbios franceses.

Yo estoy alegre. Si perdemos en cuartos, contra la Francia de Parker, pues hemos perdido. Si perdemos en semis, con quien sea, pues hemos perdido. Y si hacemos plata perdiendo en la final, como en los últimos Eurobaskets, pues hemos perdido. Pero mientras perdamos jugando así, como somos, con esa intensidad defensiva, corriendo, arriesgando, con sistemas sencillos pero eficaces, con ganas, competitivos, me dará igual... decepción, sí, pero no por no haberlo intentado. Será que otros han jugado mejor, han metido más ese día o lo que sea. Pero curioso que hoy, contra Polonia, tras la exhibición de Lituania, los árbitros han vuelto a mostrarse respetuosos con España (no hablaré de la jugada Llull, y la repetida...) quizá porque los jugadores vuelven a respetarse a sí mismos.

Mañana, contra Francia, veré si la alegría dura poco en la casa del pobre... o no.

Un saludo,

lunes, 14 de septiembre de 2009

Al estilo Pepu, sin Pepu

Yo no sé si ha habido charleta entre los compañeros de equipo, con el "núcleo duro" a la cabeza. Quizá han sacado algunos los galones y han ejercido, independientemente de que el partido haya pasado por algunas fases de colores inesperados. Pero sí es cierto que no me ha parecido que el entrenador haya estado mal. Sergio Scariolo ha leído ésta vez mejor el partido, o quizá debiera decir que lo han leído los jugadores pasando de Scariolo y algunos de sus sistemas.

Lo cierto es que hemos ganado. Igual que otros partidos hemos perdido, jugando lamentablemente mal, éste se ha ganado. Y lo más gracioso es que es el primero que se gana con sensaciones buenas. Al estilo Pepu. Corriendo. El primer alley-oop del campeonato, si no me equivoco. La primera vez que se roban balones y ¡sorpresa! un contraataque acaba en triple. La primera vez que se defiende en toda la pista durante muchos minutos, presionando a muerte. La primera vez que he visto sonrisas en más de un jugador. Al estilo Pepu, pero sin él.

La cara de Jose Luis Sáez en las gradas era un poema. Debía estar mordiéndose las uñas pensando en qué imagen deportiva estábamos dando. Que si su amigo Jaime no estaría pensando en joderle bien en cuanto pudiera. Y todo con su traje de cacique andaluz, de amo de cortijo. Él, que anunciaba hace semanas en la web de la FEB que el objetivo era el oro y punto.

A mí me encantaría que ganaran el oro. Que lo ganáramos. Certificaría una de las mejores generaciones y uno de los mejores momentos de un país desde la Yugoslavia esa que amedrentaba en los setenta y ochenta, los plavi de medalla continuada. Haría que tomáramos conciencia de los valores y esencias del deporte que han llevado a los Gasol, Navarro, Rudy, Garbajosa, Jiménez, Calderón y otros al estrellato dentro y fuera del país. Certificaría el camino emprendido en 1999 con esa generación de oro que ganó a los EEUU en un partido memorable y casi tuvo la opción de repetir triunfo en el anterior Olímpico. Pero...

Pero, pero, pero. En el Mundial de 2006 (la GLORIA) me preguntó un amigo que qué opinaba de la Selección que llevaba Pepu. Lo primero que dije es que había mentalidad del Estu, de la Demencia, y eso era positivo, pues significaba buen rollo, diversión, descaro, rapidez, atrevimiento. También que era un equipo compensado, muy fuerte. Y vistas las preparaciones, que aspirábamos a medalla y solamente EEUU, Argentina o Grecia (joer, de las pocas veces que acerté) podrían quitárnosla. Partido a partido, me creció la ilusión. No solamente ganábamos. Nos acercábamos a un triunfo sin igual. Y en el partido contra Grecia, lo sentí; apabullante. Éramos los mejores.

En el Eurobasket del 2007, también lo hablé con un amigo. Mal asunto el aumento exponencial de anuncios, promociones y eventos a cubrir por los nuestros. Y con la derrota de Sevilla, y la bronca por volver en el AVE a las 2 de la mañana en vez de quedarse un día allí tranquilamente, a restañar heridas, para cubrir un evento crematístico de la FEB, me sentí mosqueado. Y mosqueado no me sentí en la final, si no cabreado, enfadado, jodido, y algo decepcionado de mis compatriotas. El estadio era una grada de VIP's imbéciles que no animaban (salvo un inmenso Nadal, que sabe de qué va eso del deporte y lo importante de que te empujen los aficionados) y así fue, jugándonosla en el último segundo maldito. Vale que el bloque era el mismo, algo que pudiera ser un error, pero la FEB había metido mano, mucha mano, y mierda con ella.

Y se vio en el Olímpico de 2008. Aíto llego con una idea clara; él estaba lo que quisiera estar, haciendo lo que le saliera de los cojones, con claridad, llevando a quienes deseara, con sus sistemas, las rotaciones que deseara y, sobre todo, un espíritu de competitividad de muchos octanos. Se llevó una plata que era un oro, y certificó el cénit de la Selección, de la plavi roja. Y se fue contento. Nos dejó una sonrisa, un sentimiento de nostalgia y una incertidumbre ante el futuro.

El que ya es presente. Eurobasket 2009. Pasado mañana con Polonia, anfitriona, sabré si lo de hoy ha sido el Borodino de Scariolo o la recuperación. Me aferro a lo segundo, porque creo que los jugadores están jugando al estilo Pepu, sin Pepu... y sin otros. Demostrando que así se gana. Con la sonrisa de Magic.

Un saludo,

sábado, 12 de septiembre de 2009

Malos presagios cumplidos

Cuarto partido del Eurobasket. Turquía. Un gran equipo. Viejos conocidos como Tunçeri o Ilyasova. Otros como Türkoglu. Y nos han ganado...

Sí. El primer cuarto fue bueno. Ellos también jugaron muy bien. Fuertes. Altos. Duros. El arbitraje parecía sensato. Parecía.

El arbitraje, lo dije en otro texto, está siendo malo. Deleznable. La palabra es "consigna". Consigna de no dar nada. De ser ligeramente injustos. Y eso desequilibra al más pintado. A todos. La sensación es que están yendo en contra de la selección demasiados factores. Demasiados.

No hay buena sintonía, no. Las palabras de Marc Gasol finalizado el partido son brutalmente sinceras. No se entiende, teniendo a los veteranos, a los que poseen los galones, la jugada, diseñada por Scariolo. No es culpa de Llull. Es de quien decide sorprender haciendo lo que no hay que hacer.

Como he dicho, muchos hemos sido fieles a la Selección. Desde los tiempos en que Lolo regía. Con los cambios y pruebas de Javier Imbroda, de Moncho López, de Mario Pesquera. Y luego no recuperamos la ilusión, pues siempre estaba ahí, si no que la revitalizamos, la elevamos, la ganamos con creces cuando Pepu nos la regaló. Y la FEB nos la robó en el Eurobasket de Madrid. Y no perdimos la fe en el equipo, en los jugadores, en el equipo técnico inmediato, si no en los directivos de esa FEB. Y con Aíto pensamos que se podría retomar la senda que marcó Pepu. Retomar el buen camino. Pero él se fue... y ahora...

Con Scariolo se han cumplido los malos presagios. ¿Oro en Polonia? Si se gana no será gracias a él o la FEB. Doy gracias si en el próximo no nos vuelven a ganar, y sobre todo, ahora que hemos perdido, si contra Polonia no nos toca hacer maletas y volver. El oro está en las arcas de la FEB... o en su imaginación.

Lamentable... de llorar.

Un saludo,

viernes, 11 de septiembre de 2009

Respeto, autoridad y policía

Lugar: Pozuelo. Motivo: un botellón que deriva en batalla campal. Resultado: decenas de comentarios de periolistillos, políticos, figuras y otras hierbas. Resultado verdadero: Nada.

Se invoca de pronto el respeto, se habla de pérdida de valores, de remedios de autoridad para recobrar ésta e imponer el respeto, y, para rematar, los padres atentos que apenas saben de sus hijos ("Está durmiendo, Comisario, ¿cómo va a estar detenido?", dijo uno) y apenas aparecen por casa, denuncian "excesiva respuesta policial".

Claro. Si yo agredo a un madero, le robo la pipa, les tiro botellazos o piedrolos, les insulto y río en su puta cara, pues no tienen derecho, faltaría más, a cargar contra mí y mis compis, que lo estamos pasando en grande, "más grande que la Revolución Francesa, tío", dice uno en uno de los youtubes colgados y cobardemente descolgados. Ni tienen derecho, si me trincan, a pelarme a hostias, aunque me defienda yo primero y oponga "resistencia" a la "autoridad", ¡fachas! una panda de cerdos, es lo que son... mis derechos constitucionales prevalecen ante cualquier intención de salvaguardar el orden...

Respecto al respeto se ha perdido hace tiempo, sí. La fórmula de eliminar el tuteo está bien, crea una barrera que luego los esforzados sabrán sortear. O no, porque puede retraer a más de uno. Aunque lo último lo dudo. La culpa, no es de la Sociedad, es de los padres que la conforman, de los profesores que hace tiempo están solos y han renunciado, salvo casos aislados, a hacer una guerra que ya no les compete; ellos educan en materias, no en valores. Y de los políticos, que no existen para ésto. Es impopular... el respeto se gana de muchas maneras, pero se pierde con facilidad pasmosa. Y no es malo en sí mismo, es la esencia de la competitividad. Pero no la del desprecio que se manifiesta ahora. A mí, por ejemplo, me resulta más gratificante el respeto de los rivales que el de los amigos, que son los que simplemente te cuentan la verdad. El primero, parafraseando a un personaje de Corto Maltés, produce la fecundidad del diálogo mudo entre los contrarios.

La autoridad ya está perdida. Malgastada por el autoritarismo que nos impuso un tal Franco. De nuevo, como dicen en Corto Maltés, la autoridad existe hasta que se debe imponer. Es mejor dialogar, sí, pero no siempre. "Señores violentos, disuélvanse. O les tiramos caramelitos con valium". La autoridad se debe labrar con cuidado, para que esté en el tejido social de manera imperceptible, conociendo las causas de quebrarla, pero no por ello se debe impedir poder romperla, de muchas maneras...

Sortear los márgenes de la autoridad está bien, pero no despreciar y faltar al respeto a los demás. Entonces todo pierde valor, y esa es la verdadera desvalorización, el no reconocer qué vale qué, y así todo lo demás es válido. Esos chavales que ahora tiran piedras a la poli en Pozuelo, pueden ser los futuros brokers que denieguen un crédito a quien lo necesita, mientras desfalcan cuentas de pensiones para irse a Marbella, a comprar políticos corruptos, y tomar mojitos con ellos mientras planean nuevas y magníficas ideas... y habrán dado los 400 golpes, o alguno más, y se sentirán orgullosos. Y luego se quejarán, con menos pelo y más barriga, de que los jóvenes de su tiempo son gamberros sin valores como ellos... ¿o no?

¿Mano dura? No, ni mucho menos, pero desde luego no ésta falta de manos...

Un saludo,

miércoles, 9 de septiembre de 2009

¿Por qué tenía que ser Scariolo?

Eslovenia. Con Pepu o Aíto esperaría afrontar el partido lleno de tranquilidad, con el crédito de jugadores solventes y asentados en sistemas sencillos, eficaces y bien digeridos, moviendo bien el balón, creando muchas oportunidades para todos, corriendo contraataques por el central y los laterales, reboteando con inteligencia, cerrando en defensa a cara de perro, y, sobre todo, divirtiéndose jugando y, por ende, divirtiéndonos a todos los que recuperamos la ilusión desde 1999 y más firmemente desde 2006. Pero a la Selección la dirige Sergio Scariolo...

El partido comienza...

(Pausa para verlo)

Y ya acabó.

Emoción, sí, pero por no caer eliminados... ¡qué diferencia de aquel España-Argentina del Mundial donde sentía emoción no por caer eliminados, si no por poder luchar por la medalla! viendo el partido, muchos fantasmas. Comparar es malo. España de nuevo, lenta, atenazada, perdida. Marc Gasol de pronto parece Manos de mantequilla Jackson, un apelativo común en la cancha de mi viejo barrio. Y Ricky era el nuevo Jordi, por Jordan, por lo chupón... mucho abuso sobre Rudy, Pau y Felipe, inconmensurable. Y han ganado, sí, perdiendo rentas de 15 puntos, pudiendo asegurarse el primer puesto de grupo, sí, teniendo que sufrir una prórroga, sí... pero hay un nuevo problema añadido.

El respeto arbitral. No puedo dejar de observar que en estos tres partidos, a España se le trata con mucho asco, con altanería, con chulería. Parece que seamos de pronto novatos de alevín, y eso molesta. Los pasos de Lorbek para meter a Eslovenia en la prórroga han sido de espanto. Los palos, más bien, hachazos, que han recibido todos, empujones, hostias malintencionadas y otras lindezas, no han recibido el más mínimo interés arbitral. No suelo quejarme del arbitraje, porque yo mismo pité varios años en muchas categorías, viví muchos partidos, buenos, malos, regulares, y sé qué es estar en una cancha donde los jugadores suelen sacarte una cabeza y tener algo más de músculo que tú. Pero no puedo dejar de flipar con el arbitraje en Polonia; es como si hubiera una consigna; si la meten al tercer intento no hay faltas, y si quejan, técnica. Que se jodan. Que se lo ganen. Por ser campeones del Mundo, sub del último europeo o sub con olor a campeones olímpicos, no tienen galones para exigirnos, los putos españoles. Y en esto quizá juega algún papel la inefable FEB dirigida por el cacique local que todos conocemos, ese tipo de dirigente que va desde la SGAE hasta las Federaciones de Municipios o Presidencias de Escalera donde es un ineficaz gestor que apenas sabe de lo que tiene entre manos. Y es que el respeto se gana ante los rivales en la cancha, pero con los estamentos organizativos, como el arbitral, desde los despachos. Y de eso vamos escasos...

No insinúo nada. Opino. Mala elección de entrenador, mala gestión del éxito deportivo en pro de una búsqueda mercantilista que no ha lugar... muchas cosas pienso que se hacen mal. Pero, ey...

Es España.

Al menos, la del BA-LON-CES-TOOOO... hasta que la maten del todo y la entierren. Y qué peor sepulturero que el hombre con más gomina y menos ideas del basket... ¿por qué tenía que ser él?

Un saludo,

martes, 8 de septiembre de 2009

Jornada de reflexión

Debería haber sido un partido para restañar las heridas, una afirmación personal de algunos jugadores y un momento para repasar qué fallaba. No ha sido así, más bien, ha sido la demostración de que estamos en el mal camino. De hecho, durante varios minutos, hemos estado ya de camino de vuelta a España. Sin nada.

El "Angolazo" ha planeado en la memoria. De pronto, muchos malos recuerdos afloraron. Y la defensa volvía a ser blanda. El primer cuarto no, fuerte, intenso, con algunos huecos, pero parecía la defensa normal de la España de mejores recuerdos. Luego, de pronto, ha vuelto a decaer... y el ataque. Mala noticia que Navarro esté desacertado. Que Marc Gasol prefiera doblar un pase a tirar. Que a Felipe no le respeten. Que Ricky o Raül estén desorientados. Y que Mumbrú siga paseando a veces por allí como quien no sabe qué hacer. Pero estaba Rudy, lesionado. Y por supuesto Pau Gasol, inmenso. Y Claver ejerciendo de escudero de lujo, formando en ocasiones pareja con Marc y dando destellos de alegría, de esa que ya no tiene España desde que Scariolo... mejor no continúo.

O sí, para eso me desahogo.

La defensa y el ataque es un "haz lo que quieras". No es la libertad dentro de sistemas que daban Pepu o Aíto. No es esa capacidad flexible de dejar a los jugadores que leyeran el partido. Vale, no está Calderón, pero a veces Raül parece que no lo lee bien o no le dejan, y Ricky de pronto está inmaduro. Cabezas, casi inexistente, porque su tarea, defensiva y de controlar, enfriar el partido, no está siendo acompañada por nadie. Pero el problema es que el entrenador no está leyendo el partido bien. Zonas cuando te están acribillando, individuales que te cambian como si fuera minibasket, y poco más. No hay repertorio. Lo siento, Scariolo no me gusta. Nada de nada.

El mayor consuelo, que deportivamente está bien humillar a esos piratas del mar Caribe, a los insustanciales ingleses. Aunque cuando he visto a una pareja rolliza, blancuzca, animar como si fuera el fin del mundo a Gran Bretaña, sintiendo que estaban humillándonos a nosotros, he sentido vergüenza. De un seleccionador que no sabe entrenar y no sabe dirigir partidos. De un presidente de una Federación que ha sido muy torpe gestionando el triunfo del Mundial y el despido de un gran entrenador. De un país, España, donde lo bueno no parece que pueda durar, puesto que la ineficacia, el error, la incompetencia, son los productos del orgullo, del catetismo y de la soberbia nacional.

Hemos ganado, sí, y seguimos en el Europeo, vale, pero parafraseando a Michael Moore, tíos, ¿qué habéis hecho con mi país?

Somos la Ñ... de tantas uñas como nos comemos innecesariamente.

Un saludo,

Rostros

Primer partido de la selección de baloncesto. Malos presagios, al inicio, viendo las caras de los jugadores. Cierta extrañeza, algo desubicados todos. Inicio del partido, y Serbia se pone seria, defendiendo a cara de perro, recordando aquellos días de gloria de Yugoslavia. España, por el contrario, desconcentrada, inquieta, ajena.

Pronto el partido tomó un cariz nada imprevisible. España jugaba mal, como si no jugara con su estilo. De hecho, como la España perdida de los años 90, aquellos donde todo era gris. Hasta el 99. Y 10 años después, estamos de pronto con un recordatorio de esos días, cuando había complejos, pájaras, defensas con miles de huecos, pases nulos, cada uno haciendo su guerra... sistema de Scariolo, nulo. ¿Defensas? daba igual que hiciera individual, zona con ajustes, zona e individual, presión al base toda cancha... era como pasearse por un campo de tiro tras usarlo. Huecos y cráteres por donde se colaban los jugadores serbios con facilidad. Ellos estaban serios, concentrados, defendiendo fuerte, bajando el culo, como se dice, corriendo rápidos y efectivos el contraataque, sin necesidad de intimidar pero apabullando. Como la España de Pepu, la España de Aíto... pero no la España de Scariolo.

Muchos pueden pensar que odio a Scariolo. No, simplemente, comparo. Pepu, inmenso. Aíto, un dios en la tierra del baloncesto. El primero pereció por culpa del éxito mediático mal gestionado, por, entre otros, la FEB. El segundo, porque no quería quemarse y entrenar siempre, como basketholico que es. Pero si me dan a elegir...

Serbia jugó mejor. Jugó con ganas de ganar, defendiendo con ganas y demostrando que, con calma, se puede ser mejor. Corriendo.

Las caras eran un poema, como se suele decir. Rostros decaídos, brazos a todo lo largo del cuerpo, en el costado. Miradas gachas, huidizas, vacuas. Y entre esos jugadores desmotivados, desconcertados, desubicados, el rostro aparentemente sereno, orgulloso pero hueco, de Scariolo.

Mal forma de encarar el Eurobasket...

Un saludo,

lunes, 7 de septiembre de 2009

Annie Leibovitz y Andreita

Pasé el sábado por la tarde en la exposición de fotografía de Annie Leibovitz, disfrutando de algunas de sus fotos y los comentarios de las mismas. Me impresionó alguna como la de un saltador de natación que aparece suspendido en el aire, casi arrebatado a los cielos, rompiendo la lógica de la gravedad. También un par de fotos sencillas, una bicicleta sangrienta, que había dejado un surco rojo en el empedrado de Sarajevo, o la de los pies y manos ensangrentados en un cuartucho de Ruanda, tras una matanza. Sin duda, disfruté con los retratos, incluido el de “Los supervillanos” o el equipo de George W. Bush. O el de Isabel II, tétrico, evocador de tiempos anteriores, melancólico y feroz. También las naturalezas inquietantes, como la de ciertos árboles blancos. Y desde luego me encantó el estilo en ciertas fotos, no todas, donde se muestra tanto lo que se quiere enseñar, perfecto, como aquello que no se quiere mostrar, la realidad, juntando todo en un juego de cierto realismo sucio y preciosista, a un tiempo. Pero algo no me gustó…

No me gustó la relación con Susan Sontag fotografiada hasta la misma muerte de ella. No, ciertamente, me sentí como un entrometido en un asunto privado que no me interesaba. Y sin embargo, ahí estaban las fotos. Públicas, jugando con el morbo, mostrando la intimidad como si fuera arte. Había una foto que sí, me encantó, la de Sontag frente a Petra. Oprimida por las rocas del cañón que debe atravesar hasta la fachada, era una alegoría, una magnífica historia. Olvidando la parte íntima.

Salí de la exposición cuando cerraban, pensando en el conjunto de las fotos vistas. Me quedaba seguro con varias, pero no con todas, especialmente las íntimas. Y así estaba yo rumiando cuando un grupo de personas que también habían visitado la exposición fumaba y charlaba a sus puertas, pero no de las fotografías. Comentaban algo de un sitio llamado “Ambiciones” y una tal “Andreita”. Y por la forma de hablar sobre ellos, entendí que se trataba de algo personal, de un problema que tenían con alguien que iba por ahí insultándoles o haciendo putadas. Decidí apagar el oído y quedarme sentado leyendo un poco más sobre Leibovitz, pero la discusión crecía en intensidad y se acaloraba, con algunos férreos defensores de no se quién y otros de otras partes. Empecé a incomodarme y, cuando me quise dar cuenta, hablaban de todo ello basándose en no se qué programa visto en la televisión la noche anterior. Llegué entonces a la conclusión de que no veía suficiente televisión y de que no estaban hablando de su vida privada, si no de las vidas privadas de otras personas…

Entiendo la necesidad de saber, del cotilleo, dicho mal y pronto, de las personas. Información, curiosidad, para así saber a qué atenerse o mostrarse ante los demás como alguien capaz, sabio, inteligente, aunque no sea más que un cotilla. Estar informado es útil, importante, pero tanto como eso es el saber discriminar la información. Igual que los comisarios de la exposición de Leibovitz no filtraron y consideraron importante la vida íntima de Annie y Susan (Ya puedo tutearlas…) sucede con los medios que venden la supuesta vida privada de supuestos famosos. Y somos nosotros, al final, quienes decidimos qué queremos ver y escuchar. Yo, por de pronto, no me intereso nada por las vidas privadas de Andreita, Susan Sontag o Annie Leibovitz. Pero sí por algunas fotos de la última…

Un saludo,

sábado, 5 de septiembre de 2009

Son mis rodillas

Pienso en mis rodillas y en la madre que parió a todos los humanos. Literalmente, en aquel homínido residente en África y su extraña manía de andar erguida y de azuzar al prójimo (o prójimos) para moverse en busca de mejores lugares para comer. O visitar. Pienso en el largo camino que recorrieron, pasando por oriente próximo o allá entre el Tigris y el Éufrates, donde muchos se quedaron y de paso miraron al cielo, a las estrellas, y luego otros siguieron camino hasta lugares tan alejados entre sí como el actual Vigo y la ciudad de Cicely, Alaska. Hace decenas de miles de años, ellos se rompieron las rodillas, las costillas, todas las articulaciones, dejándose la vida y evolucionando, consciente o inconscientemente, hasta hoy día, hasta mi persona, miembro de esa especie única que ha terminado con rivales como el Neardental y quién sabe qué más, quedándose hace poco menos de 15.000 años como dueña y señora del planeta… la especie del homo sapiens.

Es curioso; ya no hay tanta diversidad genética, y en los países industriales, ricos, predadores de las riquezas naturales de otros países, el homo sapiens es como quien dice una masa de gelatina fofa cuyo hábitat natural es el sofá del salón y la cama con TV en la cómoda. Por eso nos va como nos va… fofos, asmáticos, con decenas de nuevas enfermedades que van minando la salud poco a poco, incapaces de valernos por nosotros mismos en el campo, pues somos ya miopes la mayor parte, con un sistema de razonamiento lógico que implica abrelatas, neveras, cocinas de inducción, hidromasaje en la ducha y, por supuesto, vehículos… poco a poco, hemos dejado que el mundo se pervierta, degenere y muera a nuestro alrededor. Y es mi rodilla la que me lo grita…

Leo ahora que, tras miles de años estando ahí, el Ártico está a punto de quedarse en agua y poco más. Por el 2030, más o menos. Ya perdimos el estrecho que une Asia con América, que será de Bering, pero seguramente el que lo descubrió y cruzó, con las rodillas cargadas de peso, tenía otro nombre. Igual que las parejas que fueron a Europa desde África, pasando por Asia, y se fueron quedando por el camino, con sus rodillas cansadas… ni qué contar los que, desde Asia o América, decidieron que caminar les había cansado mucho y, en barcos y canoas, colonizaron Oceanía antes que el hombre blanco, anglosajón, protestante y presidiario. Todos los continentes, menos el Ártico y el Antártico, si se les quiere considerar así, han sido colonizados por el hombre, por el homo, por el que ha quedado como tirano de todo esto… menos el Ártico. Y lo que no se conquista, se destruye.

Con los años, todo el mundo se va jodiendo las rodillas. El peso, el uso… es una articulación delicada. Aunque se cuide. Y me doy cuenta que he llegado antes al momento de la reflexión, por la que se inició ésta bitácora, antes por mis rodillas, por mi rodilla izquierda, primero, que siempre me duele, y ahora por la derecha… y es sencilla, y encima, nada original. El mundo es una porquería, en el 506 y en el 2000 también… antes y después y, sobre todo, durante. No nos damos cuenta, pero lo hacemos siempre, todo, de asco.

Un saludo,

viernes, 28 de agosto de 2009

La ética del fracaso

Sin duda, el mayor fracaso que tenemos en nuestra vida, inasible para muchos, es el de la muerte. Dejar interrumpidas todas las actividades, sueños, ilusiones, todas las capacidades...

Un amigo mío cumplía años ayer. Medio en broma, hemos comentado el tema de la inmortalidad. Y he recordado la historia de Borges sobre aquel hombre que quería ser Inmortal y después quiso recuperar su mortalidad, como se dice en el relato:

"La muerte (o su alusión) hace preciosos y patéticos a los hombres. Éstos se conmueven por su condición de fantasmas; cada acto que ejecutan puede ser el último; no hay rostro que no esté por desdibujarse como el rostro de un sueño. Todo, entre los mortales, tiene el valor de lo irrecuperable y de lo azaroso. Entre los Inmortales, en cambio, cada acto (y cada pensamiento) es el eco de otros que en el pasado lo antecedieron, sin principio visible, o el fiel presagio de otros que en el futuro lo repetirán hasta el vértigo. No hay cosa que no esté como perdida entre infatigables espejos. Nada puede ocurrir una sola vez, nada es preciosamente precario. Lo elegíaco, lo grave, lo ceremonial, no rigen para los Inmortales"

Pero al hilo del asunto, él deseando lo inalcanzable, la inmortalidad (queda un tipo real, el recuerdo en otros, pero es un tipo de inmortalidad sucedánea, puesto que es la muerte segura y el recuerdo, dudoso, y además, como con la Historia, reescrito siempre...) y yo defendiendo la belleza de la mortalidad, me ha surgido una pregunta. ¿Estamos preparados para el fracaso, comenzando por el mayor de todos, el único insalvable, el de la muerte?

Creo que no. Ilusos, consideramos que somos capaces de vencer los obstáculos, de superar las pruebas, de maquinar soluciones a todos los problemas. Es cierto en parte. No siempre lo logramos, y el fracaso nos puede convertir en muchas cosas. En mezquinos, en cobardes, en retraídos, en obsesivos, en pobres hombres sin felicidad. Porque mi descubrimiento, nada nuevo, es que lo que nos salva de todo el fracaso es la felicidad.

Tengo un trabajo que no me aporta nada, pero una rica vida fuera del mismo. Tengo la suerte de sentir amor por una mujer desde hace años, y por extraño que parezca, siento en ella la misma roca firme y a la par despeñada a la que asirme, tanto para hundirme en oscuras aguas como para nadar en océanos claros. Tengo también la suerte de contar con amigos de distintas clases, a pesar de la criba del tiempo, tan certera, que ha dejado en la cuneta a otros muchos. Tengo la suerte de tener un hermano al que temo, pero respeto y adoro, aunque él a lo mejor no lo sepa... y de tener aun un padre, aunque me vaya acostumbrando poco a poco a la futura ausencia. Tengo, en suma, felicidad en muchos lugares, en pequeños sitios, escondida como el alcohol que guarda un borracho, expectante en rincones insospechados. Tengo la felicidad de la ignorancia que conoce la sabiduría y no se mezcla en sus marañas insalvables.

Y esto lo traigo a colación porque uno de los argumentos de mi amigo Andrés es que, si fuera inmortal, podría disfrutar de todo, aprendiendo todo, conociendo todo, logrando, en suma, el sueño absurdo de la totalidad. Absurdo porque, viviendo con una física, que no es teórica, pero tiene su base, sé que el mundo es muy poliédrico, y aunque uno fuera inmortal, nunca estaría en todos los lugares en todos los momentos al mismo instante para ver todo desde todos los posibles ángulos y lugares... y entonces, así, seguiría conociendo únicamente de manera parcial la realidad, siendo ésta, siempre, como decían mis adorados escépticos primeros, algo incognoscible, imposible de aprehender...

En el fracaso al que nos lleva reconocer ésto hay que entonces plantear una ética. Si no queremos ser un Sísifo cargando con el fracaso, tenemos que liberarnos de la roca, dejando que caiga siempre, sin obligación alguna de cargarla. No hay dioses que nos castiguen, a pesar de que aceptemos castigos absurdos. Ni caer en la obsesión, en el miedo, la cobardía, la mezquindad, el retraimiento, la infelicidad en suma. Del fracaso siempre logramos las mejores lecciones, más que de las victorias. Y como he dicho, el primero de todos los fracasos, el que hace la vida sublime, es saber que, inexorablemente, morimos.

"¡Ética!", gritaba Caspar, en "Muerte entre las flores"...

Un saludo,

domingo, 23 de agosto de 2009

Levante ruidoso y chabacano

He estado de vacaciones en Alicante, casi 15 días. Fruto de los cuales he estado en la molesta arena de la soleada playa, bañándome en un Mediterráneo cada vez más sucio y contaminado, pero de aguas agradables en ciertos días. Aunque yo soy más de piscina. En esos días, he tenido la oportunidad de volver a experimentar, más que otros años, la calidad cívica propia de éste lugar y momento de la costa.

Primero, el poco aprecio a las propiedades ajenas. Tres veces he encontrado que mi coche ha estado bien aparcado, pero tres veces he visto cómo un prepotente con todoterreno urbano (un psicólogo lo definiría claramente…), un señor de edad madura con sentimientos vacacionales acentuados y un niñato pisaverde de novia chulesca han decidido que yo no tengo por qué poder entrar en mi coche. Así de sencillo. Habiendo capacidad para aparcar bien, en distintas plazas, ellos han decidido que su entrada es más importante que la mía. Hasta el punto que han llegado a abrir con evidente mala hostia sus puertas rascando las mías. Naturalmente, ni cuento la multitud de coches que no respetan las paradas, stops o semáforos en rojo, con el peligro consiguiente. Educación vial, cero.

Segundo, el poco aprecio por la cultura y el dinero que nos cuesta a todos, ya sea yendo al cine o al teatro. En el cine, he tenido que soportar largas conversaciones de niñatos, de señores de cierta edad, de imbéciles que ni sabían a qué sala iban, molestando, hablando alto, haciendo ruidos y pasando de las llamadas de atención. Peor en el teatro, donde tuve que aguantar una organización chapucera, provinciana y de poco lustre para ver una obra magnífica, "Fuenteovejuna", de Lope de Vega, ahora bajo la férula del impuesto revolucionario de la SGAE. Ahí el público ya fue lamentable en todos los aspectos. Gente entrando y saliendo iniciada la obra, entorpeciendo la visión y audición del texto, incluso gritando a los actores para que éstos elevaran aun más la voz, aunque eso era casi de corrala coetánea. La compañía, magnífica. El público, digno de un Casino local. No obstante, el público fue acorde a la obra del viernes, "El reino de la tierra". Ambos, mutuamente mediocres.

Y el final viene de noche, aunque también algo hay por las mañanas. De noche, los niñatos y niñatas (¡Biba la igualdad en el lenguaje, que es sexista, machista y engorda!) dedicándose a pedorrear con sus motos a las 3 de la mañana, haciendo alardes de control, esos que suelen acabar con cuellos rotos y otras heridas, o apedreando casetas de Protección Civil, coches de los aparcamientos u otras gamberradas sonoras. En el agua, igual, los socorristas no son más que accesorios curiosos para muchos de ellos, que viven a tope sobre sus mocarros y vómitos de la noche anterior.

Acaso aguanto menos, gruño más y soy más intemperante. Pero lo cierto es que me siendo, como todos antes y después de mí, en la última generación equilibrada, la que sabía distinguir entre rebeldía gratuita, infantil berrinche, y la que produce cambios positivos en la autoridad, cuando ésta no es autoritaria, sana y necesaria. Quizá sea el mismo problema de siempre para que el que siempre doy la misma solución. Una educación, no en maneras o formas, eso va después; en el contenido. El continente, cada cual lo forje, labre y esculpe a su gusto.

Un saludo,

viernes, 21 de agosto de 2009

Llegar a viejo

Son mis primeras vacaciones en las que no voy a ver a mi padre en muchos días. Desde que me he ido a vivir solo, es cierto que le veo mucho menos. Pero no evito pensar en algo sencillo, en cómo seré yo cuando alcance, si llego, su edad.

Tiene casi ochenta años. No, no tiene salud de hierro, pero sí una resistencia envidiable. Ha superado tres cánceres, vive con medio pulmón menos, atado dos terceras partes del día a una máquina de oxígeno. Tiene dolores de continuo, achaques de la edad y otros de sus enfermedades, sobre todo, el agobio existencial de no poder respirar. Encima, vive atormentado y deprimido por nuestra historia familiar; perder dos hijos y luego a tu esposa no es nada agradable. Vivir en la época que él ha vivido, tampoco ayuda. Cuando un hombre no podía llorar, ni ver a un psicólogo, ni desahogarse sin caer en la tentación de la autocompasión. Cuando trabajaba por construir un futuro para sus hijos, no para él mismo. Cuando no había vacaciones, no había derechos, no había libertades, aunque, ¿para qué las podría querer, estando como estaba deslomado por su familia?

Mi madre, una mujer de la que admiro muchas cosas, también compartió con él esas penalidades. Ella ha muerto antes, pero no lo hizo doliéndose de todo en la vida. Con sus obsesiones, sí, sus manías, también, sus dolores, pues era diabética, sus rencillas y sus penas. Si mi padre ha sido esforzado, ella no quedaba a la zaga, y su inteligencia, sin haber estudiado, por no poder, no iba por detrás de la constancia de él.

La recuerdo, y le tengo a él. Pienso en sus vidas, en lo que me han contado, en la memoria que me han dejado. Poca, fragmentada, a veces manipulada por el tiempo y la subjetividad. Recuerdos… todo ello murió con mi madre, aunque una parte quedó asociada a mí, a las conversaciones con ella, desde el tiempo en que escucharla era “un coñazo” hasta el momento en que de pronto admití que me hablaba una voz experimentada, corrida, llena de vida.

A él le tengo, pero es un doloroso memorial viviente. He aprendido cosas con él, y he descubierto algunas que me han impresionado. Sí, todos han tenido amores de juventud, como ellos dos. Pero escuchar a tu padre reverdecer pasiones con sonrojo incluido es impagable. O cómo cruzó la frontera y fue detenido. O sus andanzas de posguerra.

Lo reconozco, me dan miedo. Miedo porque saber sus vidas me hace parte de un secreto vital que me atemoriza compartir. Miedo porque ser depositario de ese conocimiento me aturde y lastra. Nunca podré ser cronista de sus vidas, pero tampoco me lo han pedido. Y me guardaré sus secretos conmigo, en mi memoria, haciéndoles un hueco en la misma y haciéndolos míos. Cuando llegue, si llego, a viejo, a su edad… ¿soportaré igualmente los dolores del cuerpo y del tiempo? Es difícil llegar a viejo…

Mi madre no puede oírme, porque no está en ningún sitio ya más que en mi memoria y las de otros. Mi padre… me cuesta ser paciente con él. Y espero poder serlo más, porque él lo merece.

¿Qué era aquello? Ah, sí. Vive feliz, haciendo felices a los que te rodean. ¡Qué fácil debiera ser!

Un saludo,

martes, 18 de agosto de 2009

Frente al mar

Escribir frente a una playa tiene algo de místico. Uno se sienta y contempla las luces de faros o barcos lejanos navegando en la oscuridad, una negrura infinita donde las estrellas apenas dan algo de luz, y siente, con la pequeñez de un individuo urbanita, que hay misterios más allá de la noche, cosas hurtadas al saber, pero no a la imaginación. Puede uno imaginar de todo, cualquier cosa; historias de contrabandistas, gente de puerto, tatuada, malcarada, con los ojos caídos y resabiados. O también historias de amor en la playa, parejas dulcemente arrulladas por el mar, acariciadas las plantas de los pies por olas rumorosas sobre su lecho de arena fina. Incluso ser prosaicos y pensar en pescadores deslomados, en estibadores con el espinazo roto de cargar, o en marineros de barcos de bandera y tripulación multinacional, con una única patria, el mar. Uno recuerda incluso la novela de “El pirata” de Conrad, de ese revolucionario confinado a la costa, rencoroso del pasado, hundido en miserias propias de la edad. Uno piensa en qué extraño país es el mar, sea el Mediterráneo, ya casi un lago, sea un océano como el Atlántico, separador de continentes. Un país de apátridas, una nación de excluidos. En el agua, nada es firme salvo uno mismo, nada se queda quieto salvo que uno mismo lo fije, con reglas y normas estrictas, las propias de la supervivencia. Sé que hay una ética propia en el mar, unas leyes internas casi inamovibles desde que el hombre vació un tronco y se echó a navegar. Sé que hay también un sueño, un deseo, el mismo del cosmonauta que abandona la orilla de su planeta para surcar un espacio infinito, repleto de misterios abisales, un ansia de conocer, de buscar, de encontrar. Y sé que el mar no es para todos, aunque pueda ser de todos. El mar, el océano, los ríos, los lagos, incluso los charcos. Tiene su propio lenguaje, rico, amplio, generoso como los frutos de la pesca. Y con todo ello, códigos, lenguajes, costumbres, habitantes, entonces, ¿no estamos ante un extraño país?

Yo soy de tierra firme, soy un urbanita que apenas sí estuvo un día en algún ferry, como quien toma el autobús. Soy alguien que apenas sí ha remado, que desconoce el ritmo de los vientos y de las corrientes. Soy alguien que sabe del mar por lo leído, por lo visto, nada más. Pero no puedo por ello dejar de admirarme y sentirme parte, aunque sea simplemente honorífica, intrusa siempre, de esa gran nación, de ese país inmenso, que bien podría haber cambiado el nombre de nuestro planeta llamándolo, más que Tierra, planeta Agua.

Un saludo,

sábado, 11 de julio de 2009

Elogio del Western

Conozco a dos personas al menos a quienes el género del Oeste les resulta aburrido y nada apetecible. Me resulta cuando menos increíble, porque es para mí uno de los más libres, abiertos, interesantes y ricos que hay en el cine.

Desde luego, hay dos géneros puramente americanos. El western y el negro. Del segundo no hablaré, aunque tiene deudas amplias con el primero, y se han alimentado mutuamente muchos años. Del primero sí quiero hacerlo, porque me parece que lo merece, y, sobre todo, por intentar que los prejuicios que esas dos personas alimentan (fomentados por esas sesiones infantiles de tele o cine donde pasaban cintas canónicas pero muchas veces insulsas, todo sea dicho) se rompan un poquito y le den, cuando menos, una oportunidad. Va por vosotros, Cris y Andrés.

Una tierra polvorienta, mejicanos sucios y sudorosos, de sonrisas amarillas y dientes picados, aire caliente, hombres con posturas de elegancia forzada, machismo sin edulcorantes, mujeres sometidas a todo tipo de vejaciones y a los hombres, a quienes adoran, indios nobles, o viles, masacrados en pos de una mejor civilización, blanca, protestante, viril. Negros retrasados, hispanos bufones que hablan mal inglés... duelos al sol, buitres, matojos secos, roquedales, baldíos, bosques, montañas... eso está en el género, pero no hay que quedarse únicamente en la superficie, como siempre. Rascando, uno logra hallar historias tan viejas como las épicas griegas, como las aventuras legendarias del pasado contadas una y otra vez, con los mismos temas; la amistad, la traición, la pasión, el odio, el amor, la ambición, la generosidad, la locura, el ingenio...

El primer western tradicional es el del robo en blanco y negro, mudo, a un tren. Ya ahí se verán los personajes y los clichés. El bandido, los comerciantes, las mujeres de dudosa moral... será "La diligencia" del maestro, perdón, MAESTRO, John Ford, la que establezca los cánones clásicos ya en los años 30, y además con el actor fetiche, John Wayne. Su figura de jugador de rugby, casi 2 metros de yanki corpulento, mirada tierna, posturas rotas y andares cansados pero seguros, estará en las pantallas casi 40 años más. Y el tahúr, el médico, la prostituta, el sheriff, el bandido, los indios... después, vendrían otras historias, de pistoleros rápidos, de exploradores en tierras impresionantes, de sheriffs abandonados a su suerte, y, de pronto...

John Ford. El primer maestro del género, y por añadidura, del cine. Ford reescribió los viejos mitos, modificó los códigos y lenguajes, añadió notas a la gran partitura lírica del mágico mundo del celuloide. La fundación civilizada de los Estados Unidos de América, vistos como algo sucio, falso, lleno de mentiras. "El hombre que mató a Liberty Valance". La gloria de ciertas figuras, como "El joven Lincoln". Un canto al sur, melancólico y parcial, lleno de añoranzas de un mundo edulcorado, con "El sol siempre brilla sobre Kentucky". Historias de frontera, "Fort Apache" o "La legión invencible". Revisiones del mito de los reyes magos, "Los tres padrinos". Y cuando le llamaban machista, racista contrario a los indios, incapaz de hacer algo que no fuera western (tiene otro género, el "irlandés", pero ese no lo trabajaré... aunque esté absolutamente imbricado con el que trato) se sacó de la manga "Siete mujeres", un curioso western feminista en China, o "El gran Combate", un elogio a los indios, y una defensa de los negros de esa época sin reservas, "El sargento negro". Y claro está, la mejor de sus películas (aunque mi corazoncito es para "El hombre tranquilo") que es "Centauros del desierto". Ahí, las miradas, mudas, repletas de significado, cuentan muchas historias. El desierto, Monument Valley, los indios... el odio, la crueldad, el miedo, la valentía, la obcecación, la búsqueda del héroe, que no tiene hogar, realmente, un Ulises sin Penélope ni Ítaca, un hombre viril, sí, pero no un macho como los que antes y después otros figurarían... Una de las historias más bellas, crudas, repletas de vida, que jamás hayan tomado la pantalla haciéndose carne. Quien no haya visto esa película, se pierde algo tan grande como leer "La Odisea" o cualquier novela de iniciación. Quien la haya visto y no la haya disfrutado... en fin. Debería volver a verla, pues es cine, cine puro, y arte...

Ford murió, no sé si de cirrosis galopante o de fumador compulsivo. Era el año 73, creo, y ya el género estaba cambiando. Si con él estaba la épica, el héroe oscuro, agotado físicamente pero repleto de una moralidad perenne, no exenta de un dramatismo oculto por el hecho de ser alguien que no sabía actuar de otra manera (a John Wayne, en una de sus crepusculares películas, se le pidió que disparara por la espalda a un "malo" y su respuesta fue que "Soy John Wayne, y nunca mato por la espalda a nadie"... el arquetipo dixit) con otros directores, principalmente Sam Peckinpah, llegó el cambio. También hay otros directores que cambiaron el género, o más bien, se dejaron llevar por él, porque igual que las planicies son extensas, inmensas como el país norteamericano, el género es tan amplio y libre que todo cabe en él. ¿Género carcelario y de picaresca? "El día de los tramposos", por ejemplo... pero como digo, llegó Peckinpah.

De pronto, los héroes no eran sheriffs insobornables, ni ganaderos de moral más o menos recta. Los héroes eran bandidos que robaban bancos, con asesinatos de por medio. Y entonces el género descubrió "Grupo salvaje".

Tragedia griega en varios actos, todo cambiaba. La relación entre los hombres bordeaba el sentimiento de amistad rozando el de la admiración casi homosexual. Nada abiertamente (no seamos como con Sam y Frodo...) pero sí hay ya indicios. Amistad, lealtad, códigos de honor rotos y manipulados, pero mantenidos por otros... frases repletas de magnífico sentido "Todos soñamos con volver a ser niños, incluso los peores; tal vez los peores más que nadie..." o verdaderas secuencias que son impagables.

Pike le dice a Lyle, mientras se arma en silencio:
"-¿Vamos?"
Y Lyle contesta, sonriendo, como solamente podía hacerlo Ernst Borgnine:
"¿Y por qué no?"

Los cuatro caminando por el pueblo mejicano, podredumbre moral y rabiosa de la guerra civil, ajenos a todo, incluso a su claro destino. Los cuatro llegando a salvar a su compañero, un acto de generosidad insana, locura total. Los cuatro, hombres solos, valientes. Recordando una de las frases que no se dicen, pero que lo dice todo: "Los escorpiones, antes de dar la espalda a sus principios, se decantan por clavarse el aguijón..."

Todos saben el final, y los que no... no podrán entender esa pasión violenta, poética, que se puede ver en los cuadros de Goya, esos rostros desencajados, esa cámara lenta que traza y pinta con dolorosa corporeidad emociones, sentimientos, ideas e ideales...

Pero Peckinpah no triunfa tanto. No muestra cowboys guapos, altos y rubios, que nunca desenfundan antes que el rival. Sergio Leone ha desnudado el género antes, caricaturizando muchos de los arquetipos de John Ford, pero humanizándoles también. Clint Eastwood, vilipendiado hasta los años 90 como prototipo de un cine "fascista", pondrá rostro al cambio del que luego beberán Peckinpah y otros... sobre todo, uno cuya película anterior ya da trazas de cambio, y que es magistral. "Los profesionales", de Richard Brooks.

Burt Lancaster, Lee Marvin, Woody Strode, Robert Ryan, Claudia Cardinale, Jack Palance, y un magnífico Ralph Bellamy interpretan una cinta que deja un poso de cine inteligente. Entre los momentos a recordar, cuando Burt y Lee recuerdan el día que cruzaron el "Río Grande" para unirse a una revolución que no comprendían, pero donde se oían tiros y parecía continuar la grandeza de la aventura que el western personifica...

"Así que tu quieres la perfección o nada. Ohh.. eres un romántico. La revolución es como la más bella historia de amor. Al principio ella es una diosa, una causa pura. Pero todos los amores tienen un terrible enemigo.
-El tiempo,-dijo interrumpiéndole con una sonrisa en la boca.-
-Tu la ves tal como es. La revolución no es como una diosa sino una mujerzuela. Nunca ha sido pura, ni virtuosa, ni perfecta. Así que huimos y encontramos otro amor, otra causa, pero sólo son asuntos mezquinos: LUJURIA pero no amor, PASIÓN pero sin compasión y la verdad es que sin un amor, sin una causa no somos nada."

Demoledor... aunque no tanto como el final:

"Es usted un hijo de puta.
- Sí, señor, aunque en mi caso es de nacimiento. En cambio usted... usted, se ha hecho a sí mismo"

American dream del self-made man...

El western, poliédrico, libre, inabarcable, una forma más de contar historias ya narradas hace 5.000 años, iguales, antiguas y modernas todas, pero con nuevo lenguaje. Tan nuevo, sin embargo, que siempre queda alguna melancolía por lo viejo. Y si no, volvamos a Sam, Sam Peckinpah. "Pat Garret y Billy el niño", con actuación y canción de Bob Dylan. Pat y Billy se encuentran en la frontera, siempre la frontera, el inicio o el final de un camino, la ventana, la puerta de John Ford, el quicio que separa el hogar de lo salvaje, inexplorado, la entrada o la salida de ese mundo de comodidad o de violencia...

Pat habla:

"Los tiempos están cambiando"

Billy responde:

"Los tiempos, quizá, pero yo no."

THE END