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domingo, 25 de mayo de 2008

Auctoritas et Potestas.

El viejo mundo romano (del que hemos heredado casi todo) dejó un concepto impreso en la cultura que en España no hemos sido capaces de asimilar correctamente; el de autoridad. Ellos lo desligaban en dos términos, la Auctoritas y la Potestas. Por simplificar, el primero lo tenían los ancianos, los padres, los viejos que tenían los huevos pelados de tanto vivir, mientras que del segundo estaban en posesión los magistrados, los funcionarios y políticos electos, más o menos...

Está claro que, en Roma, el poder fue oligárquico. Pero como en todas partes. No existe país, nación, estado, lugar en la tierra, que no sea gobernada de manera oligárquica, desde que la agricultura (hace segundos, en el reloj de la historia, y milésimas, en el de la evolución en nuestro planeta) nos asentó y cebó, haciéndonos mansos y manejables. El poder lo detentan siempre ciertos individuos, apoyados en convenciones creadas a conveniencia de ellos mismos. Y se perpetúa gracias a la ignorancia, el miedo y el tiempo acumulado, entre otras cosas... pero me desvío.

El poder, digo, fue oligárquico, pero no impidió que se creara un sistema donde una autoridad estatal, formal, un concepto, una idea (el magistrado, el Cónsul, el Tribuno, el Pretor...) tuviera poder fuera quien fuera el que lo detentara. Esto es más importante de lo que parece, porque esa oligarquía se trastocó un poco con el acceso de los plebeyos (de esa parte del pueblo romano que era, para los ancianos de canas y gesto adusto, populacho) a las magistraturas, siendo entonces menos oligárquicas. Y el poder, se usaba, se tenía, y se respetaba. La vida dependía mucho de su respeto, puesto que insultar o tratar de herir a un magistrado en ejercicio (o posteriormente, en algunos casos) significaba que le rodajaban con el hacha de los Líctores, o le molían a palos con las varas que llevaban, si era el caso. Esto es, existía autoridad y ejercicio de la misma, y el respeto se imponía, y con el tiempo, se ganaba.

Viene todo al caso de que, últimamente, leo sobre la historia de España me sorprende encontrarme siempre el mismo problema, desde que los Borbones (impresionante jalea de corruptos y mafiosos) entraron mediante una guerra en España. Si ya para entonces, de antes, aquí no se quería una Unión de Armas ni tampoco una serie de normas a la castellana, empeoró con la guerra de Sucesión, donde empezó a desaparecer todo atisbo de poder estatal. Cuando llegamos a la guerra de Independencia, la cosa se rompe del todo, tanto que las diferentes Juntas que tratan de hacerse con el poder y los Generales (de quienes serán émulos los espadones posteriores) disgregan y atomizan todo vestigio de autoridad. Nadie obedece a nadie que no sea uno mismo, y eso, pensando en que hay algo digno de obedecer... después, con las Carlistas, y los vaivenes (Monarquía, Revolución, Monarquía extranjera, República...) que provocan, se termina de convertir en arenilla lo que nunca pasó de ser arcilla malamente moldeable. Siempre que alguien ha tratado de reconstruir el poder, la autoridad del estado, de una nación, ha chocado con la falta de obediencia, de respeto a la autoridad que se supone representaban. Pasó luego en la Dictadura de Primo de Rivera y Berenguer, y pasaría con la segunda República, y la guerra civil. En esa guerra, como las anteriores (no está mal, en menos de 200 años, hemos tenido dentro de la península como siete u ocho guerras... eso son varias generaciones que se van al carajo, que aprenden otro tipo de vida, de supervivencia... y una transmisión cultural consecuente) todo poder estatal se desintegró al minuto, y las formas también.

Viene ésto al caso de que en Roma también sufrieron muchas guerras, y bastantes de ellas, civiles. Pero siempre caló hondo el concepto de Auctoritas y Potestas, aunque sea idílico pensar ahora que todo el mundo lo respetó igual y que hubo una edad dorada de obediencia y acatamiento absoluto. Eso es más bien cháchara de algunos fascismos. Pero es cierto que en España no ha existido eso nunca, si bien lo más cercano sea la reverencia a la burocracia inútil, al funcionario holgazán, al ministro o político deshonesto, pero simpático, que nos roba mientras sonríe, y tantas y tantas otras estupideces que logran, siempre, que en España sigamos, algunos, suspirando por aquello de lo que muchos se quejan pero nadie, nadie, inculca ni practica. Seguimos siendo como Ortega y Gasset proclamó; personas con Constitución propia que hacemos y remendamos a nuestro gusto, siempre, con la frase de "hago lo que me viene en gana cuando quiero y como quiero"...

Un saludo,

sábado, 24 de mayo de 2008

Un viejo mensaje...

Repasando mis correos, he encontrado uno al que respondían mandado hace tiempo, y que copio, en parte, porque creo que no ha perdido valor alguno... es de la época en que para opinar existía la columna del periódico... naturalmente, está un poco corregido. Tampoco voy a desvelar viejas historias porque sí...

"Cuando me contaron que uno crecía, me dije "¡Dioses! ¿A lo alto o a lo ancho?". Ni uno ni otro. Se crece y se decrece. De hecho, tras pasar la que para muchos debe ser la etapa más feliz de su vida (adolescencia larga o juventud corta) porque se podía beber mucho, salir hasta tarde, rebelarse, disfrutar de las mujeres sin compromiso (¡¿Qué?! ¡¿Cuándo?!) y hacer todo lo que uno quería, o al menos soñarlo, se pasa a lo contrario. No bebes por temor a quedar K.O. ni tampoco sales muy tarde porque si no al día siguiente estarás K.O. en el trabajo, y tampoco puedes rebelarte, porque entonces te dejan ¡¡sí, K.O.!!. Y desde luego, disfrutar de las mujeres sin compromiso...

Ahí llega uno en la vida. Disfrutar de ellas. Y ellas disfrutan de nosotros. ¿Todos? ¿todas? No, algunos parecen tener más "suerte" con la mujer que encuentran. O más bien, con la que decide que ese hombre es el adecuado para ellas. Es más, hay algunas que no tienen más que explotar la poco conocida cualidad de muchos hombres; la sumisión. Porque el peligro de crecer, de hacerse mayor, es ese, quedarse solo. Y uno acepta la sumisión, ante su barriga, ante su fatiga, ante su poco aguante, ante muchas cosas. Pero especialmente, acepta la sumisión a todo lo que la mujer que en "suerte" le ha tocado mande. Y ahí es cuando uno se pregunta si se ha crecido o decrecido.

Es más triste pedir que robar, pero más aun ver cómo tus amigos (¿Amigos?) van traicionando no a otros amigos, si no a ellos mismos. Porque cuando uno llega a cierta edad, sigue disfrutando de algunas cosas, y otras no tanto, pero no cambia radicalmente o, dicho en romano paladín, no cede absolutamente a los deseos de otros que no sean los suyos propios. Lamentablemente, no es bueno juzgar, y dice por ahí la Biblia, el Eclesiastés quizá, que los malos amigos son aquellos que expondrán tu falta inmediatamente les hagas algo que les moleste. Como siempre, la Biblia se equivoca.

Un dicho castizo, más civil y más sabio, comenta que "Quien bien te quiere te hará llorar; y quien mal, reír". Aplicable sobre todo a la familia y allegados muy próximos, es un dicho que muestra hasta qué punto algunos confunden amistad con colegueo. Y sobre todo, cuando han llegado al punto en el que no pueden seguir confundiéndolo, cómo se queman, de todos modos.

Mujeres, amistad. Parece antitético, pero no lo es. Algunos lo han experimentado en sus carnes. Otros han visto que la vida es un tíquet de sólo ida y que por tanto, para qué sufrir. Pero claro, dentro de esa búsqueda de la perfección, de la música de las esferas, algunos, (yo, mayormente) nos preguntamos qué pasa cuando una mujer entra en la vida de un amigo. Claro, le ves menos. Tú no te lo follas ni le haces mamadas. Y además, mola eso de conocer gente nueva, con la que compartir un cine, un café, un libro o la cama. Además, suele tener mejor cara que tú (ella) y ser más agradable. Hasta ahí todo bien, normal y comprensible. Pero de pronto algunas parece que tienen el gen "antiamigos" activado. Es un extraño comportamiento que las hace detectar como rivales y por tanto, competidores en el reparto de afecto a aquellos que eran los amigos. Y son curiosas, porque hacen ver que, en efecto, para algunos el afecto tiene un límite. Y que por tanto, hay que dosificarlo, cuando no cerrarlo del todo. Las mejores, además, son aquellas que muestran efectivamente la calaña malvada con la que se había juntado su novio/futuro marido malediciendo, malmetiendo, mostrando defectos sin parangón, dejando claro que su novio iba por un camino de perdición con ellos. ¡Carajo! ¡A veces, más de 10 años con esas personas y te das cuenta ahora, entre las sábanas revueltas de una cama! si es que los hombres somos gilipollas...

Pero sigo. Otras directamente explotan eso que digo, la sumisión. Es cómodo. Te pones a las órdenes de "sí mi vida, cariño, mi mujer, mi novia, mi amor, mi corazón, luz de mi vida" y no hay que pensar más. Todo hecho. Ella decide por tí. ¿Será entonces que "Clerks II" ha influido en mi pensamiento? Naaaaah...

Y para acabar, llega el final. El distanciamiento. Los alejamientos forzados. Primero, con excusas que uno ríe. "Es que hemos quedado para foll... digo, para ver una peli en su casa...". Pero de ahí pasan a "No, es que mis padres no me dejan..." y es cuando le recuerdas que tiene casi 30 años, hipoteca y una incipiente calvicie o barriga. Y finalmente... las mejores excusas. "Es que mi novia no es como la tuya". Excusa que me encanta y que odio especialmente (Y que la odio porque no la he oído una sola vez y de una sola persona...) porque volvemos a la "suerte". La "suerte"... ¿de qué?

La suerte es algo relativo. Si encuentras alguien que no te va bien, se deja. Te deja, lo dejas o se acaba. Pero si es algo que aguantas, creas una rutina que mantienes y luego usas algunas vías de escape. Por eso de la nostalgia. "Ah, sí, la despedida de X, ¡qué ganas de ir tengo! ¡Es mi única excusa para poder salir sin que mi mujer/novia me monte una bronca!". Claro, salir con amigos es algo tan complejo que, si antes buscabas excusas en casa de tus padres para verlos, ahora las buscas en casa con tu novia/esposa para poder verlos. "¿A dónde vas con esa mochila?" "¡No llegues tarde!" "¡Pero si no salgo nunca con ellos!" "¡Y mejor que te iría si no lo hicieras!". Etcétera...

La suerte, digo, es relativo. ¿Acaso como decía alguien, que al final se las comió, nos vendemos enseguida por un plato de lentejas? Pues parece que sí. Y decides pasar de los torreznos. Te conviertes en un conformista. Te conformas con la hipoteca. Con la mujer. Con tener un coche y un curro del que, misteriosamente, con los años, sales un poco más tarde, y no porque tengas más trabajo. Te conformas con ver a tus amigos al principio una vez al mes, luego al trimestre, y después, en bodas, bautizos y... funerales. Y estadísticamente, llegan los divorcios. Que nuestra generación ya no aguanta carros y carretas, especialmente ellas. Por eso han tomado la batuta y han adelantado el pie. Llevan cuerpos de ventaja. Y el miedo, el miedo irracional a quedarse solo, a la barriga, a la calvicie, a tantas cosas, acecha, ataca, y colabora en tu sumisión. La suerte. Contra la que no has luchado, claro.

Me meto en cuestiones personales, ¿verdad? será que lo personal es aquello que solía afectar a los amigos. Porque no es lo mismo salir con un amigo de cara larga y mal humor que con uno que lo tiene claro. Y menos con uno que tenga problemas en casa y encima desarrollados fuera de ella. Es decir, las relaciones de cada cual es un "vive y deja vivir". A mí me la pela si folláis mucho, si os queréis mucho o poco, si tal o cual pascual. Pero cosas hay que sí me afectan de esas vuestras relaciones. Y como me afectan las digo. Porque para encontrarse preterido por razones sin peso, mejor abandonar lastre. Y meterse en ello es la última intentona de que tu amigo, o el que lo era, recupere el juicio, o la vista, y trate de ver tus argumentos ("Cada opinión es un mundo, un culo, un..." y así, relativizando, restanto importancia, seguimos perpetuando la mentira, el autoengaño... siquiera hacemos examen de conciencia aunque lo que nos digan esté equivocado al 100%) y pensar en ello. Pero es una última intentona, luego lo dejas. Aunque claro, el grado de amistad o buena relación que tenías con esa persona suele determinar el número de intentonas que haces... luego, lo dejas. Y como he dicho que me meto en cuestiones personales, cuento unas.

Tengo novia desde hace más de 8 o 9 años. No recuerdo, porque no tengo día de aniversario. ¡Qué despistado! Salgo con ella, pero no la veo todos los días. Porque me agobia. Y se agobia. Comparto las cosas, pero no renuncio a ellas por que sí. Cuando la conocí, no podía jugar al baloncesto, porque me rompí los ligamentos. Ahora he vuelto, pese a que ella lo ve mal. Dice que mis falanges de los dedos deben estar muy sanas para escribir a máquina. Pero entiende que juegue, aunque no que juegue tan mal. Veo baloncesto, y han pasado 8 o 9 años para que ella vea un partido conmigo en la tele, y tuvo que ser la final de aquella España mítica. Pero el resto del tiempo, ví y visité el pabellón cuando me apetecía y con quien quería. Ella me da entradas, pero no directrices. Juego al rol, a juegos de mesa y hasta al mus, cuando hay casa (ahora, tres) y en esas reuniones medio sociales, medio lúdicas, paso mucho tiempo, hasta altas horas de la madrugada. Más de una vez, ella se ha quedado sin plan o ha buscado planes alternativos, pero solamente si veía que ella necesitaba quedar conmigo o yo quería con ella, renunciaba a la partidita y risas con los amigos. He salido por ahí hasta tarde, sin ella, o con ella, con amigos o sin amigos, cuando me apetecía, donde me apetecía y casi siempre, con quien me apetecía. Y viviré con ella en breve, a pesar de ser eso un paso jodido donde todo suele irse a la mierda. La he pedido que se case conmigo varias veces, con varios noes a las propuestas. Y siempre que un amigo me ha llamado, diciendo que quería verme, si estaba en la ciudad y no tenía otros problemas mayores, le veía, dejando a Cristina sola por él. No he dejado de quererla, de salir con ella, por los amigos. Tampoco he dejado a mis amigos por ella. Aunque algunos a mí, sí.

Me gusta cultivar la amistad tanto como el amor. Y en estos años, he ido renunciando a falsas amistades. En suma, cada cual hace su vida. Pero no se puede pretender que las cosas pasen sin nada más, sin consecuencias. Yo he sufrido algunas, y por ello no he ido solamente cortando lazos, me los han cortado. Soltar lastre, dicen algunos. Pero hay lastres livianos, poco pesados, que molestan poco, y otros que en cambio pesan más y son difíciles de tirar. A este paso, seré yo el que se quede solo. O no, porque el tiempo, como los filtros, ha depurado y mostrado quiénes estaban ahí, quienes figuraban y quiénes simplemente eran fotos en un cartón. ¿Quién quiere ser el próximo?

A los que aun llamo amigos... entenderéis que me despache en este mensaje. No tenemos tiempo para decirnos cosas "serias". Y uno siempre está un poco harto de comerse para sí las cosas, de no decirlas, a pesar de cuantos desahogos haya tenido con quien he podido. Todos tenemos faltas, y algunos como yo acumulamos demasiadas. Pero no nos descalifican, tan solo nos hacen más tolerantes. Sin embargo, cuando alguien decepciona, las faltas crecen y no son ya moderadas. Es el caso de algunos de esos antiguos amigos. Algunos que tomaron un camino, algunos que pueden estar tomándolo, pero no de aquellos que, parece, abandonaron ese camino.

Si habéis leído hasta aquí, gracias por "escucharme". Creo que si habéis llegado aquí, entenderéis (O no, vete tú a saber, con lo mal que me expreso) un poco más que pienso, qué siento y qué haré a partir de ahora. Tal cual llega el otoño, caen las hojas, como esta, y luego el invierno y todo se muere. Así parece que habrá sido con algunas amistades."

Un saludo,

sábado, 17 de mayo de 2008

¿Cuál es mi bandera?

Se trata de un sentimiento primario, visceral. Cuando veo la bandera que tiene ahora mismo España, dos franjas rojas y una central amarilla, siento frialdad, extrañamiento, lejanía. No siento representación, no me lleva al recuerdo de lo que es nuestra nación, aunque surgiera como necesidad naval en tiempos de Carlos III. No existe, por tanto, identificación.

Sin embargo, cuando veo la bandera adoptada en la II República, sí siento más cercanía, más proximidad. La siento como propia, y al tiempo, española, muy española. Es cierto que el morado que rompe la monotonía me hace sentir diferente, logra que recuerde historias de comuneros (adoptaran o no ese morado castellano) y sobre todo, sienta gusto por ver una tricolor, un símbolo de revoluciones y cambios que en nuestro país no han calado aun del todo.

Así pues, al salir de casa de Cristina, hoy, veo un bosque de banderas, de las actuales, monárquicas, de aquellas que hasta hace poco llevaban águilas imperiales y motivos del Non Plus Ultra con orgullo, y siento extrañeza, incluso hostilidad. Es la bandera de la reacción, del inmovilismo, de todos aquellos valores que no comparto. Es una bandera agitada con chulería, con desafío, y me pregunto, al verla, ¿ondearían con el mismo entusiasmo las tricolores, se manejarían igual por parte de aquellos considerados perdedores, fracasos de la historia, impenitentes dogmáticos?

Yo lo tengo claro. Estéticamente, tengo mi bandera. También afectivamente. Y en todo caso, los valores que posee son, a mi juicio, más importantes y de mayor calado, por lo que la consideraré mi bandera pese a los fracasos, los dogmas absurdos, las poses estéticas y huecas. Y esa bandera es tricolor, rojo, amarillo y morado. Por muchas razones.

Un saludo,

martes, 13 de mayo de 2008

La infinitud de la estupidez...

Con esa famosa frase cargada de ironía, Einstein dejaba constancia de un hecho irrefutable; el mundo está lleno de estúpidos, y concretamente, todos los que lo parecen, lo son, y de los que no lo parecen, la mitad al menos también (ésto es más bien de Quevedo)

Así que no queda mucha humanidad a la que dejar liberada del epíteto. Y es que, como las gotas de agua, los estúpidos son muchos...

Lo son aquellos que no entienden nada cuando se les explica. Yo tengo varios casos en donde trabajo. También aquellos que explican las cosas pensando que su interlocutor es tan imbécil como ellos. También tengo varios de éstos. Y lo son aquellos que se portan como idiotas pensando que su manera, la única manera de hacer las cosas que comprenden (buena o mala) es la única también para lograr los ¿objetivos? que se han planteado. Huelga decir que de esos también tengo...

Pero la estupidez no va sola. Se acompaña muchas veces de la simulación, de la hipocresía de hacer creer que uno es estúpido. También de la cobardía. Y de la falta de valor para defender ciertas cosas básicas. En suma, se es estúpido cuando, a corto plazo, se piensa uno que puede engañar al resto. Cuando, si no puede engañar, se inventa historias para escudarse en ellas. Y finalmente, cuando carece de valentía para enfrentarse a las verdades, a las realidades, y se retracta, huye, no defiende a los compañeros ni tampoco expone sus panteamientos con coraje.

Dice otro refrán que es preferible un malvado a un tonto, porque el malvado es inteligente y se le puede atacar. No estoy tan seguro, porque los malvados también pueden hacerse los tontos. Y al final, de lo que Quevedo afirmaba, optimista él, se salta a lo que refrendaba Einstein; que son muchos los estúpidos, y menos los listos.

Yo mismo creo que hay ciertas cosas reparables. ¿No soy, por ventura, más que otro estúpido?

Un saludo,

martes, 6 de mayo de 2008

El viejo arte de mentir

Escucho una conversación durante una pausa en el trabajo que me produce, por un lado, risa, y por otro, espanto. Dos hombres, uno de ya unos treinta y tantos, obeso, calvo, sudoroso, charla con un chaval de entre veinte y treinta, barbita desaliñada, gafas, también calvo. Ambos comentan, para mi sorpresa, el último escrito de Joseph Ratzinger, a quienes los católicos papistas llaman (como quien dice, usando un "nick") Benedicto XVI. Mi sorpresa aumenta cuando comenta dicho escrito y lo compara con otros de gente como Roncalli (llamado Juan XXIII) y dicen, con gran alborozo, que es apasionante y más interesante que una novela cualquiera.

Me hace gracia, en nuestros días, que los católicos, al menos una gran parte de ellos, no sean calificados como Freaks al igual que muchos jugadores de rol que viven mundos imaginarios con orcos, duendes, dragones y dioses varios. Que comenten una encíclica igual de entusiasmados que si hablaran en un club de lectura del último libro superventas. Y sobre todo, que cierren la conversación, el pedazo que escucho, con un "Y querría estudiar más teología, porque a veces me siento apabullado y perdido entre esas obras maestras".

Diré lo que pienso; la teología es una forma pervertida de la lógica para justificar la falsedad de la religión. Y es más, un instrumento más en el viejo arte de mentir, de manipular, de tergiversar con medios fraudulentos esa legítima búsqueda de la verdad que todo ser humano, ilustrado o no, siente en su interior.

Cuando pienso en los años que se malgastan tratando de dilucidar con argumentos espurios si existe o no existe un ser al que llaman de mil maneras (Jehová, Allah, Dios a secas...) me pregunto, jocosamente, en qué se diferencian de los miles de chavales que compran módulos de juegos de rol, con una historia coherente, cuidadosamente escrita y preparada, en la que se analizan hechos y acontecimientos notoriamente falsos o falsificados, y luego se dedican a jugar esos roles pensando que son reales... Don Quijote ya fue un jugador de rol, y su locura, aparente, descubre la verdadera alienación que se guarda tras esa palabra, donde se encierra un viejo arte, el de mentir. La teología.

¿Y de la filosofía, habrá algo que podamos salvar siendo muy honestos?

Un saludo,

lunes, 5 de mayo de 2008

El final de un sueño.

Viendo el partido entre el CSKA de Moscú y el Maccabi en el pabellón de la Comunidad de Madrid, el mismo donde hace casi un año pude ver el triunfo de Rusia en el Eurobasket ante España, observo las diferencias. No las siete, si no las siete mil. Cientos de aficionados de uno y otro equipo abarrotando las gradas, casi hasta la línea de campo, gritando, imponiéndose con cánticos y gritos, como si fuera una batalla. Ambos equipos tienen aficiones guerreras, volcadas, ligadas a ellos como no lo están otros. Y la del CSKA animó fuerte, muy fuerte. De hecho, hasta los presidentes de ambos clubes estaban en primera fila, detrás de los banquillos, y aunque las chaquetas y los puños con gemelos de oro, los relojes caros y las corbatas de diseño y alfiler de piedras preciosas estaban ahí, también los gestos de angustia, de felicidad, de ansiedad, las bocas gritando, los puños crispados, el pálpito del baloncesto arrasándoles. Y las siete mil diferencias continúan, de esa manera...

Pepu se va. Estaba en la grada, serio, como siempre, junto a Aito. Dos monstruos. La Federación ahora se queja de que "no era el momento ni la forma adecuada" de hacer pública la dimisión. ¿Cómo, entonces, en qué mejor marco que ese, para resaltar aun más la diferencia, la crítica tácita escondida en hacerlo público en un campo repleto de aficionados extranjeros, sin vips, sin pisaverdes y petimetres que de Baloncesto no saben ni cuántos juegan? ¿Dónde mejor que en el escenario en el cual España pudo ser campeona y no lo fue, por los buitres de la prensa, esos periodistas que ensalzan igual que arrastran, en un cainita ejercicio propio de nuestro país y otros similares? ¿En qué otro lugar, donde el drama se representó, por una parte, con muchos de los mejores jugadores que hemos tenido en el deporte más bello que conozco, y por otra, por aquellos que esperaban, sin tener ni puñetera idea, palizas a los rivales por diferencias de 20 y 30 puntos, siempre algún mate de Rudy en alley-op, pabellones llenos, victorias sin más esfuerzo que el de sentarse con las pipas y la cerveza en los espacios cómodos y habilitados para figurar o encendiendo la televisión?

El CSKA y el Maccabi lucharon una guerra que no va con nosotros, por lo que se ve. Por eso tenemos tantos jugadores muy buenos fuera de España. Por eso los que se quedan luchan tanto. Por eso la afición, exigüa, pero de calidad, minoritaria, pero entendida, escasa, pero fiel, llora en silencio y se lamenta tanto. Por eso somos elite, y lo digo con toda la consecuencia. El fútbol es comprensible con media neurona. El Baloncesto exige atención y cierta inteligencia. Y en este país, en España, hemos dado la vuelta por encontrar lo ramplón, lo facilón, lo simple. Por eso Rusia ganó el torneo, porque fue la que mejor aguantó. Por eso España no lo tendrá facil en Pekín, por que habrá gentuza que no entiende de Baloncesto pero pontificará como si supieran de toda la vida de qué va eso de pasar un campo en menos de 8 segundos. Por eso ya tengo la vista puesta en el recuerdo, en Rudy con la red de collar, en Pau con las muletas, llorando, en Jiménez tranquilo, preguntando a Pepu que cómo estaba en el podio. Por eso resuena en mis oídos el grito cabal, sincero, crítico y batallador de Pepu, aquel "BA-LON-CES-TOO" que todos aplaudimos un día en Madrid, en la Plaza de Castilla. Porque se está acabando una época, o por lo menos, no se ha iniciado una que muchos, esperanzados, presentíamos.

El CSKA es un equipo de talonario. Y el Maccabi. El Tau no le echó todo el coraje que debería, arrugándose antes de tiempo. Del Montepaschi no comento porque apenas he visto. Y la última diferencia; nada más terminado el partido, un buen partido, los periodistas consideraron que ya era demasiado y que ni había que hablar del partido, con repeticiones, con la proclamación del MVP, con algún comentario más. Se cortó inmisericordemente para anunciar, ¡Oh, Dioses, Magna noticia, imprescindible para todo el Universo! la victoria del Real Madrid de fútbol y la liga que ha ganado. Que por cierto, según me comentan algunos aficionados, no la ha ganado por ser mejor, si no por ser el menos malo. Como siempre, últimamente, en fútbol.

Pepu se irá. Garbajosa no jugará, casi seguro. Pau, si llega lejos con los Lakers (y parece que así será) dudo que pueda estar para los Olímpicos. Otros jugadores están con situaciones diferentes a las de hace un par de años.

¡Qué lejos queda ya, en la memoria de algunos, aquellos días en que España, a pesar de España, hizo historia!


Un saludo,