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viernes, 21 de noviembre de 2008

Nueva York

Es curioso cómo en toda tienda de decoración o con cuadros y fotos, tengan siempre alguna de Nueva York; el Empire State, el Flatiron, Central Park, el puente de Brooklyn... Además, láminas grandes, amplias. Suelo ver siempre a alguien que se lleva una bajo el brazo, y son de toda edad y condición. En las exposiciones de muebles, siempre hay una foto de las mencionadas, y suele coincidir con ambientes del tipo llamado moderno, de aspecto cosmopolita. Una pieza más del decorado...

Imagino que hay de todo. Desde el que desearía ir, y no puede, y se consuela así, hasta el hortera que se las da de viajado, "comospolita" e incluso internacional. También habrá el que simplemente vea un gusto estético. Además, Nueva York permite que se admiren los E.E.U.U. de América pero sin que se pierda el recelo por el nuevo Imperio. En todo caso, se tienen fotos de Nueva York, se sabe mucho de la ciudad por el cine (es donde se dan la mitad de invasiones alienígenas, asesinatos truculentos, catástrofes varias y por supuesto, donde todo ocurre, sea lo que sea, como metáfora de cualquier núcleo urbano) y se siente uno como si la conociera, pero lo cierto es que, Nueva York, con todo, no es más que eso; una ciudad.

Cada día me sorprenden menos las ciudades. Volví a Londres hace poco, rememorando mi vida allí hace muchos años. Cambiaron muchas cosas; primero de todo, que tenía dinero y me portaba como un turista. Y no me sentí apabullado, en ningún caso. Sí me sorprendí de una parte de la ciudad que no tenía tan vista; Regent's Park. Allí, un amigo de la Asociación, Israel, junto con su novia, Sole, me dieron una clase magistral de flora y fauna. Reconozco mi analfabetismo absoluto para éste tipo de cosas. Y por eso, disfruté, en plena ciudad, del campo. Eso sí me sorprendió.

También me sorprendí redescubriendo los almacenes de cultura que son los Museos hoy día. Almacenes de rebajas, muchas veces, porque allí van manadas de personas incapaces de saber a qué van. Un Museo es para ellos como el intermedio entre las compras en la misma tienda de ropa que tendrían en su casa (pero allí es que es otra ciudad, Londres, Nueva York, París...) y el restaurante donde no entienden ni la carta. A mí me encanta el British. Es un santuario del expolio mundial (como otros muchos museos, aunque he de decir que en España siempre decimos en bajo que la mayor parte de nuestras colecciones tienen factura, e incluso, supongo, con IVA) pero está muy bien organizado y orientado a la visita. También me sentí en el cielo, extasiado casi, con el MET de Nueva York. Incluso el Rijksmuseum de Ámsterdam me encantó, a pesar de que está pagado casi todo con plata y oro españoles... y en medio de aquellos lugares, democratizando la cultura, pagando a las agencias y sintiendo vergüenza ajena, siempre está el mismo turista impenitente de siempre, venga de donde venga.

Las ciudades son pocas para vivir, si no se tiene dinero. Si se tiene, hay que tener tiempo. El mismo equilibrio difícil de siempre. Yo no estoy hecho para el campo, porque soy demasiado vago. Salvo necesidad, no suelo hacer nada. Pero tampoco para la ciudad, porque incluso en los parques, ese remedio infantil de los humanos que intenta solventar la asfixia del asfalto, hormigón y hierro, acabo aburrido. Pero he de reconocer algo; no quiero colgar ninguna foto de N.Y. en mi casa, al menos no en sitios muy visibles, ni nada parecido. Atesoro momentos y sensaciones que una foto no recoge, y por eso, cuando veo en las tiendas donde últimamente paso muchas horas a gente comprándolas o admirándolas, siento nostalgia, siento soledad, y siento mucho no vivir en aquella ciudad, en aquellos lugares donde mi ensueño me llevaría... pero que no quiero colgar en las paredes de mi casa, pues ahí, aunque sorprenda, vivo.

Un saludo,