Buscar dentro de este batiburrillo

jueves, 31 de diciembre de 2015

Líneas rojas, o no tan rojas...

Cierro el año con una febril entrada (llevo días con 38º) despidiéndome de lo que ha sido apasionante y vergonzante, como siempre, en nuestro querido "esto". Llámele usted Estado, Nación, España, país de mierda o como sea. Lo que sea. Yo, como todo el mundo sabe, no soy nacionalista. Me parecen patéticos los nacionalismos, ya sean españolistas, catalanistas, vascos, leoneses, gallegos, andaluces, ad hocs inventados (¿qué es el nacionalismo si no una invención del siglo XVIII que ha ido evolucionando a peor durante el resto de la historia?) porque tratan de ligar conceptos emocionales e ilógicos, rastreros muchas veces (lengua, territorio, "raza", ahora "etnia", siempre "nosotros" frente a "los otros") con consecuencias claramente nefastas. Los nacionalismos provocaron las guerras más cruentas, los nacionalismos alimentan los conflictos más crueles, las luchas, odios, imbecilidades varias. Los nacionalismos son, en última instancia, un mal mayor. Patria, nación, lealtad, honor, esas chorradas de conceptos, alimentados en cuarteles y espiritualizados en conventos e iglesias (la religión no podía faltar al convite) sostienen con su "legitimidad" algunos de los mayores atropellos del siglo XX contra el que acaba sufriendo; el peatón de la historia. Tú. Yo.

¿Queda claro que no me gustan los nacionalismos? Pues con esa premisa entenderéis que los referéndum de autodeterminación me parecen ficciones divertidas, las independencias de una ficción son ficciones en sí mismas, y por ello me resultan, cuando menos, ridículas. Pero legítimas. Digámoslo así. Si considero un nacionalismo estúpido, pero existente, ¿por qué no permitir otros? Subyace por debajo, eso sí, una realidad clara. Que los estados-nación, arrumbados por el estado-mercado, persisten en el imaginario porque de momento no hay una nueva marca que los supere y asiente en la imaginación colectiva. Por eso se invocan en estos días, igual que rebrota y florece el islam, como religión aglutinante (¿nadie recuerda el nacional-catolicismo¿ ¿en serio? ¿la "Cruzada?) y política que intenta trascender ese estado-nación. Las personas se creen que pueden tomar las riendas de sus destinos colectivos. Que desde hace siglos, si no milenios, desde que se centurió la tierra y se repartió y creó la sacrosanta institución de la herencia y derivados, no hay una misma masa crítica de poseedores y desposeídos. El pareto. Ese 80/20 tan radical. ¿Nacionalismo? Mercados...

Otro concepto ilusorio, claro está. Muerto el comunismo versión URSS y satélites, tras la agresiva ofensiva de Reagan y su comadre Thatcher, el capitalismo no ha tenido nunca en la historia (salvo un convulso XIX) un éxito tan rotundo y una implantación tan radical. Ya no somos ciudadanos con derechos al estilo declarado por las revoluciones francesa y americana. Somos consumidores. Y deudores. Y en ese sistema, hay siervos convencidos, siervos cínicos y rebeldes declarados. Los primeros creen pesimistas que no hay cambio posible, el mundo es mundo y así de asco da, etc. Suelen ser "ajenos" a la política, lo que implica una opción política muy determinada. Defienden conceptos como si fueran carne y sangre, y sangran y hacen sangrar por ellos. Los segundos son moldes en el sistema, adaptados, suficientemente listos para reconocer lo que es, pero no tan activos como para romper con las comodidades que otorga. Media sonrisa y risa ante esos conceptos, pero hipocresía y fachada. Los terceros son los peatones de la historia prescindibles. Se creen capaces, pero son una china en el zapato. Cuando obtienen el misil, se van a Corea del Norte o Cuba. Alguno dirá que también Venezuela. Ja, ja, ja.

Las únicas líneas rojas que veo, desde que la historia enseña, son las que dejan los cadáveres al arrastrarlos al hoyo, aún frescos. Y siempre se han pisado. El año 2016 no será diferente. Inventaremos nuevos conceptos. Mentiremos creyéndonos a veces nuestras mentiras. Rabiaremos contra "los otros" (siempre habrá "otros", Aristóteles in a bottle lo dejó claro) y les acusaremos de... cualquier cosa. El mundo es mundo y se puede cambiar, pero siempre preferimos creer que no se puede cambiar. ¿O no?

Yo sí he tomado una decisión. Ésta es mi última entrada política. Renuncio a seguir con el tema. Me aburre. No encuentro ganas en ello, ni entusiasmo. Miraré y callaré, resoplaré en mi interior, preferiré callar y sonreír, giraré la cabeza. Personas... consumidores... gente, tú y yo.

Un saludo,

martes, 29 de diciembre de 2015

Cuanto más aticéis...

Seamos francos. No me gusta mucho Podemos. Pero infinitamente menos PSOE, PP, C's... IU es otra cosa, un reducto de un idealismo que nunca parece que morirá, salvo que lo acaben matando. Y no gustándome, no les tengo el cariño que otros le tienen, como los hooligans de partido, de todo partido, que abundan en España. Los "yo por mi partido ma-to" defienden a ultranza, capa y espada, sin fisuras, cualquier decisión que emane de la sacrosanta inteligencia del Tribuno de la Plebe autoproclamado. Hace tiempo, como ejemplo, cuando Pablo Iglesias, eurodiputado, regaló la serie "Juego de Tronos" en Blu-ray (creo) al ciudadano casualmente Rey, Felipe, yo me reía por lo infantil y absurdo que me parecía, buscando el fogonazo de la prensa. Pero había quien me decía que "es un movimiento inteligente que no comprendes del todo, chaval..." la clarividencia del Líder, misterios tiene Iglesias que...

La cuestión, ya lo he dicho, es que a Podemos les atizan hasta en el cielo de la boca. Páginas "anti-podemos", "potemos", "podridos", y no sé cuántas más que demuestran que internet no está en mano de las izquierdas antisistema. Bueno, antisistemas hay en la derecha también, y no pocos. La cosa es que uno lee magnificadas noticias que a veces no son ciertas, o sencillamente son falsas, fabricadas según el medio al que pague tal o cual empresa, y no puede menos que reírse. Y las contradicciones (que las hay en todo partido) en Podemos se iluminan con doscientos focos y mil taquígrafos. Una escrupulosa inspección para quienes, aún, están tocando el poder. Como dije, Podemos se está convirtiendo en el chaval de gafitas al que en el recreo quitaban los malotes el bocata, le daban collejas, se reían de él, le insultaban y todo eso, y lo que lograba el matón de turno con ello es que, aunque amedrentados, los demás, los normales, los que no destacaban porque no querían o no podían, vieran con simpatía al Errejón hostiado de su patio de colegio. ¿A que sí? Ved la imagen, recordáos...

Es malo construirse en el victimismo. Supongo que la "ciencia" de la psicología tiene respuestas para eso, aunque uno que solamente lee novelas como yo piensa que provoca un sentimiento de falsa seguridad por conocer algo que los demás desconocen, sentirse superior secretamente, cultivar la arrogancia que la intelectualidad de lectura y pensamiento genera en los hostiados del patio colegial. "Pegadme, pero un día, yo, un día..."

Yo ya no soy creyente de partido alguno. Ni de líder audaz. No suelo creerme las declaraciones de nadie. Pero la estadística manda, y cuando unos mienten más de lo que hablan y sobre todo, hacen, los desprecio (PP) o si se contradicen tanto o más que un bipolar les tengo nula credibilidad (PSOE). Si vienen ad hoc los tiempos de neoliberalismo neocon neopuagh, como C's, ni me planteo creer en algunas de sus razonables propuestas. Y si son vapuleados dignamente como IU... pero esos no dan pena, claro que no, son parte del "sistema". Podemos es un trufado de mil deseos de millones de personas, que plasman y proyectan sus ilusiones en ellos, pero la realidad de lo que hagan es lo que puede y debe importar. Y ahora, cuanto más se atice a Podemos, más divertido será ver cómo crecen las simpatias hacia ellos.

Me estoy planteando no hablar de política en 2016, justo el año que se presenta más político de la historia de España. Pactar, dialogar, hablar, negociar... es el año de la sociabilidad, de la estatura, del análisis, de la estrategia, de la táctica. Es el mejor año para un jugador del "República de Roma". Pero viendo la podredumbre de "análisis" baratos que purulentan la red, las conversaciones fáciles y demás medios, me planteo si no es mejor un retiro heremita y herético en este año que vendrá. Quizá así me ahorre sinsabores, correcciones trabajosas que no tendré que hacer más, diálogos absurdos y hueros. Quizá ponga en hibernación al zoon politikon un tiempo...

Quizá...


lunes, 21 de diciembre de 2015

República de Roma, el juego.

Avalon Hill publicó este juego de mesa hace unos 25 años. Un juegazo. Básicamente, usted lleva una facción de senadores y caballeros (equites) que trata de hacerse con el poder por diferentes medios. La popularidad, la influencia, la guerra, los acuerdos, el reparto de cargos... ganar por medio de la influencia es jodido (suelen asesinarte antes) y ser el más popular te garantiza inmunidad en los juicios, pero no mucha ante asesinatos. Lograr la dictadura es complejo, pero no imposible. Y ganar mediante rebelión contra el Senado, suele ser lo habitual. Pero tiene una cuestión importante. En ese juego, gana uno o pierden todos. En efecto, si en el difícil equilibrio de obtener la victoria un jugador descuida los asuntos de la República y antepone su egoísta opción personal, perjudicando a quienes podrían ayudarle a mantener el estado (y por tanto, el juego) es muy probable que contribuya a la derrota de todos. Un juegazo y encima de temática muy atractiva. Yo, lo confieso, llevo 15 años tratando de jugar siempre que puedo. Adictivo, duro, las negociaciones pueden retener un turno horas... las risas, los gritos, los pataleos, las espantás, los corrillos... lo adoro.

España, tras años de mayorías absurdas, digo, absolutas, o sustentadas por la artificial representatividad de los diferentes partidos nacionalistas, ha entrado en un escenario inédito desde casi la fundación de la II Restauración postcanovista. Ya no hay hegemonía de dos partidos, los bloques son más difusos y hay muchas cuestiones nuevas en juego. Un juego... siempre es un juego. Y los mejores jugadores suelen ser los más habilidosos y que más saben compaginar fortuna con audacia y previsión adaptable. Regalo un pronóstico; elecciones nuevas con otro régimen electoral antes de 2020. Conversión del PSOE en fuerza marginal. División del PP en al menos dos fuerzas nuevas (sin contar la cuña de C's) y apertura de un panorama donde todo, hasta el asesinato, es posible.

Pero es muy interesante. En el espectáculo uno se aburre de las viejas fórmulas. Veamos si alguien da nuevas o el gatopardismo triunfa. De momento, un orador brillante (Rivera) despluma a un cazurro sin igual (Rajoy) y un tipo inteligente y que al menos habla inglés comprensible (Iglesias) desapachará a un perdonavidas chulopiscina (Sánchez). Pena que Garzón se quede arrumbado de momento y un Herzog voluntarioso certifique el fin de un partido al que deberíamos dar las gracias por muchas cosas, pero... el República de Roma no recuerda a los perdedores, solo a quienes vencieron. Y Roma no paga traidores, aunque a veces sí les recompense con cargos y prebendas.

Un detalle final; me encanta este nuevo período. Me encanta. Ya era hora. Y que Nyarlathotep coja confesados (aunque le da igual) a todos...

Un saludo,

lunes, 14 de diciembre de 2015

VOTA.

Esta semana, entre compra navideña y fun fun fun, tenemos una cosa... cómo se llama... ¡ah! sí, eso, votar.

Pero igual que no revisamos las etiquetas del cordero, el embalaje de los langostinos, los E-XXX de los mariscos, la procedencia del pavo o los ingredientes de las salsas preparadas, me imagino que nadie o casi nadie se leerá los programas de los partidos.

Vale que son pdf's con 300 páginas de media y en algunos no puedes hacer búsquedas concretas (C's, modernitos y no sabéis usar un pdf...)

Vale que tenemos una muy "democrática" tradición (¿o era traición?) de incumplimiento del programa sin repercusiones.

Vale que aquí sigue pegándose la hebra con que si PP-PSOE y miradas rancias a C's-Podemos, mientras IU y UPyD parecen no existir (y UPyD ha hecho mucho por meter una cuña en el bipartidismo, proponer leyes electorales más justas y atacar la corrupción... pero premiamos a los justos con el injusto arrinconamiento al olvido) y los de cada región, nación, comunidad o ya tal, pues arriman el hocico para controlar un poco el asunto.

Vale que nadie se cree ya nada, porque quien a estas alturas se cree algo, o le pagan por ello, o espera recompensa o es, sencillamente, iluso.

Vale todo eso, vale... incluso que el PP ha puesto las elecciones en las peores fechas posibles para desactivar un efecto de los emergentes y hacernos creer que aquí no ha pasado nada. Vale.

Pero id el domingo a votar, coño. Es como cuando estoy en mi hospital y escucho quejas de que si las colas, que si el trato del médico tal, que si lo mal que funciona, que si me dieron la prueba para dos años, que si... ¡¡DEJAD DE QUEJAROS!! Poned una reclamación. En democracia, limitada, imperfecta, mejorable, Restauración 2.0 o lo que sea esta mierda que tenemos, votar es la manera más directa de poner una reclamación, que es lo que vale. No quejarse al aire.

No, quejarse no vale. Reclamar sí. Votar un poquito (aunque ahora la ley electoral sea tan injusta) y un poquito más que, simplemente, posturear con quejas.

Votad. Ya sea Cthulhu o C's, Nyalathotep o al PP, Nodens o Podemos, Sebek o el PSOE, Dreamlands o IU  o UPyD. Votad, coño, que para algo que solamente cuesta unos 150 millones de euros por elección... eso es casi gratis.

El domingo, vota. Yo lo haré.

Un saludo,

jueves, 10 de diciembre de 2015

Desmembrándose...

Usted ha nacido en Madrid en 1710. Lleva tiempo acostumbrándose a los nuevos gobernantes, "los borbones", esos que han tomado el trono tras una guerra contra los austracistas. Lo único que escucha es que "la Italia" (Nápoles, Sicilia, Cerdeña, Milán) y el viejo "Flandes español" se han perdido. Quizá, si es siervo de un noble, le oiga despotricar sobre esa pérdida, diciendo que mengua el prestigio del Imperio en Europa, aunque menos mal que las Américas y ultramar siguen vivos. Pero hay nostalgia. Y un cierto enfado. A ver si la nueva dinastía recompone las piezas y retoman lo que su patrimonio exige (pues es eso, patrimonio de reyes, que no de gentes) para retornar el orgullo a los españoles. Asiente, limpia y calla.

Quizá engendre un hijo que le sobreviva, de los muchos que da a luz su primera y su segunda esposa, cuando muera la primera en parto. Le dirá que un día "la Italia" era nuestra, y el "Flandes español", también. Pero recordará Menorca y Gibraltar y callará, algo avergonzado. Y es que, además, hace poco se han hecho cambalaches en las Américas. Sacramento, que si Luisiana, que si la Florida... hilos de esperanza sobre Portugal renacen, también, aunque hay más intercambios, cosas del Brasil por de la Guinea. En todo caso, su hijo ya ha recibido la lección. Los patrimonios de los nobles son eso, juegos de casas viejas.

Muere, su hijo crece. Ahora es otro. Ahora eres tú. Y miras con curiosidad los acontecimientos. En las colonias inglesas (no usan el sistema de virreinatos tan español, tan "de dejar hacer") se han sublevado y ahora luchan por formar un nuevo país. Y lo logran, con ayuda de nuestros barcos, de nuestros hombres desde Cuba y Florida. Pero es cierto que tú apenas participas de eso. Siguen siendo juegos de mayores donde se trocean tierras, se reparten, al más puro sistema feudal y godo, de herencias romanas, donde el patrimonio son las tierras y su posesión, y se confunden ambos términos, patrimonio y patriotismo. Pero un germen de desconfianza cae en tu mollera. Los... ¿Estados Unidos de América? ¿un nuevo país, entero, republicano como la Holanda?

Creces y te casas, tienes más hijos. Y entonces sucede. En Francia, tierra de borbones, estalla una revolución. No te enteras de más, pues no llegan noticias durante muchos años. Algún veterano comenta, dice... algún marino perdido insinúa... un día escuchas que han cortado la cabeza del rey. ¡La cabeza! Pero no lo crees, hasta que ves hombres nerviosos y envíos de madera para barcos y más barcos. Se rumorean guerras, más guerras, y luchas sin cuartel. Y un día, ya mayor, descubres junto a tus hijos a los soldados franceses, diferentes, relucientes, con águilas e ideas muy extrañas. "Traemos tu libertad", dicen mientras el brillo de la bayoneta te ciega un poco. El noble para quien trabajas huye, te quiere llevar como su patrimonio, pero algo te extraña y te quedas. Por primera vez, todo parece que puede ser diferente.

No lo es. Morirás en una cuneta por no dar tu comida a los jinetes acorazados. No verás cómo violan a dos de tus hijas. Ni cómo mueren dos de tus hijos. Otro huirá al monte. Recordará que erais Imperio, pero no éste nuevo, brillante de acero y fuerza. Y tras luchas sucias, desgarradas, escucharás un término nuevo, inquietante. "Nación". ¿Nación? Tú crees en los nobles y que su patrimonio es la tierra y las gentes. Siempre ha sido así. Ellos son patrón, padre proveedor y defensor. Tú, hijo de un siglo borbónico, no sabes qué es eso de la "Nación".

En 1814 regresa el rey legítimo. Te sumas a los deseos de recuperar la grandeza, la gloria del Imperio. Pero esto pronto se va convirtiendo en malas noticias. No hay tantos hombres. No hay tantas ganas. Pronto llegan noticias. Si las Américas eran de los nobles, "vuestras para ocuparlas, hombres de España", el patrimonio real, ahora se están yendo, como los "Estados Unidos". Antes de 1830, de las Américas quedan apenas Puerto Rico y Cuba. Y descubres que puedes luchar contra tus propios compatriotas en tus tierras. Patriotismo, sí, por el patrimonio, ahora convertido en "Nación" con aquel pendón que tu padre decía haber visto en los barcos reales. Rojo, amarillo y rojo, con el escudo monárquico. De pronto, esa es la bandera de todos, pues es la bandera del rey. Tu rey.

Morirás viendo luchas civiles, hambre, miseria. Pero un hijo más te sobrevivirá. Más o menos. Conocerá Carlistas, que quieren recuperar lo perdido, pues duele como cuando te amputan. Fue la Italia, el Flandes, incluso aquel Rosellón traicionero. Fue aquella Menorca, aquel Gibraltar aún en sus manos. Fue, luego, la traición de los criollos, de las Américas, y la codicia de los nuevos "estadounidenses" que compraron y compraron tierras a los reyes, para sufragar sus arcas de guerra. Y verás isabelinos que dan golpes de estado a eso que llaman "Parlamento". Y verás luchas civiles, y una eclosión de algo nuevo llamado "republicanismo", que tanto recuerda a la infernal Holanda y la Francia decapitadora. No, todo está mal. Y por eso, viviendo crispado, pero teniendo hijos con recuerdo inculcado, llegarás al desastre.

1898. Una fecha que aún dirá mucho más de 100 años después, seguro. Cuba. Filipinas. Puerto Rico. Desmembrada de ultramar, sin nada, España se quedará abandonada a sí misma y unos pocos retales en África, la pobre África, algún parche guineano, marroquí. La moral lleva décadas por el suelo. Lo que era patrimonio de nobles, ahora es en teoría de todos, ese "nacionalismo" ha logrado extender la creencia de que los suelos cubanos, portorriqueños o filipinos, son de los "españoles", no de tal o cual familia (aunque la explotación y beneficios sean de ellos). Traga, apechuga, muerde el orgullo. Áun queda Marruecos. Marruecos, semillero de discordias. Ya has visto lo que es una República, un sin Dios descomunal. Y encima regresan las conspiraciones. Si en 1640 se habló de traición portuguesa, aragonesa, catalana, andaluza e italiana, ahora se organizan dos nuevas armadas en el mismo entramado del nacionalismo. Si se puede ser español y reclamar unos territorios con sus gentes, ¿por qué no catalán o vasco?

Más guerra civil, más trifulcas, más dolor. Más hijos. Y salta, pues el desmembramiento se ha solucionado gracias a la sangría. El semillero de crueldad que es Marruecos dará los últimos y más feroces espadones de tu historia, la que crees, esa monarquía universal, ese Imperio sin puestas de sol, mítico ya, que lleva en declive desde siempre. Patrimonio de reyes, ahora de gentes, crees en la mentira y te vistes de azul y cantas al sol que ha de iluminar las Cruzadas de antaño. Otra guerra civil, otra lucha más por defender una ilusión. Pero pasarán los años y parecerá que el desmembramiento, al menos territorial, se detiene. La gente... la gente es como la sangre. Y siempre la sangría ha sido un remedio adecuado.

Una mañana, con todo agonizando, todo, te cuenta tu hijo, de servicio en Sahara, que ha visto la escena más triste de su vida. No es como el último helicóptero de Saigón, que la televisión mostrará una y otra vez. Pero es igual de triste. Una bandera que no es arriada, la rojigualda del borbón, con un nuevo escudo y águila, pero aún en su poste, serrado. Un territorio cedido sin lucha, como otros, por incapacidad, por impotencia. Y otro desmembramiento. Abandono de gentes, de patrimonios y patrias, de naciones. Lloras, llorarás porque se une a la lista de miembros perdidos de ese gran cuerpo que imaginabas. Han logrado que creas que son partes de tu propio cuerpo, como dijo tu padre, el padre de tu padre y el padre del padre... han logrado que pienses que el patrimonio de unos debía defenderse por muchos, con hacienda y brazos. Han logrado que llores. Que te avergüences. Que te sientas un mal español. Y rabies contra los que no son como tú. Una mañana te sientes desmembrado.

Pero esto no acaba aquí. Del todo a la nada. Sigues creyendo que, aunque no vivas en esos lugares, esas tierras son tuyas. De todos. No de quienes los habitan, de quienes la trabajan. De todos los que comparten esa bandera rojigualda, esa bandera que un día ondeaba en barcos patrimonio de reyes. Otros quieren, de pronto, copiar para su territorio la idea de banderas reales, de himnos, de historias falaces de Imperios y conquistas y grandes señores. No, no acaba. Hay más hijos, y tú, el nuevo, quizá no recuerdes ya cómo comenzó esta breve historia (breve, pues apenas abarca 300 años en varias líneas) pero sí sabes bien qué es lo que te enseñaron, sea falso o ilusión. Y seguirás sintiendo ese desmembramiento, ese miembro fantasma que se levanta, se levanta y pide, exige, manda...

Vaya. Mientras, yo, siento que tengo dos brazos, dos piernas, un tronco, algo así como una cabeza. Maldito sapiens. Maldita especie. Maldita empatía por mis genes...

Un saludo,

martes, 8 de diciembre de 2015

La guerra de la bici.

Desde hace un año, más o menos, desde que me mudé al interior del círculo infernal de la M30, uso mi bicicleta para ir y volver del curro. Más concretamente, volver. La ida es un poco de pedaleo hasta la Renfe, cercanías y luego un par de kilómetros a las 8 de la mañana de pedaleo suave hasta el curro. Llego despejado, las piernas estiradas, el cuerpo despierto y cierta placidez. Luego, al terminar la jornada, quito el candado y me lanzo con la bici a casa, unos 12 kilómetros que, si quiero ir rápido, hago por la Castellana-Recoletos-Prado-Atocha-Acacias, apenas 30 minutos, o si tengo tiempo, por un lateral, ya sea por Agustín de Foxá, Padre Damián, callejeo, Serrano, Cibeles, Retiro, Moyano y Acacias, o por el otro, Miguel Ángel, Almagro, Hortaleza, Sol, Plaza Mayor, Latina, Puerta de Toledo, Olmos, o Viaducto, San Francisco y Olmos. Si me toca ir a algún sitio, no tengo problemas, Bravo Murillo para bajar al Clínico o la FJD, por ejemplo. La cosa es que uso la bici. Me gusta. Según mi runkeeper, que tengo conectado a ciclogreen, este año 2015 he ahorrado unos 200 euros, unos 250 kg de CO2 al ambiente y he gastado unas 30000 calorías. Que recupero rápido, eh. Unos 1000 kilómetros en bici, aparte de la Renfe. Uso dos, mi querida Dahon Speed P8 (una plegable muy versátil) y una orbea de montaña que adquirí en septiembre (con cuadro fuerte para la silla del niño). Hasta 2014, yo usaba mi coche para ir al trabajo. Unos 30 kilómetros de ida y tantos de vuelta, casi 1 hora de viaje, entre atasco, aparcamiento y demás. En transporte público era 1 hora y 30 minutos. Trataba de alternar, pero con un niño pequeño, esa media hora era imprescindible muchas veces. Intenté ir con compañeros al curro, pero no tenía ninguno con ganas o cerca. Acabé muy desquiciado de coche, coche, coche.

¿Por qué estos datos? En este año, apenas sí he tenido incidentes con los demás vehículos. Una señora que giró a la derecha, cortándome el carril y casi atropellándome, por no poner intermitente. Alguna vez que los autobuses convergen de tal forma que parecen los barcos de Venecia en la persecución de lancha motora en "Indiana Jones y la última cruzada". Un par de veces que abren puertas sin mirar los aparcados (resuelto sencillamente, yendo por el centro de la calzada...) y más recientemente, un taxista que me cortó un paso y luego me amenazó de muerte, aunque salió pitando cuando le dije que era abogado y quería grabar sus amenazas para denunciarle (se pasó el semáforo en rojo...) No suelo tener incidentes con vehículos graves. Sí con algunos peatones. Un grupo nutrido que cruzaba cerca de las piscinas del Canoe, que tenían semáforo en rojo y que pasaron de mis timbrazos y voces. Un chaval con móvil que casi derribo porque cruzó en rojo sin mirar en Atocha. Y el error más gordo, haber ido por Fuencarral, Montera y Carretas, peatonales, con pocos peatones pero yo montado (ahora ya no voy por allí en bici, o desmonto o lo evito) Lo cierto es que, en todos los casos, con educación y buenas maneras, no hay problema. Pero hay distracciones y falta de educación, sí.

Hablaré de vehículos a motor. Las motos, por ejemplo, tienen la santa manía de pasar al lado de una bici a 30 o 50 por hora sin apenas dejar medio metro de separación. Se nota, señores moteros. Se nota. En las detenciones de paso de cebra para vehículos de dos ruedas, te miran con asco, condescendencia, sorpresa, e incluso se cruzan para ponerse delante atravesándose. Son muy agresivas. Incluso he recibido comentarios o gestos despectivos de los que paso, claro. En las detenciones, taponan los pasillos entre coches y no te dejan pasar bien, aunque ya lo tengo controlado y sé zigzaguear sin morir en el intento. En fin, las motos suelen ser más agresivas, despectivas y molestas que los coches. Pero no por ello, los coches dejan de ser molestos. Dejando de lado que, en Madrid, cuando miro, la media es de 1 ocupante por coche, 2 máximo, y que en días concretos (viernes a las 15h, por ejemplo) parecen ocupados por psicópatas rayanos en la necesidad de asesinar con sus dientes a otros, y que en muchas ocasiones son personas que toman el coche para un trayecto que bien podrían hacer en metro o autobús, suelen ser agresivos. Desde el que te pita, el que pasa al lado diciéndote de todo, los queridos taxistas que te odian profundamente, las furgonetas que llevan curritos que se ríen de tí o los de autoescuela que suelen respetar más que nadie, hasta los muchos que medio respetan las normas, aunque el tema intermitentes y velocidad adecuada no lo tengan controlado. Y los autobuses y camiones, otro tema... es como ver pelear a una sardina contra un cachalote. Divertido.

Los vehículos a motor han mejorado en Madrid. Se han pacificado. Resignado, más bien, a ver tanta bicicleta. Pero toca el turno a las bicis. Desde que hago los trayectos mencionados, veo bicis, sí. Muchas. Quizá puedo contar unas 40 o 50 diferentes al día. Un poco de agua en el océano del vehículo a motor. Pero es algo. Sin embargo, y es lo que me preocupa, en comparación, de esas 40 o 50, la mitad son verdaderos sobrados. No diré "ecofascistas", que me lo han llamado a mí también, pero algo así. 

Suelen ser personas con equipación full o de calle, da igual. Suelen llevar carretera, montaña o BiciMad. Suelen llegar al semáforo y saltárselo en cuanto pueden (yo, los peatonales, lo hago, y algunos, si son seguros, también) y lo peor de todo, suelen caracolear el tráfico y, de pronto, sin señal ni preaviso, saltar a la acera. Tal cual. Mediana de la Castellana a calzada, así. Chimpún. Toman por sorpresa tanto a vehículos como peatones. O de pronto pasan un paso de cebra rápidos, montados, obviando que eso es peligroso también. Y señalizar... como algunos coches, lo justo y da gracias. Yo también, los viernes, sobre todo, si hay aglomeración (especialmente, antes de Colón) me voy a la mediana, pero parando en un paso de cebra, desmontando, cruzándolo y luego montando en plan paseo. Y el regreso, cuando es seguro al semáforo en rojo. No soy santo, soy superviviente. Pero lo otro raya a veces la locura. Y es mala educación.

He leído debates, comentarios, trifulcas... abomino del "bike power" que se considera moralmente superior por usar bici. Abomino del que actúa como un prosélito fanático, aquí con bicis, en otro lado con una Biblia. Abomino del flipado que se cree inmortal por llevar bici (otro día hablo de monopatines, patinetes y patines, que son telita) y que te echa discursos o se cree con derecho a hacer lo que quiera. Abomino de todo eso. Y me resigno, a mi pesar, a vernos condenados a tener en un día cualquiera de estos un seguro, una matrícula, un impuesto para circular. Va a suceder. Nos van a institucionalizar, y con razón. Es cierto, reducirá el número, de las 50 que veo pasarán a 25. Y faltará otra cosa; carriles de verdad o educación vial. ¿Compartir calzada? Claro. Pero de verdad... Y entre medias, como siempre, en los claroscuros del debate, unos te posicionarán en un polo y otros en el otro, cuando ambos se derriten ante la luz de la verdad (poesía barata OFF)

La bici está en guerra. Porque, como siempre en nuestro país, nada entra con alegría, suavemente, sin ruido ni molestias. Exacerbados los ánimos de unos y otros, nada camina por un camino plácido, siempre por los dientes de sierra oxidados de nuestro cerebro hispano. La bici es un medio imbatible en cortas distancias en la ciudad, y más ahora que empieza a existir el motor auxiliar eléctrico. Los coches y la industria es un sistema devastador, tanto de recursos como de medio ambiente, y de salud, por supuesto. Las enfermedades respiratorias de ahora no tienen parangón. Lo veo todos los días. Contaminación pura. Me remito a otra entrada anterior. Quien justifique el "mi coche, mi libertad", no es consciente, no quiere serlo o simplemente es malvado. Es útil, claro que sí, pero, pudiendo usar otros medios menos contaminantes, colectivos, públicos, habiendo capacidad de elegir opciones menos malas, recibe para mí un calificativo. Egoísta el más suave. El coche acomoda, pero también atrofia la mente (y el cuerpo por la contaminación). La utilidad no elimina lo perjudicial. Pero mientras la bici siga en su aura de beatitud sin mácula, falsa y ridícula, la guerra seguirá, numéricamente, perdida. Moralmente, mientras siga en sus trece de "pues hago lo que quiero", también. Quizá todos los que pedaleamos deberíamos reflexionar. La educación se da con ejemplos, también. 

De todos modos, no me hago ilusiones. "¿Valen excusas, mi capitán?", decía mi madre cuando me inventaba cien para no hacer algo que debía, que sabía, en mi fuero interno, que tenía que hacer. Me frustraba, airaba y quejaba, trasladaba a otros la ira y les acusaba de lo que yo, claramente, sabía era culpable. Excusas. Siempre excusas. Somos españoles.

Un saludo,

lunes, 7 de diciembre de 2015

¿Qué uniría a la humanidad?

De sobras es conocido, gracias al cine y la literatura, que lo único que uniría a un sapiens de diferente pigmentación y latitud sería una invasión alienígena. Tal como suena. Desde "V" lo hemos visto (aunque ahí era un trasunto del nazismo) pasando por "Independence day" o tal. Quizá, para mí, la más interesante de las novelas sobre el tema son las de "In the balance" de Harry Turtledove, porque logran un efecto sorprendente; empatía hacia el invasor... 

Sin hacer muchos espoilers de esos (o dicho en mal castellano, desvelar la trama, ser un chotas, bocazas) diré que el argumento es el de (casi) siempre. Una flota alienígena llega a los aledaños del planeta Tierra en el año 1942. Eso es, plena guerra mundial. Y empiezan mal, pues lanzan varios pepinazos nucleares contra la atmósfera pensando que aquí ya hay internet y esas cosas. Después invaden y se llevan la sorpresa. Los alemanes están tan endurecidos que un enemigo más no les importa. Los rusos sufren la de Dios. Los japoneses siguen luchando contra todos. Y los americanos reciben la del pulpo. Curiosamente, los beneficiados son los judíos, como suena. En los campos de Polonia, reciben a los alienígenas como salvadores (lógico...) y les ayudan contra los nazis y soviéticos en su programa de colonización del planeta. Oiga, yo también lo haría...

Así que ni con esas todo el mundo se une. "Mars Attacks" ya demostraba la estupidez que podría aflorar en una invasión alienígena gamberra. Y, no sé por qué, pero siempre he sospechado que habría colaboracionistas al más puro estilo "V" y tal. Que somos especie, pero no idiotas. Así pues... ¿qué uniría a la humanidad?

Quizá nada. Es la triste realidad. Somos partículas desagregadas de un todo que hemos fragmentado gracias a la cultura, venciendo a la biología. Somos entes individuales egoístas y llenos de celo por lo inmediato, nunca por lo que sea futuro. ¡Futuro! El lugar donde pagarán nuestros nietos nuestra deuda con el planeta...

De esta manera, me pregunto... ¿sabemos ya a quién votaremos en las elecciones? Ni con debates o teletiendas lo decidimos, al final es la glándula segregadora la que decide. Porque no nos une nada. O quizá sí. Pero aún no lo hemos descubierto...

Un saludo,

sábado, 5 de diciembre de 2015

Contaminación.

Cualquiera que viva en una ciudad moderna sabe lo que es. Una boina de color parduzco y picor en la garganta, mucosidad irritada y ojos llorones. Asma. Toses dignas de un dispensario para tuberculosos. Pero se asume como algo normal. Como las muertes por tabaco o las muertes por accidente de tráfico. O esas de un rayo que te da y te electrocuta.

Quizá el asumirlo como algo normal no sea tan normal. Quizá sea una propaganda de una industria que vive de alimentarse de esto. Extraer petróleo (los países árabes, Venezuela, EEUU, Rusia, ¿les suena? Sí, conflicto moderno geopolítico del copón...) para refinarlo y venderlo (barriles al alza, a la baja, crisis políticas si a unos como la OPEP en el '73 se les pone...) y alimentar esa vasta locura que llaman "parque móvil". Quizá vasta locura porque se planteó, desde los años 50 en EEUU como el triunfo icónico del capitalismo o "american way of life". Cigarrillos anunciados en grandes carteles de la ruta 66 que te hacían sonreír justo antes de pillar mal la curva y estamparte contra el cactus que crecía en medio de unas rocas. Y vasta porque se exportó a todo el mundo. "Mi coche, mi libertad". Libertad. La libertad es consumir de todo... y ser consumido por todo. Quizá esa sea la mayor contaminación de todas. La ideológica, tan bien imbuida que creemos natural.

El mundo es finito. Lo creamos o no. Y que 600 millones de occidentales, más unos 100 de rusos, más ahora casi 1000 de chinos, más 500 millones del resto consumamos petróleo, carbón en las fábricas que alimentan la electricidad que permite mover fábricas donde millones trabajan a destajo (¿ese es el proletariado?) que producen millones de productos que consumen millones en el mundo tras transportarse en miles de barcos con miles de contenedores por los mares aceitosos y llenos de plástico hasta los puertos arruinados de decenas de países, es, en suma, lo que mantiene la máquina del capitalismo en funcionamiento. Produce, consume, tira. Entre medias, en los engranajes, no somos más que otra pequeña pieza que puede morir de cáncer de pulmón por fumar o inhalar el fétido aire que está contaminado por nuestro sueño de consumir.

Churchill tuvo una idea revolucionaria, que fue equipar a los temibles barcos de la Royal Navy con motores alimentados por derivados de petróleo. Adiós al carbón. Hola a los conflictos nuevos del futuro. Irán, Irak, el Golfo... y con eso, y la nueva y grande revolución financiera (acuña 1 billete que luego moveremos ese billete tan rápido que parecerá que hay 10000) creamos nuestro mundo. Y la contaminación.

En Madrid hay un protocolo que nunca se activó por quienes lo crearon (el PP y su inefable alcaldesa, Ana Botella) pero que el nuevo gobierno de Carmena ha usado y, de paso, tras multas europeas, actualizado (ahora, los medidores ya no están en parques verdes aislados... gran lugar para medir la contaminación real). Es curioso, pero he conocido gente a la que eso ha escocido, y por diferentes razones. Que si el trabajo, que si las visitas, que si mi libertad de moverme... libertad... ¿capitalismo?

Desde que me mudé a mi nuevo hogar tuve la suerte de poder combinar el tren con la bicicleta. Suerte, de verdad, porque no todo el mundo tiene esa opción, salvo si vives y trabajas en la ciudad. O cerca y bien comunicado. Cuando he hecho comentarios acerca de lo bien que sienta (son 12 kilómetros de regreso, que despejan, y aunque sean casi todos cuesta abajo, permiten hacer un ejercicio moderado que se siente) he tenido respuestas muy radicales, producto, supongo, de la mala conciencia o la soberbia creencia de que menoscaba la libertad ajena. Yo no creo que la imposición sea la mejor política, pero sí que es la que, a corto plazo, funciona, y puede crear luego costumbre que dure más tiempo (si no, vean el plácido franquismo qué sociedad nos ha legado 40 años después...) y si se acompaña de educación, pedagogía, ejemplo, pues mejor que mejor. Una quimera. Pero desde luego, tras un año pedaleando por Madrid (y lo hago por cierta conciencia, por ahorro, por deporte, y porque llego antes a mi casa que usando otros medios de transporte, incluído coche) he tenido reacciones de todo tipo. Me han llamado muchas cosas, incluso me han deseado la muerte (un taxista, no hace mucho, en plena Castellana) pero no por ello me siento ni mártir ni con ganas de esconderme.

Cada uno que haga lo que crea conveniente, pero que luego, si no llueve en Madrid, no piense eso de que la contaminación es culpa del clima seco. Clima que, por cierto, nos estamos cargando y nos da igual. Y, desde luego, no me siento ya beligerante con depende qué personas, pues esos tiempos en los que yo creía que podría razonar, convencer con argumentos, dialogar, discutir un tema, ya han pasado. Me quedo con una de mis últimas discusiones, con una de mis compañeras "señoras qué" de 55 años en el trabajo. "¿Que apostatas? Pues eres idiota, la verdad, eso es una tontería". Mi respuesta fue simple. "Se trata de respeto. Cree en lo que quieras, pero no taches mis ideas de estúpidas porque puedes recibir la misma consideración hacia las tuyas". Sin saber qué responder, quedó en un "pues me parece una tontería y punto".

Y punto... en fin, mientras las urgencias se sigan llenando de niños que tienen pulmones tocados, a mi hijo le tenga que poner aerosoles, y vea multitud de casos, en mi mismo hospital por ejemplo (han crecido en los últimos años espectacularmente...) seguiré pensando lo mismo. Tu coche, bien. ¿Y nuestra libertad de respirar aire sano?
Un saludo,