Buscar dentro de este batiburrillo

lunes, 31 de diciembre de 2007

De la continuidad

Es posible que ahora que acaba el año, un límite del calendario, pero no de la realidad, muchos hagan repaso compartimentado del mismo, haciendo análisis de lo sucedido entre los días 1 de enero y 31 de diciembre. Como si se pudiera cortar el tiempo, hacer una isla con el mismo y dejar el año 2007 aislado del resto de años pasados.

Y qué demostración de que eso no es así; la religión católica en España sigue siendo una plaga, que se permite el lujo, desde las instituciones propias, de considerar el laicismo como "forma de destruir la democracia". El victimismo desplegado es cínico, hipócrita y repugnante. No ahorro calificativos. Una organización que gasta dinero en hacer anuncios ahora para pedir el 0,7% en la casilla de la Renta, pero no para otras cuestiones, es cínica. Una organización que predica valores y no los cumple, es hipócrita. Una organización que tiene tantas contradicciones internas y externas, que condena a unos y salva a otros según criterios opuestos entre sí, es repugnante.

El año 2007 no es diferente del 2006 ni lo será del 2008. Las revistas y periódicos estos días hablarán de tendencias, de futuribles, todo como siempre encaminado a un monopolio de la voluntad del hombre, a un mayor control de sus actividades, de su persona. Eliminemos el dinero, aunque sea común, y tengamos la tarjeta de crédito, para analizar tendencias de consumo. Quitemos teléfonos fijos y usemos los móviles, más controlables. Que todos tengan un ordenador conectado a internet, y con una píldora, las descargas "ilegales", lo tengan activado y hagan desde él muchas cosas. Un formato de visionado de cine, para eliminar aquellas películas que no interesan. Tengamos un sistema de lectura electrónico, sin libros de formas y caracteres de todo tipo. Un lenguaje, una moneda, un sistema económico... Monopolio, en fin, del ser humano, por parte de un sistema con otros seres humanos reemplazables, ya nunca más únicos.

Si de esta uniformización se salva mínimamente ¡qué paradoja! la religión (aunque siempre son las mismas cosas, sea cristiana, musulmana, hebrea, budista o animista) también lo harán los hombres que no pasen por el aro. El individuo. Siempre encontrarán formas de ser diferentes, incluso cuando para ello hagan lo mismo que otros muchos. Ya dije un día que el ateismo es moda para algunos, como para Chesterton lo fue el hacerse católico, y lo mismo ocurre con otras tantas cosas.

En fin, continuaremos el año que viene igual, porque a fin de cuentas, mañana es martes, antes que el año 2008.

Un saludo,
David.

sábado, 29 de diciembre de 2007

Los nuevos ricos

Ahora que han pasado varios meses del europeo de baloncesto, me apetece comentarlo un poco. Ya he conversado con muchos amigos del tema y eso, como siempre, ayuda a perfilar y aclarar ideas.

Lo primero de todo, decir que fue penosa la imagen que dimos. No el equipo de baloncesto, que fue presionado por todos los flancos (Prensa, Federación, Sociedad...) y que, aun así, llegó a tener el oro en sus manos y en cualquier caso, logró una plata que hace 10 años habría sabido a gloria absoluta. Mi novia lo define como exceso de expectativas, y cuando tienes tantas ilusiones, es muy fácil frustrarse si no las logras. Pero más si te las han frustrado...

Yo, personalmente, no cargo contra los jugadores, para mí los mejores. Ni contra Pepu. ¿Se equivocó repitiendo íntegro el equipo? Pues sí. Pero en parte fue imposición. ¡Cómo no iban a estar los mundialistas, todos! Contra quien cargaría yo es contra la Federación, primero, y luego contra la Prensa y Medios, después, y, finalmente, contra nuestra propia Sociedad.

La Federación, por entrar en el carrusel extradeportivo, que quiso exprimir el éxito de Japón haciendo zumo con un Europeo que de pronto era en España. Y así sacó entradas a precios exorbitantes. Apenas se podían comprar, si no fuera gastando grandes cantidades. Así se logró el primer efecto contrario; pabellones casi vacíos, salvo por aquellos con tiempo, dinero y ganas de ir a ver los partidos en el pabellón, no en casa, como es lo más cómodo hoy día. Pero no acabó ahí, pues se presionó a los jugadores y técnicos haciéndoles acudir a galas, a presentaciones, promociones, a todo... el mismo Felipe Reyes lo definía; "Este año no estamos teniendo tiempo de jugar juntos a la pocha o pasar un rato en compañía". Era premonitorio.

Después, la Prensa, los Medios. Si habían sido oro en un Mundial, decían los ignorantes, ¿cómo no iban a ganar el Europeo, que es un continente nada más? Mayor muestra de idiotez y estulticia no la he visto yo. Incluso algunos buenos comentaristas de basket caían en la trampa, aunque siempre cautos. El Eurobasket es más exigente que el Mundial, y cualquiera que siga un poco de baloncesto lo sabe. A día de hoy, Europa es, globalmente, la mayor potencia de baloncesto que existe, por delante de EEUU (que sigue siendo una referencia) y cualquier equipo europeo da mucho de sí... pero no, aquí se pedía el oro y el moro, y además de paliza, ganando cada partido por diferencias de al menos 30 puntos. Menos que todo eso era un fracaso.

Por eso, cuando se perdió el primer partido, todo el mundo empezó a criticar con más fiereza. De la sorpresa del año pasado en Japón (no demasiada para los que seguimos este deporte) a la ilusión inesperada posterior y el asentamiendo de una sensación de prepotencia después, mal digerida y peor regurgitada por estos periolístillos, se pasó a la exigencia draconiana y chulesca. El baloncesto debía ser lo que el fútbol y más allá. Todo se estaba cocinando para el presunto fracaso posterior... y que fue un gran éxito, pese a toda la gentuza que rodeó el evento.

Pero esto se completa con nuestra Sociedad. Y más concretamente, con esa sociedad de V.I.P.'s y nuevos ricos y famosos que quieren estar en los saraos de mayor difusión. ¿Que hay un Europeo de baloncesto y nuestro equipo está en la final, y además es campeón mundial? Esto no se lo perdieron los más famosos; a fin de cuentas, la Federación reservó entradas de esas que costaban cientos de euros y en primera fila, como si aquí estuviéramos en L. A. con las gafas de sol de Jack Nicholson, y abajo metiera Kobe Bryant 60 puntos...

Eso fue lo más penoso. Se salva uno, un amante del deporte y verdader conocedor del mismo, del baloncesto también y de lo que significa. Rafa Nadal. De todo el público, frío, gris, inerte, más preocupado de la pose para las cámara de TVE que del partido, fue el único que se levantó, gritó, pateó, animó, encendió al público, se dejó, como buen aficionado y amigo, la garganta por animar a los suyos, a los nuestros, a ganar cada partido. Y se salva él, poco más. El resto, daba asco.

Un amigo mío decía que, si este Europeo se hubiera jugado en Grecia, nada de V.I.P.'s; 500 energúmenos en primera fila gritando un poderoso "¡HE-LLAS!" que congelara al contrincante, animando al propio. Si fuera en Italia, otros tantos aficionados habrían hecho lo mismo. Ni cuento si hubiera sido en Turquía, o en Serbia, o Croacia, o Lituania, o Rusia, o... allí, antes que gentuza sin el más mínimo conocimiento de baloncesto, habrían puesto a los más fanáticos, a los que entienden un poquito (lo que les dé el cerebro) y gritan como berracos. Y la final, de calle.

Esa es nuestra Sociedad. Querían llenar pabellones desde la Federación, pero el precio fue alto. Querían que ganaran, pero dejaron que los acosara la Prensa y los Medios. Y la Sociedad respondió siendo lo que es, en gran medida; una ignorante de muchos deportes, sí, pero especialmente del baloncesto.

Para mí, los Gasol, Navarro, Calderón, Mumbrú, Rudy, Sergio, Cabezas, Reyes, Berni, Jiménez y Garbajosa han sido de oro. Algunos, personalmente, no los habría llevado al Europeo (Raül López, Ricky, Trías... había recambios) pero aun así, lucharon, se bregaron a fondo. Y Gasol, el que no jugó la final del Mundial y ganó, ganó de nuevo en otra final, porque el Europeo lo tuvo en sus manos, de las que muchas veces sale un buen tiro o no, pero que hay que tener el valor, la valentía, el coraje de lanzar. Él tiró, él falló, Rusia ganó. Pero no perdió esa selección de baloncesto; perdieron los demás que antes les habían fallado.

Un saludo,

sábado, 22 de diciembre de 2007

Destrozando los libros

Cuando uno va al cine a ver una adaptación de algún libro, tiene dos opciones; pensar que es una obra diferente en un formato diferente, o soñar con que estará adaptada fielmente o al menos con inteligencia. Normalmente, ocurre lo primero, con lo que ir preparado para ello aminora la decepción. Pero no siempre...

Yo he tenido oportunidad de ver muchas adaptaciones, e incluso algunas últimamente de videojuegos (Lo digo siempre, el joystick pronto será obligatorio en ciertas películas... ¡ya lo es para jugar en red con la pantalla y en tu butaca!) y siempre uno va, si se conoce el libro, con la mosca tras la oreja... en un gran número de ocasiones, la película provoca ese desengaño, independientemente de si es fiel o no al libro. En algunas, sorprende el giro o los huecos que rellenan de la historia impresa. Pocas veces sale uno con la sensación de haber vuelto a disfrutar de ese libro, plasmando la imaginación en pantalla.

El nombre de la rosa y El señor de los anillos son quizá películas cercanas a sus libros, si bien la segunda por pura emotividad. En el primer caso, de hecho, es cercana pero diferente. Pero un caso reciente que he visto en pantalla grande, Soy leyenda, es uno de los muchos decepcionantes, aburridos, penosos y tristes de los que hablo.

El libro de Richard Matheson es muy bueno. Apenas 180 páginas que tienen acción, ciencia ficción bien hecha, tensión, miedo, y, finalmente, más de un mensaje con el que te quedas el libro cerrado al lado y cavilando las muchas ideas e impresiones que te ha regalado el autor... la película, en cambio, supone un simple ejercicio de acción mal planteada, de imágenes toscamente perfiladas por ordenador, del que se abusa demasiado (Añoro, para qué negarlo, las películas con cientos y miles de extras...) y encima un personaje mal dibujado y no muy bien interpretado. Mi nivel de exigencia en el cine no es muy alto, creo yo. De hecho, llevo una larga temporada alejado de buenas peliculas; he recuperado el placer de leer cosas que no sean obtusas, aburridas y repetitivas. En el cine, en cambio, simplemente pido que no me engañen... dificil.

En la historia de Neville, llevada antes a la pantalla con dos actores impresionantes (Vincent Price y Charlton Heston) hay elementos que lo humanizan, y esto es importante destacarlo. El contraste con "el otro", con esa innata sensación de pertenencia o desarraigo, es el puntal en ésta obra de Matheson. Comparando, la novela de Soy leyenda expondría mejor (Con más sencillez y más universalidad) ese pedante intento de existencialismo novelado que es El extranjero.

A todos nos impresionan las historias de náufragos, que a fin de cuentas es lo que son las de muertos vivientes. Esas fantasías, que en los años 80 además coparon muchos de los tebeos o cómics post-apocalípticos, en las que un hombre o una mujer quedaban aislados del resto del mundo, solos y rodeados de mutaciones o zombis o vampiros, es una alegoría de ese mar misterioso y repleto de peligros que circundaba la isla del náufrago. Es una constante, un miedo continuado... el terror a la soledad.

Yo querría encontrarme alguna vez con buenos libros bien adaptados, pero es cierto que el gusto comercial y el buen gusto no suelen ir parejos. Por eso, y como desagravio, he rebuscado para encontrar Soy leyenda, volver a leérmelo y, en pocos días, dejárselo a Cristina, mi novia. Creo que eso será un buen remate del año. Que descubra por qué Neville se convierte en leyenda...

Un saludo,

miércoles, 19 de diciembre de 2007

Sarkozy y Carla Bruni

Parece revista del corazón, pero desde que Nicolás se fue en avión al Chad a rescatar a las azafatas españolas y luego se rió con Zapatero de esa foto abrazados como amantes, el presidente francés, divorciado hace poco, ha ganado para mí enteros. No como político, que es cristianote (Confeso y devoto admirador del Wojtyla, alias "Juan Pablo II") y tirando a conservador, si no por su personalidad. Y lo digo con sinceridad. Sarkozy es hombre público, y por tanto, lo que haga en su vida privada, quiera o no, le influye.

A mí este hombre me va cayendo, ya digo, personalmente bien. Hijo de padre emigrante húngaro y madre judía sefardita conversa, el muchacho tiene de todo. Leyendo su biografía por los medios, resulta un personaje curioso e interesante. Pero destacaría que es un político con vida propia.

Que esté liado, como parece, con Carla Bruni, ex modelo, cantante y actriz, pues lo realza. Ya decía que me imaginaba a Nicolás guiñando el ojo a las azafatas españolas yendo de vuelta a Torrejón, invitándolas un día a ir por el Elíseo, pero veo que el presidente francés pica alto y con buen gusto. Y la cantante, también.

Ya digo, no quiero hacer de esto comentario en rosa. Lo que me interesa es ver que en Europa, en el mundo, en países con una república y un sistema civil como Francia, un conservador pueda divorciarse, a pesar de ser cristiano, y liarse con otras mujeres, y, encima, dejar entrevistas a medias si le tocan lo privado cuando él está hablando de lo público. Claro que eso me recuerda a muchos actores...

¿Se imaginan aquí a Rajoy confesando una probable y muy rumoreada homosexualidad, dejando a su mujer y liándose con, por poner un ejemplo, Gallardón? ¡Tándem increible para la Moncloa! ¿O a Zaplana casándose con Magdalena Álvarez, por ejemplo? Aunque ya vimos el carrerón de Cascos, que sí que resultó un verdadero ligón el hombre...

La política española tiene lo peor de cada casa. No somos república ciudadana y celosa defensora de ciertos derechos consolidados a base de muertes masivas, como Francia; no tenemos una monarquía con democracia asentada y sensata como la británica; no tenemos un sistema activo en lo político como el italiano o el alemán... en suma, somos oligárquicos, monárquicos, poco democráticos, incívicos, con una noción del estado superficial, pacatos, reprimidos en muchos aspectos y, para colmo, mal avenidos. Triste situación, la española...

Sarkozy, como digo, me cae bien. Puede ser un conservador católico, un privatizador, un contenedor del gasto público, un demagogo con políticas de fuerza contra ciertos altercados, incluso un oportunista hábil; pero el hombre, no el político, que puede (O no) estar haciendo bien las cosas en su país, no sufre el acoso de tantos y tantos por su divorcio y lío con Carla Bruni. Si acaso, la envidia de muchos hombres, y la admiración de algunos que, como yo, querrían ver (Sin ser muy francófilo, aunque sí republicano y admirador de ciertas maneras inglesas) estas cosas en su propio país. Éste país. España.

Lo dicho, cuando un presidente se divorcie y se lie con, por poner un ejemplo, Leonor Waitling, y encima lo haga en su mandato, sentiré que España ha cambiado un poco (Aparte de mucha envidia)

Mientras, la superficie se mueve un poquito, pero el fondo sigue quieto, estancado, corrupto...

Un saludo,

martes, 18 de diciembre de 2007

El periodista manipulado

Me imagino a los dos periodistas, de El País y de Libertad Digital, uno tratando de hacer noticia política del juez conservador del Constitucional y el cerrajero que lo denuncia, y el otro buscando en ello la mano negra del gobierno, sombreada por el GAL. Imagino los hechos y me sale algo más chusco, más pobre y triste. En cualquier caso, otra noticia interesada, manipuladora y manipulada. En ambos medios (Y me valen otros) y hecha por sendos periodistas. Los enlaces, aquí:

http://www.elpais.com/articulo/espana/Denunciado/juez/Constitucional/amenazar/pistola/elpepuesp/20071218elpepinac_2/Tes
http://www.libertaddigital.es/noticias/kw/casas/constitucional/estatuto_cataluna/maria_emilia_casas/roberto_garcia_calvo/rodriguez_zapata/tribunal_constitucional/kw/noticia_1276319808.html

Lo que me interesa es la falta de objetividad. Bien es cierto que todo ser humano está impregnado de subjetividad al ver los hechos, pero los hay que los ven tal como son. Y no por ello ahorran calificativos, precisamente los añaden para enriquecer la descripción o mejorar la percepción del hecho, pero no para manipularlo.

A día de hoy, tanto da un periódico que otro, al menos en España. Incluso el intento del diario Público, dirigido a una cierta masa entre 30-40 años, tibios progresistas o de izquierda, de profesión liberal o buena posición, demuestra lo dicho. Todo diario busca un público objetivo, le da la doctrina que ya acepta, y luego sirve de arma para la batalla entre los periódicos. Pero nunca informa.

Tampoco lo hacen los telediarios, y de las radios, algunas. Al menos, tenemos internet... Vivimos un paradójico mundo de acceso rápido a la información, en donde estamos casi más desinformados que a inicios del siglo XIX. Así que, o agudizamos el sentido crítico, o, simplemente, aceptamos el dogal que nos conduce.

Que empieza por el periodista que nos manipula y que, a su vez, en conciencia, está manipulado. Un sueldo, un trabajo, un horario. Como todo trabajador, da igual que sea izquierdista, derechista, conservador, liberal o de centro. Quien paga, manda. Escribir como un mercenario, por la nómina, finalmente convierte al periodista que eso hace en un personaje manipulado más que manipulador.

La novela negra del período más hard-boiled, años 20 y 30, en los EEUU, hablaba de ellos. Corruptos, como todo el sistema, engrasando una máquina compuesta de jueces, de políticos, policías, empresarios… al final, el individuo, independientemente de su profesión, era quien luchaba contra ello y, o se tornaba cínico conviviente, o moría en el intento a causa de un moralismo y una honestidad que nunca existió en sociedad. Por eso los admiramos todos los lectores, por su nivel de Quijotismo... y el ideal de algo que no es real.

Un saludo,

viernes, 14 de diciembre de 2007

¿Y tú, por qué escribes?

Conozco a muchas personas que escriben. Escriben guiones, escriben correos electrónicos, escriben en bitácoras, escriben para la tele, escriben para revistas, escriben relatos, novelas y cuentos... los hay que escriben incluso en servilletas cuando no hay papel y en papel higiénico cuando van al baño. Mucha gente escribe. La pregunta, ¿por qué?

Aunque parezca materialista teleológico (Que lo soy) se hace por alguna razón. Por expresar ideas, bien, mal o peor. Por contar alguna cosa que les parece interesante. Por crear algún tipo de ambiente, de mundo, de fantasía. Por revelar datos importantes. Por ganar dinero. Por reforzar su ego. Se escribe por estas y muchas otras razones, pero principalmente... se escribe porque se puede.

No hay sociedad ágrafa que haya sobrevivido a nuestros días. O, al menos, las que quedan están ya en vías de extinción. Éstas vivían de la memoria, la tradición oral, el recuerdo, contadas las historias en forma de baladas, de canciones, de poesías. Los padres contaban a los hijos historias que éstos relatarían luego a los suyos. Y así se creaba un vínculo con el pasado más remoto, cuando nació la primera versión del relato, al que luego cada uno añadía algo más, un retazo propio, que podría quedarse o desaparecer. La cuestión es que la narración se mantenía, había una línea tenue pero clara. La escritura, naciendo de la necesidad de la administración y el comercio, acabó con esto. Y la imprenta lo remató.

Yo creo que es importante hablar, tanto como escribir. La escritura es una forma más ordenada, reposada y sistemática de contar lo mismo que uno piensa al hablar (O no piensa) pero por ello también se hace más artificial, más falsa, más deshonesta. Por eso no me gusta del todo la escritura. Como Oscar Wilde, veo la conversación como un arte mayor, como un verdadero reto. Las personas que escriben y necesitan continuamente visitar un diccionario, ya sea este Google o Wikipedia, son personas desprovistas de esa capacidad artística. El buen conversador narra, polemiza, siente, hace sentir y crea, como el bardo ante la hoguera, de noche, en la noche en que las estrellas eran huesos de los mitos y el fuego, mágico brillo adormecedor, crea mundos, crea personas, crea sensaciones, crea, a fin de cuentas, como cualquier dios. Y seguro que así se crearon los dioses, a semejanza de los bardos...

¿Tú por qué escribes, amigo lector? Si escribes. ¿Por fama, reconocimiento, dinero, sexo, poder, ambición, ego? ¿Por necesidad terapéutica, por verter estas hormigas llamadas letras en alguna arena donde dejarlas? ¿Lo haces por placer? ¿Con dolor? ¿Escribes como sientes, sientes lo que escribes, simplemente eres mercenario de las palabras? Seguro que todos tienen sus razones. Las mías, ya las dí en la primera entrada. Así que no me repito; me remito a ella.

"Aquí en la noche, bajo el negro manto agujereado por los alfileres de plata que llaman astros, sentimos el calor del fuego, el cobijo de los familiares y amigos de la tribu. Queremos conocer lo que la oscuridad oculta, e iluminar, hasta que el astro de oro nos regrese la luz, la negrura con colores vivos, luces vibrantes, personajes heróicos, cobardes, traidores, amigables, extraños; con amores imposibles, luchas incesantes, trampas, tretas, negocios. Queremos ver mundos nuevos, mundos que no existen o el mundo que existe desde otros ojos. Haznos sentir, bardo, haznos soñar... ¡Habla!"

Un saludo,

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Lo que es vivir...

Durante los breves años que convivimos con otros, familiares, amigos, amores, enemigos, desconocidos y otras personas variadas, tratamos de buscar, de la manera que sea, la felicidad. Ésta puede tener muchas formas, y ser tan diferente entre unos y otros como colores hay en el mundo. Pero en general, todos tenemos el mismo objetivo; ser felices.

No solamente soy un hedonista algo ético (No mucho, Andrés, no mucho) si no también un pequeño filósofo que busca verdades donde no hay más que sombras escurridizas de certezas tiempo huidas. Me encanta preguntarme sobre la vida y la búsqueda incesante, constante, diaria, horaria y casi al segundo de esa felicidad. Por eso, a veces, olvido el camino que me condujo a la visión del mundo que tengo ahora.

Pocas veces acudiré a mi entorno personal, mi intimidad, para comentar algo. Ésta es una de esas veces. En mi familia hemos tenido tragedias, y además fuertes. Con 10 u 11 años, murió mi hermano mayor, de un accidente de tráfico. Luego, a los pocos años, el segundo en edad, de cáncer. Mi madre quedó destrozada, y eso se sumó a la enfermedad física que ya tenía en forma de depresión. Mi padre calló. Y mi hermano, el que me queda, siguió adelante. La cuestión es que pude ver lo que la muerte hace a las personas; las destroza. La cercanía les hace a todos vulnerables, frágiles. Perder a un padre puede ser natural; a un hijo, no tanto. El dolor encallece, pero no mata los nervios. Y ese fue mi mayor aprendizaje. Cuando mi madre murió hace ya años, tenía asumidas las lecciones en lo más profundo de mi loca cabecita, pero en esa ocasión afloraron con la irracional muestra del dolor que siempre las acompaña. Y hasta hoy, vivo con esos sentimientos, dejándoles que estén cobijados, pero intentando expresarlos de manera que no me destrocen.

¿Esto es una buena escuela? No lo sé, es mi experiencia vital, como diría el pedante. Es una serie de acontecimientos al azar, el azar que cada día más entiendo es parte importante de la vida. El azar, incontrolable, igual a un mar hoy calmo y generoso en la pesca, mañana bravo y asesino. Navegamos creyendo dominar algo el rumbo, la embarcación y lo que nos rodea. Ilusiones. La seguridad, antítesis del azar, no existe. Existe su ilusión.

Podemos entonces vivir atenazados de miedo ante lo que pueda suceder, o más bien expectantes, alertas, alegres ante las posibilidades que se nos puedan dar. Aceptar lo imprevisto como algo beneficioso es una forma de enfocar la vida. Y teniendo en cuenta que, a pesar de lo que digan creyentes y agnósticos, ésta es la única vida que sabemos tenemos con total seguridad, pues es mejor aprovecharla. Hay muchas maneras, como dije al inicio; la felicidad es unívoca en su valor, pero no en su naturaleza u origen. En nosotros está buscar, y en la búsqueda disfrutarla, esa forma. La voluntad, finalmente, es el mejor sistema. Voluntad de hacer, y de no hacer, aquello que más nos conviene...

El ser humano, ese animal perdido en el espacio, es un ser curioso. Y a veces necesita ayuda. ¡Ojalá pudiera yo dársela, misántropo humanitario como soy, a los que quiero y aprecio! Pero unas veces no sé, otras no me atrevo y en otras, simplemente, se escurre la oportunidad. El Azar...

Un saludo,

lunes, 10 de diciembre de 2007

Madrid

Ya toca, ya. Hablar un poco de mi ciudad y de la zona que la rodea.

Primero de todo, sí. Muchos tópicos son ciertos. Pero otros no, como siempre ocurre con las generalizaciones. Ante todo, Madrid es una ciudad circunstancial. Lo es por el hecho de haber albergado la Corte y la capital durante tantos siglos. Por tradición (Aun cuando el conservador y tradicional Franco quiso cambiar la capital y llevarla a Sevilla, por eso de la resistencia del "No pasarán"...) y también por simpleza geográfica y un secreto que no está muy comentado; el agua.

Porque Madrid es una de las poquísimas ciudades de España, si no de Europa e incluso del mundo entero, en la que el río que la acompaña es una anécdota. El Manzanares no es un río, ni siquiera riachuelo. Es un resto de lo que fue un día un río más o menos interesante. Pero no por ello nos privamos de poseer el Puente de Toledo (Puentetoledo en jerga madrileña) cuyo ancho valdría ya para vadear el río, y no digamos su largo... no, la razón es el agua de la Sierra de Madrid. La única Sierra de España, Europa y del Mundo, claro está.

Madrid en principio es lugar de paso de cazadores y recolectores (Cerca de mi barrio hay un yacimiento de mamuts y otros animales que cayeron por los terraplenes del río) y luego de asentamiento esporádico para pueblos diversos. Con los romanos, ni siquiera se toma en cuenta hacer una ciudad; la más cercana será Complutum. Aunque las obras de la M-30 han revelado, en Carabanchel, los restos de lo que puede ser una pequeña ciudad... que ya está convenientemente arrasada. Será con los árabes que se tome el alto donde ahora queda el Palacio Real y se fortifique, teniendo la vega del manzanares para recolectar y cultivar y lo que sería la Casa de Campo como zona boscosa de caza. En los altos se disponen atalayas que comuniquen con las de la Sierra y así se controlen los pasos de entrada a Madrid, entonces llamada, por primera vez, Mayrït (Magerit en castellano) de la que quedan dos pedazos de lienzo y muchas leyendas. Y sobre todo, un maravilloso sistema de canalización subterráneo que aprovecharán los posteriores pobladores, hasta los tiempos de nuevas canalizaciones y presas.

Creciendo la ciudadela, al tiempo la conquistan (Que no reconquistan) los castellanos que vienen de parte de Alfonso VI, y se convierte en una villa más de éstos descendientes de los brutos godos y demás germanos que acabaron con Roma y respetaron a duras penas a los hispanorromanos acostumbrados al vino y el aceite para sus desayunos y comidas. Anodina historia, puesto que está un tiempo en la frontera, pero poco, y hasta las guerras contra Carlos V de los Comuneros, en que Madrid se alía con éstos, no hay mucho más interesante que contar. Tras Villalar y el asedio a la ciudad (Curioso que en Madrid todavía no celebremos esta derrota al estilo de ciertos nacionalismos como el comienzo de una identidad propia... uips, espero no darle ideas a Esperanza Aguirre) queda un tiempo tranquila hasta que Felipe II toma la decisión que cambiará su devenir en tierras castellanas de la meseta; convertirla en capital de los dominios de la Monarquía Hispánica.

Así, entrando de esa manera en la historia castellana, y universal, como capital, Madrid, villa, pueblillo de funcionarios, haraganes de la Corte, nobleza, pillería, poetas y dramaturgos, peleones y demás gente de todo tipo, resulta un caso curioso; capital a su pesar (Recordemos la oposición a Carlos V) que pierde brevemente su condición para darse el primer pelotazo urbanístico documentado de España (El cambio de capitalidad de Madrid a Valladolid durante unos años del siglo XVII) resume el dicho picarón de "Sólo Madrid es Corte... y Madrid es sólo Corte".

Villa y corte, perezosa, afectada del calor sureño sin la misma pereza absoluta, con parte del frío norteño, en la Meseta, protegida por la Sierra del Guadarrama, la ciudad es lánguida, calurosa en verano y fría en invierno. Manchega, castellana, al final castiza. E impertérrita deja pasar los años, hasta que llega el convulso siglo XIX.

Que Madrid se levantó casi con más chulería y cabreo que por otras cuestiones contra los franceses es algo que resulta tan lamentable como gracioso. De cuchipanda. Pérez-Reverte ha retratado muy bien esas jornadas de mayo de 1808, y estoy pendiente de los Episodios Nacionales de Galdós, de su relato, aunque no creo difiera mucho. Madrid es una ciudad como casi todas las españolas, con cierta pereza, cierta indiferencia, cierta gracia y falta de seriedad a un tiempo. Tendente a lo caótico, pero con ingenio. Y el caso es que en el siglo XIX, al ser capital del Imperio antes, del Reino, de la República y de todo lo que se imagine uno, se termina de asentar su carácter de ciudad cosmopolita (Escúchese "Cojmopolitah") pero a la vez profundamente castiza y pueblerina. Madrid es Villa siempre, antes que Corte o Capital o lo que sea.

El carácter actual es el de una ciudad que sigue siendo, a su pesar, capital. Y digo a su pesar porque aquí pesan los miles de funcionarios de todas las administraciones (Estatal, autonómica, locales, organismos varios...) que se juntan con el poder político (Congreso, Senado) judicial (Tribunales Supremo, Constitucional, la Audiencia Nacional) ejecutivo (La Moncloa) y real (La Zarzuela, aunque antes fuera El Pardo)

Esto es, aquí tenemos todo el mundo oficial y oficialista, pero sin oficio claro. Los funcionarios mandan, como en todo palacio o lugar de control. Y eso da un carácter perezoso, lánguido, indiferente a los problemas generales, sin ánimo de inventiva, de riesgo, totalmente relajado y enervado. Ciudad de paso, pero también de estancia, las empresas tienen sedes aquí por estar cerca del poder, como las embajadas, y en general, hay riqueza, sí, generada por el circo de ser Capital. Villa y Corte, ahora en nuestros tiempos.

Madrid no es una ciudad cosmopolita por vocación. Lo es por casualidad. Franco trató de eliminar el espíritu de ciudad castiza y rebelde que se le opuso (Y aquí puede que no prohibieran lenguaje alguno, pero sí que se fusiló, y se fusiló y reprimió más que en muchas otras partes de España... pero ni siquiera sabemos ser victimistas) pero al final entró en la misma dinámica de ciudad que no es fabril ni febril, que es, nada más, un agradable accidente en medio de la Meseta.

Madrid (Léase "Madrizzz...") tiene chulería, sí, y también soberbia. Tiene camaradería, y nadie pregunta de dónde es uno. Aquí llegar ya es una denominación de origen. Quedarse, un triunfo. Como la canción de Sabina, es muchas cosas, y si tiene su lado oscuro, o gris, o sucio, lo tiene como toda ciudad moderna. Madrid es grande, y no siente periferia alguna (O sí; la mayor periferia que siente es la de los pueblos de alrededor, Móstoles, Alcorcón, Leganés, Getafe, Alcobendas... los cuales en varios años terminarán siendo barriadas de Madrid, si no lo eran ya de hecho) pero es porque Madrid, para un madrileño, lo abarca todo. Es España. Es un pueblo.

Querría terminar diciendo que estamos curados de todo nacionalismo, español o el que sea. Es falso; ahora la política, sumándose al carro de buchas torpes que es quien ha tirado de la nación estos últimos años, se hace nacionalista madrileña. Un nacionalismo pseudo español antinacionalista (De los demás) pero muy jaleado por la derecha y los conservadores de Aguirre y el PP. En Madrid, indiferentes como siempre a los políticos, con la inmigración llegando de fuera y arrasando algunos de los caracteres de la ciudad (Con nuestra habitual indiferencia, nos da igual si se integran o no... total, ¡Esto es la Villa!) se deja hacer, se deja pasar. Veremos si al cabo de unos años recuperamos aquel horrible himno que parecía hecho por Millán Astray. Espero que no.

Y aquí seguiremos... tomando churros, porras, pantomaca, manteca colorá y todo aquello que esté bueno. Si en el fondo, por ser funcionarios, perezosos, vividores y juerguistas, castizos, a fin de cuentas, nos gusta lo más importante; vivir la vida.

Un saludo,
David

domingo, 9 de diciembre de 2007

De cómics, tebeos y novelas gráficas

Cuando era niño asaltaba los quioscos buscando uno de los dos cómics que más me gustaban, "Spiderman". Entonces los llamaba así porque tebeo era "Mortadelo y Filemón" y los Asterix y Tintín. El otro cómic que buscaba era, si había algo, "Lobezno". Del cómic y el tebeo diré que el primero lo dejé pronto (La Marvel y DC, los magnates del asunto, dejaron de interesarme... superhéroes planos, salvo Peter Parker o Lobezno) y el segundo lo tomé esporádicamente, si bien Tintín es para mí algo odioso (No soporto la configuración de las viñetas, con esos bocadillos llenos de diálogos cursis de repollo ni el flequillo ñoño de Tintín) y los de Asterix... pues como que prefería a los romanos.

Esos cómics, tebeos o como se llaman, se complementaban con una nueva condición de relatos en viñetas que no sabía encajar. Primero en historias cortas, sueltas, encontradas en las antologías de "Víbora", "Zona84", "Cimoc", "Cómix" y similares. Allí conocí al "Kráken" de Bernet y después a su "Torpedo", o los de "American Flagg" y tantos otros relatos de corte postapocalíptico (El tema de guerra nuclear en los 80 fue prolífico, y aun continuó un poco en los 90) además de múltiples historias eróticas o directamente pornográficas. Los que digo estarán aun en la casa de mi padre, o parte en donde mi hermano. Pero muchas historias siguen en mi cabeza, y sus imágenes me siguen acompañando con placer. Richard Corben, Will Eisner, Juan Giménez, Pepe Moreno, Josep Beá... Fue el primer paso del cómic o tebeo infantil hacia lo que los culturetas dieron en llamar Novela Gráfica.

Una Novela Gráfica no es, ni más ni menos, que un cómic, un tebeo. Viñetas con diálogos, o sin ellos, en blanco y negro o en color. Es como si al cine le llamáramos ahora cinematógrafo, o kinegrafía. Expresiones pedantes que encubren la realidad simple y perfecta; un tebeo.

Y así conocí a Hugo Pratt, a los inigualables Trillo y Altuna, a Manara, y a tantos otros como Frank Miller o Allan Moore, gentes que han hecho maravillas en este arte que es cine, es literatura, es pintura y son más cosas.

Mi gran admiración primero es para Corto Maltés. Siempre. Será el primero de la lista, claro está. Él y el mundo que vive, los que le rodean... pero el contrapunto de Torpedo, de ese asesino sanguinario pero casi tierno, precursor hispano de Tony Soprano, tampoco lo olvido. Y Lorna de Azpiri, o los muchos Clics de Manara tampoco puedo dejarlos de lado. Y tantos otros personajes que no puedo enumerar aquí, pero que me dieron grandes tardes (Y mañanas, y noches) de placer, que me las dan aun y que espero que no dejen de hacerlo. Igual que me encanta la palabra impresa y el cine dialogado, el tebeo, que conjuga estas dos pasiones, es la otra que me acompaña.

Y espero que por mucho tiempo.

Un saludo,

miércoles, 5 de diciembre de 2007

El eterno debate de la Educación.

Ahora la educación de los niños es un problema de la de los padres. Hace más de treinta años, el maestro era un tipo respetado en parte, gracias a su teórica autoridad que llegaba a lo físico, incluso. Pero ellos mismos contribuyeron a perderla, porque muchos, imbuidos del rebelde sentimiento contra todo tipo de autoridad, incluida la suya propia, la degradaron y fueron dejando que el péndulo oscilara del autoritarismo al respeto, y del respeto…

¿Culpables los padres? Pues sí, lo son en mucha medida. ¿Y los profesores? También, por qué negarlo. ¿Y el sistema educativo que diseñan los políticos? Creo que esto es innegable y más claro que lo anterior. Los alumnos son siempre los mismos, y eso no cambia, así que no cuentan en el reparto de culpas. Entonces, ¿Qué es causa y qué efecto?

Los padres se inhiben en muchos casos. Política económica; cuesta menos que el niño esté estabulado en la guardería, el colegio, el instituto, la universidad (Antaño dique contra la mili y el paro) o cualquier curso que el estar atentos, dedicados, buscando siempre al profesor, exigiendo calidad, resultados, ayudando a obtenerlos. Muchos padres incluso llegan a justificar el “Me tiene manía” del alumno y lo perpetúan. El profesor y el sistema educativo es entonces para ellos un medio en el que dejar al niño o niña a cargo de un tercero. El que le va a educar, nada menos.

Los profesores, como he dicho, partieron de una autoridad completa para llegar a un punto actual en el que pueden ser objeto de agresiones sin más. La defensa del menor es absoluta, incluso cuando pega al profesor. Por tanto, o construyen una autoridad volátil, temporal y delicada, y eso implica vocación, entorno y mucho esfuerzo, o, simplemente, merodean por el mundo educativo como funcionarios con plaza (O sin ella) y tendentes a la baja por depresión.

Yo creo que el problema no es de profesores ni alumnos. Los padres en parte sí, porque aceptan el modelo sin rechistar. Demasiados años de educación represiva y religiosa (Aunque fuera sutil) . Que los profesores sean como son es culpa del sistema educativo y por tanto, en última instancia, de los políticos. Ya digo, los alumnos son como son siempre.

Hay temas que, independientemente del color político (Aunque hoy día eso no existe ya en las oligarquías que mandan en las democracias formales) requieren una clara solución. Éste es un caso. Francia, país añejo en el tema, lleva sin tocar el esqueleto educativo décadas. No es la panacea, pero funciona. Se actualizan contenidos, se mantiene el armazón básico. En los países nórdicos, el profesor es más una institución clave y respetada en sociedad que un estabulador-educador. En todas partes, se crea un sistema ético en el que el trabajo docente, investigador, el esfuerzo por dotar de conocimientos, crear inquietudes para adquirirlos y enseñar valores es lo que resulta clave para el éxito.

Si en España se borrara la absurdez neo-nacionalista de las comunidades autónomas que limitan los conocimientos a un área reducida (Constreñida a las fronteras artificiales de las CCAA jurídicas) y se abordara un sistema común, de base, en educación, consensuando aspectos que son básicos (Laicismo de la enseñanza, dejando la religión en la esfera privada, por ejemplo…) cambiando la forma de acceso de los docentes (Nada de oposiciones, concursos o similares; ¡todo un reto en un país de funcionarios efectivos o mentales!) invirtiendo mucho dinero en equipos, en medios, en instalaciones (Edificios más adecuados y mejor dotados) y consensuando un conjunto de conocimientos asesorados por técnicos, no políticos, quizá, sólo quizá, podríamos lograr un cambio.

Ahora mismo, lo único que tenemos son mentes agudas, brillantes a veces, sin medios, sin respeto, sin un sistema institucional y estatal que les apoye de veras. ¿Sorprende pues que los profesores sean menos vocacionales y más funcionarios? ¿No tienen nada que decir los padres en todo esto?

Pero como he dicho en otras entradas, a nuestros políticos les conviene. Un analfabeto funcional lee peor los contratos de trabajo (Cuando hay) se endeuda más fácilmente porque no sabe contar bien su sueldo y es más manejable, dócil y sirviente. Por eso acabaremos manteniendo, como siempre, a la elite del privado. Ahí saben bien a qué se va… y cuesta dinero. El mismo que debería ir de nuestros impuestos a la educación pública.

Un saludo,

martes, 4 de diciembre de 2007

Juegos de Mesa

Desde pequeñito he sido un ludópata. Todo lo que fuera ocio, juego, diversión y demás me encantaba. Me recuerdo con pocos años amasando las monedas de plástico que imitaban doblones y los pagarés de falso pergamino de La ruta del tesoro, una imitación del Monopoly. Me recuerdo con su caja de plástico duro, que al tiempo usé para guardar mis colecciones de soldaditos de plástico pequeños de diferentes ejércitos de la Segunda Guerra Mundial. Los compraba en sobres de papel duro en tiendas, esperando siempre cosas nuevas. Y los tanques. Por supuesto, me recuerdo montando batallas campales donde las piezas del Tente eran estructuras bombardeadas, edificios derruidos, fortines, laberintos de trincheras... incluso, en el colmo del realismo, quemar las alambradas de plástico para imitar el uso de lanzallamas...

Los juegos de mesa son caros. Al menos para un muchacho de pocos añitos. Por eso pronto me aficioné a jugar a los que tenían otros, o, cuando era mi cumpleaños, pedirlos. Así recibí el Imperio Cobra, mezcla de aventuras Indiana Jones y juego de la Oca pero con una pieza de plástico de la cobra que era genial. Y el colmo de los colmos... el Heroquest. Éste se lo regalaron a Emilio, y fue el motivo de aficionarnos al rol. Pronto pasamos de jugar con tableros y piezas, con limitadas estructuras y aventuras, para entrar a jugar en mundos más vastos. El primero, la Dragonlance. Tenía apenas 11 o 12 años...

El rol ocupó (Ocupa) un lugar destacado en mi ocio. Parte juego, parte entretenimiento social (Hablar con amigos, contar chistes, comadrear y ser porteras...) se disfrutaba (Disfruta) por lo amplio de sus posibilidades. Pero tambien es cierto que, muchas veces, las reglas se iban poniendo sobre la marcha... y eso lo hacía (Hace) todo más caótico y divertido.

El Trivial, el Risk, el Pictionary... todos esos los he jugado. Con las Ocas, Parchises y demás. Y el Ajedrez... no hay nada más dulce que ganarle a tu hermano mayor en ese juego (Y al baloncesto, para qué negarlo...)

Pero pronto entré en otro nivel de ludopatía. Fue el Maquiavelo, juego de intriga, estrategia política y militar en la Italia de los principados, reinos y dominios de los siglos XIV a XVI. Ahí había reglas sencillas, y la mejor manera de ganar era manipular, engañar, pervertir y quebrar al contrario. Las reglas eran la base, pero el comportamiento social, la clave del éxito. Grandísimo juego... pronto pasamos a otros, y aunque ya son muchos, puedo mencionar con agrado el Imperio en Armas (Del que llevo 2 años eternos jugando una partida interminable, en la Europa de las guerras Napoleónicas...) que aun siendo complejo (El manual tiene más de 100 páginas con reglas detalladas) es muy divertido, y sobre todo, sobre todos los juegos (Carcassone, Guillotine, Zombie, Guerra Civil Española de NAC...) uno que retomaré el próximo jueves. El República de Roma.

¿Por qué? Historia. Roma. Senadores. Ascensos al poder. Manipulación de la plebe. Equilibrio. Reparto de poderes. Asesinatos. Coacción. Engaño. Trampa. Acuerdos secretos y públicos. Apelaciones al honor y a la honestidad en medio de truculentas tramas. Tribunos. Pontífices. Cónsules. Guerras... lo tiene todo. Y aunque las reglas sean un tanto complejas, y más al añadir más reglas complementarias, es un juego magnífico, interesante, divertido, fascinante. Y encima, bien hecho, tanto que se podría aprender mucho de Roma y sentirse un senador sin tener que vestir toga. Aparte de lo mucho que se aprende de la condición humana...

Es un gran juego. Yo tengo fama de demagogo, manipulador, orador charlatán, influenciador y corruptor de mentes débiles o desorientadas. Pero es falso... yo disfruto jugando. Si la República sobrevive (Algo que no sucede en 3 de cada 4 partidas) es cuando me planteo la victoria (Escasamente sucede...) pero sobre todo, me encanta jugarlo.

La esposa de un amigo llamado Fran, Bea, llama a los que tienen mucho tiempo libre y excesivas aficiones "Ociópatas". Yo, modesto, me califico de "Homo Ludens". El jueves lo podré ratificar...

Un saludo,

domingo, 2 de diciembre de 2007

Ya he vuelto

"I'll be back", dijo aquel T-800 en Terminator frente al mostrador de una comisaría con un oficial de policía de mostacho y aburrida faz. "I'll be back", dijo también MacArthur cuando le echaron los japoneses por su incompetencia de las Filipinas en la Segunda Guerra Mundial. "Ja sóc aquí", proclamó ufano Tarradellas en Barcelona cuando retomó la Generalitat. El eterno retorno de Nietzsche, la vuelta de las vacaciones, el regreso al trabajo... vencer, triunfar, con el simple regreso. Yo he vuelto. Y eso es lo que me importa.

He vuelto a pisar una cancha de baloncesto, el parqué sinuoso, a sentir el bote bajo las manos, el balón, su tacto, la canasta, lejana pero alcanzable, las líneas, delimitando mi libertad de acción, el bosque de brazos y piernas, los movimientos zigzagueantes de mis compañeros tratando de penetrar, mis propios movimientos, la defensa sudorosa y pegada al cuerpo, el instante eterno antes de cazar el rebote, el pase bien mandado, el pase perdido, el recibido, y sobre todo, el tiro y la canasta lograda. El suspiro de la felicidad, el momento del logro; ha sido un simple triple, pero para mí valía como toda una liga...

Han sido pocos minutos y bajo fuerte preparación. Un calentamiento con el bueno de Pepe, que me ha ayudado a sentir de nuevo esos músculos perezosos, abotargados, yacentes en su molicie. Poco a poco los dolores se han despertado, el cuerpo ha entrado en una dinámica diferente. El botar de los balones, el golpe al hierro cuando se tira, el "chof" claro y limpio de los encestes... todo con chirriar de las zapatillas sobre la cancha, algunas voces de los banquillos con el "¡Vamos vamos!" y "¡Defensa!", y mi pierna izquierda ha escuchado todo esto, lo ha sentido, lo ha añorado. Y ha reaccionado. Si por jugar 4 o 5 minutos debo calentar antes 20 y después otros 10 o 15, bienvenido sea.

Mi estadística, penosa. 2 balones perdidos, 1 asistencia, ninguna falta hecha o recibida, 2 intentos de triple y 1 convertido (Un 50% que no es nada) 1 rebote y una defensa blanda, inconsistente. Hemos perdido de 12 o 13 puntos, y ellos están primeros y nosotros terceros. Pero era el sexto partido que se jugaba, con gente que no conozco (Excepto Pepe) y después de un buen balance de 1 derrota (Ahora 2) y 4 victorias.

Pero lo más importante, para mí, fuera de números, es que he vuelto.

Y espero que para quedarme. Es mi rodilla, es mi rodilla...

Un saludo,

jueves, 29 de noviembre de 2007

Lecturas (2)

Retomo este tipo de escritos, porque me encanta hablar de los libros que pasan por mi manos y ante mis ojos.

Últimamente he dejado un poco de lado la novela sin más, la novelita, el librito instrascendente, el relato sin complicaciones. Y cuando vuelvo a ella, logro retomar las ventajas de la imaginación, del vuelo libre, del sueño lánguido y perezoso. Me vuelvo a sumergir en mundos ficticios, muy reales, propios y ajenos, tenebrosos y soleados. Las palabras deciden entonces jugar una danza que entrelaza descripciones de lugares, hechos y personas, un baile del tipo de Salomé, ejecutando así la decapitación de mi cabeza que no puede dejar de leer, hipnotizada. Estos libros son, en definitiva, un Maelstrom voraz, un vórtice turbulento, una llamada al fondo de mis entrañas...

Como el hombre que estaba enamorado del amor, yo estoy como lector enamorado del hecho de la lectura, sea ésta la que sea. Leer es un acto entonces libidinoso, sensual, pornográfico, reverencial, mágico, anodino, susurrante, soso, especial siempre. Leer, como amar, se convierte de pronto en el acto en sí mismo, no en lo que se lee. Puede ser un libro de Pérez-Reverte, como el último de Un día de cólera que he comprado ahora mismo y ya estoy terminando, arrebatándome del tiempo, del espacio y de la realidad para llevarme a otro Madrid que no es el de ahora, pero lo fue. O el de Julia Lovell sobre China, La gran muralla, apresando mi crítica hacia ese país, esa forma de pensar, ese lugar exótico y también destartalado, si he de dar crédito a lo que Rafa (Tardaba en asomar aquí, mi Rafita...) me cuenta. Pero también es la novela épica, chusca, española, castiza, grandiosa y triste de Pérez Galdós (Otro Pérez famoso) sobre Trafalgar, primero de los Episodios Nacionales, iniciados con una derrota, por orgullo, por decencia, por ineptitud, por honor... y puede ser el libro de un español con seudónimo anglosajón como J. S. Charles, con La caída del Águila en donde mezcla para mi júbilo dos mundos, el de Lovecraft (Maestro de pesadillas, de ambientes, de deformadas realidades) y el de la historia de Roma... también Javier Negrete, primero con Señores del Olimpo y después con la magnífica ucronía de Alejandro Magno y las Águilas de Roma... también me ha hecho soñar León Arsenal y su exploración en La boca del Nilo, novela histórica cuyo género cada día copa más el mercado. Pero no olvido a mis fieles escritores, y no puede pasar un año sin que relea con gusto Cosecha roja, de Dashiell Hammet. Todo está ahí, todas las muertes, toda la sangre, todo el cinismo, toda la reserva última de decencia del hombre, todas las mujeres, todo delito por dinero, toda corrupción... sin estas historias, sin estas novelas, el mundo sería gris. Y si no hubiera una voz como las que las narra, alguien debería impostarla. Yo me siento agradecido a todos ellos, porque me han dado su verbo, su letra, su imaginación, y me la han regalado, pagando el mezquino precio del libro que abro. Como mi novia (Ojalá, futura esposa) sabe, mi idea de ir de compras es asaltar las librerías, y lamentarme del tiempo que falta para leer.

Añado también a esta relación, escasa, minimalista, inútil a fin de cuentas, un tipo de lectura que la gente que me conoce entenderá y los que no, pues lo siento por ellos. La que hago cuando escucho a mis amigos interpretando, en una mesa, con simplemente hojas de papel, lápices, gomas y dados, personajes, situaciones y momentos que nunca más se darán. Hablo de esos juegos de imaginación que algunos desconocen (¿Acaso leer no lo es? ¿O ir al teatro?) y que se llaman de rol por la interpretación que uno hace de personajes ficticios, inventados por uno mismo. En ellos, yo, como lector, y como narrador al mismo tiempo, disfruto. La imaginación entonces no tiene un límite, no tiene barreras. Pero, como en la lectura, es imaginación...

En fin. Éste no sé si es mi último año consumando mi placer absoluto de ir a una librería y encontrar un libro que enseguida catalogo para lectura inmediata, como el de hoy de Pérez-Reverte (Y al tiempo, dos más, uno de narraciones verbales de Oscar Wilde y otro biografía de Hitler, de Kershaw... las memorias de Azaña son para lectura tranquila y estudiosa) o de otros que me doy una espera o incluso me pienso para una enfermedad o lesión (¡Falso! Nunca he leído más en esos casos... la fiebre ya teje fantasías suficientemente coloridas, y el dolor de las lesiones incapacita para disfrutar... no entiendo a los que dicen haber leído en esas épocas; yo, a lo sumo, me meto en una cama, en pleno día, con un libro, y al calor de las mantas, leo, luego duermo, luego leo... y ahora encima, sin necesidad de quitarme y ponerme las gafas...)

Quizá el año que viene mis lecturas sean, desgraciadamente, pdf's marginales, obtenidos clandestinamente, o libros descuartizados, maltratados, de bibliotecas de las que me gustaría salvarlos y darles acogida en la mía, que espera, para el 2008, un lugar no sagrado, pero sí respetado y cuidado. Mi nueva casa...

Un saludo,

lunes, 26 de noviembre de 2007

Cataluña

Quizá el ser del "centro" (¿Qué centro?) permita otra perspectiva de esta tierra española. Y empiezo así, considerándola española, porque comparte mucho del carácter de otras partes de la península e ínsulas.

Cataluña me encanta. Me parece un lugar privilegiado, si bien, como muchas otras partes, sobreexplotado. Especialmente Barcelona, ciudad en la que he estado varias veces, y que posee un carácter especial. Pero en general, toda Cataluña, la que he visitado, tiene un extraño aire de lugar antiguo, del pasado, no muy lejano, de mi infancia. Ciudades sucias, desconchadas, asfalto roto, pátinas lustrosas, un carácter de gente muy cercano al de mis vecinos. Sé que suena extraño, pero la Masía que funcionaba de casa rural en El Garraf en donde pasé un fin de semana, no tenía tanta diferencia con respecto a las casas de León donde pasaba mi infancia, o de Burgos en donde paso ahora algunas temporadas.

Los que aducen el tema del idioma no comprenden que, en otras partes, se puede hablar diferente. Y en Cataluña, aunque suene a chiste, hablan catalán. Que si se hace un esfuerzo, se puede entender en gran medida. Y que, como nosotros cuando usamos una palabra local, propia, es el lenguaje vivo, propio de su población. Un madrileño que crea descortesía el que le hablen en catalán estará errando. Como me decía mi nuevo amigo Francesc (Bien escrito, espero) debe haber un "catalán loco" (Que aunaremos al "vasco loco" y similares) que va por el mundo derrochando descortesía y hablando en catalán muy cerrado en cuanto percibe a un castellanoparlante... pero no es así. Aunque encontré un caso similar, más bien lo considero anecdótico. Sucedió en Irlanda, así que lo tomaré como que el "catalán loco" existió por unas horas...

Yo no tengo inconveniente en usar palabras de fuera. Gerona me suena mejor pronunciando "Yirona", y lo mismo con el Juventud de Badalona; "Yuventut". Tienen sonoridad, tienen fuerza. Y me asombra que aquellos que dicen "Briefing" o "Bye!" a cada tanto, por ejemplo, abominen de un simple "Si us plau".

Claro que está el tema político, y el independentismo. ¿Qué será que allí muchos con los que se habla piensan que sus políticos no representan ni a un 10% de los que allí viven? Será el problema de toda España, el de la Administración triplicada (Estatal, Autonómica y Local) que en vez de descentralizar los esfuerzos y lograr mayor eficacia, ha logrado crear parcelas de poder ineficaces y en las que colaborar es casi un delito. Especialmente se nota en los lugares nacionalistas, que se han servido (Sus políticos, como siempre; las personas normales piensan más en lo que cuesta todo y en si mañana será mejor día... como en todas partes) de un cierto victimismo de "Cuarenta años de franquismo" con el que justifican aquello de lo que abominan; un nacionalismo excluyente, cerrado en sí mismo (Tancat, dirían los catalanes) y que limita a los demás por imponer lo que se considera "cultura oficial". Tanto es así, que al catalanismo, al vasquismo, al tímido galleguismo, se han unido ya los que reivindican el Bable, el Lliunes... y otras variaciones de la lengua. Yo, si sigue así... ¡Quiero que el Cheli se reconozca dentro del espacio geográfico de Carabanchel como lengua vehicular, y la cultura asociada también! Ah, esperad; Esperanza Aguirre está creando ya un cierto nacionalismo... madrileño. Pero al menos aquí no se ha vivido un victimismo beneficioso para Cataluña, a pesar de tener bien jodidos a muchos, de que Franco quisiera llevarse la capital a Sevilla, de que los madrileños más castizos palmaran y el resto sea de la inmigración... claro que tambíen los políticos capitalinos (Aquí juntamos la cuarta administración ineficiente, la dedicada a las testas coronadas...) han mirado con indiferencia a Cataluña. Y al resto. La "periferia" que dicen fuera. Madrid es perezosa...

Todos queremos ser diferentes. Pero la diferencia no significa el expulsar al resto. Significa reconocer los rasgos que nos hacen especiales (Y no tanto, no tanto) pero sobre todo los que nos hacen iguales. En España, en cualquier parte, nos unen cosas similares; el trinquismo de los políticos, el obviar los problemas reales para centrarnos en nubes de algodón, el intentar llevar la razón contra viento y marea, el estar tres en una habitación y pedir cuatro cafés diferentes y expresar cinco opiniones distintas sobre el mismo tema...

Yo, de todos modos, no creo en el independentismo. ¿De quién, de EEUU? ¿Del Capitalismo? No, no hay ya nada de eso. Como me decía Francesc, me prefiero como un Hispanorromano; es una buena denominación. Al menos, mejor que el triste corolario que sacaba Ortega y Gasset de reflexiones más profundas que las mías y que cito de memoria: "Los españoles serían felices si pudieran llevar en el bolsillo una constitución personal que dijera Este españolito está autorizado para hacer lo que le venga en gana cuando quiera"

Seguiré disfrutando del Trinxat, el Pà amb Tomaquet o la crema catalana... y a pesar de que no puedo con las bebidas de burbujas (Me producen mucho malestar, el cava, la sidra, el champán... esas cosas; el boicot me lo hace mi estómago...) levantaré siempre una copita de vino, del lugar o de cualquier lagar, siempre que me la sirvan con los amigos, las personas con ganas de vivir y... las buenas mozas.

Otro día hablaré de Madrid... ciudad cosmopolita en una región castellana. Y ciudad accidental, pero imprescindible. Como tantas otras. Yo ahora me haría neoyorquino... (Antaño, dublinés, o lisboeta, e incluso gijonés)

Un saludo,

jueves, 22 de noviembre de 2007

El cine acrobático

Charles Chaplin, Buster Keaton y Harold Lloyd. Charlot, Cara de palo y El hombre de las gafitas. Tres cómicos que en el mudo hicieron portentos, cuando los efectos especiales eran ellos y las acrobacias solían terminar en alguna caída dolorosa. El cine original, como los EEUU, se construyó mediante trabajo duro, muchos accidentes y una voluntad férrea de seguir adelante.

Sus películas están llenas de carreras, saltos, cabriolas, persecuciones, peleas, escaladas y golpes de todo tipo. Si nos encanta ver a alguien que intenta una proeza y se cae, provocando la risa, no es menos cierto que nos asombra el equilibrio, la fuerza, la potencia y la habilidad para pasar de un salto un precipicio, correr un campo entero con obstáculos, trepar a un edificio sin más ayuda que las de las manos o patinar al borde de un abismo. Los tres hicieron estas maravillas, arrancando lágrimas, carcajadas, risas cómplices, bocas abiertas expectantes y suspiros de alivios. Era un cine trepidante. Un cine que no daba descanso.

Después de ellos, llegó el sonoro. En él abundaron los galanes como Rodolfo Valentino, pero hablando. Y los diálogos tomaron el relevo, cosquilleando los oídos con ingeniosas frases, con réplicas mordaces, sentencias de enjundia... pero se perdió esa alegría física de los actores que iban a 18 fotogramas por segundo, a una velocidad que hoy se piensa es de dibujos animados. Y llegaron los Erroll Flynn y los Burt Lancaster, dando saltos entre árboles, cabalgando con precisión, tomando al abordaje barcos mediante arriesgadas maniobras con los cabos sueltos... y se hizo musical, porque llegó Gene Kelly que convirtió un duelo a espada en un baile coreografiado (Bueno, ¿no lo es la esgrima?) o se dedicó a homenajear precisamente a los cómicos del mudo con su gran película, Cantando bajo la lluvia. Todo un broche de oro desde el sonoro para un cine que era, puramente, cine.

Tampoco me puedo olvidar de una de las mejores películas con la casi mejor secuencia de esgrima de la historia; me refiero a Scaramouche. También es un cine acrobático, mudo, y lo es porque la secuencia, larga, juega a mostrarnos el mundo entre bambalinas de los actores de teatro, y a la vez, a luchar contra esa tiránica aristocracia cuyo espectáculo es tambien hermano suyo. El equilibrio de Stewart Granger peleando con Mel Ferrer en el palco, durante casi 10 minutos de trepidante duelo, es antológico. Y la tensión, la aventura, las sensaciones que despierta todo ello son magníficas.

Después... después el cine entró en otra dinámica. Cacharros con aparatosa forma, caídas torpes (Aunque tengo cierto cariño a Jerry Lewis) y pocas gracias. Hasta que hace poco, el cine acrobático parecía retornar, primero de la mano de los orientales (Muchos cables, fantasía y falsedad) y sobre todo de un incombustible y muy poco apreciado Jackie Chan (Que es para mí impresionante) pero sobre todo lo consiguió de la mano de grandes producciones de cine fantástico y plagado de efectos. Terminator 4, Matrix Reloaded, el último 007 o La jungla 4.0 contienen escenas donde el protagonista no es ágil, alegre, fascinante ni tampoco sincero. La primera y la segunda tienen una secuencia larga y aburrida en una autopista donde los protagonistas son gente seria, pesada, grave, estéticamente pedante y pasada. Duran mucho y las acrobacias, a cámara lenta algunas, son ya pornográficas en el sentido de mostrar todo sin más, pero sin arte, tampoco. Las otras dos contienen escenas imposibles, en las que un cuerpo humano no podría hacer eso que hacen. Y especialmente todas contienen grandes masas de coches y de asfalto, de edificios, de explosiones... masas de destrucción y aniquilación que no producen, paradójicamente, más que aburrimiento.

El cine acrobático de los tres primeros, Charlot, Cara de palo y El hombre de las gafitas era sincero, estaba hecho por ellos (Con fracturas, esguinces, pérdidas de dedos o algún sentido) y pretendía mostrar hasta dónde llegaba el hombre en ciertos casos, tensando al máximo sus capacidades, pero siempre guiados por la voluntad. Ahora, el cine muestra falsedades, tanto que dan ganas de ir con un mando de consola o simplemente, no ir. ¿Qué ha cambiado?

Por si acaso, me quedo con dos frases, una de Sabatini y otra de Burt Lancaster. La primera nos dice que nació con un don de la risa y la seguridad de que el mundo estaba loco. El segundo nos advertía que no debíamos creer la mitad de lo que viéramos, y la otra mitad... pues tampoco. Ambos eran, siempre, sinceros.

Un saludo,

martes, 20 de noviembre de 2007

Lecturas (1)

Uno de los mayores placeres es leer. Sentarse, acomodarse en un lugar propicio, y tomar el libro (O el cómic) donde te van a contar una historia que, si es buena, te hará formar parte de la misma. En silencio, con música, en un día de sol, de lluvia, en la playa, dentro de casa, sobre la hierba... casi cualquier lugar es bueno. Incluso yendo a trabajar en el vagón de metro o tren, en el autobús, si vas sentado. Tengo un tic, que es curioso, cuando salgo. Siempre miro algún libro que me pueda leer en parte durante el trayecto, y eso me sucede incluso cuando voy a coger el coche. Alguna vez me he sorprendido llevando un libro y dejándolo en el asiento del copiloto...

Siempre descubres autores nuevos, lecturas nuevas. Incluso géneros. Hasta el año anterior (o el otro, no sé ya) no conocía las "Ucronías". Ciencia ficción de la historia, imaginativa, estudiada, sorprendente. Una de ellas es sobre la guerra civil española, la última, y se titula Franco, una historia alternativa. Otra del mismo tema es La historia de España que no pudo ser. En ambas ucronías se despliega, durante varios relatos, alternativas a los hechos históricos que todos conocemos o deberíamos conocer. Y así resulta curioso ver que la Historia no es inmutable, no es fija, ni tampoco hierática. Es un ente vivo constituido por los seres que la narran, los que la protagonizan y los que quedan fuera del foco. De éstos últimos, de la historia de los que no salen nunca, es interesante ver que nadie habla. Franco, Azaña, Rojo, Negrín, Caballero, José Antonio, Yagüe, Companys... pero nada de los García, los Pérez, los González o Villuegas que hay por la historia protagonizada por otros.

Si las ucronías son para mí una revelación (Parte historia, parte ensayo, parte Ci-Fi y parte novela) también lo son algunas biografías y memorias. Guardo buen recuerdo de las de Cansinos Assens, La novela de un literato, así como de las que tienen Stephan Zweig con El mundo de ayer o la de Miguel Torga de La creación del mundo. Ahora mismo estoy con las memorias de Pablo de Azcárate, Mi embajada en Londres durante la guerra, que también recogen un período interesante de la historia. En todos los casos, son memorias de un siglo, de momentos entre el final del XIX y el XX. En ellas, la memoria es interesante ante ciertos aspectos conocidos; la Gran Guerra (Luego, por eso de dar ordinales, Primera Guerra Mundial) los felices años 20, la Depresión y las crisis de los años 30, los totalitarismos, la Segunda Guerra Mundial, las posguerra y el fin de un mundo... con ellas, uno se da cuenta de que no hay "cierres" temporales, puertas o paredes que delimiten un siglo respecto de otro, salvo el cómputo del calendario. El siglo XIX casi comienza en la revolución francesa (e incluso en la independencia nortemericana) y termina allá por Nagasaki, en medio del siglo XX. A los que gustan de la categoría aristoteliana, ésto les parecerá un horror, pero es la conclusión a la que llega uno.

Pero las memorias, que suelen dar una luz sobre el mundo histórico, suelen ir acompañadas de esa especie de crónica literaria de actualidad mezcla de biografía, de historia y de sensacionalismo que es el periodismo. Tres buenos periodistas del siglo XX, Josep Plá, Eugenio Xammar y Ryszard Kapuściński, tienen obras buenísimas que trascienden el periodismo. Los dos primeros cubrieron, respectivamente, uno la II República española (Inicialmente con entusiasmo no exento de ironía e incluso algo de escepticismo, pero turbadoramente optimista... hasta que se pasó al otro bando) y otro la República de Weimar y el ascenso de Hitler y el partido nazi en Alemania. En sus crónicas, recopiladas en La segunda república española y los dos libros de El huevo de la serpiente y Crónicas desde Berlín, ambos muestran oficio, manejo de la palabra pero, sobre todas las cosas, percepciones certeras, análisis muchas veces confirmados con el tiempo y, en suma, clarividencia. Pero Kapuściński no queda atrás. Desde su desolador relato de la URSS en El Imperio, o El Emperador, soberbia narración de la Etiopía de Haile Selassie, logra dar voz precisamente a esa parte del mundo que, tras la Segunda Guerra Mundial, quedó aislado del resto; el mundo de la distopía comunista. Así, estas personas nos regalan impagables imágenes, palabras, hechos, cosas diarias que engrandecen a los pequeños protagonistas de la novela del mundo, los que no tienen foco, los que lo reciben de éstos hombres. Porque en Pla o Xammar hay figuras de gran calado, pero también sitio para panaderos, soldados, conductores de tranvía y otras personas anónimas que son quienes constituyen la verdadera afluencia de la vida. Y en Kapuściński mucho más, incluso, y encima, la valentía de contar un mundo separado, autónomo, impagable el relato que nos regala siempre de cualquiera, desde un monje armenio hasta un pilluelo de Adís Abeba o la desaparición de todo un río en medio de la inmensidad de Rusia...

Ucronías, memorias, biografías, periodismo... todo se entremezcla, ningún género es puro. Todo queda al final fuera de la comodidad de las etiquetas, de la facilidad del prejuicio. Leer es por ello interesante, un pasatiempo, sí, pero también una ventana más amplia al mundo, abierta por seres excepcionales, a veces, o simplemente testigos que intentan contar lo que ven, oyen, olfatean, degustan y palpan. Todos somos así, no digo cultos, si no, más bien, alfabetos.

Un saludo,

lunes, 19 de noviembre de 2007

Blade Runner

Antes del DVD, de lo digital, de lo espectacular, de muchas cosas que ahora nos parecen usuales en el cine, se hacían otras muchas cosas de manera artesanal. El traje de Alien diseñado por H. R. Giger; los escenarios de 2001, minuciosos y sofisticados; las masas de extras en cualquier película del Scope... y Blade Runner.

Para mí, es un antes y un después. Antes de verla, no sabía que el cine pudiera ser tan especial. Después, todo el cine puede contar cosas que los libros de filosofía no registran.

Cuando la ví, en un reestreno posterior a 1982 (Entonces se hacía, más a menudo que ahora) era la versión comercial, con la voz en off, con el final feliz... y aun así, era especial; el futuro apestaba. Lluvia radioactiva, un mundo globalizado, con bicicletas, paraguas, neones desvaídos, chinos, hispanos, animales artificiales, sectas como el Hare Krishna, suciedad en grandes cantidades, noches ominosas, luces parpadeantes, emigración fuera de la Tierra... la ambientación de una distopía, un futuro poco edificante. Quedé impactado. Además, algo había de "mensaje", de visión del mundo desde términos inquisitivos. Y la banda sonora de Vangelis...

Lo primero de todo, me cautivó la recomposición del cine negro. Bogart reconvertido en Ford, Bacall en Sean Young... luego, las alusiones a la humanidad, el qué era ser humano; recuerdos, sentimientos... finalmente, el juego de caza, de tensión, de lucha. Era otro cine. Pasé días enteros buscando un abrigo similar al de Deckard, oyendo la banda sonora de Vangelis, leyendo el relato original de Philip K. Dick... y pasó el tiempo.

Un día, alquilé la película en VHS. Sería finales de los 80. Volví a sentirme cautivado, pero entroncaba además con algunas de mis dudas existenciales; sueños, realidades, mundos artificiales o naturales... y llegó el primer momento de "revelación". El reestreno de la versión que Ridley Scott se supone quería mostrar al público. Inicios de los 90. Fui al cine con mi hermano, una pequeña sala infame, llena, con ruido, molestias y calor, cerca de Gran Vía. Quedé sobrecogido. Ya tenía una teoría de la película, casi de la vida y parte del mundo, pero aquella tarde la rubriqué como casi definitiva.

No acaba aquí mi relación con la película. Nietszche, Unamuno, otros escritores de Ci-Fi, muchas cosas más, añadieron riqueza a Blade Runner. De pronto, un día, en el instituto, un profesor de filosofía sustituto, que parecía venir del punk de los 80, siniestro, licenciado y joven, nos la puso en clase. ¡Qué cambio de pedagogía! Algunos saludaron la película como una clase para saltársela, otros la vieron por ver algo... yo, en pantalla pequeña, me puse ese día en primera fila. ¡Qué diferencia de profesores, repito! el anterior, fumador en pipa, y obsesionado con la lógica ("Si A entonces B y si B entonces C, ¿qué tenemos?") el buen hombre no avanzaba... era conservador, funcionario, avejentado... casi como el edificio carcomido del final de la película, se le escapaba la vida entre sus grietas, como el agua supurante, y no era capaz de ver su propia ruina y decrepitud. El sustituto certificó mi idea; era una gran película a la altura de casi cualquier otro tratado de filosofía.

Los años pasaron, siguieron adelante. La pude ver alguna vez más, la conseguí hace pocos años en DVD, incluso, ¡qué cosas! un amigo, Raúl, me pidió la versión de 1982 que ya era una rareza (Y lo es, no encuentro copias...) y seguí incorporando cosas a la película. Su parecido obvio (Y no tan obvio) con Metrópolis, de quien es deudora, su denuncia de un mundo explotado y por tanto ecológicamente devastado (Lluvia ácida, falta de animales, oscuridad casi perpetua, contaminación que no deja pasar la luz, éxodo humano al espacio...) y sobre todo, sobre todas las cosas, esas pregunta esenciales de "¿Qué me hace ser humano? ¿Y qué es un humano?" junto con una voluntad ante la vida (El clavo es visto como cristiano; yo lo veo nietzscheano, y lo mismo la discusión con el "Padre creador") la hicieron esencial. Entonces, llegó el 25 aniversario.

Eso ha sido ayer, día 18 de noviembre de 2007, en mi 31 cumpleaños. He ido al cine a verla con mi novia, Cristina, mi buen amigo Rafa y su hermano, Javi. Y aparte de sentir que yo he envejecido, pero no así la película, me ha lastimado un tanto que cambiara detalles menores y también que incorporara cosas insustanciales. No las desvelaré. Me he sentido, como no sentí en 1992 (En ese año, la película cambiaba radicalmente de discurso; en 1982, el final era esperanzador, pero en ese momento, el final era claro, duro, diferente...) que ha habido comercialización, antes que cine. Y el cine, una vez más, ahora como consumo antes que otras cosas. Pero a pesar de ello, sigue ahí... siguen las bicis, el atasco, el videoteléfono con pintadas, la falta de luz, los gestos de Ford como Deckard, el humo espeso de los cigarrillos, el agua infiltrada en el edificio, la mano de Batty, los origamis de Gaff...

"Es toda una experiencia vivir con miedo, ¿verdad? Eso es lo que significa ser un esclavo." - Roy Batty

Un saludo,

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Pornografía

Define el diccionario de la RAE pornografía como "Carácter obsceno de obras literarias o artísticas". Dice el María Moliner con mayor claridad que es "Representación o descripción explícita de actos obscenos en películas, revistas, libros, etc." En las dos, la palabra clave es obsceno.

Se ve en ésta definición una clara postura moral, una intención ética. Lo obsceno es pornográfico, se represente donde se represente. Me gusta más la de María Moliner, para qué negarlo, por completista. La cuestión es que, durante muchos siglos, la pornografía se ha asociado a una serie de cuestiones que me apetece comentar.

Primera de todas; es una industria asociada al crimen, a la explotación de las mujeres, a las drogas, a vidas truncadas y malogradas. ¿Es eso cierto? Hay gente que hace muchísimo porno, casero, amateur, incluso orgías que son de conocidos (Swingersakce, por ejemplo) o intercambios de parejas. Gente que acude a organizaciones o lugares para hacer tríos, probar ciertas cuestiones que a algunos les parecen nefastas... en suma, gente que no se asocia en absoluto al crimen, la explotación, una vida malograda, el consumo sin más de drogas... sin contar con los coleccionismos que se hacen muchas veces por personas perfectamente respetables y que, por lo menos, resultan entonces hipócritas. Aparte, hay que ver las nuevas estrellas del porno, gente que muchas veces se mete porque es un negocio más, o les gusta, pero no porque no les quede otra salida... ¡Si hasta la Sexta emite un programa llamado "Todos a 100" que va de esto!

Segunda; aburre y no es arte. Estoy harto de oirlo, como una especie de "coraza" o mantra intelectual ante el arrobo sensual que pueda producir alguna escena... aburre muchas veces porque es repetitivo, vista una... ¿vistas todas? No necesariamente. Hay porno y porno. No es lo mismo el porno de los años 70, y no es igual en cada país, que el de los 80, ni el de los 90, ni siquiera actualmente. Hay muchos cambios, muchas variaciones, atrevimientos, exploraciones. Incluso hay películas que exploran el mundo del porno (Dos; una frances y otra americana llamadas igual, El Pornógrafo) desde el ámbito de hacer un cine "diferente" o películas que lo incorporan como Nine songs o Los idiotas... es decir, aburrida es la persona que lo mira o la persona que se cree que lo ha visto todo y nada le excita ya. Y sobre el arte... pues arte, y vuelvo a los dos diccionarios, para ver diferencias, es "Manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros" según el RAE, o simplemente "Manera como se hace o debe hacerse una cosa" según el María Moliner. La primera defición es más adecuada, ¿no? si bien la visión "desinteresada" es algo que dudo mucho ocurra cuando alguien hace algo... entonces, ¿la pornografía no es arte, una manifestación que a veces interpreta personalmente lo real o lo imaginado, mediante recursos plásticos (películas, fotos, cuadros) lingüísticos (diálogos, relatos eróticos, novelas) o sonoros (Gemidos, gritos, palabras...)? ¿podemos excluirla de las definiciones hechas hasta ahora?

Tercer lugar común; el porno ofrece una visión falsa del sexo, del erotismo y de lo que una pareja ha de tener o necesitar. A ésto se une el típico (junto con la masturbación) epíteto de "insuficiente", tan cacareado. Otra vez la moral. El erotismo del porno existe. Y es alto, muy alto. De eso trata del porno, de exitarlo, creando realidades para la persona que solamente las imagina. Es más, suele representar, como un cuadro histórico, hechos que alguien deseaba conocer. Evidentemente, no es realista cuando representa a una enfermera sexy que hace de todo con el paciente, ni tampoco a la típica colegiala que vende caramelos y acaba felando al que la abre, o el butanero o vendedor que se monta un trío con el ama de casa y su marido; no, pero son fantasías que las personas tienen, muchas, y en ese sentido, no es una visión falsa. Es de lo más realista. Representa un sueño, como una película de fantasía, y por tanto, igual que ésta, da un cierto placer al contemplar lo imaginado imperfectamente. Y no siempre es una visión falsa; ahí está el cine de amateurs, de aficionados, de personas que no se dedican a tiempo completo a este negocio, y en éstas películas vemos mucho de lo que vemos en las de "Estudio". No, no es falso lo que hacen. Ni tampoco lo es en esas orgías acordadas. Hay gente a la que le gusta hacerlo y verlo. Y volvemos a la masturbación, que siempre se asocia al porno y a la frase de esas mujeres tipo "Yo debo ser suficiente para tí y debes por tanto respetarme". ¡Qué compendio de gazmoñería, pacatería, de mala educación sexual, de represión a fin de cuentas! La pornografía abre, no cierra; la pornografía da material para las ensoñaciones, y la masturbación, placer.

En definitiva, se trata de considerar el porno como degradante para la mujer (Muchas veces lo es, pero expresa fantasías masculinas... ¿eso hay que prohibirlo) y dañino para la sociedad (Claro; al mismo nivel que el tráfico de armas, de droga, de connivencias políticas o económicas para hacer chanchullos, sin contar las religiones que imponen a la mujer un estado de servilismo...) y en todo caso, evitar todo debate sobre el tema. Pero además, es que la cantidad de cuestiones que son pornográficas es lo interesante. ¿Lo es ver un pie desnudo, un ombligo o lengua con piercing? ¿Es pornográfico ver un pene, pero artístico ver los labios de la vulva? ¿El acto sin miembro es sexual pero no pornográfico? Muchas cuestiones... y más.

Creo que las sociedades más reprimidas son las que dan el porno más bruto, más bizarro y extremado. Esta afirmación, que pensaba hace tiempo, la confirmó un amigo de mi hermano, y con qué razones. Cuanto más libre y conocedora del sexo es una sociedad, más entiende la pornografía como otra expresión de la búsqueda de placer de los hombres. Las mujeres participan en esto igual, y de hecho hay no pocas directoras, antes actrices, que miran por un porno nuevo, más dirigido a excitar a las mujeres. Y a fin de cuentas, ¿qué son las famosas novelas rosas románticas? En suma, todos queremos ver y disfrutar del sexo. El sexo, como algo placentero. La pornografía nos da materiales para ello. Y por tanto, aquellos sectores o personas que viven bajo una educación limitada, represiva, nada libre y a veces hasta totalitaria, penalizan esta búsqueda. Ojo, también lo hacen muchos llamados a sí mismos progres... el placer sigue dando miedo. Porque el placer, que a fin de cuentas es la reacción que busca la pornografía mediante el sexo, es individual, íntimo, mágico. Poseer algo así nos hace más felices, y más agradables al trato. Y curiosamente, es muy sano y barato (Muchas actrices porno son verdaderas atletas, con nada que envidiar de ciertas gimnastas...) y encima... ¡hace que creamos que la vida es maravillosa!

En fin. Hay muchos lugares comunes en el porno; no caigamos en ellos y sí disfrutemos de los cuerpos de esas personas que nos venden ensoñaciones para disfrutar...

Un saludo,

lunes, 12 de noviembre de 2007

Sin gafas, sin rodilla, sin baloncesto

A veces toca poner un mensaje triste. Ahí va el mío.

Hace años, como he dicho, me rompí un ligamento cruzado y el cuerno del menisco, en la rodilla izquierda. Jugando al baloncesto. Era un partido sin trascendencia, una pachanga de campa. Lo recuerdo bien; saltaba a meter una canasta y un tapón de un tío más alto me tiró al suelo, y caí mal, con media pierna a un lado y otra media al otro. Me dolió mucho, me sentí fatal y pasé dos meses de infierno. Al cabo de muchos más meses (Sin jugar, claro; lo intenté un par de veces y la rodilla se me iba) me diagnosticaron con resonancia y me mandaron operar. Casi dos años después de la lesión, me operaron; casi dos meses con la herida fresca, los puntos, un armatoste para caminar, aguantando no solo el dolor si no también ciertos sermones incómodos. Al mes, volviendo del trabajo, me fisuré gravemente la rótula. Desmayo, urgencias, camilla y diganóstico doloroso; más de ocho meses con una escayola desde el dedo gordo hasta la cadera. Nada, reposo, dolor y más sermones. Al cabo de un mes de quitarme la escayola, comencé la rehabilitación. Lo más duro que he hecho nunca. Pero lo hacía porque quería jugar al baloncesto. Recuperé musculatura (No perdí mucho del peso ganado) y empecé a cambiar de carácter. A los cuatro años de la lesión inicial, volvía a jugar en canchas, de otra manera, más sosegado, más reposado. Y entonces, una nueva decisión tras varios años jugando así; operarme la vista.

Me operé la miopía principalmente porque mis ojos no toleraban las lentillas (Que usaba, del tipo diarias, para jugar) y porque, además de salirme gratis, quería dejar de usar las gafas para jugar. He roto muchos pares en mi juventud, jugando. Bajaba a la cancha con ellas, y pum, golpe, rotas. O las dejaba en un lateral y plof, balonazo, rotas. Y con las lentillas, molestias del sudor, de golpes, se caían y se perdían... entonces me operé, este año 2007. Feliz. Jugar con una rodilla razonablemente bien recuperada, al baloncesto, de una manera sosegada, con más kilos, sí, pero con la misma o más ilusión. Lo entiendo más, lo disfruto más, lo adoro más.

Hace un mes y poco, nueva lesión. En la misma pierna. De una manera absurda; trastabillado en un pedalín. Sonido sospechoso. Dolor, inflamación, nueva visita a urgencias, nueva repetición del ritual; rodillera, bastones, reposo. Me apunté a un equipo con un viejo amigo, Pepe. Tenía tres opciones este año (Se destilan poco los aleros-escolta tiradores... que no anotador) y me decanté por la suya. Conocía las otras dos; el año pasado, un equipo donde jugué pocos minutos; solía meter un triple y fallar otro. Y poco más. Decidí que quería un poco más. En el equipo de Oscar, otro buen amigo, sobraban las figuras, y corrían mucho. Así que me fuí con Pepe. No he jugado aun un solo partido. Y el ritual continúa; ahora me falta la resonancia, comprobar si las caras de mis traumatólogos son negativas o positivas. Pero el miedo está ahí; ¿podré jugar al baloncesto otra vez?

Con Pepe hablé no hace mucho del tema. Antes de la lesión. Que queríamos jugar todo lo que pudiéramos, hasta arrastrarnos por las canchas. Que aún quedaba basket en las botas, el que fuera. Muchos de mis amigos están "retirados". Algunos por razones médicas. Otros porque lo dejaron aparcado. Yo quería seguir. Quiero seguir.

Suena a lamento, y lo es. Pero quien me conozca un poco, y quien no, sabrá que el baloncesto, jugarlo, es para mí como el tabaco para un fumador, como la coca a un adicto, como el cine para Rafa, como correr para mi hermano. El baloncesto, jugado (Arbitrar es interesante, y entrenar es como proyectar en tu hijo el sueño frustrado) es para mí una droga. Es lo único que he disfrutado deportivamente. Correr, fintar, bloquear, pedir el balón, pasarlo, botarlo, recibirlo, tirar a canasta y encestar, robar un pase, hacer un tapón, evitarlo, hacer falta, recibirla, ser taponado, perder bola, salir a cancha con ilusión, volver al banquillo frustrado o feliz, sudar, agotado, corriendo el último contraataque, el silencio del tiro libre, el rebote que llega a tu mano... hacer esa jugada que sueñas y no sale nunca, salvo cuando sale, sin más. ¿He perdido estas sensaciones para siempre?

No lo quiero así. Mi rodilla cruje, y suena alarmantemente similar a cuando me rompí el ligamento. ¿Me habré roto lo que me operaron? ¿Será el otro? No parece igual, la verdad. Pero no lo descarto. ¿Me quedaré cojo? No parece, ando bien. Algo podré hacer. ¿Jugaré al baloncesto? Esa es mi gran duda.

Me recuerdo el primer día. Con mis gafas nuevas, con el balón que mi madre me compró, por pesado. Con unas zapatillas del colegio, incómodas, que me provocaron los primeros esguinces de tobillo. Con la primera camiseta que llevaba puesta. Incluso jugar con zapatos, camisa y vaqueros, un día. O en Gijón, un partido improvisado al que me metí para impresionar a una chica. O el ritual de entrar en un equipo, de 3, 4 o 5. Las rondas. El tiro de tres para poder jugar en la Complutense. El juego en la Carlos III. Los arbitrajes, a veces con la resaca del viernes o el sábado. El despertar oyendo el bote de balones frente a mi terraza. El hacer una serie de 100 tiros libres y 100 tiros de campo en exámenes, y sacar la media, pensando que esa podría ser la nota. El jugar un 21 a las 3 de la mañana con amigos, ganándoles en apuestas una cantidad de cubatas impresionante. El entrenar a las 11 de la noche en un pabellón y volver, sudado, ducharme, acostarme a la 1 y despertar a las 7 sintiendo el dolor, cansancio y placer de haber jugado. El gritar a los compañeros, pidiéndoles atención a un balón. El protestar al árbitro. El que me protestaran a mí. El intentar una jugada nueva. El llamar en cadena por teléfono para quedar en una cancha. El hacer alineaciones con todos los amigos, el valorar si tal o cual persona sería buen 4 o 5 por la altura, o un simple 3 como casi todos. Sentir, en las manos, el balón. Acariciar el cuero o el plástico rugoso de manera sensual, cariñosa. El oir el sonido celestial, el "Chof" cuando hay red, o el "Clank clank" cuando es sólo aro de metal. Ver cómo rebota en el tablero y entra, las piedras, los tiros afortunados, los imposibles, los extravagantes, los profesionales. Los gestos; Javi señalándose el número de la camiseta, Pepe frotándose las manos, Iván apartándose el pelo tras hacer falta, Nieva aleteando como un pájaro, el tiro de mi hermano desde detrás de la nuca, Oscar sonriendo con ironía, y muchos más, tantos otros... yo mismo, levantando mis manos con los tres dedos de triple, tras anotar.

¿Será este mensaje una despedida? Ojalá que no. Ojalá.

Es mi rodilla...

sábado, 10 de noviembre de 2007

Elecciones libres

Sin duda, el "¿Por qué no te callas?" de Juan Carlos en la Cumbre Iberoamericana a Hugo Chávez ha sido de antología. Ya encrespado antes, cuando el pesado (Es un plasta, un demagogo, un tirano con piel de demócrata... como casi todos) seguía con la cantinela de "Aznar es fascista" (No, no lo es, pero heredó de ellos muchos rasgos) el actual presidente del gobierno, "Sangre de horchata" Zapatero, trató de calmar el asunto con buenrrollismo y una sorprendente demostración de tranquilidad, de inteligencia política y hasta de coherencia. Al corifeo americano se aupó el presidente de Nicaragua, ya metido en faena, y el resultado lo hemos visto; Juan Carlos se levanta y se va, al parecer, tras comentarlo con Zapatero.

¿Qué saca uno de esto? Risas, lo primero de todo. Sorpresas, después. Y algunas consecuencias. Aparte de un vídeo que será noticia varias semanas...

Como republicano, diría que el rey actual no lo ha hecho mal. Juan Carlos actuó como ya decía en otra entrada, dándole igual, por edad, por vida cumplida, decirle a Hugo Chávez lo que muchos piensan. Que se callara de una puñetera vez. Pero claro, ahora a lo divertido; en un país normal, con una democracia basada en un sistema republicano, un Presidente que hiciera lo que Juan Carlos, tenía casi seguras perdidas las próximas elecciones. Y si le unimos su lamentable dicción, su afición a la caza, las "excelentes" relaciones con países como Marruecos, el dedo corazón en las vascongadas y algún que otro gesto similar, seguramente estaba ya fuera de la Presidencia. Habría estado unos años (Quizá, hasta los 80, como cuando le dijo a Giscard d'Destaing que él quería ser el presidente de la república si no fuera porque era el rey... ¡Cachondo!) y poco más. ¿Primer corolario? Que hay Jefes de Estado con mucho conocimiento del Estado, otros sin él, y algunos que están porque anteriores "Jefes del Estado" lo decidieron así.

Seguimos con los populistas. Iberoamérica parece que vive en el mundo del desequilibrio. Que los EEUU hayan hecho mucho daño no justifica que las dictaduras militares, fascistas y cristianas, hayan tenido por contrario dictaduras de izquierdas, totalitarias y populistas. La polarización, más propia de la España de los años 30 (O quizá es que en Iberoamérica estén por esas épocas...) que de estados modernos, han hecho y hacen mucho daño a América. En conjunto. Pero es que ahora también España, tradicionalmente "la madre patria" (No negemos la realidad; las independencias de América no eran para dar el poder a los indígenas, si no para que los que venían de España y llevaban algunas generaciones lo tuvieran sin dar cuentas a la metrópoli, y de paso, seguir exprimiendo a los indígenas con demagogias baratas...) está sufriendo por estos individuos que lideran movimientos "sociales" de pacotilla, defienden modelos totalitarios y criminales (La "gran" Cuba castrista) y no solamente por la inmigración, que rejuvenece el catolicismo moribundo y el conservadurismo renovándolo con otro más incívico, si no porque el gobierno de Zapatero al inicio confió (Quizá mucho) en que los Chávez, Morales y tal eran como él; presidentes de un sistema "democrático" (Oligárquico, oligárquico...) y por tanto con cierta legitimidad. Y el petróleo, venga de Irak y apadrinado por los neocon de EEUU, o venga de Venezuela y apadrinado por los neopopulistas de saldo, al final es la misma moneda para todos, sean Aznar o Zapatero. ¿Segundo corolario? El dinero mueve el mundo, pero según quién lo mueva, se le acercan unos u otros...

El mundo no funciona con elecciones libres. Elegimos lo que nos obligan a elegir. Si no hay alternativas, lo suyo es construirlas. Pero para eso ya están quienes las forjan. Y entonces, las elecciones libres devienen constreñidas a las opciones que nos dan. Un rey que no lo ha hecho mal (Al menos, me ha caído simpático, como el otro día Sarkozy con las azafatas... seguro que con ellas olvidaría a su Cécilia) un presidente de España que ha actuado con mucha educación (demasiada; o quizá no, quizá era necesaria) varios dirigentes iberoamericanos que empiezan a cansar (con discursos anticoloniales, revitalizando el del padre Bartolomé de las Casas... que se contrarrestra bien con Julián Juderías, entre otros) y un mundo, en general, esperpéntico.

Mi libre elección es irrealizable. Tercer corolario, no hay elecciones libres. Si las hubiera, en Iberoamérica no habría fantoches. En Europa, no habría grandes partidos y sí una gran abstención (Empieza a haberla...) Y en general, muchos sistemas no estarían configurados como ahora lo están.

Por tanto, ¿a que es tentador ser un misántropo?

Un saludo,

viernes, 9 de noviembre de 2007

El equilibrio y la comodidad

Leo que Boadella ha sacado un libro llamado Adios, Cataluña. Hasta ahí, todo bien. Pero resulta que dicho libro es analizado (Y ensalzado junto con la trayectoria de Boadella, pero ocultando cosas... qué curioso) por una poetisa que escribe en Libertad Digital. El diario de la COPE, o, mejor dicho, de Losantos, Vidal, Moa y demás amigotes del neocon español.

También leo una carta abierta de Leo Bassi a propósito del I Concilio Ateo de Toledo, reunión vetada por el alcalde socialista de dicha ciudad (¡Vaya socialista!) con las presiones del Arzobispado de allí (¿La Iglesia ejerciendo presión mafiosa? Eso solamente puede pasar en países sin un poder público fuerte... ah, España lo es...) y de paso, en la misma, con críticas al poder en cuanto a establecimiento de tonos monocordes. Visitad www.federacionatea.org

Es curioso. Muchos artistas, y mucho más, ciertas personas cuando alcanzan cierta edad, dicen las cosas sin miedo, sin pararse a pensar si eso que dicen les dará problemas. Normalmente, hay una "raza" de personas que no siente problemas en incomodar a los poderes establecidos (O sentidos como tales) o a todo aquello que se considera un dictado uniforme. No son acomodaticios, si no más bien, equilibristas. Gente sin miedo ya...

En España, parece que la crítica con cierta elegancia, con cierta contundencia, con cierta gracia, se hace ya solamente en los toros. Cuando fui a las Ventas hace unos meses, a ver mi primera corrida de toros en directo, me sentí transportado en el tiempo. No ya por el ritual de matar a un animal (Ritual repetido a lo largo de miles de años en el Mediterráneo y con significados más profundos, y viscerales, que la simple etiqueta de "tortura") si no porque sentí de pronto estar en una corrala, en un Madrid de la edad de los Quevedo, los Góngora o los Cervantes. Es decir, un lugar donde el hombre decía, con suprema claridad, lo que pensaba de las cosas que veía (Si bien en religión, es más difícil... los ateos han sido siempre enemigos de todos; ¡Como los artistas!) y no tenía miedo de provocar las reacciones adversas, muchas veces violentas. Donde la gallardía no era chulería cobarde, si no humano atrevimiento, valentía cierta. Antes se decía viril... un tiempo, en el que se decía y sostenía lo dicho con la punta de la lengua o de la espada. Sentí, no obstante, que todo aquello era irrelevante; el presidente de la plaza de las Ventas escuchaba las críticas, pero no reaccionaba. Estaba ahí, pero sin inmutarse. Y lo único que quedaba era el rebelarse en contra de un espectáculo rebajado, sumiso a los dictados de la economía y cierta preferencia cultural. El resto, sin embargo, no dejaba de callarse, sin
gritar, sin perder los nervios, pero apelando a la crítica sin miedo.

En el océano de palabras que inundan hoy día los periódicos, digitales o en papel, en el que se navega en Internet, el que se oye en programas, telediarios, el que se lee en ciertos libros, de vez en cuando encontramos un islote que hace frente al océano abúlico o que choca sus olas contra esas costas. A veces, encontramos conciencias críticas, incluso hipercríticas. Pero entre el equilibrio continuo que agota, que nos hace mirar a uno y otro lado, tratando de no caernos, de vivir peleando sin perecer (otra cosa es absurdo suicidio, como correr contra una ametralladora) y la comodidad, no sabemos a qué atenernos. Bueno, casi todos sí. Queremos vivir. Queremos evitar el riesgo.

Quizá es lo que nos pasa hoy. "Quien evita la ocasión, evita el peligro". Este refrán de mi madre dice mucho. Y tan cobarde es pensar demasiado las cosas, reconcentrado, como no hacerlas. Pero tampoco todos estamos capacitados para el peligro, para la aventura. Por eso, se agradece que estas personas nos lo recuerden. Que se puede luchar, que se puede incluso vencer. O si no, al menos, sentir que se ha hecho algo. Algo... ¿para qué?

También la duda es una tercera forma de vivir. La parálisis de ésta, quizá producto de la maldita" epojé" que he mencionado ya, sea una manera de vivir en el equilibrio. Pero, eh, si es así... ¿no será también una forma de cobardía?

Así pues, concluiré. Podría denunciar las muchas actitudes de gente que conozco por parecerme cobardes, simples posturas, hipócritas, faltas de valor. Pero... ¿acaso yo tengo mejor actitud? En esta reflexión, entonces, sigo perdido. A nada se llega; ni puedo ser un Hank Moody (porque en algún momento algo fallará; el hígado, las piernas, los puños, la fuerza...) ni tampoco vale ser un simple observador sin más. Y entre medias... ¿qué?

Qué poco concluyentes son a veces las reflexiones hechas en un blog... ¿será eso interesante?

Un saludo,

miércoles, 7 de noviembre de 2007

¿Quedaban republicanos en la guerra civil?

Siempre se acusa a los republicanos de ser quienes nos llevaron a la guerra civil. Por desidia, permitiendo que los movimientos revolucionarios de anarquistas o socialistas radicales les provocaran revueltas y revoluciones; o por connivencia, actuando incluso como cómplices en dichos actos revolucionarios. Una parte de la derecha, por no decir gran parte, acusa por tanto a la República de ser un simple estadio intermedio de la Revolución con mayúsculas. Y siempre, siempre, los republicanos son el "malo" de la película por no actuar a tiempo, siendo los buenos militares, con su fuerza, quienes tuvieron que rebelarse para restaurar el orden roto.

Pero también se acusa a los republicanos desde la izquierda, porque según ellos, anarquistas, marxistas y socialistas de pelaje vario, la República ahogó la revolución e impidió un cambio tan profundo que con él mismo se habría cambiado la guerra, venciéndola e implantando un estado de cosas casi idílico. Así que durante la guerra, como antes en la paz, se dedicaron a destruir las estructuras del estado republicano desde dentro.

Estas interpretaciones, revisionistas algunas, y ciertas en parte otras, son las que se oyen mucho. Dejando de lado el olvido en la educación de muchos de mi generación de este período histórico, al que se llegaba (cuando se llegaba) de puntillas y sin sobresaltos, con un esquema torpe y simplón, estamos hoy día en un punto bastante triste, respecto a la historia reciente, por el que ni siquiera se puede hacer un estudio de la guerra civil sin tomar partido. Pero es que se debe hacer sin partido alguno.

Los republicanos, para empezar, creían en un estado democrático. Lo crean o no aquellos que defienden a Franco y su régimen. El hecho está en que las provocaciones de la guerra civil se dieron por la izquierda más extrema y la derecha más autoritaria, rebasando siempre a los republicanos que por más que lo intentaron (A veces con mayor fortuna o dedicación) no pudieron absorberlos en el nuevo régimen.

Éstos, que aspiraban a un Estado similar al francés, se vieron desbordados en cuanto que los elementos conservadores, africanistas (del ejército) y propietarios, de un lado, se organizaron ya en fecha tan temprana como 1932 para derribar el régimen "sorpresivo" de la República, que ya en su Constitución trataba de encauzar los asuntos sociales mediante concesiones, a veces más simbólicas que reales, a los trabajadores del campo y la ciudad.

Pero también se vieron desbordados por las izquierdas, radicales, que pretendían un cambio revolucionario sin aceptar el régimen tampoco por ser una verdadera cortapisas a los cambios que se habían dado en la Europa de entonces, especialmente en los "paraísos" obreros como la URSS.

Es decir, unos y otros no aceptaban la legalidad de los republicanos; los primeros, por ser los que "traían el marxismo y la revolución"; los segundos, precisamente por retardar éstos e impedirlos.

¿Fueron buenos políticos los Azaña, Prieto, Negrín, Largo Caballero y demás? Yo creo que algunos fueron contemporizadores y bastante ineptos. Otros no, y de hecho, una figura siempre vilipendiada, pero curiosamente con más saña que argumentos, es Negrín, quien predicaba una resistencia contra los fascismos que habían ayudado los golpistas del 17 de julio de 1936 y una necesidad de actuar con la URSS (Que no el comunismo) muy similar a la que pocos años después proclamaría un político respetado hoy día; Winston Churchill.

¿Por qué tenemos que olvidar ciertas cosas? La guerra civil, en último término, se luchó sin republicanos prácticamente. Debilitada por las izquierdas y tocada de muerte por las derechas, los pocos republicanos que creían en un régimen democrático se enfrentaron a la dura realidad; no existía ya este régimen. Los golpes de unos y otros (Quién empezó, como en la pelea de un patio de niños, tiene poca relevancia; pero está claro que fueron los conservadores que vieron amenazados sus privilegios, como siempre, y la omnipresente Iglesia, quienes más azuzaron la discordia) dejaron el único experimento democrático que conocemos, aparte de otros más breves, en el cajón de las ignominias.

Varios años después, un régimen republicano fantasma pululaba por Europa y EEUU, tratando de representar a una España que ya estaba hundida en la miseria del franquismo, de aquel autoritarismo autóctono, superviviente como la Iglesia en los siglos... y hoy, en las excelentemente bien conservadas ruinas de ese franquismo, con una nueva Restauración completada (La llaman "Transición") vemos que el debate sigue sumergido en aguas turbias.

Republicanismo para algunos, es hablar de comunistas, de marxistas, de revolucionarios, de desorden, de caos, de muerte y destrucción. Y se olvidan de un sistema democrático que fracasó por los muchos golpes que le dieron de uno y otro lado. Porque si las derechas hubieran contribuido al órden en España, sirviendo al país, y no a las clases que representaban, y las izquierdas hubieran asumido los cambios con la paciencia que debían, ¿qué habría sido de nuestro país? Porque ser republicano no es ser de izquierdas o de derechas, si no creer en un sistema democrático y libre de verdad, con otros valores, con otras concepciones del Estado y de la Nación.

Quizá tendríamos una España diferente a la de hoy. Quizá podamos tenerla.

Un saludo,