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sábado, 25 de abril de 2009

Un par de cines

Normalmente, suelo ir una vez por semana al cine con mi amigo Óscar. Vemos una película que sea divertida, alimenticia, curiosa, cutre, divertida... ayer jueves tocó la de "Señales del futuro" de Alex Proyas, de quien "Dark City" en su día me encantó, por atmósfera, principalmente... muy similar al juego de rol "Kult", inquietante, apocalíptico, generador de desasosiego y terrorífico a ratos. La cuestión es que la película, con el acartonado sobrino de Coppola, me resultó cuando menos interesante, ambigua y a ratos muy buena. La ambigüedad venía del trato al planteamiento en dos posibilidades sobre la existencia del hombre y el Universo; o determinista o probabilística... la primera, por supuesto, aparece rechazada por el protagonista, profe de física del MIT, pero por motivos personales. La segunda, que parece triunfar, yo la veo sin embargo como trucada y hábilmente dejada de lado en la respuesta final. A pesar de todo lo que sucede, de los parecidos con cierto libro de ciencia ficción que llaman en griego "libro de libros", y de los guiños cómplices a ciertas sectas, me decanto por la explicación probabilística... azar, puro azar. Y como dice un compañero suyo, más o menos, en cierto momento, "en los números puedes encontrar todo las respuestas que desees que estén, pero no las que hay en verdad..."

En suma, otra historia que, con visos de realidad (tiene momentos supremos, como el accidente aéreo) y una nueva visión apocalíptica (dejando de lado la Guerra Fría, que creó miedos nucleares, con mutaciones y escenarios post-bomba) basada en el fin del mundo por el deterioro de los ecosistemas, nos llega para dialogar con nuestros eternos miedos. Pero esa la visioné con Óscar...

Hoy viernes, he ido con Cristina a ver otra, una de Clive Owen llamada "The International" (ya ni traducen los títulos) en donde éste es un agente de la Interpol, ex de Scotland Yard (de donde venían Lestrade y otras lumbreras...) y obsesionado con hundir un banco que encarna los males del mundo; tráfico de armas, explotación de países del llamado "tercer mundo" y otras iniquidades similares. "Cara de palo" Owen (bueno, no es un insulto, Buster Keaton también portaba dicho apodo..." busca justicia en términos eternos, incorruptibles y universales, y se encuentra que la única cosa que vale es la venganza. Y ya está... porque la película, un entretenimiento con acción, algunas cosas curiosas y poco más, lo mejor que tiene es el enfrentamiento entre poderes fácticos, sin caer en la "conspiranoia" de muchas otras (el 11-M, sin ir más lejos...) aunque la perfile, para mostrar cómo, al final, todo queda "en familia", sin coñas...

En suma, mundo más cínico y menos inocente e ingenuo, me ha dicho mi Cris hoy. Es cierto, hemos perdido inocencia, y el humor de antes es ahora cinismo. Sarcasmo a veces, ironía las menos, cinismo las más... el mundo ya sabe que hay un destino; la muerte de todo. De las personas, de los lugares, de las memorias, de los valores. Y en el nihilismo subyacente a dicho pensamiento, soterrado pero real, que circula como sangre por las venas, o mierda por las alcantarillas, está la respuesta; nada vale todo, y todo vale nada. En suma, las cosas valen lo que nosotros las valoremos. Y quizá, cuando llegue el fin del mundo o de mi mundo, ya sea por un apocalipsis medioambiental, o por una guerra provocada por un banco cualquiera, espero que me pille, como buen ciudadano del siglo XXI que debo ser, en una buena orgía o en su defecto, fiesta de completa exaltación de los placeres.

Porque al final, la vida es efímera, el placer también lo es y todo se acaba en algún momento, por bueno o malo que sea para nosotros...

Un saludo,