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viernes, 8 de octubre de 2010

Del afán de posesión

Tengo que reconocerle al cristianismo primitivo el que hay conservado hasta hoy algunas doctrinas del epicureismo. Normalmente, la tendencia a la acumulación (mal llamada "síndrome de Diógenes" cuando el pobre cínico más bien prescindía de casi todo) es habitual en el mundo occidental, y en aquellas culturas donde lo material expresa estatus y significación.

Poseemos en gran número tanto ropa como zapatos, un tipo para cada ocasión (amigos, cenas, bodas, trabajo, informales, etc) al menos normalmente un vehículo (coche) y a veces más, vivimos en una casa con la consecuente hipoteca o deuda, cebamos las neveras con comida, tenemos muebles y televisores, ordenadores, móviles, equipos de música y otros juguetes electrónicos. Acumulamos a veces cosas cuyo valor es el que le hemos conferido, distinto o similar al del precio al que nos lo venden. En suma, tenemos más cosas de las que podemos disfrutar en la vida; algunos poseen miles de archivos de música o de vídeo que nunca oirán o verán.

¿De dónde ésta necesidad?

De la necesidad que nos creamos todos e imponemos mutuamente. Ni más ni menos.

Diógenes el cínico, o el perro, como él se enorgullecía de que le llamaran, vivía en su tonel, semidesnudo, y comía y bebía en una escudilla de madera hasta que vió un día a un niño que tomaba agua entre sus manos y... tiró su escudilla. Simpleza. ¿Quería tomar el sol? le pedía a un joven Alejandro III (más tarde llamado "Magno") que se apartara. ¿Sentía necesidad sexual? se masturbaba en medio del Ágora. Todo ésto son anécdotas recogidas por filósofos posteriores, pero dan buena cuenta de que se aplicó erróneamente su nombre a un síndrome totalmente diferente. El de acumular, se necesite o no.

No voy a hacer una defensa de lo espiritual frente a lo material, como si fuera un nuevo Manes renacido. Muchas veces, preferir algo no significa negar otra cosa considerada lo contrario. Es lo complicado de nuestra sociedad actual. Si uno se declara, por ejemplo, a favor del aborto, está automáticamente en contra del nacimiento de niños. Si se declara amante de los animales, debe ser antitaurino. Si se dice A, otros nos adjudican el odio a su contrario, siendo siempre B, sin contar el resto del abecedario.

El afán de posesión es algo así. ¿Es negativo tener cosas? No. Pero, ¿necesitamos tantas cosas? No. Entonces, ¿deberíamos prescindir de ellas? No.

Un saludo,