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martes, 21 de abril de 2009

Reflexiones variadas

Hoy es día de regreso a la rutina, la vuelta al pescante del carro mal conducido hacia algún sitio por caminos ignotos. Por eso no tengo ideas estructuradas, ni siquiera un hilo argumental a usar como excusa. Escribo, simplemente, por necesidad. Y gusto.

Mi trabajo habitual no me da ninguna alegría, lo admito. Mi vida recobra plenitud cuando estoy inmerso en alguna de mis aficiones, demasiadas, me temo. Hace un par de semanas, pude jugar una partida de rol en vivo. ¡Qué frívolo! puede ser, pero lo disfruté, me divertí, reí, experimenté sensaciones adormecidas u olvidadas... qué gusto. Hace menos de una semana, he desfilado con el grupo de reconstrucción y los miembros de la Asociación a que pertenezco por Roma. A pesar de que el Tíber decidió caernos encima, fue una experiencia que no puedo dejar de agradecer. Festival, carnaval, pero también un momento para disfrutar, recorrer la ciudad y volver a sitios conocidos y descubrir otros que quedaron en el tintero.

Me gusta viajar, está claro. Me encanta la historia, leer sobre ella, participar en la reconstrucción, parcial, ínfima, fragmentaria, incompleta, de un período, la Roma republicana. También la de Grecia, no en vano estoy ya en otro grupo más... me encanta, vamos. También jugar al rol, aunque últimamente, mi grupo habitual se me hace quizá un tanto más conocido, y por eso la novedad del rol en vivo me ha despertado las ganas de variar de gente y formas de juego, o refrescar las que ya tenemos. Adoro el baloncesto, si bien lo practico cada vez menos, por mi mala forma física, y lo veo cuando puedo, como éste sábado, en que espero que la leyenda del Estu se agrande y en temporada mala como ésta gane a los del Madrid... y disfruto pasando ratos sin tiempo con la gente, con mi gato, y, cómo no, con Cristina, que aun no sé cómo calificarla (no es "mi" chica, porque no la poseo... ¡menuda es!)

Mi trabajo, reitero, me aburre, me resulta insípido y no es más que una molestia para poder seguir viviendo a mi aire. Si por mí fuera, no iría ni un día, y desde luego, no tendría nostalgia de él ni de nada de lo que le rodea. Empero, trato de hacerlo lo más soportable posible, y si las microrrevoluciones que propugna Onfray son posibles, qué mejor ambiente para iniciarlas que en el trabajo.

Vana y aburrida vida burguesa, pensará más de uno al que le responderé que, personalmente, me da igual su reflexión. Sé que éste mundo está podrido, que tengo más privilegios que muchos, que disfruto de una posición desahogada, que tengo fortuna y felicidad envidiada por otros... ¿y? mi insatisfacción personal no está únicamente en lo que cuento.

A veces siento que las personas somos capaces de muchas cosas. Pero eso siempre implica renunciar a otras. Esto es, podemos ser grandes estadistas, al precio de perder dignidad, de no atender a nuestros seres queridos como querríamos, de ser odiados por muchos... podemos ser grandes escritores, al precio anterior, más el de no llegar a tener faz pública... podemos ser grandes benefactores de la humanidad, al precio de renunciar a la comodidad, a la buena vida... la renuncia, tan querida por algunos, es para mí una cuestión improbable, pero no imposible. Puedo renunciar a pequeñas cosas, incluso a grandes cosas, si las circunstancias lo exigen, pero no lo haré voluntariamente salvo que piense que debo hacerlo. Puedo partir de cero; mañana podría estar sin muchas cosas, y no sentiría que he perdido, al contrario. Sentiría que es una nueva oportunidad para empezar algo diferente. Llevo tiempo sin darme golpes fuertes con la vida (si bien a veces me he llevado algún pescozón, para que no me olvide y quede insensible a la misma) y quizá los echo de menos... la desgracia, la infelicidad, un poco de amargura... no los quiero, pero los añoro en parte... es compleja la forma de pensar que expongo, pero igual que Rutger Hauer, "Roy Batty" en Blade Runner, necesitaba traspasar su mano con un clavo para seguir sintiendo la vida, con todo su dolor, yo quizá necesito algo así... el deporte, con el que siento una identificación más propia de Garfield que de un atleta de Pentatlón, es uno de los acicates. Puede que volver a estudiar una oposición (un castigo mental de proporciones insufribles...) sea otro...

Desde luego, otra cosa que ha hecho el tiempo en mí, y no solamente mella, como dirá el típico periodistucho (ah, otra de mis reflexiones; perdonen la digresión, pero ¿ya nadie sabe escribir en España? se nota y mucho la llegada de las generaciones de los menores de 25 años a la prensa, a los medios de comunicación en general... la expresión de ideas, de conceptos, de sucesos, de hechos, de sensaciones... todo eso se está perdiendo gracias a los nuevos y mal preparados alumnos que, poco a poco, se han ido formando con limitaciones impuestas desde arriba... "haber" si no de qué ahora nos encontramos gente en apariencia inteligente que resulta incapaz de contar un hecho adecuadamente... perdón por el malévolo guiño...) digo, periodistucho, por retomar el hilo, el tiempo ha logrado que pase más por el tamiz las relaciones que mantengo con muchas personas. Si antaño ciertos amigos lo eran, ahora no son más que recuerdos vagos e imprecisos, a veces incluso molestos y negativos. Otros que pensaba mal amigos o enemigos, resultaron ser al menos honestos y capaces de percibir en mí mi verdadero ser, y ahora me son gratos y cordiales. Y muchas personas de las que sospechaba su esencia, ya fuera ésta huera, malévola, incapaz o cualquier otro adjetivo negativo, simplemente lo han confirmado. Poco cambian las personas, me temo, y como mucho, adquieren habilidad con el tiempo para enmascarar mejor su ser, para expresarse con más capacidad o para hacer cosas nuevas de diferente índole, pero su esencia, aquella que se formó en la infancia, en la juventud, apenas cambia. Y como decía mi madre, sabia leonesa, mujer instruida en la escuela de su vida, que no en las públicas o privadas, que buscaba siempre la palabra adecuada para encajarla en la frase más cercana a su pensamiento, "obras son amores, y no buenas razones". Proverbio soberbio, cacofónico o aliterado, según se quiera leer...

En mi limitación, he intentado exponer algunas de las reflexiones que hoy me han venido a la mente y que he atrapado como escurridizas ranas en la charca de mi mente para convertirlas en cagarrutas de mosca propias de un juntaletras como yo. No dejo de escuchar entre mis oídos esa canción de Discépolo que me parece epítome de todo, la que comienza con "Que el mundo es una porquería ya lo sé... en el 506 y en el 2000 también..."

Ah, y otra reflexión. Alguno que lee esto me dice que escribo bien. Gracias por el piropo, aunque sea más elogio bienintencionado que realidad. Otros me dicen que no sé escribir para según qué nivel sea del lector, pues trufo de palabros raros mis textos y salpico con cultismo u ocultismos varios el mismo, a lo cual diré que si no se tiene capacidad para entenderlo, pues se pilla el diccionario y arreando, como he hecho yo en más de una ocasión (y continúo... cómo adoro mi "María Moliner", regalo de una gran mujer... ¡Cristina! a la que quiero y no tengo reparo en decirlo, otra digresión más... mujer como ella no conozco alguna, con decenas de atractivos...) y no es motivo de desdoro. Los más ni lo leerán, para qué... las reflexiones obtusas de un pretendido "intelectual" o "pensador" que no tiene más que pose y algo de vocabulario... en todo caso, digo esto en alto, para todos; me resulta indiferente.

Y así, en la pequeñez de un cuarto matruchero, de la vida burguesa, urbanita, funcionaria, inquieta, sí, pero acomodada al cabo, termino mi texto de hoy, por hoy, pedacito más de vida misántropa, y me retiro a la lectura de cómo en 1916 se mataban en Europa y aledaños unos cuantos millones de seres por motivos varios. Es apasionante...

Un saludo,