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jueves, 6 de junio de 2013

Nada es sólido, todo es dúctil y maleable...

En química, en el cole o el insti, se decía que un elemento era "dúctil y maleable" cuando se podía manipular sin que se rompiera. Metales, en general, que ya podían ser luego "tenaces" o "blandos". Toda una calificación. Lo maleable, lo manipulable, era a primera vista algo que se suponía sólido (¿no lo es un metal, brillante, duro en apariencia, firme?) y eso ya da pistas de qué es el ser humano.

Antonio Muñoz Molina ha escrito un ensayo titulado "Todo lo que era sólido". Tras leérmelo, siento el regusto de leer ecos de Zweig y "El mundo de ayer, memorias de un europeo". Una melancolía y una añoranza, un recuerdo y un pasmo ante determinados eventos. Muchas veces, uno siente, pasado el momento, que comprende ese momento, pero en el instante mismo vive perplejo, atolondrado, descentrado. Ante la eterna discusión de acción o pensamiento, tan unamuniana, tan clásica, muchos intelectuales como Muñoz Molina o Zweig, se dan cuenta, más tarde que pronto, de que algo no hicieron o hicieron lo que querían pero no lo que debían. Vamos, igual que muchos ciudadanos. Que suelen lamentarse después.

Yo agradezco un ensayo como el de Muñoz Molina. Pone crítica a una realidad. Me recuerda un poco al pensamiento del historiador Tony Judt. Moderada socialdemocracia, una sensación de "tercera vía" entre los extremismos de la izquierda y los clásicos de la derecha. Pero es cierto que, en muchas ocasiones, uno no deja de preguntarse qué es mejor. Si la construcción lenta, pausada, llena de contratiempos y de retrocesos, de obstáculos de ciertas clases, o la construcción acelerada, violenta, que procede de la precedida violencia destructora y genera miedos, control, vigilancia. Uno, yo, no deja de preguntarse si no es posible, si no sería posible tener un Tirano griego, clásico, ilustrado, clarividente político que supiera lo que nos viene bien a todos, que construyera ciudadanía y luego, en un arranque digno del mítico Cincinato, se largara a su casa y dejara al resto actuar con la conciencia de haber aprendido una lección. O un Robespierre al que luego decapitar. Aunque seguramente no se aprendería esa lección.

No existe solidez en el hombre. No hay tenacidad inquebrantable ni blandura que no resista algún embate. No hay nada que el hombre no pueda construir tan rápido, en términos de especie, que no pueda destruir igual de rápido o mucho más, en segundos. Cuando me declaro misántropo, aunque atípico, es porque, como especie, somos un verdadero problema. Y ya me gustaría que probáramos el temple por, no sé, una invasión alienígena, como en los libros de Turtledove, que demostrara si podemos o no entender nuestro mundo de otra manera. Pero la realidad es que somos una charca pestilente que, cuando se agita, aflora miasmas y olores, aunque también algún bicho elegante y bello. Y uno no sabe por qué, no entiende, no comprende, pero el fuego, como siempre, aparece purificador, limpio... claro que puedo estar influido por la Inquisición, tanto como por R'hllor...

En estos tiempos, nada se toma en serio .O al menos, yo no puedo. Estoy plenamente imbuido de anaideia. Y el relativismo es un lujo en tiempos de libertad...

En fin. 

Un saludo,