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jueves, 12 de octubre de 2017

La sacrosanta Constitución Española de 1978.

Antes de comenzar, yo ya he hablado de muchas maneras sobre la CE de 1978. Conozco el texto por tres vías. Leerlo en el colegio, que lo enseñaban (en Ética, sobre todo) estudiarlo en la carrera (con Ignacio Astarloa, que aunque político del PP, daba clases en la Carlos III de Getafe, y un par de clases extraordinarias y sorpresa con un "pater", Gregorio Peces-Barba) y especialmente machacarla en las oposiciones (sí, ahí es donde se disecciona de manera diferente)

La CE de 1978 es imperfecta. Como todas. No es un texto redondo. Pero hay una peculiaridad sobre el mismo que es relevante; desde el día uno, muchos de sus preceptos se han conculcado, se han torcido o reventado, y ha sido con la complacencia de quienes la redactaron y sus sucesores. Vista gorda o mirar a otro lado, qué más da. Así, cositas que parecen sin importancia se han revelado importantes. ¿Que los diputados y senadores no estarán "ligados a mandato imperativo" (Art. 67.2)? Pues sí lo están, mediante la disciplina de partido. ¿Que primero declaramos que la nación está unida sin solución de disolución (Art. 2), pero que existe autonomía? Pero... ¿Qué es nación? ¿El pueblo español del que emanan los poderes del Estado (Art. 1.3)? Y eso qué significa, ¿Que los ciudadanos (Art. 9.1 y 9.2, o la Sección II del Capítulo II del Título Primero) son entonces la fuente del poder y por tanto ellos constituyen la Nación, independientemente del territorio? Pero... eso choca con la realidad. Los ciudadanos, ¿cuándo hacen que sus poderes "emanen"? En las elecciones (Art. 23) que son... cada cuatro años. (Art. 68.4 y 69.6)

Así que tenemos que nuestra soberanía nacional se cede en unas elecciones cada cuatro años a unos representantes que no están ligados a mandato imperativo y... ah. Error. Sí lo están. A un partido. A su línea. Y esos partidos a su vez están forzados por los lobbies y grupos de presión que corresponda en cada momento. Con lo que, por el camino, hemos perdido la representación. El diputado que elegimos por Cuenca en realidad ni sabemos quién es. Es el partido. No el diputado. Ni el senador. De hecho, ni siquiera hace falta que esté en esa circunscripción (como los "cuneros" de la I Restauración) ni que la represente ni que se plantee siquiera pensar en sus necesidades. Desconexión total. 

Claro que hay más vías para lograr que el ciudadano participe. La ILP (Iniciativa Legislativa Popular) que está en el Art. 87.3. Medio millón de firmas. Pero en materias muy limitadas. Porque, ¿no lo había dicho? En el periplo de ceder la soberanía nacional a nuestros representantes, ni siquiera ellos hacen leyes. Las hacen los grupos de partido, y mayormente, el Gobierno. Así, el Ejecutivo se hace con el poder Legislativo. Supongo que a esta hora Montesquieu está rabiando en su tumba. Y no digamos el Judicial de los altos tribunales (Supremo y Constitucional) donde Gobierno y partidos cortan. Pero me estoy yendo. Las ILP serían una forma de participación más directa, ¿no?. A ver, veamos cuántos Decretos Legislativos se han aprobado de los presentados y cuántos de ILP. 

ILP: 142 presentadas. 1 aprobada. En casi 40 años...

https://es.wikipedia.org/wiki/Iniciativa_legislativa_popular_en_Espa%C3%B1a

Decreto Ley. 73 aprobados de 143 proyectos de ley. En la anterior legislatura...

https://politica.elpais.com/politica/2015/08/19/actualidad/1440011805_580128.html

Vale, descartado entonces que el ciudadano pueda votar. Pero... ¡Eh! Seguramente, en las decisiones importantes se hace un... REFERÉNDUM. La palabra más usada estos últimos meses. Esta forma de participación (Art. 92.1) parece importante. La propia redacción de "Las decisiones políticas de especial trascendencia..." ya lo indica, pero entonces topamos con... "podrán". PODRÁN. Esto es, el Presidente PODRÁ convocarlo. Desde 1978, ¿Cuántos?

3. 

https://es.wikipedia.org/wiki/Referendos_en_Espa%C3%B1a

3 veces, que incluyen el de aprobación de la propia CE de 1978 (obligado por el Artículo 167.3 y 168.3) y por tanto era insalvable. Los otros dos, la entrada en la OTAN y la aceptación de la Constitución Europea (que nadie habrá leído...)

Por ello, el ciudadano de a pie, puede preguntarse. ¿Qué me queda para participar? Las elecciones municipales y autonómicas, los referendos de sus Estatutos en cada comunidad... y poco más. 

Cuando desde el 15M se empezó a hablar de II Restauración, yo aplaudí. Es lo que llevo pensando desde que tengo conocimiento de nuestra Sacrosanta CE de 1978. La Transición (también "sacrosanta") fue en realidad la copia de un modelo que funcionó más o menos bien desde 1874 a 1931. Sin descartar sus tensiones (Guerra Carlista, desastre de 1898, huelga revolucionaria de 1917, Marruecos en 1909 y 1923...) el modelo funcionó por la connivencia de poderes. Militar (como policía interna) Eclesiástica (como educadora principal) y Económica (como motor e impulso y control de los súbditos). Hoy día eso no ha variado tanto, a pesar de las libertades concedidas (que no ganadas...) y de la práctica copia del modelo autonomista de la CE de 1931 (que, por cierto, y tal y como me reconoció el propio Ignacio Astarloa, no había sido derogada formalmente por ninguna cámara legítimamente elegida, si no inter armas...) donde además se intentó una integración de los modelos nacionalistas en un marco amplio. ¿Error? En la indefinición del modelo constitucional, se buscó un presidencialismo de hecho que no de derecho, un reparto de competencias que satisficiera a todos pero también creara sensación de poder, y un modelo de ciudadano que no viera sus derechos muy recalcados ("De los principios rectores de la política económica y social", Capítulo III del Título I, donde hay "poderes públicos" pero no realmente derecho alguno...) y que se dejara guiar por el intrincado laberinto de leyes que España, con profusión, genera. Chapó. Tenemos todo atado. 

La CE de 1978 es imperfecta pero también porque se ha buscado su imperfección erosionándola desde dentro. No es inamovible (recordemos cuántas reformas ha habido y cómo se han llevado a cabo...) ni tampoco insustituible. No es más que una redacción o contrato legal de ciudadanos, algo que, como decía Thomas Jefferson, cada generación tiene derecho a revisar. En más de 40 años, el inmovilismo y la inercia la han dejado obsoleta. Por mal uso o desuso, por uso torticero o por abuso. Y hoy, si estamos donde estamos, es porque los ciudadanos han perdido la confianza en ella. Nunca fue un texto sagrado, pero ahora mismo, ni siquiera es un texto que genere confianza.

Animo a todos a leerla una vez, que seguro está en el estante, al lado de "Don Quijote", otro libro que todos poseemos pero prácticamente nadie lee. Quizá se sorprenda. Quizá se asuste. Quizá se enfade. Pero seguro que podrá encontrar (yo no he hablado ni de una centésima parte...) cosas que le sorprenda al lector. Y quizá, la próxima vez que haya un "Rodea el Congreso", se plantee llevarla en la mano, como el "Libro Rojo" de Mao, y diga algo así como... 

"Eh, que aquí pone..."

Aunque me da que es tarde. Como siempre. Marca España. O Hispánica. 

Un enlace para recordarla...

Un saludo,