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miércoles, 14 de enero de 2009

Sión, Hamás, antisemitas y otras hierbas mal cocidas...

A día de hoy, la enésima ofensiva israelí sobre territorios palestinos provoca como siempre las diversas reacciones de muchos países y personas. Algunos aplauden, argumentando que es su derecho para defenderse de la continuada agresión de los palestinos y quienes les apoyan (Irán, principalmente) y que desean barrerlos de la zona. Otros lo rechazan, con la Kefia, reminiscencia hippie y símbolo de la resistencia a un pueblo opresor, diciendo que no es el camino. Entre medias, de todos los colores...

Yo no soy antisemita, pero sí tengo cosas en contra del Sionismo. La primera y fundamental, que pretender fundar un estado en el mismo territorio donde ya existía otro estado o algo similar es una barbaridad. Eso llevó a los judíos al terrorismo contra ingleses y franceses (algo que a día de hoy no se recuerda convenientemente...) y luego a los palestinos contra los judíos. Hay una película, "Hanna K", de Costa-Gavras, que lo refleja con especial crudeza. Un palestino que vuelve a su vieja casa, robada por una familia israelí. Algo similar de lo que ocurrió cuando los judíos de Europa volvían a sus hogares en Polonia o en otras zonas; sus casas las habían ocupado otros...

Digo que estoy en contra del sionismo también porque los movimientos nacionalistas me ponen enfermo, pero los nacionalistas con un fuerte componente religioso que buscan fundar estados casi teocráticos, aun más. Me temo que este es uno de los casos.

Pero claro, no todo es blanco y negro. Igual que me opongo como he dicho al sionismo por esos dos puntos, rechazo de plano las soluciones tomadas por los estados teocráticos y menos democráticos de los alrededores de Israel. Montar una guerra de "exterminio" contra los judíos echándoles de allí. Cierto que las razones existen, a fin de cuentas, ellos llevaban viviendo allí más o menos los últimos 2.000 años desde que Adriano decidió que ese pueblo ultrarreligioso era intratable y los expulsó. Pero en el debe de los países teocráticos musulmanes (otro nacionalismo religioso igual de peligroso, con el agravante de la menor democracia) está que no usen nunca términos negociadores de calado y, sobre todo, usen ayudas materiales para que los refugiados y demás se encuentren en mejores condiciones. Quizá lo hacen, pero como los misioneros, que antes de dar la cucharada de comida obligaban a recitar la Biblia en verso...

Así pues, enemigos irreconciliables... o no. En el primer punto, Israel usa diplomáticamente siempre que puede el antisemitismo para defender sus acciones. En el segundo punto, los palestinos, Hamás y otros, usan el "contubernio judío" internacional y otros males variados para justificar sus acciones, presentándose como víctimas. Tan víctimas son los miles de palestinos arrasados por tanques y excavadoras como los cientos o menos de israelís arrasados por cohetes, suicidas y otras cosas.

¿Qué queda? Negociar. Moshe Dayan, que luchó y ganó la famosa guerra de los 7 días, dejó claro que, tras la guerra, tocaba la negociación. Y mejor otra negociación y un pacto para la convivencia que la guerra de nuevo... pero eso no valida los "No a la guerra!" tan extemporáneos que se sueltan a veces. Más bien, refrenda que todo es negociable, pero si hay verdadera voluntad. Y quizá la misma venga por dejar aparcado el tema religioso y pensar en montar una comunidad multicultural con representatividad en el parlamento, más del tipo Un Estado, Dos pueblos. Ah, que Yugoslavia fue así y se fue al garete... ¿entonces, seguimos viviendo masacres?

Un saludo,