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lunes, 19 de noviembre de 2007

Blade Runner

Antes del DVD, de lo digital, de lo espectacular, de muchas cosas que ahora nos parecen usuales en el cine, se hacían otras muchas cosas de manera artesanal. El traje de Alien diseñado por H. R. Giger; los escenarios de 2001, minuciosos y sofisticados; las masas de extras en cualquier película del Scope... y Blade Runner.

Para mí, es un antes y un después. Antes de verla, no sabía que el cine pudiera ser tan especial. Después, todo el cine puede contar cosas que los libros de filosofía no registran.

Cuando la ví, en un reestreno posterior a 1982 (Entonces se hacía, más a menudo que ahora) era la versión comercial, con la voz en off, con el final feliz... y aun así, era especial; el futuro apestaba. Lluvia radioactiva, un mundo globalizado, con bicicletas, paraguas, neones desvaídos, chinos, hispanos, animales artificiales, sectas como el Hare Krishna, suciedad en grandes cantidades, noches ominosas, luces parpadeantes, emigración fuera de la Tierra... la ambientación de una distopía, un futuro poco edificante. Quedé impactado. Además, algo había de "mensaje", de visión del mundo desde términos inquisitivos. Y la banda sonora de Vangelis...

Lo primero de todo, me cautivó la recomposición del cine negro. Bogart reconvertido en Ford, Bacall en Sean Young... luego, las alusiones a la humanidad, el qué era ser humano; recuerdos, sentimientos... finalmente, el juego de caza, de tensión, de lucha. Era otro cine. Pasé días enteros buscando un abrigo similar al de Deckard, oyendo la banda sonora de Vangelis, leyendo el relato original de Philip K. Dick... y pasó el tiempo.

Un día, alquilé la película en VHS. Sería finales de los 80. Volví a sentirme cautivado, pero entroncaba además con algunas de mis dudas existenciales; sueños, realidades, mundos artificiales o naturales... y llegó el primer momento de "revelación". El reestreno de la versión que Ridley Scott se supone quería mostrar al público. Inicios de los 90. Fui al cine con mi hermano, una pequeña sala infame, llena, con ruido, molestias y calor, cerca de Gran Vía. Quedé sobrecogido. Ya tenía una teoría de la película, casi de la vida y parte del mundo, pero aquella tarde la rubriqué como casi definitiva.

No acaba aquí mi relación con la película. Nietszche, Unamuno, otros escritores de Ci-Fi, muchas cosas más, añadieron riqueza a Blade Runner. De pronto, un día, en el instituto, un profesor de filosofía sustituto, que parecía venir del punk de los 80, siniestro, licenciado y joven, nos la puso en clase. ¡Qué cambio de pedagogía! Algunos saludaron la película como una clase para saltársela, otros la vieron por ver algo... yo, en pantalla pequeña, me puse ese día en primera fila. ¡Qué diferencia de profesores, repito! el anterior, fumador en pipa, y obsesionado con la lógica ("Si A entonces B y si B entonces C, ¿qué tenemos?") el buen hombre no avanzaba... era conservador, funcionario, avejentado... casi como el edificio carcomido del final de la película, se le escapaba la vida entre sus grietas, como el agua supurante, y no era capaz de ver su propia ruina y decrepitud. El sustituto certificó mi idea; era una gran película a la altura de casi cualquier otro tratado de filosofía.

Los años pasaron, siguieron adelante. La pude ver alguna vez más, la conseguí hace pocos años en DVD, incluso, ¡qué cosas! un amigo, Raúl, me pidió la versión de 1982 que ya era una rareza (Y lo es, no encuentro copias...) y seguí incorporando cosas a la película. Su parecido obvio (Y no tan obvio) con Metrópolis, de quien es deudora, su denuncia de un mundo explotado y por tanto ecológicamente devastado (Lluvia ácida, falta de animales, oscuridad casi perpetua, contaminación que no deja pasar la luz, éxodo humano al espacio...) y sobre todo, sobre todas las cosas, esas pregunta esenciales de "¿Qué me hace ser humano? ¿Y qué es un humano?" junto con una voluntad ante la vida (El clavo es visto como cristiano; yo lo veo nietzscheano, y lo mismo la discusión con el "Padre creador") la hicieron esencial. Entonces, llegó el 25 aniversario.

Eso ha sido ayer, día 18 de noviembre de 2007, en mi 31 cumpleaños. He ido al cine a verla con mi novia, Cristina, mi buen amigo Rafa y su hermano, Javi. Y aparte de sentir que yo he envejecido, pero no así la película, me ha lastimado un tanto que cambiara detalles menores y también que incorporara cosas insustanciales. No las desvelaré. Me he sentido, como no sentí en 1992 (En ese año, la película cambiaba radicalmente de discurso; en 1982, el final era esperanzador, pero en ese momento, el final era claro, duro, diferente...) que ha habido comercialización, antes que cine. Y el cine, una vez más, ahora como consumo antes que otras cosas. Pero a pesar de ello, sigue ahí... siguen las bicis, el atasco, el videoteléfono con pintadas, la falta de luz, los gestos de Ford como Deckard, el humo espeso de los cigarrillos, el agua infiltrada en el edificio, la mano de Batty, los origamis de Gaff...

"Es toda una experiencia vivir con miedo, ¿verdad? Eso es lo que significa ser un esclavo." - Roy Batty

Un saludo,