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lunes, 21 de diciembre de 2015

República de Roma, el juego.

Avalon Hill publicó este juego de mesa hace unos 25 años. Un juegazo. Básicamente, usted lleva una facción de senadores y caballeros (equites) que trata de hacerse con el poder por diferentes medios. La popularidad, la influencia, la guerra, los acuerdos, el reparto de cargos... ganar por medio de la influencia es jodido (suelen asesinarte antes) y ser el más popular te garantiza inmunidad en los juicios, pero no mucha ante asesinatos. Lograr la dictadura es complejo, pero no imposible. Y ganar mediante rebelión contra el Senado, suele ser lo habitual. Pero tiene una cuestión importante. En ese juego, gana uno o pierden todos. En efecto, si en el difícil equilibrio de obtener la victoria un jugador descuida los asuntos de la República y antepone su egoísta opción personal, perjudicando a quienes podrían ayudarle a mantener el estado (y por tanto, el juego) es muy probable que contribuya a la derrota de todos. Un juegazo y encima de temática muy atractiva. Yo, lo confieso, llevo 15 años tratando de jugar siempre que puedo. Adictivo, duro, las negociaciones pueden retener un turno horas... las risas, los gritos, los pataleos, las espantás, los corrillos... lo adoro.

España, tras años de mayorías absurdas, digo, absolutas, o sustentadas por la artificial representatividad de los diferentes partidos nacionalistas, ha entrado en un escenario inédito desde casi la fundación de la II Restauración postcanovista. Ya no hay hegemonía de dos partidos, los bloques son más difusos y hay muchas cuestiones nuevas en juego. Un juego... siempre es un juego. Y los mejores jugadores suelen ser los más habilidosos y que más saben compaginar fortuna con audacia y previsión adaptable. Regalo un pronóstico; elecciones nuevas con otro régimen electoral antes de 2020. Conversión del PSOE en fuerza marginal. División del PP en al menos dos fuerzas nuevas (sin contar la cuña de C's) y apertura de un panorama donde todo, hasta el asesinato, es posible.

Pero es muy interesante. En el espectáculo uno se aburre de las viejas fórmulas. Veamos si alguien da nuevas o el gatopardismo triunfa. De momento, un orador brillante (Rivera) despluma a un cazurro sin igual (Rajoy) y un tipo inteligente y que al menos habla inglés comprensible (Iglesias) desapachará a un perdonavidas chulopiscina (Sánchez). Pena que Garzón se quede arrumbado de momento y un Herzog voluntarioso certifique el fin de un partido al que deberíamos dar las gracias por muchas cosas, pero... el República de Roma no recuerda a los perdedores, solo a quienes vencieron. Y Roma no paga traidores, aunque a veces sí les recompense con cargos y prebendas.

Un detalle final; me encanta este nuevo período. Me encanta. Ya era hora. Y que Nyarlathotep coja confesados (aunque le da igual) a todos...

Un saludo,