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jueves, 12 de abril de 2012

En madrid, abril de 2014

Hace un día seco, con sol, árido y caluroso. Lleva sin llover todo el invierno, aunque se prevén lluvias para mayo o junio. Los embalses están en reserva, restricción de agua desde hace semanas. La contaminación hace tiempo que no se mide, pero se puede observar desde cualquier punto a las afueras de la ciudad, como una gigantesca nave invasora cernida sobre los cielos. Da igual, el Ayuntamiento considera que es algo pasajero.

Camino por calles que llevan sin repararse varios años. El ayuntamiento dejó de hacerlo al no tener dinero, y la Comunidad, que tomó las competencias, las cedió inmediatamente al Estado sin hacer nada. Ahora mismo, el Estado tampoco está por la labor. Los sacrificios continúan.

Voy a un centro de salud. Llevo conmigo la Tarjeta Especial de Residente Permantente. La famosa TERP. Sin ella, no te atienden. Debes demostrar que eres trabajador, con al menos 3 años de antigüedad (los que lleven menos, tienen los centros de voluntarios, desabastecidos, masificados y con pocas ganas) y además haber pagado la Tasa trimestral de salud, consistente en un impuesto según tu renta. Iba a ser un "impuesto temporal" en 2012, cuando la gran reforma sanitaria (bueno, el derribo) pero se ha quedado ya permanentemente. Como tantos otros que serían "circunstanciales".

Es mi primera enfermedad del año. Bueno, realmente, no. Es la cuarta. Pero no puedo contar catarros, gripes ni tampoco alergias u otras dolencias "leves". A fin de cuentas, se cura con un poco de reposo al salir de trabajar. Sin embargo, tras la epidemia de gripe en el Gran Mercadona de Madrid, donde se contagiaron 45 empleados y casi 500 consumidores, están pensando en retomarla como dolencia incluída en las prestaciones sanitarias. No, voy porque me he roto un ligamento de la rodilla. ¡Otra vez! pero no ha sido jugando al baloncesto, no. Las tasas municipales para usar los pabellones hicieron que muchos equipos de barrio, de amigos y demás, dejaran de acudir y se montaran pequeñas canchas en las calles, incluso organizando torneos y liguillas entre ellos en zonas alejadas donde ellos mismos mantenían las pistas. A la fuerza, a ver quién paga tanto... como digo, me lo he roto corriendo en el trabajo. Sí, corriendo. Todo está lejos, y tras el despido de un 40% de la plantilla, todos ellos interinos, ahora mismo tenemos que cubrir los servicios de 42 horas semanales como podemos. Al menos, al haber menos médicos y consultas, y reducirse las prestaciones, hay algo de equilibrio. Un médico de mi hospital, de manera privada, me examinó en el cuarto de la limpieza, porque tratar dolencias en consulta sin pasar los trámites es motivo de multa. Al menos soy español. Si no lo fuera, la tasa que me aplicarían, según mi país de procedencia, podría ser privativa.

Naturalmente, no es ya un accidente de trabajo. Éstos desaparecieron con la antepenúltima reforma de la legislación laboral. El Gobierno, de acuerdo con la Cámara de Empresarios, decidió que había que volver a reformar el mercado de trabajo y aplicar, directamente, el llamado "Modelo sino-coreano". Esto es, jornadas de 50 horas semanales, reducción de salarios de hasta un 20% sin penalización, despido totalmente libre, prestación por desempleo temporal, de un máximo de 6 meses por 10 años trabajados... y las pensiones. Ahora mismo, las pensiones son algo irreal. Cotizar 50 años para poder jubilarse a los 70 como se pide es, como pronto, imposible. Es lo que tienen algunos sistemas, dijo el presidente De Guindos. Que no pueden afrontar la realidad de los mercados.

Aunque me duele un copón, la rodilla, he ido al consultorio varios días después. No podía permitirme incumplir la cuota mínima de jornada semanal. Si no la cumplo, me reducen el sueldo y pueden abrirme expediente. Pero es curioso, los expedientes se los abren a los que hacen todo lo posible por trabajar más, por hacerlo mejor y que, si caen enfermos o en lo que ahora llaman "nervios laborales", suelen cortocircuitarse. Una compañera se ahorcó con un cable de PC en el vestíbulo de entrada y nadie se lo impidió, pues todos iban demasiado rápidos para hacer nada.

Mientras camino cojeando, pues el precio de la gasolina es tan alto que ya no puedo permitirme cogerlo salvo para ir a trabajar, pienso en algunas de las últimas medidas. En Grecia y Portugal ya están hablando de recuperación. Por lo visto, aunque los niveles de vida no son muy altos, no pueden quejarse. De todos modos, no lo sabemos, pues después de suspender el tránsito libre por la UEM (Unión Europea de Mercados, tras la reforma constitucional del 2013) de ciudadanos, tampoco hay mucha capacidad de contrastar la información de los noticiarios. También hay rumores de que partes de población emigraron a sudamérica o África, pero suena a ciencia ficción... Las medidas más impopulares, al principio, pero más eficaces, fueron las de liberalizar del todo absolutamente todo. Ya no hay cortapisas ni controles, realmente. El dinero fluye en todas direcciones, sin trabas. Pero claro, eso puede hacerlo quien tiene dinero. Quien no tiene, debe conformarse con la supervivencia diaria. Tras los cortes de Internet que bloquearon ciertas páginas, con el permiso de Google y otros buscadores y gestores, apenas quedan ya rastros de las páginas "disidentes" y "reaccionarias" como las llamaba el Gobierno. La "manipulación informativa" ha sido eliminada, dicen, y ahora queda la pura y prístina verdad, repetida en decenas de medios diferentes que proclaman siempre el mismo mensaje, con ligeras variaciones, mostrando que la pluralidad informativa sigue existiendo. Bueno, eso es lo mejor que puede decirse, ya que tras la Ley de Prensa, Huelga y Manifestaciones del año pasado, apenas puede uno juntarse con más amigos y sacar una pancarta. Todavía recuerdo al señor aquel, jubilado, que se fue a la Puerta del Sol, un par de días después del gran despliegue de La Fiesta de la Familia Española (aun quedaban algunas cosas montadas, como la gran cruz o el puesto de polos Lacoste) y que se quitó primero la chaqueta, luego la camisa, finalmente la camiseta interior, y empezó a mostrar un terrible lema en su pecho y su espalda; simplemente, ponía "Hambre". Los antidisturbios le sacaron a rastras y, al resistirse, le dieron de golpes y falleció. Se declaró un caso de "resistencia a la autoridad".

Sin embargo, la mejor medida es la educativa. Cierto, ahora todos los colegios de prestigio son concertados y los públicos tienen una media de 90 alumnos. Seguimos teniendo las universidades en un puesto 100 o así del listado mundial, pero es que también tenemos menos en la cola, porque quedan la mitad, tras ser fusionadas la mayoría. Muchas carreras, consideradas improductivas, ya no se dan, y eso está bien, pues se logra mejorar la especialización. También es cierto que los médicos de ahora, los de prestigio, no ejercen en la pública, porque claro, tras los recortes, los aumentos de jornada y eliminación de derechos, la mayoría que puede emigra a Suecia o a Noruega. Dos filologías que han aumentado, curiosamente. Aparte, las tasas son tan altas, y las becas tan flacas, que muchas universidades ya recurren al sistema que inauguró el Metro de Madrid; la promoción especial. Hay aulas McDonalds, Campus patrocinados por el Gran Mercado Chino y carreras especializadas con Máster Coca-Cola y demás. Quizá tiemblo un poco, porque los niveles educativos de los médicos que quedaron en lo público son... escasos. Pero también puede ser mi cojera.

Llego al ambulatorio, y el panorama no ha cambiado desde la última vez. Vallado, con alambre de espino, los de seguridad que son policías alquilados por horas... aunque algo me llama la atención, y es que hoy no hay dispensador de medicamentos. Tras las últimas reformas donde sacaron todos los medicamentos que se consideraban innecesarios, ahora la forma de obtenerlo era mediante el chip implantado en el antebrazo, donde se registra DNI, datos fiscales, empleo actual y demás. Yo tenía un gato con uno chip también, hasta que tuve que abandonarlo porque su comida era demasiado cara...

Entro, de todos modos, con mi Tarjeta. ¡Suerte que no hago cola! al menos, no en la calle. Luego, dentro, me toca esperar. Cada hora que pase ahí, no trabajo, y es un tiempo a recuperar. No sé por qué recuerdo alguna película como "In Time", pero también llevo tanto sin ir al Cine... el único que queda en Madrid, claro. El MegaCinerama que ocupa el viejo Parque del Oeste. Tras nivelarlo y demolerlo todo, búnqueres incluidos y zonas de observación de pájaros, instalaron este complejo de 100 salas donde, curiosamente, no hay más que una película española al año, la que financia el Ministerio de Cultura. En los últimos años, siempre ha sido de temática taurina y algo erótico-festiva... es lo que tiene. De todos modos, después de tener que entregar todas las películas que tenía, tras el enésimo cambio de formato, y de malvender los libros a un trapero que eliminaba aquellos considerados "insidiosos" y dentro del catálogo de libros que actúan como "resistencia pasiva", ya no veo películas. Ni series. Hoy día, hay quien paga en el mercado negro por un episodio de "Águila Roja" o "Amar en tiempos revueltos". Lógico, tras la venta de RTVE a un conglomerado franco-alemán, ya no hay series que no sean extrañamente ajenas a toda realidad... en fin, espero.

No saco un libro, por si alguien me mira mal. Tampoco un móvil, por si me lo roban. Menos aun algo para escuchar música, por si la SGAE me controla con las cámaras. Me dedico a poner cara bobalicona, sonriendo tímidamente y mirando al suelo. No me atrevo tampoco a pensar más. El ejercicio estimula, pero no es bueno abusar.

Siempre que alguien pensó mucho, algo salió mal. ¿O será ésta también una reflexión peligrosa?

Ups. Mejor, me callo.

FIN?

Un saludo,