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martes, 10 de septiembre de 2013

Y de la Trinidad al serial barato...

Yo crecí con dos trilogías mágicas; "Star Wars" e "Indiana Jones". En ambas hay una coincidencia especialmente interesante. Harrison Ford. Carpintero antes que actor. ¿Necesito ser más explícito?

Steven Spielberg era el tetragramatron de aquellas historias, junto con un George Lucas que sonaba a profeta. Era hundirse en la butaca y saber que estábamos viajando. 

Hubo esperas, y en otros casos, como el mío, acortadas por la edad. Yo me pimplé la trilogía de "Star Wars" de seguido, gracias a reposiciones a las que me llevó mi hermano. Luego, cuando el estreno de "La última cruzada", me había visto las dos anteriores, en vídeo y en reestreno (sí, cuando había...) varias veces. Repetí, de hecho, en el extinto Cine España, la tercera. Y en los dos casos, las dos trilogías, que cerraré piramidalmente con una película que vale para triangular, "Blade Runner", sentí lo mismo. La conclusión de historias magníficas, narraciones mágicas, aventuras sin igual. Inicio y fin de algo irrepetible.

Pero claro, yo era niño, luego adolescente y, ahora, maduro de cuerpo y aun adolescente de mente. O demente, según quien me trate. No sabía que existía una "Industria". ¿"Industrial Light & Magic"? Eso.

Y entonces crecí, las trilogías se aposentaron como algo mítico, cerrado, que permitía soñar continuaciones y derivaciones. Soñarlas. La perfección de la irrealidad. Lo que no existe es siempre lo perfecto. Y Lucas y Spielberg decidieron que querían más. Pasta. Dinero.

Caímos. Yo no respeto la "nueva trilogía" de Star Wars. Para mí es un engendro episódico, aburrido, del que salvo los diez o veinte últimos minutos de cada película. Ni qué decir del superyayo de Indiana Jones, hablando de Gordon Childe con un motero de los cincuenta presunto sucesor. Más maduro de cuerpo, siendo como digo adolescente mental, aquello sentó como una traición. Y lo es...

Las películas de Kubrick tenían una estructura de pico. Como el famoso de la Paramount. El protagonista ascendía a un clímax y, la otra mitad, era descenso al infierno anticlimático. Bien podría Kubrick rodar un documental sobre esas trilogías + "Blade Runner". De cómo pasaron de ser míticas a seriales baratos y vergonzosos. De cómo quieren hacer un remake de "Blade Runner", añadir una segunda trilogía postiza a "Star Wars" o sacar una quinta de "Indiana Jones". Y uno siente, en lo profundo de su ser adolescente, la muerte de esa infancia, de esa magia, de esa virtud casi religiosa.

Como siempre, los sueños fueron alcahueteados por un buen puñado de dólares...

Un saludo,