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sábado, 23 de noviembre de 2013

De vuestros mitos muere mi realidad

Sorprende, asusta, la cantidad de artículos rememorando la Guerra Civil y la II República que pueblan los periódicos de toda laya estos días. Rememorando no con nostalgia, que hay, ni tampoco encomiosamente, que existen, si no cerniendo sobre el lector una bruma de dolor, áspera criminalidad y probable futuro de la España actual. Frentepopulismos, amenazas de comunismo, terrorismos separatistas... en la era de internet, la Xbox y la Liga de Fúrgol, todo eso, por suerte, se diluye, y mucho.

Porque se sigue practicando la propaganda. La de un patriota, sea del lado que sea, muerto y arrastrado, que buscó lo mejor para el país. Sea azul, negro, rojo o blanco, el color que use, le llamen "rojo" o "facha", se tilde de progresista o conservador, reaccionario o revolucionario, izquierda, izquierda, derecha, derecha... o centro. Por suerte, pienso, la propaganda murió el día que tuvo tanto éxito. Anteayer. En términos de años.

La propaganda es para vender. Marcas y productos. Y éstos son mitologías. Serás más guapo, más alto, más sexy, olerás mejor, pensarás mejor, correrás más, serás el top del top del guay mountain topping de chocolate. Etc. Y la propaganda sabe que vende mitos. Mitos son aquellas ideas falsas, mágicas, implantadas en el acervo de una cultura como explicaciones de fenómenos no explicados de otro modo. Zéus manda el rayo y llueve. Nivea manda su crema y rejuveneces. El PP gobierna y la crisis acaba. El PSOE vuelve y todos recuperamos el futuro. La minoría silenciosa es estruendosamente ruidosa, y la mayoría, calladamente complaciente. Tú te equivocas y yo, simplemente, no.

Esos mitos marcan un camino, el de la mentira, la falsedad, la ignorancia. Nos permiten no vivir una vida real. Nos impiden soñar con los pies en el suelo. Esos mitos, amigos, me hacen morir.

Religión, política, toros, fútbol... dicen que, esas conversaciones, matan cualquier grupo, pues cada cual es de una religión (o no) adicto a una política u otra, va o no va a los toros, y es de tal o cual equipo. Mierda. Soy ateo, progresista liberal con tendencias revolucionarias de izquierda para luego pasarme al conservadurismo del logro y la atenta vigilancia de ciertos derechos y libertades, los toros, ni fu ni fa, y el fúrgol, me aburre soberanamente, soy de baloncesto. Pero sus mitos no son mis mitos. El de un carpintero judío clavado en una cruz de madera (no es ni irónico...) o un bereber iluminado por sediento, el de un orondo gordete sonriente, una mujer de miles de brazos, un espagueti volador o incluso un pulpo humanoide gigante viviendo bajo el Pacífico. Ni el de un mono azul, rojo, blanco o negro. Ni una bandera bicolor, tricolor o multicolor. No, vuestros mitos nutren vuestra falsedad, pero matan mi realidad.

Quizá haya que pensar, entonces, en matar vuestros mitos, para que todos viváis en mi realidad. La vuestra, que negáis cada día.

Un saludo,