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sábado, 22 de diciembre de 2012

Querido político mío...

... estoy preocupado. Mucho. Realmente, mucho. Desde hace tiempo, te observo, en el Congreso de los Diputados, oculto en el Senado, aislado en la Asamblea de Madrid. Te veo en la televisión, leo tus declaraciones en medios impresos e internet. Escucho lo que dices, en la radio. Suelo informarme de lo que suelen dejar informar los medios. Y me preocupa.

Tu valoración es baja, la media no supera el aprobado. En un colegio, estarías repitiendo curso. Y quizá por eso haces esas reformas en educación. Pero la peor parte la llevas en la calle. Tienes gente protestando todos los días. Frente al Congreso. Frente a los Ministerios. Frente a la Asamblea y Consejerías. Hay convocatorias de huelga, manifestaciones, pitadas, pancartas. La calle está incendiada. Y lo peor es que, aunque se dirijan en su mayoría contra el político que gobierna (sueles ser del PP) ninguno lo hace por confianza hacia los otros (sean del PSOE o de cualquier otro partido).

Se supone que estás para representarnos a los ciudadanos. Que te hemos delegado un voto, en unas elecciones, para realizar un programa político que, sinceramente, tú sabes que nos leemos muy poquitos. Vives de las declaraciones brillantes del momento, algunas inventadas, otras pensadas. Lo que expones en folletos y programas no tienen el valor de un contrato o de un folleto de la CNMV. No cotizáis en Bolsa, lo hacéis en la urna. Y cuando ésta os da el voto... olvidáis, si tenéis la mayoría, durante cuatro años, a quienes os cedieron temporalmente su representación. Te recuerdo que la Constitución (a la que sueles aludir con pomposa gravedad cuando te interesa) dice en su artículo 1.2, que "la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del estado". Esto es, no eres un poder en tí mismo, lo eres porque hemos decidido que lo seas.

Pero, ah, el gran problema... tú sueles ir en una lista. Salvo los primeros nombres, famosos, conocidos, publicitados, tú puedes ser un apellido tapado en una lista que no sabías si saldría. Puede que hayas entrado de chiripa, tras años de esfuerzo en una localidad concreta, moviéndote aquí y allá, prometiendo, zalamero, todo tipo de apoyos a éste o aquel, o presentándote como el adalid de unos y otros. Es casi seguro que has bregado en el partido, buscando el apoyo del partido, afirmándote dentro del partido. Y has olvidado que no eres un miembro de un partido, sin más. Eres un político. Un representante de un colectivo más amplio. Los ciudadanos.

Por eso algunos se acuerdan de otra cosa que dice en la Constitución (la Biblia que agitáis de cuando en cuando) en su artículo 67.2, y es que "Los miembros de las Cortes Generales no estarán ligados por mandato imperativo." Si eres un diputado, o un senador, no tienes por qué votar lo que dicta tu partido. Sí, es cierto, llegaste ahí por esa razón. Pero te votaron ciudadanos. Sin su voto, no eres miembro de esos parlamentos. Recuérdalo.

Claro que me puedes responder, "si logro entrar y encima con mayoría absoluta, tranquilo; ya me aseguro el futuro. Dejaré en manos de amigos y empresarios varios los mejores negocios y asuntos, y luego ellos me recibirán con los brazos abiertos." Es posible que sí, que te sepas esa parte de la Iliada. El caballo de Troya. Pero entonces, amigo político... no eres un político.

La ciudadanía está viendo cómo hay colectivos enfadados, claramente hostiles, contra los gobiernos en los que formas parte. Y está pensando en cómo, tras varias décadas, se ha dejado secuestrar. Ojo, no eres tú el primero. Empezó con un tal Suárez, siguió con su breve sucesor, Calvo-Sotelo, y llegó la "década" de González. Después, uno de los más odiados, Aznar, y tras él, Zapatero, aun más odiado. Ahora está Rajoy. El ciudadano que dedica unos minutos a pensar, se queda perplejo. Abre los ojos, las orejas y la boca con un "¡Oh!" exclamativo, refunfuñando un "¿cómo llegamos a ésto?". Y sabe la respuesta, lo sabe bien. Pero hay un factor que os ayuda mucho. Nuestra falta de cultura. En todos los sentidos.

Sí, siempre habrá grupos críticos, incluso muy respondones. Pero son facilmente evidenciables. Si son muchos, podéis hacer como el otro día Ignacio González, presidente no electo de la Comunidad de Madrid, con ayuda de la Delegada del Gobierno, Cristina Cifuentes; llevar una manifestación a favor de la Sanidad pública y en contra de los planes privatizadores por calles y recodos alejados de la Asamblea donde impostábais un teatro democrático. Sin embargo, eso no impidió que varios cientos, un par de miles, quizá, llegáramos a la misma y pudiéramos corear gritos en contra de vuestro juego. Y nos vísteis, fuísteis a ver a esa muchedumbre, esa masa negra que puede derivar en oclocracia según vosotros. Si sabéis lo que significa el término. Pero lo lográsteis; apenas trascendió. Los miles de médicos, enfermeras, sanitarios y no sanitarios, pacientes y ciudadanos que formaban parte de aquella manifestación, quedaron perplejos al sentirse criminalizados por la policía. Fue curioso.

Porque tenéis a la policía y demás Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado (qué bien suena, así dicho...) bajo vuestro control. Y aseguráis que es para proteger el normal funcionamiento de las instituciones. Vaya, si es que muchos ciudanos van a gritaros de pura impotencia, porque no saben ya qué cauce es el adecuado. No respondéis a periodistas (cada día más sumisos y serviles) ni tampoco proporcionáis datos concretos (valga el ejemplo de Lasquetty, incapaz en 50 días de decir cómo ahorra dinero su plan para la Sanidad, salvo cuando le han obligado un puñado de médicos que se han leído la ingente cantidad de BOCM y documentos públicos para espantarse...) y mucho menos admitís los gritos colectivos, prefiriendo el silencio, para vosotros mayoritario y aprobatorio, de quienes no saben, no tienen tiempo o tienen miedo o incapacidad para protestar.

Querido político mío; no creo que lleguéis todos juntos al medio millón en España, chupando del bote, como afirman unos cuantos. No, no salen las cuentas, entre parlamentos y demás. No llegáis a cien mil. Y muchos ni siquiera cobran en ayuntamientos, donde ejercen como un verdadero Zoon Politikon de los de Aristóteles (griegos... ya sé, ya sé, molestan). Pero mi duda, mi gran duda, es si llamarte siquiera "político".

Un político, según la RAE, "interviene en las cosas del gobierno y negocios del Estado." Eso lo hacemos todos, como indica en otra acepción, ejerciendo la "actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo." Por tanto, político, eres ciudadano, y como ciudadano, si llegaste aquí, te darás cuenta de la implicación que eso tiene. 

Así pues, querido ciudadano mío...