Buscar dentro de este batiburrillo

domingo, 4 de noviembre de 2007

Ecos de la clase política

Sarkozy, que es cristianote y viril hombre de derechas, ha logrado sin embargo caerme simpático por una vez. El hombre, con el tema del Chad, ha ido en "su" avión presidencial y ha rescatado a las débiles damiselas blancas y europeas de las garras de los crueles negros africanos. En el viaje, se ha traído, dejando en Torrejón, a las azafatas españolas.

Viaje con escalas; me imagino al francés saludando a las españolas con un guiño de ojos, intentando ser atractivo, desplegando el empalagoso y artificial encanto de un cuarentón (que es cincuentón) divorciado y por tanto con ganas de marcha. "Eh, nenas, estoy libre; venid por el Elíseo y os doy un paseito que nunca olvidaréis..."

La cosa es que éste político ha demostrado que cree en su nación. Ojo, no digo país o estado. Nación. Ahora, en los últimos 30 años, en que ser "Español" es sinónimo de "Facha", o en que declararse de izquierdas y español es como ser tildado de demente, me sigue sorprendiendo esta raza de políticos de fuera de España. O del Estado español. O de Iberia.

En otros países, los políticos son hombres que, en su búsqueda de poder, de control, de dinero y otros vicios, sin embargo no olvidan del todo el servicio público que han de dar. Y lo demuestran, aunque sus corrupciones sean tan chapuceras como las nuestras o sus actos tan vergonzosos como los de por aquí. Lo hacen porque tienen una historia detrás que avala su grandeza. Aunque sea inventada y a costa de minimizar la de otros.

Julián Juderías, escritor español finisecular, dejó un libro, tratado casi, llamado "La leyenda negra", que analiza nuestra continuada perversión de creernos inferiores a todos los demás, con un pasado por el que sentir culpa y vergüenza, y también la otra de bascular al lado contrario, pensándonos los amos del Cosmos. Es interesante ver cuánto de lo que somos (y de lo que podíamos haber sido) ha estado influenciado por lo que otros dijeron, más que hicieron, de nosotros.

Así pues, en la España de la ultracorrección lingüística, de los excesos por un lado o por otro, de la política hecha para políticos y el partido, sorprendería encontrar un político, un hombre público que pensara en términos de "Qué le va mejor a mi país..."; antes que eso, siempre, los artificios, el humo, la palabrería, lo rastrero, lo barriobajero y sobre todo, la falta de visión.

Sarkozy seguramente les ha dado el teléfono a las chicas, si le parecen guapas. Como Aznar, es de derechas, pero con más clase. El del bigote metía bolis por el escote con la misma gracia que un gañán visitaba Francia en los años 60. O sea, ninguna. Hasta el arte del requiebro rijoso se ha perdido en este país, España...

Un saludo,