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martes, 23 de septiembre de 2014

Esa esperanza en el ser humano...

Venga, vale, hoy me he levantado más cínico y misántropo de lo normal. La acidez de estómago que proviene de las neuronas que se sublevan al leer noticias. Porque si ya me indigné en su día con el traslado del religioso infectado de ébola al Carlos III (sabiendo que éste hospital está desmantelado por su integración en el de La Paz) y que obligó a un cursillo urgente de unas horas al personal temporal (interinos y demás) que no tenía ni idea de cómo enfrentarse al asunto y que estaba presionado y amenazado para cumplir con el tratamiento, pues ahora me indigno el doble.

Resulta que volvemos a hacerlo. Bueno, el gobierno. Como favor y prebenda de aquellos religiosos que mantienen algunos de los hospitales privados más fuertes de España (ora et cobra, sabia pecundia) se vuelve a poner en marcha todo el contingente de gasto público (el de todos) para salvar a otro misionero. Y antes de seguir, sí, magnífica labor la de estos misioneros que se parten el pecho fuera por curar males que son peores que los de casa. Abnegados y solidarios. Lo respeto. Pero pidan ustedes que si les secuentra un ISIS de esos del Mahdi (o del nuevo profeta reboot) les vaya a salvar Morenés con la fuerza aérea española. O que si están repartiendo agua en Somalia y les pilla un fanático con ganas de degollina por lo de los piratas tengan a una de nuestras flamantes fragatas patrullando para salvarle. Los cojones, que diría aquel. Usted no pertenece a una gran organización con cruces en su camiseta y está jodido.

Así tenemos que se pueden saltar todos los controles sanitarios, arriesgarse a una epidemia (¡por segunda vez!) en contra de las voces discrepantes de médicos, virólogos y expertos varios, y traerse al misionero que, repito, alabada sea su labor, más no el rescate que teatral y pomposamente ha puesto en marcha el Muy Católico Gobierno de Su Majestad Felipe VI. Y entre medias tenemos la noticia espeluznante que ha sublevado a mis neuronas.

Hola, ¿qué tal? No, no es el suero Z-Mapp, que suena a marca de Citröen. No, no es un tratamiento experimental. Es un medicamento llamado Sovaldi. Que vale 60.000 euros. Que desde luego no va a costear el Muy Católico Gobierno de Su Majestad Felipe VI. Y que obliga a cosas como hipotecarse para salvar la vida. Así de crudo.

En mi universidad dábamos un poco de economía. Un profe que iba de guay libegal nos dio nociones. "Cañones o mantequilla". La disyuntiva de los Estados. O invierto en producir mantequilla (alimentar a mi población) o en cañones (enfrentarme a mis vecinos) y tengo que encontrar el equilibrio para que no me invadan por mi mantequilla pero tampoco yo esté hambriento y tenga que hacer lo mismo con los vecinos por su mantequilla. En cualquier caso, es sencillo; el Estado tiene opciones. Debe elegir en qué invierte. Y en lo que invierte, en lo que pone la pasta (que es lo importante) define sus ideas y objetivos. Que se fleten aviones para recuperar misioneros infectados de ébola, trayéndolos en contra de opiniones de expertos (lo siento, pero me fío más de los médicos de La Paz y el Carlos III que de los asesores primosh y cuñadosh del Ministerio de turno) y se siga obviando el otro problema, el de los infectados de hepatitis C, con c de "Curable", me repatea. Cañonazos para matar moscas y nada de mantequilla para los tuyos.

Desde luego, en el caso del medicamento, se dirá que es caro, que algunos sí lo reciben, que... pero es que esto es el otro debate. ¿Dejamos que las multinacionales dicten quién vive y quién no, según su nivel de renta? ¿Dejamos que el negocio marque la línea dentro de la cual estás protegido y fuera de la cual eres tercer o cuarto mundo? Parece que sí. Y por eso, cuando se ataca a algunas formaciones cuyo nombre no repetiré como "populistas" y "demagógicas" y todo eso, me río. Que Pedro Sánchez hable de espectáculo político sentado en un sofá con un cantamañanas de la tele que va de Évole malo, no deja de ser una ironía tan grande que roza el sarcasmo.

En fin, que cada vez que tropiezo con estas cosas que hace el ser humano, amo más a mi gato. Al menos se acurruca a mis pies y da calor mamífero.

Un saludo,

**EDITO**

Parece que sí va a haber tratamiento con el Sovaldi para la hepatitis C. Veremos a qué coste, a qué población y cómo. Así que debo incluir este acierto, o rectificación, en el mensaje. Y con cautela pero también cierta felicidad...