Buscar dentro de este batiburrillo

lunes, 18 de mayo de 2015

Nada que decir.

Hay días así. No tienes nada importante que decir. Callas. Te muerdes la lengua y miras a los lados con ojos nerviosos. Escuchas a alguien comentar cualquier situación de actualidad y te encuentras sin palabras. Porque están todas dichas. Al menos, en tu cabeza. O por otros en otro momento. De pronto, la expresión oral queda inane, sin eficacia. Callas.

Yo no tengo mucho que decir, últimamente, aunque digo muchas cosas. El sonido de mi voz es como la letra escrita para un grafómano. Embriaga... aunque esté hueco. Y entonces alguien cuenta algo y te da la sensación, esa comezón rara, de que no te importa un rábano. Que realmente no hay nada de importancia tras sus palabras, sus problemas, sus inquietudes. Escuchas y desechas. Entre las orejas pasan palabras sin que ninguna deje siquiera un velo de presencia. Ningún rastro. Porque has escuchado todo, ya. O eso parece.

Ante tal panorama... ¿qué? Y entonces viene. El deseo. Ese torrente nunca embalsado. Si dejas en soledad que la gota agriete la presa, parte y quiebra la retención y cae. Primero como un chorro que humedece el cemento. De gris a oscuro. Luego como saltos de agua espumosa. Y repentinamente, como una furia que rompe bloques y los arrastra, en un grito infinito y áspero, mojado de pasión y fuerza. Ruge como la fiera que es, como el salvaje nunca embalsamado, como el poder de la vida y el deseo que es. Y arrasa todo...

Tras la torrentera, el curso del río. De nuevo. Y un prudente ingenio para retenerleo. Ilusamente. Y la creencia en que somos civilizados. El agua vuelve a estancarse. El rumor del viento mece ondas otra vez en su superficie. Y es posible que un niño, con una piedra, jugando, vuelva a agitar las aguas de manera que, todo lo dicho, vano, vuelva a tener significado real. Naturalmente, un niño o una niña que ríe. Pues su risa colorea los huecos de las palabras vacías. Su mirada fresca, su emoción pura, su naturalidad hace que, de nuevo, como siempre, las palabras tengan otra vez sentido. Y ante eso, no tengo nada que añadir...

Un saludo,