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martes, 7 de junio de 2011

“¿Ese es el único problema que tienes en la vida? ¿Ese?”

Esa frase, de alto contenido chulesco y presuntamente pragmática, fue la que le espetaron a la mujer que entabló una charla con el heredero del Reino de España. Una charla breve que ella no esperaba, que fue atendida por el susodicho con respeto y capeando con formalidad el debate, hasta que algunas apreciaciones chuscas como la del presidente navarro (“la Primera y la Segunda República acabaron como el rosario de la aurora”) y el comentario que da lugar al título, empezó a revelar el nerviosismo que el debate suscitaba.

Es un debate que siempre se busca cerrar desde el inicio, y que se cerró en falso con la llamada transición española. Los partidos de izquierdas, especialmente el comunista, decidieron no aplicar su fuerza en la calle para reclamar una verdadera transición a un modelo democrático aceptado por todos, y prefirieron en cambio aceptar un modelo que, suponían, les podía beneficiar a ellos, pero no a todos los españoles. Una traición de las izquierdas (una más) que ahora pagamos.

Después, si alguien suscita el debate, ha sido tachado convenientemente de “utópico” o “revolucionario” o peor aun, de “imbécil”. Los adjetivos se han usado en más de una ocasión para aquellos que lo han traído a colación, especialmente el último político que tuvo el atrevimiento de promoverlo, Julio Anguita. A día de hoy, el debate es algo para lo que están muy bien vacunados los españolitos de a pié; la República es algo malo que destruiría España. Y nos va bien con la Monarquía. Gastan poco, son majos, profesionales y buenos representantes de la marca en el extranjero. Pero el debate, me temo, va más allá.

Porque no se trata de tener una República sin más. Se trata de un completo proyecto de regeneración, de cambio, de modificación de mentalidades, instituciones y reglas del juego. Se trata de lograr lo que en España ha sido un sueño durante los últimos 200 años, una DEMOCRACIA.

Las democracias son algo que pueden existir con o sin monarquía, pero normalmente son más fáciles de tener y hacer funcionar con una república. ¿Por qué? Por que la ciudadanía, si está preparada, comprende más su papel de actor y no deja en otras manos lo que es suyo, la gestión de su mundo. Es la lección a aprender y que voces como las de los últimos meses aventan; si dejamos que otros gestionen nuestros asuntos, acabarán siendo SUS asuntos y SUS intereses, y entonces lograremos el fin de aquel “yo no me meto en política”; la política estará en otras manos diferentes a las nuestras.

Ya nos ha pasado con los que gestionan los mercados y bancos, las agencias de calificación y las grandes empresas. Les dimos el poder efectivo, el que no tiene control por parte de nadie, y estamos observando los resultados. Y no hemos refundado el capitalismo ni tampoco regenerado la democracia. Estamos jugando al mismo juego de siempre, el que solamente se corta de una manera. Ese es el verdadero minuto de gloria de una ciudadanía, de un pueblo, de un conjunto de personas concienciadas.

Claro que, como dijo el heredero del Reino de España, “(…) esto no llega a ningún lado.” Al menos, si seguimos tomando a risa estos temas.

Un saludo,