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martes, 16 de agosto de 2016

La intolerancia.

Seguro que hay artículos muy buenos por la red pidiendo tolerancia y todo eso, ante las noticias que nos llegan siempre de las relaciones entre quienes vienen de la cultura del Islam y los que estamos en eso llamado Occidente. Muchos. Y bien escritos. Pero ninguno habla de la verdad absoluta, de lo cierto. Que en realidad la intolerancia siempre triunfa, de un lado o desde el otro.

Las fotos se supone que hablan solas. Mentira. Las fotos no hablan. Muestran. Las jugadoras egipcias con el uniforme completo (casi idéntico, salvo para la cabeza, que el usado por las españolas en voley playa un día de lluvia) contra las jugadoras alemanas no es un alegato a favor de la tolerancia o un estudio del machismo de las diversas sociedades contra sus mujeres. Me ha hecho gracia la equidistancia con la que se ha tratado a ambas partes (recuerdos de ETA y tal me vienen a la mente...) una imponiendo la vestimenta completa y la otra imponiendo una desnudez y carnalidad sensual obligada. Lo cierto es que la intolerancia genera preferencias, y me decanto por defender a aquellas que pueden mostrar su cuerpo casi desnudo o vestido (como las españolas, aunque sea por una rendija del reglamento) sin que por ello reciban palizas de muerte y tal. Que sí, hay asesinatos machistas en nuestra cultura occidental proveniente, como todas, de un heteropatriarcado machista y asesino (no he podido escribirlo todo sin partirme el ojete, perdón a la comunidad gay también por ello) pero no tantos ni tan constantes y bien vistos como en otros ámbitos donde la ablación de un clítoris no es como la depilación del coño. Una es una imposición, la otra, elección.

Más noticias exacerban. El "Burkini" prohibido en Cannes y otros lugares (en algunas playas de Córcega, tras trifulcas varias) porque se considera un problema de convivencia. En seguida se habla de intolerancia. Pues sí. Miren, la República que nació en Francia en el siglo XVIII, de la que muchos demócratas y progresistas y tal se consideran herederos era INTOLERANTE. Y asesina. No toleraba a quienes pudieran ser obstáculo, y los asesinaban, exiliaban o encarcelaban. La República francesa nació en sangre, como bien deja claro su himno más apreciado y que hace temblar de emoción, "La Marsellesa". Y si no hubiera sido intolerante y asesina contra quienes querían acabar con ella, habría perecido (como ya ha sucedido en más de una ocasión) y no podría ser, paradójicamente, predicadora de la paz y la tolerancia. ¿Suena a oximorón? Lo cierto es que lo bueno surge casi siempre de lo crudamente práctico y sangriento.

En todo caso, nadie alza mucho la voz cuando en el mundo Saudí, Wahabista y soporte del Califato, se ajusticia a ateos (nadie habla de "Ateofobia", qué curioso...) homosexuales, seguidores de modas occidentales o simples amantes de alguna libertad (sobre todo, mujeres) e incluso se silencian noticias de trato a occidentales (mujeres, sobre todo) que han sido en público contempladas como lo que ellos creen que son, putas degeneradas. Y su intolerancia crea un modelo que defiende lo que ellos creen, esto es, la supremacía masculina frente a la femenina, y la del creyente sobre todos los demás. El celo del follador de cabras en el desierto, de donde nacen esas religiones tan pacíficas (judaísmo, cristianismo e islamismo) que provocan tantas y tantas muertes. Por suerte, tras siglos de lucha, en Occidente el mundo grecolatino ha sido el contrapeso del cristianismo y lo ha postrado (a sangre y fuego, o con máquinas y capitalismo; otra cosa es si el aliado capitalista sigue sirviendo a la causa...) dejándolo exangüe y como mero complemento decorativo (¿el 30% de las bodas del año pasado en España fueron religiosas y un 75% se sigue declarando "católico"? Venga, comiencen las risas...)

No, lector. Eres intolerante. Lo sabes. Puedes ocultar con palabras y frases hechas muchas de tus fobias, pero eres intolerante. Contemplas con recelo ciertas cosas ajenas a tu cultura porque es natural. El prejuicio cultural es inherente, y pocas culturas consideran que las extranjeras aportan algo positivo a las propias (si no, sucede ese fenómeno que llamamos "aculturación", algo que logró el Imperio Estadounidense durante los últimos 40 o 50 años) Eres intolerante y no quieres mostrarte como tal. Un acierto, porque hoy día, si eres intolerante contra ciertas cosas, pierdes el respeto de tu entorno. Pero si me dan a elegir, prefiero ser intolerante desde ciertas perspectivas, aunque se me tache de muchas cosas. Es lo malo de estos (y todos) los tiempos, que en momentos de crisis y exacerbación de contrarios, los que pretendemos el punto medio tenemos asegurada la eliminación. Y yo tampoco he sido nunca de puntos medios, la verdad. Por eso digo, sin ambages, que lamento las prohibiciones, pero las prefiero a las confrontaciones de opuestos. Que no hemos vivido una historia sangrienta y dura en Europa durante varios siglos, en los que finalmente se ha impuesto una cierta idea de democracia, paz, civismo, convivencia, laicismo y otras ideas más respetables que las originadas por las religiones y sus interpretaciones para volver a esos caminos. Que si no luchan desde dentro quienes directamente tienen que hacerlo (mujeres feministas, aunque consideren el feminismo como una "lacra occidental"; ateos, gays, liberales...) como siempre ha sido así, nadie les apoyará desde fuera, pues las injerencias sientan mal (y suelen estimular la cerrazón autóctona, que nos lo digan en 1808 y ya tal) Así pues, la intolerancia, a veces, debe ejercerse para poder practicar la tolerancia.

Y si tras esta reflexión ahora quieres, lector, acusarme de intolerante (ya sabes, ese tipo de cosas que parecen decirse con ánimo de ofender) puedes. Porque lo soy. Y tú también. Pero el problema es que yo ya no transijo con ciertas cosas. Occidente y estos últimos 40 años me gustan. No he sido balcánico, ni del bloque del Este comunista, ni tampoco he vivido demasiado cerca el terrorismo etarra. He tenido la suerte de nacer y vivir en un estado vasallo del Imperio Estadounidense, y no me siento orgulloso de ello, pero desde luego me siento mejor que si fuera un kurdo en cualquier parte, un chiíta en Yemen, un sunita en Irán o un cristiano en Afganistán. Y quizá, sólo quizá, esos "inventos del demonio" occidentales sean, en suma, mejores que otras expresiones culturales para las que siento, como tú, una sana intolerancia cuando veo que no puedo ser tolerante en su integración. Una integración tan simple como que "oye, vive como quieras a mi lado, pero procura no intentar matarme"...

Un saludo,