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domingo, 9 de enero de 2011

Y el mundo sigue...

Mañana regreso a la "disciplina" laboral. Tras unos 10 días de descanso, toca retomar la puñetera rutina. No está mal, hombre; trabajo de 8 a 15h. Tengo un rato para desayunar, unos 20-30'. Y en ocasiones el ambiente es agradable, no tengo que verle la cara a casi nadie.

En estos días he participado de la vorágine alimenticia tan absurda de todos los años, aunque menos. Y también he tenido que dedicarme a muchos de los asuntos anejos a mi futura boda. Además, dado que las notas de la carrera han sido buenas, he tenido que retomar el estudio un poco más en serio, exigencias de la evaluación continuada. Y mi padre, siempre mi padre... muchos líos, muchas cosas, agendas raruzas, horarios extraños...

En breve me iré a la cama, espero que leyendo algo que no sea sobre el Neolítico en el Próximo Oriente. Y en poco más de 8 horas, estaré en la puerta de mi trabajo, ¡sin humos en las cercanías! para otra semana más de abulia intelectual. Pero ya he asumido que es una rutina necesaria, que me ingresa un sueldo a fin de mes. El resto es mi vida, eso... una molestia inevitable.

Entre medias, no dejo de reírme con los sucesos del mundo. La radicalización política en los EE.UU., nada envidiable a ciertos países denominados "tercermundistas", o la crónica del Follonero sobre Israel y Palestina. O el cuento de nunca acabar. El odio es así, todos necesitan un poco para mantenerse en forma, y un sujeto en el que verterlo. En España, mientras, las cosas siguen ridículas. Pienso en la mala aceptación de la última película de Álex de la Iglesia, un tipo interesante. Vaya, si es el esperpento que hoy quizá habría filmado Valle-Inclán... más que nada, porque el esperpento no es un género, es el modo natural de vivir en España. Aunque sé de nuestra exportación del mismo allende nuestros ficticios bordes...

En fin, un año más, de fecha imaginaria, sigue. Impar y pasa. El mundo sigue, seguirá con nosotros o sin nosotros, quizá mejor sin nosotros. El resto de las cosas que nos importan son como lágrimas vertidas en el océano, nos marcan en la mejilla pero se pierden en la inmensidad. Y se borran con sencillez, incluso la muerte. La ajena, claro. La propia ni nos inmuta. Visto el mundo con acronía, el relativismo cobra fuerza y nos consuela más que cualquier religión.

En todo caso, seguiré condensando en pocas, preciosas palabras, la vida; hedonismo. Ético. Personal. Compartido.

Un saludo,