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martes, 29 de abril de 2008

El día en que el Mundo terminó

El ser humano juega muchas veces con la proyección del final de su existencia como especie, barrido de la faz de la Tierra por diversas causas; una enfermedad imposible de curar por su agresividad, un meteorito del tamaño de Andalucía estrellándose y acabando con todo, una guerra nuclear (algo que últimamente se está olvidando, pero es posible) una invasión alienígena con ganas de exterminarnos, una plaga de zombis o vampiros u otras mutaciones, un Apocalipsis bíblico (más ahora que por lo visto nadie lee ese libro) o un desgaste medioambiental del planeta que lo arrase hasta los cimientos.

Sea la causa que sea, se plantea el fin del mundo como el fin del hombre como especie, como grupo, no como individuo. Siempre, en los planteamientos dichos, sobrevive alguien. No hay película, libro o historia que muestre un planeta completamente barrido de seres humanos. No, hay siempre alguien, que con ingenio, perseverancia, orgullo y suerte, sobrevive y mantiene intacta su humanidad, su capacidad de emocionarse con Bach, de entusiasmarse con el ajedrez, de ver películas y leer grandes obras al tiempo que suele matar a los invasores o combatir la soledad. Y ese alguien es la esperanza, hasta que muere y todos lloramos... aunque con cierta esperanza, pues luego siempre resulta que no era el único...

Falso. Imaginemos un planeta vacío. Sin seres humanos. No hay nadie. Ningún miembro de nuestra especie. Se escapa a la comprensión del ser humano el pensar que no haya ni un solo ser humano, porque no podría verlo... ¡él sería el único en ver ese vacío! No pensar como un ser humano, no razonar ni sentir como un hombre, no ver, no escuchar, no palpar, no gustar, no olfatear nada... ¿puede eso realmente ocurrir?

De momento, una hambruna parece que se viene encima de aquellos a los que el capitalismo ha marcado como débiles. El falso darwinismo económico de hoy día (quien no tiene perece, y quien tiene o lo controla, prevalece) se está convirtiendo en moneda común. Moneda falsa. O no.

Malthus comentó, brutalmente, que el ser humano no podía expandirse sin más por el mundo, pues agotaría los recursos y, esquilmado el planeta, no habría nada con que sostener a las siguientes generaciones. Y por ello creía en la muerte masiva como un modo de corregir esa tendencia. Hambrunas, epidemias, guerras, catástrofes, todos medios de regulación poblacional que permitían a otros vivir... mejor.

Lo que no sé si Malthus llegó a pensar es en el hecho de que, biológicamente, somos una especie más, no La Especie... que quizá somos ese virus que proclama friamente el famoso agente Smith de "Matrix", un virus que ha infectado el planeta. Que el ser humano no es tan importante... y sin embargo, pensar eso, como ser humano, es difícil. Menos aun aceptarlo.

El Mundo, como lo conocemos, puede acabarse. Por muchos motivos. El problema es que no sabemos, o no queremos, hallar el medio para que podamos habitarlo sin incomodarnos unos a otros, y mucho menos sin arrasar a los compañeros de viajes que llevan eones conviviendo con nosotros y, casi siempre, dándonos alimento, cobijo y muchos otros recursos.

Quizá sea hora de desempolvar viejas teorías, actualizándolas, y pensar en términos anticapitalistas... pero no por ello dogmáticos. ¿Seremos capaces?

Yo creo que no.

Un saludo,