Buscar dentro de este batiburrillo

lunes, 31 de diciembre de 2012

¡Fuera caretas!

Pues así de claro. Ni feliz año nuevo ni hostias. ¡A la mierda! ¡Que las cosas cambien de una vez! 

A ver si el año nuevo trae lo que necesitamos de verdad; cambio. Cambio que no nos puede seguir siendo dado por otros, dejando que la inercia nos coma vivos. La inercia y la estancia en la inopia, inopinadamente, inicuamente. Un cambio. ¡Cambio! 

Que los políticos se quiten las caretas, aunque tan importante o más que eso, que los ciudadanos veamos las caras de éstos DE VERDAD. Que nos atrevamos a mirar. A ver. A escuchar. A entender. No a quedarnos en la superficie, cómodamente instalados en nuestra estulticia material.

¡Que haya cambios! No puede ser que el año que empieza, o continúa, o acaba, sea un constante sangrado de todos para lograr mejorar al enfermo. ¡La sangría como método curativo! en el siglo XVIII aun podía creerse en ello, pero varias revoluciones después, me parece que hay que ser muy estúpido o ser complaciente para creerlo...

¡Que entendamos de una vez de qué va todo esto! Porque el nombre "Crisis" está ya en crisis. No, no puede ser, no podemos creer que es así constantemente. Tenemos que entender qué falla, qué está estancado, como un charco sucio e infecto donde crecen los bichos y el paludismo y otras enfermedades. No, no es posible que sigamos eligiendo la ignorancia, pretendiendo eludir siempre la responsabilidad de conocer la verdad. ¡Responsabilidad!

El año puede comenzar con un paso atrás de quienes lo cerraron protestando. Puede parecer que hay recule, huida, abandono. ¡Ni de lejos! Hemos tanteado, probado fragmentariamente, intentado de manera aislada fórmulas de protesta, de solución. Lamerse las heridas de la triste realidad (un estado alejado de sus ciudadanos, protegido por sus fuerzas y cuerpos de seguridad, y la seguridad de su fuerza, así como la inseguridad de su sinrazón...) no debe ser trabajo para mucho tiempo. ¡Cambio!

¡Jóvenes bárbaros de hoy, abandonad los televisores e Internet! ¡Quemad las consolas! ¡Tirad los móviles! ¡Levantad el velo de la realidad, una puta sifílitica, descarnada y roída, y morreadla, comprended sus pústulas, sus grietas, sus bilis! ¡Folláos a los que os sodomizan, dad por el culo a quienes os rompen el vuestro! ¡Que el miedo no lo tengáis vosotros! ¡Que lo tengan quienes os están fallando, follando y destrozando! ¡Si mienten, echadle huevos! ¡Si hacen lo que no deben, oponeos! ¿Y cómo? ¡SABÉIS CÓMO!

Si no buscáis el cambio, si aceptáis la situación, si preferís vivir cómodamente instalados en la desasosegante pero agradable conformidad, si queréis gritar, hablar y dar palique pero no mover las manos, los pies y el cuerpo, entonces... ¡QUE OS JODAN!

Y diréis, ¡tú qué! Yo estoy harto de gritar, de usar palabras, de abrir la boca como un pez y boquear en el silencio. Por eso, porque no puedo hacer nada de lo que pienso solo, necesito ver movimiento. Necesito ver una riada de gente yendo a los lugares que siempre apunté con mi dedo. Si veo esa masa, individual, colectivamente consciente, entonces caminaré, iré por el mismo sitio. Y recordad; el agua siempre pasa. Hasta la roca más dura se disuelve. Con ese agua o, mayormente, con dinamita.

No esperéis a que otros resuelvan vuestros problemas, pues son VUESTROS PROBLEMAS. No los de ellos...

¡CAMBIO!

martes, 25 de diciembre de 2012

Navidad...

Llegan estas fechas "tan entrañables" que tienen un común denominador; el arrejuntamiento de los miembros del clan familiar en torno a hogar, consumiendo los alimentos recolectados a lo largo del año en un festín proteico, grasuzo y pantagruélico, necesario para combatir el fuego. Y todo se hace por lo que se hace, por tradición.

Una tradición que no es cristiana. Es sedentarista desde los tiempos en que el ser humano comenzó a cultivar, a crear hogares estables y a vivir controlando un territorio, en lugar de atravesarlo. Más o menos, esto comenzó en Mesopotamia y luego se traslado a Europa, hace unos 12.000 años, siglo arriba o abajo. Que luego se adorne de mil maneras y se le llame, desde que tenemos tradición escrita, culto a Sol Invictus, a Marduk o a Horus, da igual. Eso es el revestimiento. Los mitos son eso, mitos creados por el hombre. Algunos triunfan y se les da categoría de "religión". Hoy convivimos con un mito convertido en religión, el cristianismo.

Lo curioso es cómo la historia es la misma en cuanto a sus factores. A sus hechos concretos. El buen historiador marxista hablaría de infraestructura. Yo simplemente hablo de repetición, de farsa constante. Generación tras generación, como en una versión larga del "teléfono escacharrado", transmitimos falsedades útiles en principio para un fin concreto pero que luego han ido adaptándose y modificándose. Los memes, o los memos, puede ser. A veces, cuando una generación se corta abruptamente por la muerte en guerras o epidemias, se ve claramente la creación de una nueva falsedad. La adopción de la cultura de los vencedores, la creación de una nueva... somos animalicos sociales. Necesitamos mentiras que lubriquen nuestro entorno.

Yo aborrezco la Navidad, lo que significa y lo que es, para muchos. Para mí, individualmente, es recuerdo de discusiones familiares, de tristezas, de dolores de cabeza, de malas noticias, de muertes crueles, de obligaciones que no deseaba tomar ni respetar. Mi iconoclastia puede datarse en comienzo allá por los años 80, con siquiera 8 o 9 o 10 años, cuando decidí llevarme una figura de un Belén. Luego adopté la costumbre de que fuera un romano, una manía como otra cualquiera, o de poner al soldado romano apuntando al niño en el pesebre. También la de mangar una bolita de adorno de árbol, o tantas otras que tuvieron efímero comportamiento. No hice de ello una tradición. Los días de comilona me encerraba en mi cuarto, donde leía o escuchaba música, y salía justo para cenar, comer, pasar un rato y luego huir de nuevo. El momento de fin, de conclusión, era en el año nuevo. Con mi hermano, salíamos al balcón de casa y saludábamos al año entrante con un grito de las entrañas, desde las tripas, aullando con mucha fuerza. Liberábamos tensión. Después venía el día de año nuevo, donde solía darme un paseo entre los despojos de la fiesta. Tuve como tradición unos cuantos años quedar con un amigo y ver una película, elegida por uno u otro alternativamente, hasta que comenzamos a quedar con más gente en sus casas. Una mejora. Lo prefería a salir a una fiesta absurda, innecesaria, molesta y frustrante. Otros años los pasé leyendo un buen libro en la cama, elegido para el momento. Éste, me parece, lo pasaré en mi casa, con mi mujer, tranquilos, y quizá con visita de algún amigo.

Aborrezco éstas fechas. Fechas de colonias y solidaridad en la televisión. De felicitaciones que prefiero hacer el resto del año. De comidas, alcohol, excesos y abandono. Ligereza calculada, libertad vigilada.

Un saludo,

sábado, 22 de diciembre de 2012

Querido político mío...

... estoy preocupado. Mucho. Realmente, mucho. Desde hace tiempo, te observo, en el Congreso de los Diputados, oculto en el Senado, aislado en la Asamblea de Madrid. Te veo en la televisión, leo tus declaraciones en medios impresos e internet. Escucho lo que dices, en la radio. Suelo informarme de lo que suelen dejar informar los medios. Y me preocupa.

Tu valoración es baja, la media no supera el aprobado. En un colegio, estarías repitiendo curso. Y quizá por eso haces esas reformas en educación. Pero la peor parte la llevas en la calle. Tienes gente protestando todos los días. Frente al Congreso. Frente a los Ministerios. Frente a la Asamblea y Consejerías. Hay convocatorias de huelga, manifestaciones, pitadas, pancartas. La calle está incendiada. Y lo peor es que, aunque se dirijan en su mayoría contra el político que gobierna (sueles ser del PP) ninguno lo hace por confianza hacia los otros (sean del PSOE o de cualquier otro partido).

Se supone que estás para representarnos a los ciudadanos. Que te hemos delegado un voto, en unas elecciones, para realizar un programa político que, sinceramente, tú sabes que nos leemos muy poquitos. Vives de las declaraciones brillantes del momento, algunas inventadas, otras pensadas. Lo que expones en folletos y programas no tienen el valor de un contrato o de un folleto de la CNMV. No cotizáis en Bolsa, lo hacéis en la urna. Y cuando ésta os da el voto... olvidáis, si tenéis la mayoría, durante cuatro años, a quienes os cedieron temporalmente su representación. Te recuerdo que la Constitución (a la que sueles aludir con pomposa gravedad cuando te interesa) dice en su artículo 1.2, que "la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del estado". Esto es, no eres un poder en tí mismo, lo eres porque hemos decidido que lo seas.

Pero, ah, el gran problema... tú sueles ir en una lista. Salvo los primeros nombres, famosos, conocidos, publicitados, tú puedes ser un apellido tapado en una lista que no sabías si saldría. Puede que hayas entrado de chiripa, tras años de esfuerzo en una localidad concreta, moviéndote aquí y allá, prometiendo, zalamero, todo tipo de apoyos a éste o aquel, o presentándote como el adalid de unos y otros. Es casi seguro que has bregado en el partido, buscando el apoyo del partido, afirmándote dentro del partido. Y has olvidado que no eres un miembro de un partido, sin más. Eres un político. Un representante de un colectivo más amplio. Los ciudadanos.

Por eso algunos se acuerdan de otra cosa que dice en la Constitución (la Biblia que agitáis de cuando en cuando) en su artículo 67.2, y es que "Los miembros de las Cortes Generales no estarán ligados por mandato imperativo." Si eres un diputado, o un senador, no tienes por qué votar lo que dicta tu partido. Sí, es cierto, llegaste ahí por esa razón. Pero te votaron ciudadanos. Sin su voto, no eres miembro de esos parlamentos. Recuérdalo.

Claro que me puedes responder, "si logro entrar y encima con mayoría absoluta, tranquilo; ya me aseguro el futuro. Dejaré en manos de amigos y empresarios varios los mejores negocios y asuntos, y luego ellos me recibirán con los brazos abiertos." Es posible que sí, que te sepas esa parte de la Iliada. El caballo de Troya. Pero entonces, amigo político... no eres un político.

La ciudadanía está viendo cómo hay colectivos enfadados, claramente hostiles, contra los gobiernos en los que formas parte. Y está pensando en cómo, tras varias décadas, se ha dejado secuestrar. Ojo, no eres tú el primero. Empezó con un tal Suárez, siguió con su breve sucesor, Calvo-Sotelo, y llegó la "década" de González. Después, uno de los más odiados, Aznar, y tras él, Zapatero, aun más odiado. Ahora está Rajoy. El ciudadano que dedica unos minutos a pensar, se queda perplejo. Abre los ojos, las orejas y la boca con un "¡Oh!" exclamativo, refunfuñando un "¿cómo llegamos a ésto?". Y sabe la respuesta, lo sabe bien. Pero hay un factor que os ayuda mucho. Nuestra falta de cultura. En todos los sentidos.

Sí, siempre habrá grupos críticos, incluso muy respondones. Pero son facilmente evidenciables. Si son muchos, podéis hacer como el otro día Ignacio González, presidente no electo de la Comunidad de Madrid, con ayuda de la Delegada del Gobierno, Cristina Cifuentes; llevar una manifestación a favor de la Sanidad pública y en contra de los planes privatizadores por calles y recodos alejados de la Asamblea donde impostábais un teatro democrático. Sin embargo, eso no impidió que varios cientos, un par de miles, quizá, llegáramos a la misma y pudiéramos corear gritos en contra de vuestro juego. Y nos vísteis, fuísteis a ver a esa muchedumbre, esa masa negra que puede derivar en oclocracia según vosotros. Si sabéis lo que significa el término. Pero lo lográsteis; apenas trascendió. Los miles de médicos, enfermeras, sanitarios y no sanitarios, pacientes y ciudadanos que formaban parte de aquella manifestación, quedaron perplejos al sentirse criminalizados por la policía. Fue curioso.

Porque tenéis a la policía y demás Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado (qué bien suena, así dicho...) bajo vuestro control. Y aseguráis que es para proteger el normal funcionamiento de las instituciones. Vaya, si es que muchos ciudanos van a gritaros de pura impotencia, porque no saben ya qué cauce es el adecuado. No respondéis a periodistas (cada día más sumisos y serviles) ni tampoco proporcionáis datos concretos (valga el ejemplo de Lasquetty, incapaz en 50 días de decir cómo ahorra dinero su plan para la Sanidad, salvo cuando le han obligado un puñado de médicos que se han leído la ingente cantidad de BOCM y documentos públicos para espantarse...) y mucho menos admitís los gritos colectivos, prefiriendo el silencio, para vosotros mayoritario y aprobatorio, de quienes no saben, no tienen tiempo o tienen miedo o incapacidad para protestar.

Querido político mío; no creo que lleguéis todos juntos al medio millón en España, chupando del bote, como afirman unos cuantos. No, no salen las cuentas, entre parlamentos y demás. No llegáis a cien mil. Y muchos ni siquiera cobran en ayuntamientos, donde ejercen como un verdadero Zoon Politikon de los de Aristóteles (griegos... ya sé, ya sé, molestan). Pero mi duda, mi gran duda, es si llamarte siquiera "político".

Un político, según la RAE, "interviene en las cosas del gobierno y negocios del Estado." Eso lo hacemos todos, como indica en otra acepción, ejerciendo la "actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo." Por tanto, político, eres ciudadano, y como ciudadano, si llegaste aquí, te darás cuenta de la implicación que eso tiene. 

Así pues, querido ciudadano mío...

martes, 4 de diciembre de 2012

El fin de una edad.

Ayer miraba con ojos tristes el Puente de Toledo. Hacía frío, y la roca porosa seguía siendo áspera y sucia. El cielo gris, la superficie alisada con placas y los escasos árboles, esqueléticos, parecían servir de marco para la puerta de la muerte. En otoño, casi invierno, esto es habitual.

Cumplí 36 años no hace mucho. Una edad que, a los 20, se me antojaba casi de anciano. Recuerdo a los que comenzaban la treintena como si fueran mitos. Casados, con hijos, trabajo, hipoteca, coche... "no quiero eso", pensaba. Pero quería casi todo eso. Mientras, jugaba. Jugaba mucho. Jugaba a estudiar, a ser adulto, a hacerme mayor y a creer en la madurez. Jugaba a crear mis redes sociales, de la forma vieja, sin internet, con un teléfono fijo en casa, horas de llamada y horas en las que la ausencia se entendía natural. Jugaba mucho, y aprendí a conocer a los demás jugadores.

Un juego que siempre me ha gustado es el del rol. Llevo más de un cuarto de siglo practicándolo, y como buen aficionado, sigo jugando con defectos, fallos y vicios. También me pasa con el baloncesto, coincidente en el tiempo de práctica. Jugar requiere amigos, y los amigos, afinidad. Yo tenía muchos conocidos a los que llamaba sin reparo alguno amigos, y amigos a los que aun no conocía. El tiempo siempre destila, pero entonces uno bebe a grandes tragos.

En aquellos años, uno podía levantarse a las 11 de la mañana, holgazanear, perder el tiempo. Podía ir o no ir a las clases de la Universidad, podía salir de paseo, perderse entre calles y visitar tiendas sin ánimo, ni dinero, para comprar. Todo era flexible. Se veía a un tipo trajeado, aspirante a yuppie, corriendo con frenética desesperación, y uno se reía. Era lejano, un universo paralelo. Todo tenía atractivo, sí, pero también uno creía saber las líneas que no hay que cruzar.

En aquellos años, las noches eran interminables, y dormir era innecesario, pero no soñar. Siempre soñábamos. Algunos más que otros, otros menos de lo debido. Todos los días eran de descubrimiento, o, mejor aun, de dilapidar las horas a manos llenas, como ricos sin tasa. El tiempo no tenía fin. Las horas eran infinitas. La luz siempre brillaba y la sonrisa vivía instalada en el rostro. El pasado maquilla también aquellas caras, pero éramos jóvenes, conscientemente inconscientes, hijos de una clase media acomodada con maneras de revolucionarios de todo tipo; conservadores, hedonistas, radicales de izquierda o transeúntes.

Poco a poco, esas luces se han ido apagando. Incluso en los días de verano, largos y morosos, todo discurre más deprisa. Es como aquel ejecutivo vestido a la moda de los 90, maletín y melenita, puños y chaquetas vistosas. Sigue corriendo, incapaz de tener un minuto. Los hombres de gris se lo han quedado todo. Y el tiempo, ese valioso don, ese recurso mayor, se ha convertido en un bien tasado, limitado. Horarios, fechas, límites, preparativos... agendas, preavisos, alarmas... ya no existe el placer de la improvisación, de tocar un timbre y visitar a un amigo recién despertado de su siesta. Ya no hay decisión de última hora que conduce a horas largas sin dormir y conversaciones interminables, fogosas, arrebatadas. 

Ahora solamente queda la apatía, la desgana, la pereza. El deber que agota y genera esos sentimientos. Es el fin de una edad, de una idea, de una rebelión. La del tiempo. Y ahora... se siente la madurez, pero entendida como dolor, como umbral del destino. Olisqueando el aire, percibimos la extinción, la muerte. Y olvidamos las canciones del pasado pensando en las tallas en piedra del futuro. El presente... se hace lento, maquinal, tedioso. La edad es un corte, un límite falso e inexacto. Pero es.

No debería costar tomar aire y cerrar los ojos y sentirse de nuevo como entonces. Pero requiere tiempo para olvidar el tiempo y ganas de tener ganas. Pide ilusión, pide soñar, pide equivocarse y no sentir vergüenza o miedo. El fin de toda edad no es más que el comienzo de otra. Y todo fluye igual, todo continúa, constante, agua siempre fresca de arroyo vírgen.

Quiero beber hasta saciarme, pues nunca me hartaré.

Un saludo,

domingo, 18 de noviembre de 2012

Observando.

Jordi Évole tiene la rara cualidad de mostrar la realidad casi de manera socrática. Preguntando, como si no supiera nada (esto es, como muchos de sus espectadores) y obteniendo respuestas que alarman por su sencillez.

"Salvados" lleva ya unos años haciendo crítica completa a la España actual. Hoy domingo nos habla del oligopolio de las grandes eléctricas y petroleras, y otros días mostró los escándalos financieros (impagable la entrevista a Gay de Liébana) políticos varios, de infraestructuras, de las televisiones públicas, los ataques a los controladores aéreos, los funcionamientos de la policía, el ejército o la iglesia en España... ha tocado todos los temas y de todos ha entresacado un pedazo de la España de hoy. Y da miedo.

No tiene tanta audiencia. En un día bueno, tiene un 10% de la tele del domingo. Eso quiere decir que el 90% restante de los que ven la tele ese día prefieren series, dramas, chorradas de todo tipo o lo que sea. No. No es un Pepito Grillo multitudinario. Es como los documentales de La2, que todos ven, pero nadie recuerda. Salvo los convencidos.

Pero al menos, observa y muestra. Sobre todo, conduce al entrevistado a revelar la verdad. A decir lo que nunca se dice. A confirmar lo que intuimos pero no tienen cojones de decirnos a la cara. Y como parece un programa humorístico, creen que pierde fuerza así la revelación. Y puede que tengan razón. Ese 90% de audiencia en otros sitios lo demuestra. España, país de encogimiento de hombros y visita al evento festivo de turno.

La política parece agotarnos a todos y no interesar a nadie. Pero es falso. Todos, siempre, hacemos política. Por acción o inacción. Y hacemos política porque somos un zóon politikón, como dijo Aristóteles. Un animal público.

Hace poco he participado, más tibia que acaloradamente, en un tema de especial trascendencia. La privatización de la Sanidad en la Comunidad de Madrid. El anteproyecto de ley que ha publicitado el Gobierno interino de González, con objeto de ser aprobada en los Presupuestos, es la piqueta final de derribo de todo un sistema que lleva sufriendo los embates y fisuras propios de un sistema acosado por los especuladores. Es sencillo; la Sanidad no da beneficios económicos. Por tanto, es pública por la necesidad de dar beneficios sociales. Pero sí dan beneficios la construcción desaforada de centros hospitalarios y de salud y la gestión ratera de los mismos, pagados con fondos públicos (algo similar a los colegios concertados, otro tema escandaloso aceptado en España como si nada) que se obtienen de todos para beneficio de unos pocos. Más de 20 hospitales de los 30 que hay en Madrid estamos llevando a cabo protestas en la calle, encierros, manifestaciones como la de hoy y acciones como las futuras jornadas de huelga que se llevarán a cabo. La Princesa es el emblema de la lucha (al menos, así quiere venderse en medios como El País) pero la realidad es que la lucha es por la pervivencia de un cimiento del Estado de Bienestar. La salud.

Bien, mañana me iré una semana fuera. Cuando regrese, tengo miedo de encontrarme lo que ya preveo. Despidos masivos (puede que hasta 8.000 profesionales, unos 500 en mi centro) recortes mayores en forma de aumento de horas (de 37,5 actuales a 40) o eliminación de complementos, aumento de pacientes a tratar con menos personal... y todo en un entorno hostil de empresas privadas que escatimarán en reactivos, vendas, material sanitario y otras necesidades básicas para un buen servicio. Hay una fuerte corriente desde hace años donde "privatización" parece significar "mejora en la calidad", cuando significa, simple y llanamente, "empeoramiento de la calidad, bajar los costes para aumentar los beneficios".

No, no se confundan. Privatizar un sector clave es destruirlo. Es eliminar el beneficio social de todos, a cambio de ceder un beneficio económico a unos pocos. Y los mismos que gestionan lo público, son quienes lo están haciendo.

Tampoco se confundan. La ley que permitía la privatización de hospitales y centros sanitarios la aprobó Joaquín Leguina. Del PSOE. No he dicho socialista. Del PSOE.

Observando, como hace Jordi Évole, puede uno darse cuenta de todas las cosas que nos rodean. El entramado oligárquico en España de pocas familias, empresas y personalidades que gobiernan un estado de las cosas cerrado a cal y canto. El uso de voces y términos pervirtiendo su significado real (libertad, público, competencia, esfuerzo...) cuando no directamente modificándolo. La gran estafa de una maquinaria donde da miedo tocar alguna pieza porque, si se hace, todo puede caerse y ser luego complejo rearmar un mecano. Falso. Los seres humanos llevamos, desde el sedentarismo, hace ya unos 12.000 años, jugando con las piezas. No es difícil. Lo complejo es mantener lo que funciona y reparar lo que no, sustituyendo, eliminando o mejorándolo.

Miro, y, a pesar de intuir, saber incluso, estas pequeñas verdades, el 90% seguirá encogiéndose de hombros, mirando a otro lado y buscando el espectáculo más cercano en el que evadirse. Y ellos harán entonces política. Por inacción.

El mundo es de ellos. Da miedo pensar en el modo de sacudir sus conciencias...

Un saludo,

domingo, 28 de octubre de 2012

Enmudecer

Posiblemente, cuando uno no tiene palabras para describir un pensamiento, es que no hay pensamiento real. En esos casos, si es honesto, enmudece. Calla. Si por el contrario no es honesto, puede hablar, usar todo tipo de verbos, sustantivos y adjetivos, en un afan de, quién sabe, mentir, o, quién sabe, aproximarse a tal o cual idea. Hay más deshonestos que honestos. 

Somos hijos de una cultura, y dentro de ella, de un sistema de valores. Esos valores nos indican qué situamos más alto en la pirámide y qué consideramos menos importante. Jerarquizamos. Los valores son susceptibles de cambio. Hoy podemos considerar la vida poco importante, y mañana defenderla a ultranza desde posiciones a cual más radical. Ayer podemos creer en el egoísmo, motor indiscutible de la riqueza, y hoy denostarlo absolutamente. Los valores no son inmutables. Tampoco la cultura.

Dentro de la cultura, hay que prestar especial atención al vehículo que la transmite. El lenguaje. Éste, con sus múltiples diferencias regionales, producto de una larguísima evolución de los sonidos y su transcripción, tiene sin embargo una importancia fundamental. La tiene porque el lenguaje es limitado. No siempre hay palabras exactas para expresar una idea. El pensamiento abstracto requiere, como he dicho al inicio, de su descripción. Si no, no existe. Y si ya el lenguaje es limitado, sumado ésto a la capacidad más o menos amplia, o no, del que lo usa, pueden imaginar cuánto se pierde por el camino y las confusiones generadas. Vaya, Platón estaría encantado. Yo, no.

Así pues, hay que buscar, dentro del lenguaje, que ya nos limita, la forma de expresar la idea, zarandeada por los valores que conforman nuestra cultura, y, por último, encima, la capacidad receptiva de quienes han de escuchar esa idea y, ojalá, comprenderla. Toda una proeza.

La cultura, por tanto, es un bien de intercambio que se adultera más que un kilo de cocaín antes de su puesta en venta.

Siempre he pensado que la cultura es un absoluto que trasciende territorios, desconoce fronteras imaginarias, de las marcadas por el hombre, y, encima, no tiene un lenguaje único. Sí, es cierto que los humanos, según lo que aprendimos, sabemos usar éste o aquel sonido, y otros no. Habilidad de especie. El lenguaje es pluriforme. Su contenido, aun más.

Quizá soy atrevido. Pero tengo que decirlo. Mi cultura no es mi tierra. Es lo que he captado, lo que he comprendido y lo que no. Son las películas de Estados Unidos, de Gran Bretaña, de Canadá, de Francia, de Alemania, de Egipto, de Japón, de Rusia, de la India, de Italia, de Grecia o Portugal. Son los escritos de Baroja, de Muñoz Molina, de Gramsci, de Chandler, de Lovecraft, de Nabokov, de Conrad, de Simon Leys, de Luciano de Samosata, de decenas de autores, ensayistas, historiadores, narradores de todo tipo. Mi cultura es la música que disfruto, escocesa, irlandesa, turca, árabe, klezmer; decenas de grupos de diferentes lugares. Es aquello que pude aprehender, por estar en un idioma que domino o al menos, con esfuerzo, entiendo en parte. Y mi cultura es el bagaje interior, la posibilidad de recurrir a los lugares donde ampliarlo, o donde reformarla. Es un patrimonio intangible, a veces absurdo, otras innecesario, las más anecdótico. Mi cultura es mi herencia, la que yo he querido recibir, no la legada por otros obligadamente. Mi lenguaje es parte de mi cultura, y si ésta no está atada a un territorio...

He decidido ser de muchos sitios, y sería de más si pudiera. No me importaría vivir en diferentes ciudades, en otros países, en lugares distantes. También aprecio vivir cerca de las personas a las que quiero. Lo único que nos impide ser de cualquier lugar es nuestro miedo.

Miedo a ser más de lo que nos dicen que somos. Porque es la imagen que otros forjan de nosotros lo que suele mostrársenos como real. Y es una grotesca falsedad, como las que describía Valle-Inclán sobre los espejos deformantes del callejón del Gato. No nos vemos en los demás, vemos lo que ellos nos dicen que ven. Para vernos a nosotros mismos, no hace falta más que un espejo y honestidad.

Naces por accidente, pero eres de donde decidas ser.

Y por eso, ahora mismo, cuando me pregunten sobre algunas cuestiones de actualidad, estoy pensando que, por mi parte, lo más honesto y menos ofensivo es, simplemente, callar, pero no enmudecer.

Eso, quizá, más adelante y por otras cuestiones.

Un saludo,





lunes, 1 de octubre de 2012

Estancamiento.

Hoy es una de esas tardes en las que me encuentro bastante pocho. Un dedo fisurado, un catarro que va creciendo, y las noticias que siguen siendo absolutamente negativas. ¿Qué va pasar con Cataluña? Me importa mucho menos que el futuro de nuestra sociedad. ¿Quiénes liderarán las listas en las elecciones gallegas, vascas o catalanas? Me importa mucho menos que la necesidad de cambiar todo el sistema político actual.

Rajoy hablaba de una mayoría silenciosa. Yo prefiero hablar de una mayoría estancada, indiferente y de espaldas a la sociedad en la que está inserta. Preocupados de nosotros mismos, ajenos a los problemas de futuro, estancados en una vida que nunca comenzó, y nunca dejará de terminar.

Esa mayoría es la que permite que nos gobiernen aquellos que nos prefieren de espaldas a la verdadera política. Porque la política es algo que hacemos todos, uno a uno, juntos desde siempre. Hacemos política cuando tomamos una elección, cualquiera que sea, ya que las elecciones que tomamos son también ejemplos para otros, y una actitud es tan importante como un hecho. Esa mayoría, ahora mismo, es la que permite que nuestro país esté estancado.

En otras épocas, se buscó sacudir esa indiferencia, esa abulia, mediante la violencia. Sin embargo, a día de hoy, dicho recurso se ve perjudicado por la visión negativa de la misma se tiene. Así pues, como cualquier movimiento de corte socialista, comunista o de izquierdas en general, se encuentra también totalmente desacreditado, hallamos el signo de nuestros tiempos actuales; el estancamiento.

Las manifestaciones de estos días demuestran que hay una cantidad de gente molesta, indignada, harta. Pero no se articula una alternativa. No se ve. Anguita con su plataforma cívica es un endeble intento de estructurar, bajo su bien construída argumentación, esa alternativa. UPyD es, como fue Ciutadans en su momento, otro intento de cambiar el sistema desde dentro, pero demasiado lento. Y no hay más, salvo decenas o cientos de grupos variados sin alternativa real. 15M, DRY, etc... 

Es curioso, y ya lo dije cuando el 15M, que digan tantos tantas cosas sensatas. Pero ninguno de los que emiten tiene el poder. Hay un desfase total entre los detentadores del poder REAL y los deseosos de hacer que éste cambie. Una de las eternas luchas en la Historia...

Y creo que eso se debe a la inmovilidad y miedo de la mayoría social. Uno por uno, pueden decir cosas sensatas. En grupo, en masa, se diluyen y pierden forma. Y son arcilla entre quienes conocen y controlan los resortes del poder. El verdadero PODER.

Así pues, gracias a esa masa informe, estamos todos estancados. Oh, sí, una piedra en el estanque genera ondas, pero éstas se mueren en orillas quietas, absortas en la más absoluta nada...

Un saludo,

miércoles, 26 de septiembre de 2012

ACTUALIZO. Tomar el Congreso... ¿y luego?

Hoy he dado con el puto quid de la cuestión.

En 1931, por usar paralelismos, hubieron de celebrarse varios miles de huelgas (no de un día o dos horitas... que somos gilipollas. De DÍAS y SEMANAS de duración) y varios miles de enfrentamientos urbanos con centenares de muertos durante los últimos 30 años para que el poder efectivo cambiara de manos.

Los republicanos llevaban unidos desde 1909 con la conjunción republicano-socialista, y se confirmó con el Pacto de San Sebastián de 1930. En él estaban primeros espadas como Lerroux, Azaña, Maura, Indalecio Prieto, el hermano de Ortega y Gasset, Gregorio Marañón... y en el ejército estaban hasta los cojones del Rey Alfonso XIII, que es donde estaba gran parte del poder, y los partidos dinásticos estaban ya a millas distanciados de los súbditos... esos son los tipos que hablaron de CÓMO OCUPAR LOS MINISTERIOS y controlarlos, de cómo gestionar el tránsito de Monarquía a República, de cómo sentar las bases de modernización de la economía y las leyes, la sociedad y todo eso. Y llevaban AÑOS preparándose para ello . Se encontraron con que las elecciones municipales les dieron una legitimidad inesperada, aunque irreal, y tomaron el toro por los cuernos. Aun se me pone la piel de gallina cuando leo las crónicas de Plá sobre cómo uno de estos pollos, Miguel Maura para más señas, entra en el Ministerio de Gobernación con Azaña, que va tembloroso, saluda al Guardia Civil que hace vigilancia, sube al despacho del subsecretario y toma posesión del mismo echando a tipo fuera, mientras luego va llamando a los gobernadores civiles para decirles que eso, oiga, esto es la República, Re-pú-bli-ca...

¿Se imagina alguien a alguna personalidad actual haciendo eso? "Hala Cosidó, pírate que tus monos se han pasado el otro día en el Congreso", por ejemplo. LOS COJONES.

Rosa Díez es una arribista que quiere llegar metiendo cositas que oye y escucha, algunas legítimas, otras burradas sin parangón. IU vive en su diatriba interna, diciendo que es del pueblo pero debe ser Biarritz o Mónaco, su pueblo... y del resto, partidos dinásticos de la II Restauración. Todos.

¿QUÉ PUTAS ALTERNATIVAS ESTAMOS CONSTRUYENDO?

Ninguna.

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Los medios son arteros. Ayer decían que había violentos, hoy reconocen algunos que había policía infiltrada. ¡Qué sorpresa! desde Fouché para acá, más de 200 años haciendo lo mismo. ¡Si había anarquistas tan infiltrados, que sus jefes eran Comisarios!

Y qué decir de Alberto Casillas, camarero de profesión, de toda la vida, se le ve. Primero aparecía en algún medio como un honrado empresario hostelero que pedía a la policía sacara de su establecimiento a los malvados manifestantes. Ahora resulta que no, que les protegía de las hostias.

Que la manifestación sigue sin gustarme...

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En suma. ¿Y luego? El estancamiento actual no se supera moviéndose por que sí. Se supera moviéndose hacia un objetivo. Y es jodido, esto. Podemos ir haciendo movimientos, pero es como un pollo sin cabeza. Y no veo cabezas... 

No veo ninguna cabeza.

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Termino. La población sigue indiferente, seguirá indiferente (si nadie toca internet, la tele, el fúrgol y alguna otra cosa más, así seguirá...) y se mantendrá indiferente. Con ellos juegan cuando hablan de la "mayoría silenciosa" que no se manifiesta y que, por arte de birlibirloque, si no lo hace apoya lo que hace el gobierno que provoca las manifestaciones. Leguleyos, siempre dando la carga de la prueba a otros, los muy vagos.

Al final, Franco era un genio. Él no se metió en política. ¿Para qué? Con mandar es suficiente...

Saludos,

Tomar el Congreso... ¿por qué no?

El problema es de fondo, no solamente de forma.

Hoy, otra pataleta de varios miles de cabreados ha mostrado la realidad. Que no tienen, tenemos, poder.

El poder se tiene de diferentes maneras, pero suelen reducirse a dos. El poder de ejercer una fuerza violenta y apabullante; el poder de manejar las estructuras de convivencia a conveniencia. En ambos casos, el poder tiene detrás el mismo combustible. Dinero.

De las pulsiones humanas, el poder es la más interesante. Es abstracto, en teoría, y concreto pero no siempre visible, en la realidad. Es una quimera compleja de cuantificar. Es adictivo, como demuestra la Historia. Los manifestantes de hoy han mostrado un atisbo de esa pulsión, retazos de deseo. Pero la realidad es tozuda. No tienen el poder. Ningún poder.

¿Quién lo tiene, realmente?

Buena pregunta. El poder hoy día está cortado en pedacitos, y el real, como el dinero, es escaso y repartido, mientras que el imaginado, como la deuda, está en manos de todos, pero tan devaluado que no sirve de nada, pues es parecido a esas varitas mágicas cuyas partes hay que juntar para que funcione de nuevo. Imaginen ahora miles de millones de cachitos...

El poder, la autoridad, decía Corto Maltés que se tiene... hasta que se ejerce. Bueno, pues ya hemos traspasado esa puerta. Se ejerce y se sigue teniendo, pues ahora se le da una profundidad basta y enmarañada, con redes donde caemos todos como moscas estúpidas esperando a la araña de turno para devorarnos.

¿Qué hacer, pues?

Quizá, y la respuesta es mala, reivindicar el poder en bruto. O el poder bruto. El de la fuerza y la violencia. Frente al oro, el acero. Frente al billete, las balas. Claro que, y la Historia es así de puta, eso llevará a cualquier situación de autoritarismo.

¿Merece la pena involucionar a esa posición?

Quizá, y la respuesta es igual de mala, quizá sí. A lo largo de la Historia hemos probado en sucesión, muchas veces dilatados los cambios en el tiempo, los pasos para lograr avances. Y después se han perdido, ahogados en minucias o reacciones. Quizá, y solo quizá, haya que aprender de nuevo lo que es una Tiranía, pero no de las benignas, ni de las ilustradas. Tiranía. Luego, buscar con ello el impulso de reconocer cuáles son los valores siempre necesarios, destilarlos de nuevo y aquilatarlos con sabiduría para generaciones posteriores. Y con el impulso, obtenido con tantos pasos atras, dar el definitivo salto a una sociedad donde imperen mecanismos que impidan volver a llegar a estas situaciones.

No cabe la solución en un blog tan personal, escéptico y prescindible, y menos en la época de los 144 caracteres. Pero me da absolutamente igual, porque opinar es barato y, casi casi, una obligación.

Y ahora, si me disculpan, seguiré soñando con la sangre que debiera haber sido derramada en su día, pero dirigida gracias a la magia de los inventos literarios...

Un saludo,

martes, 25 de septiembre de 2012

Roma

Mil sensaciones sacuden mi tiempo. Regreso a Roma por tercera vez en un viaje diferente. Acompaño a mi mujer con relajación, sin la urgencia de ver los lugares marcados en las guías como imprescindibles. Así, nada más llegar, somnolientos y bajo una lluvia intermitente pero copiosa, nos vamos a Termini y entramos en el Museo Massimo alla Terme. Impresionante. Vagamos por las salas, zambulléndonos en el pasado romano, entre vestigios de mosaicos, esculturas y pinturas realizadas para hacer felices a sus dueños. Una expresión de placer y sorpresa va haciéndose normal en nuestro rostro, y al salir decidimos ir caminando al Mercado de Trajano.

El segundo día estoy solo y me voy a la Villa Giulia, la sede del museo etrusco. Comparte salas con la Villa Poniatowska. Voy en tranvia, pasando por la via Regina Margherita, disfrutando de la visión de edificios de finales del siglo XIX e inicios de XX de colores cremosos, pocas plantas, con singulares remates de torre en algunos de ellos, en las esquinas. En el museo, me impresiona la calidad y cantidad de las piezas expuestas, así como el entorno. Tanto es así que dedico casi 5 horas a su visita. Después, extasiado, pero contento, bajo caminando hasta la piazza del Popolo. Es un regreso a la triste realidad adoquinada sin árboles ni matorrales, ni verde frescor de hojas, hiedra y parras. El fascismo debe ser algo así, convertir las plazas en lugares inhóspitos si no es para empaquetar a los individuos indistinguiblemente unos de otros... sigo bajando hasta llegar al monumento de Vittorio Emmanuele, por la via del Corso, tristemente igual a cualquier calle comercial, con los mismos grupos de peatones y conductores de cualquier ciudad. En la plaza del Campidoglio, recobro el aliento para luego ir caminando hasta el gheto judio. En la comida, comparto mesa al lado de un tipo con la bandera israelí en su mechero. Al lado, un tipo curioso, de chaqueta o camisa con cremallera de cuadros verdes, botas de los ochenta, y una kippa tejida de lana, además de una venda en el brazo derecho, faja, y gafas de sol, examina varios objetos propios, no sé si mercancía o no. La gente se saluda amigablemente. Después de comer, me pierdo por las callejuelas del Campo di Fiore, hasta llegar al Mausoleo de Adriano. Allí, con Cris, decidimos visitarlo, sorprendidos de la estructura más que de la apropiación papal, ni la primera ni la última en esta ciudad. Ya de noche, caminamos de vuelta al hotel.

El tercer día visitamos el Palazzo Altemps, tras un agradable paseo entre las calles adyacentes al museo y la Piazza Navona. El museo está bien, algo inferior a lo esperado por nuestras expectativas, pero siempre interesante. Decidimos luego perdernos andando, caminar por calles irregulares y disfrutar de las sensaciones. Enredaderas, flores, plantas colgando de fachadas de bellos colores cremosos... retornamos al hotel, donde nos cambiamos para ir a la visita programada de la Villa Farnesina, en el Trastévere. Allí, contrario a mi costumbre, accedo a la visita guiada (no hay más remedio) y quedo pasmado y gratamente sorprendido del detalle y buen hacer de la guía. Es una gozada aprender de la historia de la ciudad con ella y, también, de la Villa. Tras eso, ya tarde, nos vamos a cenar a un local pintoresco del Trastévere, amenizados con música local y en un patio rodeados de antorchas y enredaderas. ¡Cuánto del Mediterráneo hay en aquel lugar! Excepto la comensal que comparte mesa con nosotros, una lituana extravagante que nos cuenta el miedo de su país a la penetración rusa... lo que parece una cuestión xenófoba sobre la migración, se convierte en una conversación interesante sobre la visión que del sur tienen otros lugares.

El cuartodía está enteramente dedicado al Vaticano y a dos buenos amigos, que, con el padre de uno de ellos y su hijo, compartimos las salas, especialmente la etrusca, donde accedo por fin. Después, tras los museos, rapiña considerable de los papas, la masificación infame y nada agradable del a capilla Sixtina, el horroroso almacén de arte religioso contemporáneo, el exceso de turistas y mesas de venta por todo el Vaticano (entiendo la repugnancia de Lutero, sin lugar a dudas, por aquel mercantilismo de la fe) salimos a la calle y caminamos un rato, para ver algo más de Roma al otro lado del río. Saludamos de nuevo a los gatos, dueños de los templos de Largo Argentina, y pasamos un rato en las plazas anejas al Vaticano, verdaderos vertederos de gente miserable y sin muchas esperanzas que, en un alarde ironía, vagabundean entre miserias mientras la plaza ni les abraza ni les acoge. Nos vamos a cenar al restaurante de Navona Notte, esperando que, por un milagro, siga abierto. Y está. Nos acoge la misma persona que ya nos atendió hace años. Su gorra roja, las gafas, la nariz prominente, la costumbre de canturrear, la felicidad en el habla y el trato, la calma pero constancia con que nos sirven nuestro plato de pasta con marisco mientras disfrutamos de una frasca de vino casero... eso redime cualquier fealdad vista antes.

El quinto día es el último. Y como tal, toca despedirse de la ciudad. A Cris, liberada de sus obligaciones, le apetece una visita, y a mí otra. Coincidimos en las Termas de Caracalla, eso sí, donde llegamos tras un paseo desde el hotel que incluye el descubrimiento de las puertas originales de la Curia senatoral en... una iglesia barroca, pomposa y excesiva como es San Juan de Letrán. Andando, pasamos por las murallas y el parque donde están las Termas, y allí, con calma, hacemos una visita impresionados de los muros aun erguidos, la riqueza y el gusto para dar, a la gente, en proporción, felicidad. Descubro, además, antes de entrar, una palestra moderna, o lo que es un campo de atletismo, y constato una vez más cómo el ser humano arraiga costumbres y es muy perezoso; el uso dado a un espacio se mantiene por siglos y siglos, sin más razón que... el peso del tiempo. Después de ver las Termas, salimos hasta el Circo, donde retomamos, con el Palatino a nuestra izquierda, el arco de Constantino, el Anfiteatro Flavio y la eterna avenida de Mussolini que cercena como una cicatriz horrenda los Foros. Caminamos hasta el Capitolio y allí nos separamos; ella para visitar el museo del Palazzo Doria Pamphilj en la vía del Corso, yo para revisitar los Museos Capitolinos. Y tras unas horas, termina el viaje... salimos nostálgicos, cansados, agotados pero felices. Roma, una vez más, como siempre, es una ciudad eterna en todos los sentidos.

El aeropuerto mata nuestra felicidad, esperamos, esperamos y nos cansamos. La fila amorfa que conduce al avión augura un vuelo con gente gritona y molesta, incluyendo intentos de colarse de algunos. Vuelvo a descubrir la eterna pasión española de quejarse de todo y todos, pero no hacer nada al respecto. Yo sí lo hago, no puedo remediarlo, ganándome miradas entre admiradas y de rechazo. En el avión, ya sentados, tenemos justo delante la primera clase y, en el asiento frente al mío, un imbécil de primera clase. Durante el vuelo no deja de jugar con su respaldo, molestando, de hacer comentarios suficientemente elevados en el tono como para no escuchar sus tópicos y diatribas prefabricadas, y el remate llega al aterrizar. Con chulería consciente, enciende su móvil, cantando éste la canción de inicio a todo volumen, y atrae a uno de los azafatos, un italiano. Le reconviene para que apague el móvil, a lo que el otro se niega, pero insiste y no se va de ahí hasta lograrlo. El idiota, avergonzado, se venga sacando ¡un mechero! con el que juega a espaldas del azafato, que ha ido a abroncar a otro pasajero que está abriendo ya los maleteros antes que el avión pare. Al volver, el idiota para y calla, aunque intenta vengarse en su compañero de viaje que ya pasa de él.

Al salir, no puedo resistirme. Me despido de Italia dando las gracias a ese azafato que ha hecho cumplir una norma, con calma, sin aspavientos innecesarios, ni gritos. No. Solamente con presencia. Lo que nos falta en España.

El regreso ha sido muy duro...

Un saludo,

domingo, 19 de agosto de 2012

Aguanten la respiración.

Agosto aburre al más preparado. Junto a las noticias intrascendentes se cuelan algunas más bien inquietantes. ¿El vencimiento del crédito español en octubre y el más que probable rescate de septiembre? Guindos acusa al BCE. ¿Assange y el esperpento de la embajada? Garzón es un corrupto alentado por la "progresía" (término despectivo usado por las derechas más recalcitrantes para denigrar la izquierda, ya se sabe, la guerra de palabras) y unido a Rubalcaba por una trama que dejó echo unos zorros a Interior y España. Y así con todo, liga de fúrgol incluida. Los incendios, deprisa y corriendo. Puntillas encima del mantel de mierda que van disponiendo para el regreso triunfal.

Así, veo mucha gente practicando el arte de la zambullida y aguante sin respirar bajo el agua. Toman aire, se sumergen, esperan, y, cuando no pueden más, emergen. Y todo sigue igual de tenebrosamente lúcido, bajo el sol de agosto.

Nadie puede aguantar hasta septiembre. Alguna vez se cuela algo. Noticias minúsculas, marginales. Los medicamentos excluidos, el precio de atención a "sin papeles" ("Los" me parece otra de esas cosificaciones excluyentes, "eso" vs "nosotros") el trazado de las vías de tren justo por zonas quemadas del litoral... Y los pertinentes ataques y contraataques de unos y otros debajo del perenne "no pasa nada, todo controlado", del ausente gobierno.

Aguanten la respiración. Los peajes no son nada comparados al nuevo IVA e impuestos indirectos. Los medicamentos y los excluidos son minucias cuando lleguen problemas sociales de verdad, no experimentos como el de Sánchez Gordillo. Y el neocolonialismo que se nos impondrá será un poco mejor que el chino en África, Asia y Latinoamérica. Un poco, porque tenemos trazas y recuerdos de contestación, a pesar del intento confuciano y cristiano de quietud y aceptación de la servidumbre. Veremos si alguien sabe agitar el rescoldo o, simplemente, optaremos por meter la cabeza bajo el agua esperando que todo pase. O nos ahoguemos.

Un saludo,

domingo, 5 de agosto de 2012

Money, it's a crime...

...
Share it fairly
But don't take a slice of my pie" 

Pink Floyd, años 70. Crisis del petróleo y todo eso. Vaya, si es que llevamos ya... ni se sabe la de crisis. Y sueltan esta canción en su álbum de "The Dark Side of the Moon". Que hoy podría ser "The dark side of Wall Street" o algo así.

Compártelo justamente, pero de mi pastel no cojas ni un pedacito. El dinero es un crimen... burla, sarcasmo, cinismo y humor británico. Condensado en tres versos. Brutal.

Hoy día vivo cada vez más convencido de que la guerra entre "los buenos y los malos" está vigente, más que nunca. Tras las pausas o treguas que se dieron porque se metieron en un "todos ganamos", de pronto descubrimos que les debemos todo de la fiesta. Nos dieron a crédito, devolvámoslo. Con creces. Limpiamos el cuarto, barremos, recogemos los restos de comida (que en algunos cubos de basura ya ni podemos echar, pues los candan) y nada de quejarse, sea porque no tenemos salud, dinero o trabajo. O amor, ya puestos.

Los amos del cotarro se han levantado de la mesa y están demostrando que nosotros éramos las patas de las sillas, los pies de las mesas, los que servían el banquete. Y que, como los buenos mafiosos, no pagan ellos al dueño del restaurante, que teóricamente somos todos, si no nosotros. Tú, yo, nosotros, ellos no.

Así que, como los mafiosos prestamistas, llegan con su juego de siempre. ¿No tienes dinero para devolverme los créditos para comprarte la casa y el coche? Pues nada, te los embargo. ¿Y seguimos sin cobrar? No hay problema, esos servicios sociales que te creías para siempre, fuera. Sanidad, educación, vigilancia policial, bomberos, limpiadores... todo eso, a la porra. No puedes pagártelo, manirroto. Te los quito porque los has quebrado con tu uso fraudulento. En lugar de ir al público, vete al mío, que es privado, y paga, paga y paga. Ah, espera, que no te llega... te jodes.

El señor con chistera y puro se me hace más bien con traje italiano de corte impecable, gordo con granos y picado de viruela, fumando, con un buen coche y el fajo de billetes en la chaqueta. Es la mafia, idiota. Han aprendido desde hace mucho tiempo. Y saben otra verdad fundamental; que los políticos, como los donuts, hay que comprarlos de dos en dos; sean de la tendencia que sea.

Entre tanto, estamos inoculados del virus de la "clase media". Nadie es ya obrero. No, eso huele a sudor, tartera y alpargatas. Rancio, nada cool, out of fashion. Obrero, puagh. Todos clase media. Y si debes más, pues más tienes, realmente... más tienes que devolvernos. Dicen.

El dinero es un crimen, como lo es el cuchillo blandido por el psicópata. Pero para el capitalismo hay aun un último obstáculo antes de que Moloch nos devore del todo en su máquina de ruedas dentadas, bajo esa Metrópolis donde el oropel se tiñe con sangre... y es la humanidad. El ser o esencia del ser humano. Una tibia, delicada y fina línea que aun no han quebrado, aunque la difuminen con extraordinaria capacidad. Yo, misántropo declarado, creo en ella, porque si no, nada me impediría ya dedicarme al asesinato.

Igual que ellos, aunque para eso usan el arma más eficaz y mortífera de todo crimen, la que no deja huellas, la más legal. De su legalidad.

El dinero.

Money, its a gas.

Un saludo,

viernes, 3 de agosto de 2012

De discusiones políticas entre amigos.

Tengo algunos amigos a los que le gusta hablar de política, y más en estos días. Otros no, prefieren escuchar, o guardarse la opinión para cuando hay menos gente. En todo caso, es muy significativo ver reflejado en ellos, a escala micro, lo que sucede a escala macro.

Siempre pasa lo mismo, en toda discusión. Hay personalismos, hay filias y fobias personales, prejuicios, intentos de monopolizar la conversación subiendo el tono o usando términos cortantes... nada nuevo, algo que lleva sucediendo desde antes que lo describiera muy divertidamente Arthur Schopenhauer en el libro de "El arte de llevar razón expuesto en 38 estratagemas". La cuestión es, ¿qué objeto tienen estas discusiones?

Ninguno, salvo el de simple intercambio de impresiones. En todas partes habrá discursos dogmáticos, inexactos, incluso falsos o basados en premisas erróneas. En todo lugar, los argumentos parecen definitivos cuando los manejamos solamente nosotros pero luego resultarán inválidos al contrastarlos con otras personas. El problema mayor es no sentarse dos segundos a escuchar al contrario y tratar de ver qué defiende, por qué lo defiende, en qué se basa para ello y qué creemos es correcto y qué no.

Entre mis amigos, como digo, hay de todo. No me considero a mí mismo el mejor, ni mucho menos. Yo tengo también mi mezcla de esperanzas y deseos, mis conocimientos de cosas incómodas de las que prefiero no hablar, para fortalecer mis argumentos, y mis recursos para convencer o, al menos, desprestigiar los argumentos contrarios. Pero es que no tengo ganas de convencer a nadie desde, al menos, 1999. Por poner una fecha.

Hablar de política puede ser sano, necesario y enriquecedor, siempre que todos participen con un mínimo de respeto y, sobre todo, una expectativa realista, que es, simplemente, saber que no lograremos NADA por el mero hecho de discutirlo en voz alta con otros. Esto es, somos opinión, no realidad. Podemos afirmar que defendemos una opción, pero no significa que esa opción quede victoriosa por nuestra mera defensa. Podemos atacar otra opción, pero no por ello estará derrotada. Hay que evitar la frustración que genera pensar que hemos defendido o atacado con ardor para un resultado nulo. Y, desde luego, si salimos pensando que el interlocutor es imbécil, incapaz o algo así, hemos perdido el tiempo y una relación amistosa.

La política lo impregna todo, aunque no lo creamos. Todo es política. Aristóteles ya nos definía de esa manera, zoon politikon. Y vivimos forzados a la búsqueda del bien común, obligados a ello porque la alternativa es siempre el perjuicio de todos. Sin embargo, es cierto que, en los últimos tiempos, en el mundo occidental hemos creído estar a salvo de esa necesidad, y hemos cultivado un aislamiento falso y peligroso, donde creemos ser autosuficientes, mientras mantengamos nuestro acceso a internet, al crédito de la tarjeta y a las compras de lo que queramos. Nos hemos aislado tanto que nos hemos creído dioses, y no somos más que animales... pero de nuevo, una y otra opción es, simplemente, política.

La Historia se repite en forma de farsa, dice un amigo mío, y tiene aspecto helicoidal. Sentencias muy rotundas que muestran el escepticismo y desencanto de este amigo mío. Y que comparto, no exentas de un cierto optimismo en el ser humano, pues, a fin de cuentas, soy uno de ellos, aunque mi misantropía sea cada día más galopante. Yo seguiré disfrutando de una discusión política, pues todas lo son, sobre el tema que sea, ya tenga conocimientos del mismo o sea un ignorante, porque en el primer caso se puede demostrar que no sabía tanto o eran erróneos, y en el segundo, siempre, aprenderé.

Claro que, como digo, sabiendo que no son más que lo que son, pasaratos de bar...

Un saludo,

jueves, 26 de julio de 2012

El lema del Punk, totalmente cierto.

No Future, tronco, decían en los 80. Uno que era niño lo veía como una pose de macarrillas con cigarro y melenas. Pasaron los años y de pronto algunas de sus verdades se hacían evidentes. Desempleo, viviendas caras, futuros truncados por los mismos de siempre.

Estamos ahora en 2012. El alto desempleo y la incapacidad de acceder a vivienda, antes por el precio, ahora por la falta de crédito, son los mismos problemas, y la misma falta de posibilidades acecha el horizonte. O mejor dicho, el ahora. ¿Qué ha cambiado? Nada.

La crisis actual lleva décadas existiendo, solo que se camuflaba con diferentes burbujas. El petróleo, las punto-com, las materias primas, la del ladrillo... el mundo es un casino donde solamente juegan los que pueden, y pueden solamente los que llevan jugando a esto desde siempre. Un club cerrado y hostil a nuevos jugadores. Un Casino donde de pronto aprendieron una regla de oro, esto es, nadie de los que juegan pierde, perdemos los que ni sabemos la ubicación exacta del Casino.

Cantoná soltó hace años una propuesta que sonó a tontería, sacar todo el dinero de nuestros bancos. Bien, ahora mismo creo que podría haber sido una solución a la crisis. A la crisis sistémica del capitalismo. Sin dinero en bancos, no se podría prestar e inventar el dinero ficticio del "crédito" (¿alguien se cree que haya tanto dinero en el mundo?) basado en ese dinero "real" (¿alguien se cree que el dinero no sea un invento humano?) que tanto daño ha hecho al inflar de aire viciado esas burbujas. Y entonces, de pronto, podríamos pensar que sí, que hay otro futuro.

Porque no hay futuro para las cosas sensatas que pensamos los peatones de la Historia. No lo hay porque son sensatas, meditadas desde la experiencia de quienes sufren y pasan malos tiempos. Las soluciones que nos proponen nuestros políticos, "La Casta" que algunos rechazan (terminológicamente o en bloque) simplemente consiste en parchear los agujeros que el mismo sistema crea, para seguir dando riqueza a los que son ricos.

¿Necesitamos tanto? No. ¿Podemos vivir sin tanto lujo? Sí. ¿Sabremos hacerlo? No. Porque nunca nos han educado para ser ciudadanos, si no consumidores y productores. Y los consumidores y productores no pueden pensar ni ser críticos, ni menos aun participar de la vida pública, cerrada para ellos por esa elite nueva de los "políticos profesionales".

Un amigo me ha dicho más de una vez, desde su mortal perspectiva pesimista, que si el Estado te da la espalda, hay que darle la espalda al Estado. Eso supone ser un ciudadano, y saber que la vida pública no la construyen unos "profesionales", si no los ciudadanos. Así que estamos en el círculo vicioso. No hay ciudadanos.

Todo me lleva a pensar en las sacudidas que buscaban crear los anarquistas con sus bombas, azotando conciencias y empujando a la acción. Pero tenían el efecto contrario, el del rebaño que se agrupa bajo el mando del más fuerte. Así que tampoco es salida... estamos abocados al fracaso, hagamos lo que hagamos, porque nos han imbuido tanto miedo que estamos atemorizados, asustados en la esquina, sin saber exactamente quiénes son nuestros carceleros, aunque veamos algún rostro fugaz por entre los barrotes.

No hay futuro. No lo hay porque hemos perdido la capacidad de imaginarlo, y nos cuesta creer que la opulencia falsa, la riqueza ficticia, las comodidades irreales, se puedan esfumar. Pero lo hacen. Primero a cuentagotas, luego, a chorros. Y un día veremos a nazis agitando la bandera de la libertad, a fascistas luchando por derechos sociales, a todo tipo de autócratas prometiendo la salvación.

Y nadie cree ya en la salvación. Por eso no hay futuro. Hasta las palabras han perdido su significado. De puños han pasado a palmas abiertas, blandas y fofas, sin pegada. Las palabras han copado la acción, y si el discurso toma el poder, el verdadero poder sabe que no hay problemas. Son simples sílabas descoyuntadas.

No hay futuro.

lunes, 16 de julio de 2012

Es la política, no la economía.

Desde hace décadas vivimos pensando que la política está muerta y ya solamente manda la economía, los sacrosantos Mercados y un intangible Capitalismo que todo lo mueve, todo lo genera, degenera e invade. Que los representantes políticos de los ciudadanos no son más que gestores de sucursal de las grandes fortunas. Creemos que ya no hay política, porque no hay ideología.

Pero no es cierto.

El ser humano siempre ha logrado encontrar un constructo ideológico como marco a sus aspiraciones. Sean grupos de nobles contra populistas, optimates vs populares, priscilianos contra heterodoxos, ricos contra pobres, derechas contra izquierdas. Lo pueden llamar "tercera vía" o "socialdemocracia"; "anarquismo", "comunismo", "fascismo", "nacionalsocialismo" o "desarrollismo". Llámenlo como quieran.

Es política.

La política es, en esencia, participar de la vida pública y decidir entre opciones, sea el coste que sea. Esto es, en la economía clásica, "cañones o mantequilla". Construir armas para invadir al vecino y quitarle la poca mantequilla que haya producido y comérnosla o hacer mantequilla y ver cuál es mejor... elección. Pura y dura. Es elegir y optar por la solución que creemos más adecuada y justa.

Entre medias se nos ha metido un concepto que es muy divertido. "Tecnocracia". Una presunta forma aséptica de dirigir los países. No se equivoque nadie. Es Política. Porque es también una selección de opciones.

¿Y qué opciones hay? Las que la capacidad de visión, el talento, el esfuerzo y la voluntad de los que hacen política puedan llegar a encontrar.

Un ejemplo; ahora nos están recortando casi 60.000 millones de euros, cifra vertiginosa. Todo para tapar un agujero de bancos de 60.000 millones de euros también, más o menos. ¿Se podían hacer las cosas de otro modo? Rotundamente, sí.

Imaginen que están en el Gobierno. Tienen la mayoría absoluta. Deben decidir, viendo las cuentas del Estado (que es como abrir la hoja de cálculo de los gastos de su casa y ver dónde se le va la pasta) qué hacer. Bien, un técnico de Hacienda le susurra al oído "Mira, si aumentas las inspecciones en número y personal, podemos aflorar ese dinero en menos de un año. El fraude bajaría, recaudarías y meterías un mensaje de solidez estatal a los que creen que esto es un país de chichinabo..." 

Pero en toda historia de estas hay otro diablillo malo en el hombro contrario. "No escuches a ese idiota de corbata blanca; si lo haces, las empresas se irán a China que son más baratas. Lo que tienes que hacer es proponer una aministía y recaudas una parte, que incluso vendrá de las mafias rusas y demás, y quedas bien ante todos".

Opciones políticas... 

También alguien, de Educación, dice en la oreja algo así como "Oyes, tú, invierte en tecnologías que nos van bien, como las renovables, que nos las compran en el extranjero; especializa, investiga, invierte en sectores innovadores, mejora la docencia y los centros escolares mediante reformas que aglutinen y hagan mejores a los ciudadanos mediante educación". 

Pero claro, el Wert de turno grita en el oído contrario cosas como "Ni caso, eso es un montón de dinero y va más allá de nuestra legislatura, es a medio plazo, y para cuando tenga éxito no se acordarán ni de tus barbas. Reduce gasto quitando dinero a los profesores, que ya están acostumbrados a ser mal pagados, cierra universidades que nos toquen los cojones, aumenta las tasas y el número de alumnos y déjate de inversiones, que sean las empresas privadas las que decidan qué es mejor para la sociedad".

Opciones políticas...

Y así con todo, podríamos seguir. ¿Cuál ha sido el gran triunfo goebbelsiano de la última década?

Despojar a los ciudadanos y súbditos de la sensación que su voto, realmente, servía de algo, cuando eran las grandes corporaciones y demás agentes económicos los que realmente decidían. Eliminar la sensación de que se puede hacer POLÍTICA, solamente todo es economía.

Un gran triunfo, digo yo, hacer que todos tengamos desesperanza, hastío, impotencia y frustración.

Es la política, no el dinero... y de pronto, alguien se dará cuenta.

Un saludo,

miércoles, 11 de julio de 2012

Sabemos cómo hemos llegado hasta aquí...

Una verdad fundamental de ésta crisis (como de casi todas) es que sabemos cómo hemos llegado aquí. Intuitivamente, hasta la más poligonera ama de casa con hijos lo entiende; si mi Mario no llega a fin de mes con lo que curra y no podemos pagar la hipoteca y el cole de la Yessicah es porque nos endeudamos más de lo debido. Pero claro, es que el Audi y la tele plana y el jom cinema y la play y el peluco y todo lo demás no venían solos, nos los regalaron con el crédito que el banco le dió a mi Mario. Y ahora no renunciaremos a todo eso. ¿El piso? Bueh, que se lo quede el banco, nos vamos con mis papás a otro lado. ¿El curro? Ya se afanará haciendo chapuzas, total, con eso y el desempleo lo que dure... ¿la educación de la Yessicah? nos separamos o algo así y que le den plaza en uno lleno de moros y panchitos... ¿el país? ¡Hemos ganao la Eurocopa, y qué guapo es Casillas!

Bueno, lo entiende pero la he dejado que divague... lo cierto es que los bancos hallaron en nosotros la víctima perfecta, dándonos un dinero que no existía con el beneplácito de unos políticos que también recogían beneficios. Todos contentos. En su libro "Cleptopía", Matt Taibbi describe la situación de manera escalofriante. Uno ve a los buitres y carroñeros arrancando los últimos pedazos de carne del esqueleto de la economía global y de la política, intervenida desde hace décadas. Y siente náuseas, desprecio, ira y luego... impotencia. Porque ese es el mayor logro de esta crisis; la impotencia del ciudadano que devino súbdito económico.

Si sabemos cómo hemos llegado aquí, ¿por qué seguimos empeñados en seguir aquí? Es como el refugio precario antes de la tormenta que terminará de devastarlo todo. Los políticos se siguen afanando, como buenos lacayos, en parchear y reparar como se puedan las grietas, en aras del sacrosanto derecho al beneficio privado de unos pocos. Para ello, se inmola en el altar de la avaricia todo aquello que se pida, desde pensiones, sueldos, empleos públicos, servicios esenciales de la comunidad o niños crudos. Y se hace porque se puede. La impotencia del súbdito económico, el nuevo esclavo del siglo XXI, es tal, que no hace si no ladear la cabeza y cerrar los ojos mientras chasquea la lengua y dice aquello de "podría ser peor". ¿Peor de lo que es? Oiga, si a nuestro presidente de escalera le montamos un pollo de muerte si no cambia las bombillas fundidas o arregla el ascensor, ¿a nuestros queridísimos políticos no les decimos nada y encima les disculpamos? Pobrecitos, si son corruptos, todos ellos, sin excepciones, son iguales, la misma mierda, etcétera. Incompetentes, qué envidia siento...

También se habla de soluciones, claro. Revolución clásica, violenta. Pero estamos descabezados y seguimos siendo impotentes. Años de anestesia no se quitan de un plumazo. Ya no nos tiran jarros de agua fría, baldean tan a menudo que nos hemos acostumbrado y llamamos "calor" a lo que antes era gélido. Revolución, puff, qué pereza, y con eso ¿me quedo sin internet?

Otras son las microrrevoluciones, defendidas por Onfray. Pero exigen pensar, ser crítico, reflexivo, actuar en consecuencia... más ci-fi que un relato de Philip K. Dick. "¿Sueñan los humanos con soluciones políticas correctas?"

Y luego la más extendida. Hacer nada. Dejar pasar, acostumbrarse, decir aquello de "bueno, podría ser peor..." o similar. El 90% de la población practica este pasotismo. No quieren cambios, ni a un inquietante futuro mejor que ya es distopía en cuanto se anuncia ni a un pasado idealizado que nunca fue. El presente es lo que hay, lo que vale, aunque sea una mierda, pero es nuestra mierda. 

Sabemos cómo hemos llegado, pero mientras no nos espoleen duro, y no lo están haciendo de verdad (es el arma más sutil, la economía...) aquí nos quedaremos, creyendo que una vez tuvimos un Estado de Bienestar, que nuestros políticos velaban por los intereses públicos y que Casillas es en realidad un alienígena de Men in Black.

Un saludo,

martes, 26 de junio de 2012

Del trabajo como un derecho y un privilegio

Me gusta eso de los significados de las palabras, dicen mucho de la realidad de las mismas. Por ejemplo, "trabajo". Una "ocupación retribuída". Esto es, una "obra humana" aplicada a la "producción de riqueza", pero también una "penalidad, molestia, tormento o suceso infeliz". El trabajo es, en definitiva, algo que hacemos todos, generalmente para obtener un beneficio del mismo, ya sea un salario o una compensación por la venta o alquiler de la obra que hagamos. Un trabajo es algo útil, normalmente, para nosotros o terceros, y por eso intentamos valorarlo de la mejor manera posible.

Ahora bien, ese trabajo, ¿es un derecho o un privilegio? "Derecho", esto es, algo "justo, legítimo, fundado, cierto, razonable". También me gusta la parte larga, "conjunto de principios y normas, expresivos de una idea de justicia y de orden, que regulan las relaciones humanas en toda sociedad y cuya observancia puede ser impuesta de manera coactiva". Vaya, que un derecho es algo entendido como necesario, apropiado, dentro de las normas que se dé una sociedad a sí misma... en cambio, un "Privilegio" tiene otras connotaciones. O significado. Principalmente, "exención de una obligación o ventaja exclusiva o especial que goza alguien por concesión de un superior o por determinada circunstancia propia". Vaya, no podría ser más diferente un derecho de un privilegio. De hecho, si es la exención de una obligación, y el trabajo es una obligación como hemos visto ("penalidad, molestia, tormento"...) ¿no es antitético hablar del trabajo como un "privilegio"?

Es cierto que cuando algo escasea se suele valorar más. Con el trabajo ocurre algo paradójico; todo el mundo lo quiere pero nadie lo desea realmente. Se considera escaso, pero al tiempo, repelente. Realmente, no queremos un trabajo, sea el que sea; queremos la "retribución" que da dicha "ocupación". Ahí está el quid de la cuestión. Queremos los frutos, no los procesos.

Al ser tan clara la diferencia, unos hablan del trabajo como un "derecho" cuando realmente reclaman su derecho a cobrar una remuneración, sea la que sea, hagan lo que hagan, y otros hablan de quienes tienen un trabajo como unos "privilegiados", dado que ellos cobran porque tienen un trabajo. Los primeros quieren un "privilegio" y los segundos, el "derecho" a tener ese "privilegio". ¿Y por qué pensamos en ello como privilegios?

Gracias a la mentalidad que ha ido apoderándose de nuestro mundo en los últimos 30 años. Desde los 80's, cuando el capitalismo enchufó la directa y se terminó el llamado "comunismo", hemos ido contemplando una denigración del trabajo hasta extremos inconmensurables. El trabajo no dignifica, pero sí lo hace el pastizal que se gane con él, sea el que sea. Esto es, si un señor con corbata y tirantes gana 10 millones con apretar un botón por aceptar una operación compleja de crédito, financiación o venta de algo que ni él comprende del todo, admiramos su "trabajo". Físicamente, apretó un botón. Intelectualmente, supo qué botón apretar. Porque conoce el sistema. Y el sistema se hace para ellos, para los nuevos empleados de "cuello blanco" (añadiría "y gemelos de oro") que han logrado burocratizar la economía con una radical y simple fórmula; si todo va bien y ganamos, lo repartimos entre los que arriesgamos más; si todo va mal y perdemos, lo repartimos para los que no arriesgaron nada salvando nuestros muebles.

Sí, así es. El capitalismo no existe. El trabajo está en horas bajas. Y la realidad, tras el maquinismo, la informática, la explotación laboral de los menos favorecidos y otras hierbas, es que vivimos en un mundo donde la pirámide se ha invertido tanto que, ahora, nos sostienen aquellos que no deberían estar en la cúspide más tiempo del necesario. Hemos creado un mundo nuevo. No mejor, diferente.

Algunos consideramos el trabajo como un derecho. Y un derecho no es una obligación. Es una opción. No es tampoco un privilegio, aunque, por mi profesión, se me considere un "privilegiado". Privilegiado es aquel que logra de todo sin ningún esfuerzo, mérito ni capacidad. Por herencia o por otros temas. No, no soy un privilegiado. Tengo una vista que sí lo es, una mente analítica que no sé si calificar así, y una suerte para ciertas cosas que mejor no comento. Pero no. Ejerzo un derecho, algo que, en estos tiempos, no se comprende.

Y mientras, los de siempre, los más avariciosos, codiciosos, egoístas y faltos de moral y ética, seguirán logrando su objetivo, puesto que logran que nos peleemos... entre nosotros. No contra ellos.

Ya hemos perdido la batalla dialéctica hace tiempo, y hemos renunciado a las demás batallas muy pronto. Así que... hemos dejado de tener derechos para hacerles a ellos privilegiados. Sobre nuestros hombros. 

Vaya, pues se lo habrán ganado...

Un saludo,


viernes, 22 de junio de 2012

Anhelos, perversiones, remembranzas

Han sido un par de semanas raras. Cambios, modificaciones imprevistas, sucesos repentinos cambiando abruptamente muchos planes... para descubrir que el mundo revoluciona igual y el movimiento suele ser de 360º. Estamos igual que antes, pero diferente a como nos sentíamos.

He podido recuperar viejas ilusiones y ancianos deseos. Parece que nos gusta a veces la decrepitud, moral, física, intelectual... pero es una pose, una apostura bizarra y hueca. Verlo reflejado en otros, ayuda a contemplar el espejo de uno mismo con mayor definición. Mis anhelos no son los de hace 20 años, ni hace 10, ni hace 1. No pueden ser nunca los de antes. Lo deseado hace tiempo puede ser un engorro en este día. Pero sienta bien retomar emociones, aunque sean sintéticas. Y vivirlas.

Es extraño cómo reacciona uno. Cree que lo hará como en cientos de películas o libros, igual que los personajes a los que sigue, pero la realidad es que no es así. Tengo un don que es al tiempo maldición. Sé ver. Y no sé expresarlo con toda la claridad que desearía. Como si fuera Casandra. La tensión es algo deplorable si no se resuelve, y, lamentablemente, creo que enquista y se hace añojo en la carne, bajo la piel, hormigueando con inquieta presencia que nunca se sabe cuándo puede eruptar en grano purulento. Adoro ser honesto, pero los años pasan y la mayor honestidad, en profundidad, es callarse.

Con tal perversión de la realidad, del momento, uno lamenta la extraña moral que acecha incómoda bajo los intersticios de la relación. Sabes, pero callas. Callas, aunque debieras hablar. Debieras hablar, aunque duela. Debieras callar, pero dolerá más. No sabes, y entonces te angustias. Y sabes todo, aunque lo prefieres ignorar... No, definitivamente el lenguaje es la mayor de las perversiones. Una anómala situación evolutiva que nunca debió darse. La palabra nos hizo únicos, en todo lo bueno, lo malo y lo indeterminado. Y así convertirmos en proyectil un sonido inocuo vertido con mayor o menor conciencia de su significado, sin conocerlo realmente, creyendo ser alguien. No, la palabra es un pecado primigenio. El verbo no fue al principio, envenenó el principio.

Divago, como siempre, pero este es mi espacio, y me da absolutamente igual si alguien me entiende o prefiere marcarlo como una paja mental.

Mis recuerdos han vuelto, muchos, con sus sentimientos adheridos, pues no puedo recordar imágenes o palabras sin sentimientos pegados a ellos. No se hizo o dijo algo sin una palpitación, áurea u oscura, ausente o intensa. Todo sentimiento es realidad, realidad momentánea, caída en espiral, clavos en los pies y humo en la garganta. El pasado es un mal recuerdo de un sentimiento difuso.

El mundo está loco. No tengo ya duda. Y la carcajada no es más que la risa del alienado que lo sabe. Una risa que traspasa el alma. Y sin ella, sin la risa, estamos muertos. Sin la ilusión del futuro, sin el anhelo de algo nuevo, sin las perversiones del mundo, sin el recuerdo, estamos muertos. Sin una visión dorada, plateada o simplemente, luminosa, estamos muertos. Sin un sentimiento de bondad, de amor, de amistad, estamos muertos. Sin la creencia en un mañana, estamos muertos. Sin el dolor, sin el pánico, sin el miedo, sin la angustia, estamos muertos. Sin la prudencia y el arrojo, sin el optimismo y el pesimismo, sin saber que somos ignorantes y sabios, sin tantos adjetivos... sin el sano equilibrio de todo esto y más, más cosas, no somos humanos. Somos cualquier otra cosa.

Un saludo,

martes, 12 de junio de 2012

Miedo

¿Habéis sentido miedo alguna vez? No me refiero al de una película de terror, o una música tenebrosa. No. Tampoco a una atracción de feria o un instante en la calle donde parece que pueden atracarte o algo peor. Miedo ante el futuro. Miedo ante la clara y prístina mirada al futuro. Ojos desnudos para el mañana.

Yo siento hoy miedo. Mucho. Miedo por cosas por las que antes no sentía miedo, si no que las trataba con cierta indiferencia socarrona. Miedo ante pensamientos crudos de realidad salvaje. Miedo de que los que quiero y amo puedan sufrir. Miedo por la impotencia. Miedo por la incapacidad. Miedo ante una situación totalmente nueva, que, por mucho que nos digan "se puede manejar", uno siente temblores, ansiedad, flojera de miembros y cierto rebato a esconderse.

Durante toda mi vida no he sentido este miedo. ¿La muerte? forma parte de mi vida desde los diez años. ¿La soledad? He estado grandes temporadas solo. ¿La frustración? Me he frustrado innumerables veces. ¿El fracaso? He sido derrotado muchas veces. ¿La falta de recursos? He vivido bien, pero me crié en una familia donde me enseñaron qué era lo esencial y de qué podía prescindir. ¿Las enfermedades, las lesiones? Han estado conmigo desde niño. Pero hay una gran diferencia entre esos temores y mi miedo actual. He temido por mí mismo y siempre, siempre, he dedicado media sonrisa a esos pavores, con desdén, riéndome. Porque eran miedos sobre mi persona, la cual puedo y sé defender.

Oh, sí, he temido por los que me rodean. Pero que le puedan pasar cosas a otros no me ha paralizado. Sí, sentía pena si alguien abandonaba mi entorno, ya fuera por muerte o por otras causas. Pero sentía que la ligazón, el nudo, se podía deshacer y dejar destensado para en un futuro volverlo a enlazar con otras personas. Vive y deja vivir, disfruta de la compañía, pero no lamentes la pérdida más de lo necesario, puesto que paraliza. El miedo, siempre, paraliza. Por eso también tengo mis afectos muy concentrados. Sé a quiénes quiero, cuánto, cómo, por qué... y sé a quién puedo dejar marchar sin sufrir especialmente y con quién sufriría un tiempo, hasta que lograra reponerme.

Ahora no. Ahora, de pronto, tengo un extraño vínculo emocional, repleto de temores. Todo un bagaje nuevo de miedos, de aprensiones, de ansiedad.

Mi madre decía, sabia leonesa, que "el miedo es libre". Era su forma de reprocharme cuando yo me quejaba por las cosas de las que ella tenía miedo que me pudieran suceder. Un hijo no entiende al padre. Le desafía. Le reta constantemente. Un padre es autoridad, a la que obedecer o a la que forzar límites. Un hijo es inconsciente por definición. Debe aprender con dolor, con escarmientos, con castigos. Aprender a cómo evitar el dolor, a no sufrir castigos, a escarmentar minimizando daños. Un hijo es potencia. Un padre es acto. Un acto de pronto puesto frente a sí mismo. Un padre mira al abismo y éste le devuelve la mirada.

Mi miedo es incertidumbre. Temor al futuro. Miedo no de lo desconocido, si no de lo que conoce. De pronto, uno es censor de la sabiduría. Icono tallado en piedra que ha de servir de modelo. ¿¡Por qué!?

No hay rescate ante estos miedos. De pronto, un día, uno deja de ser hijo de sus padres e inconsciente bailarín de patio. De pronto, como un rayo, le golpean mil años repentinos y la sonrisa burlona y provocativa se transforma en un rictus de terror.

Y todo en un instante. Una eternidad.

Sí, tengo miedo.

Un saludo,

sábado, 9 de junio de 2012

Impredicciones de futuro distópico

9 de junio de 2012. La UE rescata a España con una cantidad oficial de 40.000 millones de euros.

17 de junio de 2012. El partido de izquierdas Syriza gana las elecciones en Grecia. Al día siguiente, rompen con la UE, rechazan el pago de la deuda por ser "odiosa" y devalúan su moneda. Empiezan disturbios en Grecia que se extienden a Italia, Irlanda y Portugal. España celebra la segunda eurocopa ganada y nadie piensa ya en los recortes que cada viernes se producen.

1 de agosto de 2012. Israel lanza un ataque masivo de aviación contra las bases iraníes donde presuntamente se está enriqueciendo plutonio. Rusia y China condenan el ataque y amenazan a Israel y, por ende, a los EE.UU. India y Paquistán elevan su tensión fronteriza y se amenaza mutuamente con ataques nucleares. Un pequeño pueblo de Andalucía declara su rebeldía fiscal y política contra el Estado.

15 de agosto de 2012. Israel invade a sus vecinos. Rusia y China arman a Irán. India y Paquistán se bombardean con armas convencionales. EE.UU. sufre una crisis al demostrarse que Obama no es negro realmente, teniendo que dimitir y convocando el nuevo vicepresidente elecciones anticipadas, un hecho único. En Europa, Merkel revela sus planes de dominación europea y proclama el IV Reich "económico". Pide la devolución de toda la deuda de los países de la UE a los bancos alemanes, y eso provoca una hecatombe en las Bolsas. En Madrid, Esperanza Aguirre despide a todos los funcionarios y contrata como director de prensa a Jimenez Losantos.

1 de septiembre de 2012. Mientras en Europa todos se pegan con todos, en Oriente Medio todos se pegan contra Israel, y China y Rusia se miran con recelo y poca amistad. India y Paquistán se tiran una bomba nuclear cada uno y luego declaran tablas, afirmando que todo fue un error por un correo electrónico en cadena que se mandaron varios funcionarios de los dos países, donde se hizo una escalada de tensión. Al Quaeda cambia su nombre y ahora se denomina "Whooper freedom fighters" tras descubrirse un rostro de Mahoma en una hamburguesa del Burguer King de Estocolmo. Su nueva doctrina incluye quemar todos los establecimientos de comida rápida para evitar que sigan aprisionando el alma de su amado profeta. Los naturistas, veganos, vegetarianos y otras hierbas verdes les apoyan. Los cristianos, confusos, deciden retomar la Santa Inquisición y queman primero a Javier Krahe en la hoguera, el cuál, como últimas palabras, canta precisamente "La Hoguera". Rouco Varela enciende la tea personalmente.

15 de septiembre de 2012. El Papa y el Vaticano huyen a una base secreta en Laponia, donde se encuentran con José Luís Feito, el cual tiene allí una agencia especial de colocación. Allí, Ratzinger encuentra trabajo de doble de cásting para la serie "Palpatine vs Jedis". En Oriente Medio, Israel declara a todos los que luchan contra ella como "nazis" y establece campos de concentración para árabes musulmanes, mientras bombardea con todo lo que tiene, incluyendo bombas de racimo españolas. En  EE.UU. gana Sarah Palin, que sorpresivamente regresa a la política. Lo primero que hace es declara la guerra a Cuba y Venezuela. Los Castro se exilian en Galicia, donde se ha proclamado la "República as mexillón" y ponen una escuela de queimadas. Chávez revela que no es él si no... Bolívar. Y empieza una guerra de anexión de toda iberoamérica. En Europa ya no se habla de rescate ni nada de nada, puesto que un apagón en internet de manera general ha logrado lo impensable; que todos salgan a la calle a montar barricadas y pelear con todo el mundo, montando una revolución casi decimonónica. En España tarda unas semanas en ocurrir, puesto que hasta que un grupo concienciado no sabotea los platós de Tele5, la gente no sale exigiendo que se les devuelva la programación. Se le llama "La primera marcha zombi".

1 de octubre de 2012. El caos envuelve el planeta. Unos alienígenas aburridos de Tau Centauri llegan a la Tierra y ofrecen intercambiar sus conocimientos en paz con los terrícolas, pero tienen la mala suerte de aterrizar en un erial de Murcia donde el señor del agro les recibe con escopeta de postas y un par de perros rabiosos. En represalia, los alienígenas regresan a Tau Centauri y declaran la guerra contra la Tierra. Mientras, Sarah Palin gana el Nóbel de la Paz tras arrasar toda iberoamérica de México para el sur a base de bombazos atómicos. Lo gana porque también se escapan un par a la Academia Sueca, y varios suecos, en el exilio, entre ellos Tom Kallene, se lo conceden mientras hombres de negro de la CIA les apuntan con pistolas. En Europa ya nadie sabe que pasa, pero se rumorea que una horda de marujas y machos ibéricos malolientes recorren como una plaga el continente buscando resintonizar con Tele5 Pirata, que, como rumor, se dice que emite toda la programación que había mantenido oculta. Berlusconi se hace con el poder en Italia y proclama el Estado Fascista, declarando su amor por Merkel, ya investida Canciller Suprema del IV Reich, y ambos invaden a Francia que, fiel a su tradición, se rinde en dos semanas. Hollande es colgado de la cúpula del Reichstag, y los líderes europeos pronto se unen a ella, excepto Gran Bretaña, que decide ir, como siempre, a la suya.

1 de noviembre de 2012. Los alienígenas invaden la Tierra. Exterminan al 98% de la población mundial y, los que quedan, se les recluye en un zoo que reconstruye una ciudad de los Balcanes en los años 90, con etiquetas de "Serbios", "Croatas" y "Carabancheleros". Los últimos dan un golpe de estado e instauran el cheli como lengua oficial, aunque de pronto se descubre entre sus líderes a Esperanza Aguirre infiltrada, la única política española que sobrevivió a la matanza mundial. Un enteradillo decide fusilarla, y entonces se descubre su faceta de agente de los alienígenas, pues está hecha de acero líquido. Un friki indica que entonces eso puede ser obra de Skynet, el proyecto de Indra. Nadie le cree, pero entonces otro frikazo indica que a él todo esto le parece un Mátrix muy cutre.

Todos despiertan en una pesadilla más triste que cualquier distopía chabacana y graciosilla que uno pueda imaginar.

Un saludo,