Buscar dentro de este batiburrillo

sábado, 29 de octubre de 2011

El estado del desempleo y el bienestar social

Me pregunto hoy cómo pueden estar 5.000.000 de personas sin empleo en un país de 47.000.000 de habitantes (más o menos, el 11% de su población total) y no vivir en un continuado estado policial, atracos, manifestaciones, asesinatos, apropiaciones de viviendas y revueltas sociales. En la República de Weimar, por ejemplo, el desempleo llegó a alcanzar a 8.000.000 de personas en un país de unos 67.000.000 de habitantes (más o menos, el 12% de su población total) y el resultado fue, además del dicho, un triunfo del partido nazi de Hitler.

Quizá lo que cambia son las circunstancias sociales. En aquellos momentos, el Estado no tenía casi para nada construido un tejido asistencial de hospitales y escuelas públicas. Los únicos que hacían algo así eran los grupos comunistas y los grupos de nacionalsocialistas, que creaban "comunas" de propiedades y dinero para mantener redes ideológicas. El resto de la población tenía que malvivir con lo que podía, incluyendo el Tratado de Versalles y diferentes problemas. Ahora quizá eso ha cambiado. Hay un Estado que, a pesar de constituirse en varios miniestados autonómicos, garantiza sanidad y educación públicos, aunque no por ello de calidad, y un sistema de protección a los trabajadores por el cual estos perciben algún tipo de prestación. No es una ayuda ideológica, si no global, dada por todos para todos, en la que todos contribuyen y se benefician. Y lo que es posible sea similar es, paradójicamente, la Europa unida de Hitler, hoy llamada "Unión Europea". Dejémoslo en un chiste.

Mi duda viene porque unos presentan las cifras como catastróficas. Otros, las marean y describen según su interés. Lo cierto es que, si en verdad el país tiene tanta gente en paro, ¿cómo se explica que el consumo creciera desde el año 2009 hasta ahora? ¿no hay ahorro? es cierto que los salarios han crecido desde el año 2001, concretamente, siguiendo estadísticas, de un salario medio en 2001 de 1384 € a un salario medio en 2010 de 1992 €. Esto es, unos 608 euros en ¡9 años! Si el ahorro sigue disminuyendo, y el consumo sigue creciendo, entonces... ¿qué crisis estamos teniendo con esos 5.000.000 de parados? algo no me cuadra.

Me explico. En la época de mis padres, y hablo de los años 50-60 del siglo pasado, ahorrar era lo más importante. Sin ahorro no te daban nada. De hecho, depositar dinero en un banco era más ¡un privilegio! que un interés. Valía el dinero contante y sonante, más que nada en el mundo. Y pensar en endeudarse era más de canallas, de gente de poca confianza, de impresentables que hacían turbios negocios especulativos que en ocasiones no salían bien y provocaban la ruina propia y de los que les rodeaban. Esto es, la misma descripción que se puede aplicar no a los ciudadanos de la primera década del siglo XXI, si no a... los bancos y cajas de ahorro.

Sí, amigos míos. Aun recuerdo cuando firmé mi hipoteca hace casi 4 años. En aquel momento, no existía crisis, pero sí se había alcanzado un pico estratosférico de precios de vivienda, de especulación y de concesión de créditos. Se daban créditos para comprar una vivienda tasándola al 120% de su valor, y hasta créditos personales para comprar coche, viajes y pagar otros créditos anteriores. Déjenme ser friki; quien haya jugado al juego de mesa "Machiavelli", de Avalon Hill, sabrá que la manera más rápida de perder es pedir un gran crédito a los venecianos cuando la cosa está jodida. No lo podrá devolver (el interés es del 25%, más o menos... la tasa usurera de la Biblia) y caerá en revueltas y crisis y en la derrota. Pues bien, nadie conocía esta simple y fácil regla. Nadie comprendía por qué nuestros padres no pedían miles de pesetas cuando compraban cosas, y ahorraban, ahorraban, ahorraban y gastaban lo justo y aprovechando todo. De pronto, eso ahora cobra sentido.

Vivimos en un estado del bienestar social. Sufragado por impuestos. Por dinero público, aportado por todos (ciudadanos, trabajadores, empresas...) y gestionado por unos pocos (políticos) en los fundamentos de ese estado del bienestar social que ya en Gran Bretaña asentaron los laboristas de Clement Attlee, concretamente Bevan, ministro de Sanidad, o en el continente los franceses con las pensiones. Y lamentablemente es el sistema menos equitativo y menos eficaz, porque fue tardío, no se creía en él, se ha hecho con más excepciones que reglas y, para finalizar, siempre está en cuestión. Pero respondiendo a la primera pregunta de cómo no estamos en situaciones de policía en las calles, manifestaciones, robos continuados, asesinatos y demás, diré que es gracias a éste precario, depauperado, raquítico y mal gestionado estado del bienestar que tenemos.

Si es así ahora, ¿cómo sería si fuera más fuerte, se creyera más en él, se gestionara mejor y esas cosas? quizá, como está pasando en los países nórdicos o en modelos continentales, la crisis sería de menor afectación... porque si a algunos está afectando más la crisis, es a aquellos que viven en estados con menos o ningún estado del bienestar. Curiosamente, lo que algunos piden adelgazar o destruir, directamente.

Puede que algunos añoren los tiempos de los camisas pardas tarareando la canción del putero Horst Wessel por las calles acompañados de antorchas y buscando enemigos a los que culpar de todo (inmigrantes, izquierdistas, homosexuales... la lista del odio puede ser muy larga) pero no se atrevan a decirlo así, condenando el sistema nazi y tal. Pero es curioso, es curioso... la historia, parece ser, se repite. Quizá, alterando lo que decía Jefferson, realmente cada generación tiene el derecho y el deber de hacer exactamente las mismas gilipolleces que sus predecesoras, aumento el nivel de fiasco y mediocridad hasta cotas nunca jamás alcanzadas.

O puede que sea demasiado pesimista, yo.

Un saludo,

viernes, 21 de octubre de 2011

Cifras e intangibles

"ETA ha decidido el cese definitivo de su actividad armada"

Es la gran frase. En castellano de calle, que dejan de matar.

Han matado a más de 800 personas.

Están encarcelados más de 700 miembros.

Han actuado durante más de 50 años.

Han generado millones en pérdidas por destrozos materiales e indemnizaciones.

Vivieron una amnistía en 1977. Muchos se dedicaron a la política. Otros a seguir matando. Hoy se habla de qué hacer.

Un intangible es el miedo. Ha desaparecido hace muchos años, desde que la policía, dirigida por los políticos, empezó a actuar eficientemente sin trabas, apoyados por la ilegalización de sus partidos, que les restó dinero y escaparates públicos. Hace años que muchos militares y policías no miran debajo de su coche antes de salir, ni a ambos lados de la calle desde el portal. Los políticos ya no tienen tantas escoltas, en su mayor parte. La crisis y el paro, amén de esos políticos, son preocupaciones más graves.

Otro intangible es que no son el IRA. El País Vasco o Navarra nunca fueron "colonizados" o "explotados" por nacionalistas españoles malvados. Sí fueron regidos, como todo el país, por déspotas, malos politicos, aprovechados, corruptos y gentuza variada. No hubo una represión mayor que, por ejemplo, en Madrid o León. Y parece que ya muchos se han dado cuenta de eso. De que es legítimo buscar la independencia, por los motivos que sean, pero siempre por caminos que no signifiquen sacar las armas. Salvo que sea en defensa propia, cosa que no me parece sea el caso.

El último intangible es que esto se sabía, pero nadie parece saber cómo afrontarlo ahora. ¿Disolución, entrega de armas, petición pública de perdón por las víctimas y daños, encarcelamiento de todos, y ya está? parecen unos máximos algo excesivos.

Deben pedir perdón. Deben entregar las armas. Y deben cumplir algún tipo de condena. Pero en este proceso, que ningún político se adelante al resto, que ninguna asociación de víctimas imponga su criterio (lo siento, pero no tienen legitimidad más allá de que se les deba compensar y pedir perdón) y que entre todos se pueda acabar con un problema que va más allá de una mafia de pistoleros asesinos, ya que, guste o no guste, hay personas que tienen objetivos similares.

Me llama la atención un escenario sin ETA. Sin amenazas ni coacciones. Un escenario donde se pueda hablar, sin miedo a morir. ¿Aflorarán ahora las verdaderas intenciones de los ciudadanos que residen allí? ¿veremos un futuro en España nuevo, diferente, donde no se use el miedo al terrorismo como arma política? ¿se logrará poner de acuerdo a miles de personas en lo básico que es, ahora y siempre, buscar vías para vivir todos mejor?

Quizá sea una nueva era sin terrorismos. Quizá sea un nuevo estado de civismo. Quizá, solamente quizá, los que pilotan arriba, aunque no les pilote lo de arriba, puedan lograr, quizá, que las cosas mejoren. Para todos.

En todo caso, sea esto el principio del fin o el fin del principio, es mejor que nada. Así que me alegro.

Un saludo,

martes, 18 de octubre de 2011

Una nueva emigración.

Es inquietante cómo crece el número de personas que conozco en diversos ámbitos que me transmiten, con un punto de tristeza, mucha rabia y bastante amargura, su pensamiento cada vez más decidido a emigrar y buscarse la vida en otro país. Un sitio donde reconozcan sus habilidades, sus aptitudes profesionales, sus conocimientos, su capacidad, su ánimo de trabajo, su inquietud por hacer bien las tareas y mejorar a su alrededor. Es inquietante pensar que, si se van, se estará yendo lo mejor de España.

Españistán. Puta república bananera. País de mierda. País de chiste, de pacotilla, de broma y asquerosa resignación. Los calificativos son gruesos, ingeniosos, ácidos, pero todos ellos destilan un licor deleznable. Parece que, cuando en este país, históricamente, se alcanza un volumen considerable de profesionales, de personas preparadas, capaces y de valía, no somos capaces de integrarlo adecuadamente. Los maltratamos, no les escuchamos, y, finalmente, caemos en la idiosincrasia española; la venganza de los mediocres.

La mediocridad es una seña de identidad de los totalitarismos, y en España hemos andado sobrados de ellos, los recientes y los previos. Hemos perdido el tiempo en inútiles disputas, en machacarnos, en mirar con ojo avieso al vecino y buscar siempre el punto de fricción, no de unión. Hemos logrado hacer un deporte nacional del puteo al otro. Pero claro, eso tiene un pase si sobreponemos conceptos más altos y logramos enterrar esas cainitas jaimitadas. Lo que pasa es que eso nunca pasa. Aquí nunca hemos alcanzado ese momento feliz, esa "finest hour" de la que presumía en su discurso Churchill.

Hace tiempo que este país es un vertedero. Un amigo mío es químico, con patente de una molécula. Oposita para la administración. Otro es periodista. Trabaja en la administración. Aquel es investigador. Precario, claro. Uno más es ingeniero. Hubo un tiempo que vendía libros a domicilio. Otro conocido estudió físicas y se piró entre Argentina y Alemania a investigar. Uno hace tiempo que trabaja en los ferrocarriles británicos. Una física hizo la tésis y hace la vida en París. Y la lista sigue... sigue y sigue.

Al final, nos quedaremos aquí los que no nos vamos por diferentes motivos; por tener un empleo estable, una hipoteca y un piso invendible, familia, amigos, esposa, hijos... diversas razones. Quizá, si levantáramos todos la voz un poco en contra de esta sangría inútil, las cosas cambiarían. Pero... ¿sabemos dónde elevar la voz, qué hacer realmente?

2012 puede que sí sea el año del apocalipsis, pero no como lo pensaron los mayas o quienes fueran. Puede serlo por muchos y diferentes motivos.

Un saludo,

miércoles, 12 de octubre de 2011

12 de octubre. Accidentes y nacionalismo

Que hoy se celebre el día Nacional, de la Hispanidad o de la Raza, tanto me da. Si se quiere homenajear a una nación entendida como una comunidad que comparte y tiene en común ciertas cuestiones, lo cierto es que lleva años haciéndose con el culo.

Está bien que esté el Jefe del Estado. Que es un rey, Borbón para más señas, y el Gobierno o su mayoría, así como personalidades y miembros de las AA.PP., aunque no todos. Está bien que se hagan en la capital del Reino, (España es eso, un reino...) y está bien que se haga un desfile patriótico con las armas de los tres ejércitos más la Guardia Civil. Y eso es todo lo que está bien, que por ello no es suficientemente bueno.

Una nación es algo más que sus gobernantes, en número de 40 o 50, y más que sus ejércitos, unos 3.000 representantes. Suena antitradicionalista, pero es que, admirando el trabajo de los soldados que hoy día viven de hacer misiones en el extranjero y de participar cuando algo catastrófico pasa en el país, así como de la Guardia Civil que ha logrado cambiar y ser un cuerpo realmente admirable, el resto de los políticos que había en la tribuna me parecen sobrantes, ni qué decir de la familia gobernante que se perpetúa en buen número (y gasto) sin que lo hayamos podido decidir así. Esto es, hay una limitación muy grave en los que, en representación mía, y digo mía porque soy un ciudadano de este país, España, nacido por accidente en Madrid, como podría haberlo sido en Bilbao, Lugo, Toledo o Sabadell, incluso en Bruselas o en Pekín. Y como ciudadano, desde hace ya dos décadas, al menos, no me veo representado.

El desfile está bien. Estimula a los chalados del patrioterismo, esos que se ponen palotes con banderas y uniformes, que sueñan con glorias y efervescencias del combate, de chicas y botín, de aventuras y violencia, y les hace pronunciar palabras grandilocuentes y exaltadas, huecas, al final, porque realmente no saben qué es la violencia organizada ni su ejercicio. Son Rambos de salón o de playa, exhibicionistas y huecos parlanchines. Pero no sigo con ellos. Porque me faltan los que construyen una sociedad, una comunidad, una Nación (en términos decimonónicos o más modernos, tanto da...)

Me faltan los policías, bomberos y otros que velan por la seguridad y tratan de hacerlo cumpliendo con límites de derecho que sirven para todos. Me faltan los maestros, profesores y educadores, en general, que enseñan a los niños y les convierten en futuros adultos capaces de mantener esa comunidad. Me faltan los médicos y personal sanitario, que cuidan de todos ellos y proporcionan salud y bienestar a todos. Me faltan los que gestionan en silencio, día a día, la realidad del país, sea un oscuro funcionario no reconocido o un empresario que lucha por mantener todo a flote, y en general todos los profesionales y gente preparada que acaba huyendo de aquí. Me faltan, finalmente, los hombres y mujeres que dejamos fuera de ese sistema, cada vez más, y los que quieren hacer más por su país, pero su país no les deja. Aquellos a quienes no se les puede aplicar esa frase grandilocuente pero falsa de "No te preguntes qué puede hacer tu país por tí, si no tú por tu país". Un país somos todos. Y sin todos, en el día de hoy no he visto más que una fracción con regusto caduco y absolutamente incompleto.

No digo que se les debiera ver en el desfile, como si ésto fuera una república socialista soviética o de los aledaños, agitando banderolas y pancartas. Pero sí que se les reconociera. No sé, un camión de bomberos me arrancaría tantos aplausos como un vehículo blindado. O una ambulancia. Cierto que el ejército en España se ha hecho muy civil, tanto que realmente dudo que tengamos un ejército real (no sé si es bueno, o si es malo, pero espero no comprobarlo en mi vida...) pero no es finalmente la representación total de esa sociedad. Y lo digo reiterando que les admiro. En mi corta vida no puedo decir lo contrario.

En fin. Fue un accidente que Colón desembarcara en aquella isla en un día como hoy hace más de 500 años. Y es un accidente que los nacionalismos, deudores de esa combinación fatal de "lengua-territorio-etnia/raza", lo tomen como un punto fundacional. Tanto daría ese como el primer desembarco de los moros, si fuéramos islámicos, o la llegada de los pueblos germánicos, o el pisar tierra por los romanos, o la explotación fenicia, o el primer intercambio griego, o... tanto da. El nacionalismo es un proyecto ideológico de las postrimerías del siglo XVIII e inicios del siglo XIX, reinventado en negativo en el siglo XX y dudosamente necesario en el siglo XXI. Y hoy, por accidente, hemos celebrado, mal, a mi juicio, como siempre, uno de esos nacionalismos. El español. Otros se hacen en otros días, y lo dicho lo aplico para ellos.

Un saludo,

lunes, 10 de octubre de 2011

Cinco cosas que me harían querer más a España

Como dentro de dos días va a ser el de la "Fiesta Nacional" (con mayúsculas) pues como que me he preguntado qué querría yo celebrar en tan magno día deudor de la denostada ahora Revolución Francesa por algunos copiotas de la historiografía de los 80 liberal y anticomunista (su nombre, Pedro J.) y que se ha llamado de todas las formas, "Día de la Raza", "Día de la Hispanidad" y, no sé si lo escuché bien, ahora será "Fiesta de las nacionalidades". O algo así.

En realidad son 5 cuestiones derivadas de una sola; cultura, educación, valores. Pero me apetece listarlas. Tengo un día "Alta fidelidad".

1. Conciencia de lo público. Si entendiéramos que una comunidad es una sociedad de personas unidas para lograr un fin mejor que el obtenible por separado; si comprendiéramos que el dinero y los recursos se han de disponer de manera equitativa y proporcional a lo que cada uno posee; si supiéramos que la gestión de eso llamado "público" es lo más importante, el tesoro mayor de una sociedad que quiere bienestar, tendríamos conciencia de qué es lo público. Pero en España no tenemos claro eso de "lo público" y lo confundimos con un funcionario de ventanilla malhumorado y adscrito al tópico de "vuelva ud. mañana". Una razón por la que podría apreciar más a España.

2. Respeto al tiempo ajeno. La puntualidad es un valor que no tiene excusa en su aplicación desde que existen los relojes y los calendarios, desde que todo el mundo puede conocer en qué momento vive y planificar sus movimientos, viajes y encuentros. Vale que si hubiera más transportes colectivos, baratos y regulares, sería mejor. Vale que si existieran horarios racionales, en las empresas, sería mucho mejor. Vale que si se planearan con lógica y coherencia las cosas, todo iría mejor. Pero es algo que todos pueden hacer.

3. Premiar el esfuerzo. Todos creemos saber de todo. Pero realmente los que saben de algo lo hacen como deben, bien, o al menos, ponen su empeño en hacerlo de la mejor manera posible. Curiosamente, los que mejor lo intentan y logran, son los que peor se lo llevan. No son los promovidos, no son los ascendidos ni los más respetados. Mi país no ama a los científicos, salvo cuando hacen comentarios ingeniosos o chistosos. Y si un divulgador hace un anuncio de pan de molde, tiene más visitas por ello que por su programa. Mi país no entiende lo que hay detrás de un éxito deportivo. Si fallan luego, les crucifica. Mi país, España, no sabe lo que es el esfuerzo, no conoce el premio que hay que darle. Por eso están arriba los trileros, no los esforzados.

4. Ser críticos. Si algo define España, es la adscripción de sus ciudadanos a una de las facetas de la dicotomía reductora, sea la que sea. Si eres amante del fútbol, no te gusta el baloncesto. Y al revés. Si eres del Atlético de Madrid, odias al Real Madrid. Y al revés. Si votas al PP, odias al PSOE, y viceversa. Si te gustan los gatos, no puedes tener perros. Y así con todo. Somos hinchas, fanáticos, sectarios, programáticos y cortados por el patrón... del Patrón. No hay crítica. Si alguien dice un "pero..." es para ganar la discusión, con un contraargumento, pero no para añadir un dato de interés que la enriquezca. El Circo romano tenía sus colores, y hasta hoy con ellos. Ah, los que no encajan en nada, son raros, frikis, gentuza a la que es mejor no acercarse.

5. Dejar de lado ciertas costumbres. Sí, yo también hablo alto y grito. Un grave error. Mi tono de voz está entrenado, que no educado, para destacar entre el marasmo cacofónico de la sociedad española. Gritamos, mucho. En la calle, en las escuelas, en los trabajos, en el metro, en la televisión, en la radio... somos chillones. Agradezco tener amigos que no lo son. Lentísimamente, intento aprender de ellos. Y luego hay otras muchas costumbres que aborrezco... pero esas son tan largas que no tengo ganas de listarlas. Y no, una de ellas no es la pereza. Que también, la mal entendida.

Vaya, un listado regeneracionista. Dudo que pasara los filtros de un Costa o un Ortega. Pero quería escribirlo. Por estas cosas, quizá, solamente quizá, querría más a ese constructo llamado España. Pero uno no es de donde nace, si no de donde desea ser. Y en cuanto a nacionalidades, con lo recientes y absurdas que son, pues me toca más de cerca esta... como el tema religioso, que ni toco porque, ¿para qué? en este blog hay suficientes reflexiones al respecto.

Un saludo,

domingo, 9 de octubre de 2011

The chef's choice.

Cambiar el mundo, la revolución en directo, actúa, es el momento de salir a la calle, reclama tus derechos, lucha, resiste, por lo que es justo, bla bla bla bla...

...

La revolución de verdad es una puta con muchos pretendientes que la maquillan a su gusto, y cualquier actuación es otro eslabón en la cadena de acción-reacción. ¿Actúas por tí o por otros? No lo sabes. Pero crees que sí. Y si sales a la calle, ¿sabes de veras por lo que luchas, conoces tus derechos, sabes los medios? Y más aun... ¿entiendes qué es la justicia?

...

Hace tiempo que llevamos recibiendo mensajes de todo tipo. Recicla. Compra justo. Paga justo. Haz lo que debes. En el mundo del postfascismo, éste ha logrado refinar sus mensajes. Tanto, que ha calado hondo en el capitalismo, en el sistema sin gente, en los engranajes sin grasa. Logremos ciudadanos con buena conciencia que sigan haciendo lo que deben hacer por el sistema. Hoy puede ser consumir sin tasa. Mañana, consumir lo que les digan. Pero siempre, a ser posible, mantengamos la corriente de la masa circulando en la misma dirección. Y la novedad de nuestro tiempo es, ¡albricias! que si alguien va en dirección contraria, creará otra corriente circulatoria abriendo un nuevo paso al noroeste del comercio.

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No te engañes. La primera revolución es no creer en ellas. La segunda, revolucionar tu mundo. La tercera... perderse en el infinito mar de posibilidades y de opciones que no existe. Cada día pierdes una opción de libertad. Cada día, sabes mejor que nunca has sido realmente libre. Y un día sabes que la libertad es una entelequia, una formalidad para hacernos sonreir. Siéntete bien creyendo que eres libre. Libre de escoger tu revolución. Lo cierto es que nunca lo serás. Y cuando lo seas, realmente, habrás muerto por una causa que seguramente esté prostituida hace tiempo. O mejor... engáñate.

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Hace apenas 200 años que nacieron las democracias más titubeantes, y los derechos de los hombres, y la universalización de todo eso no ha comenzado ni hace 50 años. ¿Creemos tener algo consolidado, real, firme? Engáñate.

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El futuro, que todos parecen conocer, realmente no importa. Porque nunca existirá. Es nuestro presente el que lo define. Y el presente acaba con las opciones disponibles. Quita esa falsa libertad. Por eso tantos viven en el pasado. Otro mito.

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La perspectiva más sabia, más consecuente, más inteligente, no existe. Tú ves el mundo con unos ojos manchados. Yo también. Nadie sabe limpiarlos si no es un niño salvaje, y también él se contamina rápido. No hay, pues.

...

Y como toda reflexión de alpargata, termino con un consejo más falso que un billete de 1.000 euros; no te arrepientas de lo que vas a hacer, seguramente nunca lo harás como querías.

Un saludo,

jueves, 6 de octubre de 2011

¿De dónde salen los dineros?

Normalmente nos hacemos esa pregunta cuando vemos una gran obra, una gran inversión o un gasto brutal del que tenemos constancia. Hay un sitio, de un tal DFC, que es muy interesante para conocerlo. Su dirección:

http://dfc-economiahistoria.blogspot.com

El resumen que yo iba a hacer lo expone él muy bien en su blog. Sintetizando aun más, yo diría que esto es un problema visto más veces en la historia. Incluso en ese período que algunos historiadores economistas dan en llamar "pre-industrial". Que es como si fuera anterior al capitalismo, pero o sea, no.

El capitalismo es algo que existía en lugares como Roma, ya hace más de 2.000 años. Empresarios que armaban barcos, que obtenían beneficios de la exportación de aceite de oliva, por ejemplo, acumulando un capital y usándolo para adquirir más bienes y riquezas. Y también existía el aspecto consustancial al capitalismo, casi diría yo que la base del mismo. La deuda.

El dinero, siempre, es limitado. Los estados o quienes tienen el poder para acuñar moneda (y defender su valor) no emiten un número infinito de la misma. Bien por escasez del material de contraprestación (oro, plata...) bien por no querer inundar el mercado y, por tanto, devaluar esa moneda. Entonces aparece la deuda. Es el sistema mágico. Imaginen que tenemos, por ejemplo, 1.000.000 de unidades monetarias. Y con ellas, pues no se cubren todos los precios, claro. Ni los salarios. Ni los pagos de rentas, de bienes, servicios... aparte que, si es limitado el dinero, es como en el Monopoly, nunca puedes ganar más dinero del que hay en la caja del juego y está en la misma. Lo que hay es lo que se ve. Entonces... ¿cómo ampliar de manera mágica, pero artificial, ese dinero?

Suponga que en ese mundo con 1.000.000 de unidades monetarias yo hago un proyecto en el que, gastando 100.000, logro un beneficio de 500.000. Pero no soy el único. Hay más gente que hace negocios similares. Al final, entre ellos y yo, los que disponemos de ese dinero físico, real, emitido, copamos el 1.000.000 de unidades. Bien, no hay beneficio posible para todos. O el Estado emite más moneda, o nos inventamos... la deuda y el futuro. El dinero "falso" o en forma de pagaré, de futurible, de "proyecto".

Y ese dinero falso entra en juego, de pronto, sin control de nadie, ni del Estado emisor de una moneda ni de nadie ni nada. De pronto, yo puedo endeudarme por una cantidad alta, prometiendo que devolveré, digamos, el 25% de esa misma cantidad si mi negocio va mal. Bueno, ya hay leyes contra la usura incluso en la Biblia... así que este tema viene de lejos. ¿Y si no pago? quiebro. ¿Y si son muchos los que no pueden pagar, digamos... casi toda una ciudad entera, como Roma? Pues... lo popular es quemar los registros de deudas y reiniciar el sistema. ¿Le debían dinero? ¡ah, se siente!...

La cuestión es que el dinero y su "fantasmal reflejo", la deuda, hace que ese 1.000.000 de unidades limitadas pueda ser un número ilimitado, pero tan algo que, al final, alguien quiebre, caiga, se rompa, fracase en su negocio, se equivoque en sus decisiones, y, finalmente, arrastre al resto por su mala cabeza. Y entonces tenemos una de esas crisis, que básicamente consiste en que el dinero real, el de verdad, no circula ya tanto y tan rápido... de pronto, la moneda que pasaba a tal velocidad que parecía ser 100 veces otra, es 1, la de verdad, y se queda quieta en las manos de quien sabe que, en ese momento, es la única que tiene valor.

¿Qué pasaría si, por ejemplo, todos decidiéramos sacar de nuestros bancos y cajas de ahorro TODO nuestro dinero? imaginen, abriendo el colchón o el baldosín de casa para guardarlo y esas cosas. Realmente... ¿tendríamos todas esas monedas y billetes?

Al final, el corolario, es que los dineros salen de... nuestra imaginación. El capitalismo es eso, una farsa, una ilusión, una mentira tan grande, gigantesca, universal y tentadora, que hace tiempo ya que no necesita de pensadores u operadores para funcionar. Va sola. Y como todas las cosas sin control, acaba pasando siempre lo mismo. Arrasa con todo.

Un saludo,

miércoles, 5 de octubre de 2011

El beneficio del engaño

He conocido a más de una persona que busca, mediante el engaño, lograr un beneficio a costa de mentir. Y en todos los ámbitos, o casi. En empresas, vendiendo productos de los cuales no se dice toda la información o se manipula; de jefes, que ocultan derechos o cuestiones de trabajo para lograr que ellos queden en mejor posición para lograr sus fines; de compañeros, que abusan de la mentira para eludir cargas y descargarlas en tí; de falsos amigos, que buscan algún beneficio emocional, social o incluso material; de organizaciones, donde la manipulación se hace con el objeto de satisfacer egos o carencias; de usuarios, que intentan por todos los medios obviar los cauces regulados y saltarse las normas...

El listado es infinito, o tan finito como habitantes tiene España. El valor de la educación, de la paciencia, de la visión de lo público como algo de todos, de la honestidad para lograr fines de manera más plural, está agujereado por los gusanos de la envidia, la corrupción, la mentira y el egoismo. Siempre he admirado a los estadounidenses, pues ellos son honestos en sus relaciones. Un apretón de manos y una palabra dada valen más que un contrato registrado y devaluado inmediatamente por las administraciones correspondientes en España. También es cierto que su corrupción está institucionalizada y aceptada como tal, pero se combate de cuando en cuando por individuos hartos del sistema. En otros países, donde la corrupción se pone a raya mediante normas que se aplican y una clara educación social que separa, señala y juzga al transgresor, hay un mejor concepto de lo público y sus servidores, y todos piensan en la comunidad más que en el beneficio propio sin más.

España... España en cambio es un chiste. Una broma mal contada. Puedo afirmar sin rubor que, tras tratar a personas de entre 10 y 90 años, de todos los sexos, clase y condición, educación y demás cuestiones, he extraído una verdad incontestable. La muestra, unas 100 personas diarias de media. Eso, a lo largo de los dos últimos años, y pongamos de media unos 200 días al año, hacen unas 40.000 personas. Mi muestra personal, que estadísticamente puede importar o no valer una mierda. ¿Y esa verdad incontestable? que no hay educación, valores ni conciencia de sociedad y sentir comunitario y público.

Váyanse a un país donde eso existe en mayor grado. Verá una cola uniforme, de personas en hilera regular. Verá cómo todos esperan pacientemente para lo que necesiten hacer. Que apenas sí levantarán la voz. Que cuando les llegue su turno, expondrán su petición y, tras recibir información, se irán y harán lo que les resulte más conveniente según esa información dada. Que si han de reclamar, lo harán a quien corresponda por los cauces convenientes. Que no intentarán de manera evidente hacer valer una situación de privilegio o estatus. Y que, en general, se comportarán con un rigor más que aceptable.

Vengan a España. Una cola en un Hospital público. Verán una cola amorfa, extraña, de personas viendo dónde pueden situarse mejor para lograr antes su fin. Verá cómo todos están moviéndose nerviosos para ver si avanza o pueden entrar antes, y lo harán con murmullos crecientes que pronto se convertirán en un gallinero de ruidos molestos. Verán que se saltan su turno y tratan de saltarse la cola, preguntando o intentando que se les atienda por su cara. Que si se les atiende, aunque la información se les dé de manera clara, concisa y sencilla, preguntarán ocho veces lo mismo, sin siquiera saber reformular la pregunta, e insistirán, tozudos. Que no se irán o lo harán convencidos de que les han intentado engañar. De que, sin haber deglutido y digerido la información, se quejarán a quien no deben, y cuando se les informe, no se quejarán ante quien deben. Y que gritarán y usarán lenguajes impropios, soliviantando a la cola y mostrándose indignados y ofendidos. Y por supuesto, si pueden, ejercerán sus privilegios con ostentación, ruido y exhibición. En resumen, un comportamiento bochornoso.

A veces suena esnob sentir vergüenza de ser español, sobre todo cuando uno viaja. Pero lo cierto es que la siento. He podido sentir vergüenza más de una vez, y captar comentarios y reprobaciones hacia los españoles que son muy similares a las que he oído de otros españoles hacia extranjeros de iberoamérica o el norte de África o el este de Europa. Y que, al final, uno se da cuenta de la razón fundamental. Es la cultura, idiota.

¿Y a qué el beneficio del engaño, título de la entrada? cuanto más ignorante, analfabeto, sin valores y estúpido sea el gobernado y explotado, más fácil será para los "listos" de siempre seguir haciendo beneficio con ellos. Y esto sí es una clase de economía comprensible en dos tardes. De resolución más lenta, eso sí; quizá, pero solamente quizá, de dentro de un par de generaciones.

Un saludo,

domingo, 2 de octubre de 2011

Series de ficción televisiva

Hoy tengo el día catalogador. Pensando en las series de la tele y las horas que les dedicamos, he decidido hacer un pequeño listado de las mismas, con mis favoritas y las que estoy siguiendo (y por qué). Simple divertimento... :)

1. The Wire. La mejor. Simplemente. Si no la has visto... tardas.
2. Los Soprano. Gran historia. Una revolución.
3. Yes, Minister. Y su secuela. Grandes productos BBC y muy, muy reales...
4. Yo, Claudio. Otra BBC. Imprescindible. Calidad y buen gusto.
5. Crematorio. Una esperanza en el panorama español. Magnífica.

Y ahora mismo, siguiendo, estas:

Tremé. Otro gran producto de Simmons, con una N. Orleans real, palpitante. Buena música, buenas actuaciones, buenas historias...
The big bang Theory. Risas algo más trabajadas que otras comedias... da gusto.
Cómo conocí a vuesta madre. El friends de esta época, divertida. Barney.. el mejor.
Juego de Tronos. Muy bien representado el primer libro. A ver el resto...
Mad Men. No podía olvidarla. Y es que es más que Don Draper.
Boardwalk Empire. Otra recreación interesantísima de época, gangsterismo y poder.
Sons of anarchy. Una novedad, fresca y maliciosa. Y macarra...
Misfits. Hablando de macarradas... ¡viva la tele británica!
Luther. Un hallazgo. Idris Elba es maravilloso.
Downton Abbey. Arriba y abajo, pero sigue enganchando.
Californication. Lo reconozco, me ganó con tanto sexo. La segunda, mejor temporada.
Sherlock Holmes. Otra BBC actualizando el personaje muy bien.
Doctor en Alaska. Sigue siendo muy buena, y de cuando en cuando... como un buen vino.

Puede que me deje algo por ahí. No hablo ya de House, agotado hace tiempo, o de otras que no recuerdo. Estas son las que sigo y espero con avidez para ver... y las recomiendo, siempre que se tenga tiempo para verlas. Con The Wire, especialmente, no puedo dejar de decir que es imprescindible. Hay que verla.

En fin. Para otro día, reflexiones de libros o películas o música... si me apetece.

Un saludo,

sábado, 1 de octubre de 2011

Entre las turbulencias

La vida es caos, es azar y falta de orden. Todo lleva el sello ineludible de la entropía, diría un físico cualquiera. Nuestra historia es un baile sobre la afilada hoja de una cuchilla llamada vida.

Un tipo irrumpe en una iglesia católica y mata a dos mujeres, una embarazada y otra que le miraba, para luego suicidarse frente al altar. La mujer embarazada salía de cuentas en breve, pero su hijo ha sobrevivido y ha nacido del crimen y la locura, en medio del azar. ¿Cómo afrontará su futuro, sabiendo sus orígenes? seguramente herede algo de las creencias de su madre, y puede que se pregunte cómo, por qué y para qué. Se hará las mismas preguntas que todos nos hacemos en algún momento de nuestra existencia, y obtendrá la misma pléyade de respuestas. A elegir.

La vida es un constante azar, una inextricable trama donde apenas percibimos un color, una forma y una constante. Creemos ser dueños del control en algún aspecto de la misma, pero esa creencia no es más que uno o varios clavos en nuestro ataud. Porque la vida es constante lucha, es una negociación con nuestros semejantes, una supervivencia ante muchos peligros. No podemos conformarnos, ni creer en la estabilidad, ni en el futuro, ni siquiera en el ahora. Pero vivir siempre en tensión acaba siendo también otro clavo en el ataud. O simplemente, una razón más para morir.

El equilibrio es el del marino que se prueba en la tormenta, en la mayor de las turbulencias conocidas, y es capaz de montar una mesa de té en medio de la cubierta empapada de agua salada y tomarse una taza con impávida presencia. Es el equilibrio del marino que cuando la calma chicha no infla las velas, corre nervioso de un lado a otro amarrando cables y preparando cuerdas, afinando, engrasando y apretando todo cuanto está suelto. El equilibrio que no es tal, pues requiere de la fina intuición del bregado en luchas, del que conoce, de primera mano o por otros, si los escucha o lee, el que sabe, el que realmente no sabe pero acierta a conocer... es el momento de inspiración, de brillo en los ojos y dejarse llevar por la sinfonía del caos, de la anarquía, del desorden más real. El equilibrio que, cuando se roza con los dedos, cede.

Un momento de música y un baile apretándonos con la persona que amamos puede durar un instante y perseverar décadas en la memoria. Un accidente fatal de breves momentos puede truncar y reconducir vidas. Todo es, nada es, y entre medias estamos nosotros.

Hay quienes han sabido ver esta gran verdad, la más grande, a lo largo de los siglos. Sabatini, John Lennon, algún clásico grecorromano... pero seguimos ciegos, creyendo en nuestro control sobre todas las cosas. Y qué fina es la capa de barniz que, si rascamos, cubre esa ilusión...

Un saludo,

NOTA: Hoy 4 de octubre he leído que el bebé murió, no pudo sobrevivir.

Tiempos que se avecinan

Realmente no asusta que un tipo que dice ser inversor hable con tanta sinceridad en la BBC. No asusta que el candidato del PP al gobierno de España, virtual nuevo presidente tras noviembre, remita todas las respuestas a un programa que nadie suele leerse, mientras sus subalternos van desgranando poco a poco ese programa. Tampoco asusta que los gobiernos mundiales se echen mierda unos a otros y se culpen de la situación actual. Lo que asusta, pura y simplemente, es la inanidad de la gente, de la plebe y el populacho, el ciudadano que se cree clase media y lleva siglos siendo explotado y pobre, viviendo de las migajas de los de arriba. Eso es lo que asusta.

Antaño, las revoluciones y las revueltas se lideraban por gente formada, idealista, que tenía un sueño aparte de una ambición de poder, o simplemente desesperados sin nada que perder. Existía un idealismo que compartían muchos más y que construían, modificaban y trataban de llevar a la práctica muchos. El sueño, invariable, era vivir mejor. El comunismo fue uno de esos sueños, derivado y hermano de los socialismos, anarquismos, movimientos sociales de todo cuño y pelaje e incluso de los que derivaron en extremismos de izquierdas y derechas. Antes, al menos, uno podía mirar a la bandera roja con la hoz y el martillo y pensar, que con todo el mal que había tras sus alambradas, muros y fronteras cerradas, al menos había un sostén físico a las ideologías de quienes aun eran inocentes en el juego del asesinato y control de las masas.

El comunismo cayó. Se desintegraron las estructuras, que no muchas de las maneras, y un vacío inmenso se llenó de estupefacto capitalismo. O eso pensábamos. Realmente, ganaron los mismos de siempre, los que llevan en el mismo papel de toda la vida, cambiando de nombres, formas, pero nunca de esencia.

Hoy se nos asusta por muchos miedos. El fin de la prosperidad, del estado de bienestar, de la educación y sanidad públicas, de los servicios "gratuitos" (lo público no es gratis, es un concierto de miles de ciudadanos que lo pagan y esperan buenos gestores de su dinero... no solamente rapiña) y el retorno a formas más similares en la forma a los siervos. Que ya lo somos muchos...

¿Y qué hace un ciudadano medio? algunos se han unido a la indignación del 15M y similares, y otros despotrican en comentarios de periódicos, blogs y otras webs. Alguno llama a la radio cabreado, y otros muchos hablan en tertulias de amigos improvisadas. Pero eso es hablar. Es bonito pretender que podemos cambiar el tono de una sociedad solamente hablando, pero la Historia, la puta maestra de la sociedad, nos demuestra que hablar no sirve de nada si no tienes fuerza con qué respaldar tus argumentos. Y sabemos qué pasa durante y luego. Aparte, te llega un advenedizo y escribe luego un libro sobre la Revolución Francesa que no aporta nada nuevo y sirve únicamente de acicate de rencores modernos...

El "orden" es algo que crea el ser humano. Si llega un momento en el que el "orden" resulta en escudo de los privilegios de unos pocos contra las miserias de muchos, ese "orden" no es tal, es simple y llanamente guardia mercenaria del cobarde rico. El civismo, ese valor débilmente inculcado, no se mantiene inalterable con los siglos, ni ningún derecho es eterno, si no que hay que pelearlo en cada generación. Quizá Jefferson iba por ahí cuando decía que cada una era dueña de su destino y sociedad... la cuestión, clara y puramente, es que hoy día el "orden" o sistema que tenemos está fallando a muchos, y el día que la balanza se incline y sean más los perjudicados que los beneficiados, cambiará. Y funcionará hasta que no lo haga.

En los tiempos que se avecinan uno piensa y pronostica cosas del pasado. Crack del '29, auge de los fascismos y el nazismo, polarización de ideologías, masas uniformes y acríticas, un decálogo de crímenes y chivos expiatorios, empobrecimiento, guerra, destrucción... pero cuesta pensar en ello con la modernidad tecnológica, y por ello, gracias a ésta, uno se da cuenta de que tenemos la tecnología del siglo XXI en manos de un cerebro de más de 60.000 años de antigüedad. Mucho privitivismo negativo para augurar futuros esperanzadores.

Así que cambien la inversión; en lugar de ladrillo, buenos búnkeres, miles de latas y generadores eléctricos autónomos, armas personales y aguante, mucho aguante. Y quizá, colecciones de música, cine, series y libros para un futuro apocalíptico. El que nos estamos buscando.

Un saludo,