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martes, 5 de julio de 2016

Después de la Democracia

Ahorrémonos unos cuantos párrafos. Diré, a modo de ejemplo, Yuval Harari y Raffaele Simone. Ficciones. La Democracia como una de ellas, tan real y creíble como Dios, el Dinero, la Igualdad o el Capitalismo. Toda ficción se destruye cuando nadie o pocos creen ya en ella. Un ejemplo, la República de Weimar en 1933. ¿Cuántos, de los que no huyeron, creían en ella?

Estamos en un período transicional, tan largo y espeso que no acertamos a ponerle fin y desde luego, menos aventurar cuál fue su principio (yo apuesto por 1991, el fin de la URSS) y similar en cuanto a esa "Tardoantigüedad" o "fin del Ancien Regime", por ser períodos oscuros, difusos y poco comprensibles. La pregunta no es ¿qué ha cambiado? si no más bien ¿qué está cambiando?

La crisis global es una crisis que no está teniendo respuesta global. Y como siempre, se da de manera local. Grandes masas de gentes empobrecidas o ilusionadas huyen a Europa, continente de más fácil acceso que América o Australia. Estas migraciones masivas hacen tambalearse todo el cimiento (ilusorio) en el que están construidas las democracias europeas, e incluso la misma UE. Se viene buscando un Estado benefactor que no puede siquiera ya cubrir las necesidades (esa "annona" romana...) de sus habitantes establecidos sin quebrar la ficción de que hay dinero, algo muy difícil. Porque el dinero, señores, no existe. Es una afirmación nada baladí; basándonos en la realidad, el dinero no es más que una ficción de valor que lo gana o pierde en relación a la confianza que se quiera tener al mismo. Y ahora mismo, la confianza existe porque lo sostiene la misma mentira que atrae a los emigrantes; que hay suficiente para todos en forma de prestaciones y recursos. ¿Es así? La realidad es que no. Pero el miedo a alternativas como el trueque, el intercambio de servicios por productos o la simple expropiación de recursos hace que cultivemos la ilusión de que el dinero existe y nos permite adquirir productos sin cesar. 

Aquí diré que el Capitalismo, otra ficción que no existe, ha hecho sin embargo un buen trabajo arruinando a una gran porción del planeta en sentido global a cambio de beneficiar a una pequeña porción del mismo de manera global. Las viejas elites se han encontrado en la globalización y se han dado la mano y mirado con reconocimiento, acuciantes en su necesidad de proteger su clase (sí, su clase) de cualquier nuevo asalto al poder como ya vivieron en tantas y tantas ocasiones antes. Pero sin capitalismo, también, no habría existido desarrollo. La pregunta es, ¿es adecuado un desarrollo que genera una catarata de riquezas pero que apenas sí riega con cuatro gotas a 4/5 partes de la población humana?

La Democracia hizo de moderadora del Capitalismo. Y de tanto mamporrear, se convirtió en su vasalla. Vaciando de contenidos su sentido, tocaba después pensar qué fórmula podría triunfar. ¿Un fundamentalismo religioso? El Islam lo intenta. ¿Un fanatismo nacionalista? En Europa están creciendo. ¿Un corporativismo empresarial de corte feudal? De momento, es la fórmula que va ganando.

Cuando se deja de creer en algo, ésto pierde su valor. Es como los dioses de Mundodisco; si no les adora nadie, dejan de existir. Son, como la Democracia, ficciones. Y ayer aún había quien creía en esa ficción. Hoy todos la dan por muerta. Si Dios murió a manos de Nietzsche hace unos 100 años, la Democracia murió a manos del Capitalismo, lentamente, desde los años 90. 

¿Y después?

Un saludo,

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