Buscar dentro de este batiburrillo

miércoles, 29 de junio de 2016

Imperfecciones

Pasadas las segundas elecciones, tras el necesario cambio de diciembre y la dudosa necesidad de junio, voy a hablar de política. Del PP, para concretar.

Los seguidores de Unidos Podemos, esto es, Podemos + IU + Confluencias, muchos de ellos, se han sentido como forofos de un equipo que les defrauda en un partido importante. Lógico. Y en lugar de pensar qué han hecho mal, muchos han usado las redes (esa virtualidad que no ve casi nadie más que ellos, modernillos urbanitas) para calificar de borregos, imbéciles, fascistas, abueletes, tontosdelhaba, etc, etc, etc, a quienes votaron al PP, responsabilizándoles del fracaso de UP. Y ahí queda el calentón. Pablo Iglesias está quemado, Alberto Garzón cuestionado (ya de antes...) y los "segunda fila" de aquellos partidos, afilando, como siempre, sus cuchillos.

No me interesa el PSOE. Sigue teniendo parte de las cualidades que voy a contar del PP, atemperadas por una laxa y pantanosa interpretación de "ser de izquierdas" que antes les fue bien y, ahora, no.

Del PP se dice que es el partido del miedo. Pero ojo, no que den miedo (que lo dan por otros motivos) si no porque saben gestionar el miedo. El miedo que todos tenemos, muchos de manera irracional. El miedo que compartían mis padres, gente que se creía de izquierdas (y por eso votaba al PSOE, refugio de ese miedo) y que les hacía buscar instintivamente soluciones de estabilidad, de calma. No se engañe nadie. El PP sabe gestionar el miedo de la gente, y a veces lo atiza, grosera y crudamente, pero con éxito, para ganar.

El miedo es una de las herramientas más eficaces en cuanto al control del ser humano. Miedo a que te quiten tus propiedades (y lo que comporta) o las destruyan en una lucha insensata. Miedo a que hagan daño a tus familiares o amigos. Miedo a que desaparezca alguna de las estructuras que consideras estabilizadoras (recogida de basuras o pensiones, por poner dos tipos) y que conoces de siempre. ¿La policía local? ¡No la toquéis! ¿las corridas de toros? ¡Son tradición! ¿la Legión y su cabra? ¡Que desfilen pintorescamente!

El miedo es muy potente. En la guerra es lo que hacía huír para conservar la vida, y por eso muchos ejércitos dedican más recursos a empujar desde la retaguardia que a perforar el frente. Desde el Centurio y su ayudante el Optio con las varas dando leña de vid a los rezagados, hasta los soviéticos pegando con ametralladora y gritando "ni un paso atrás". El miedo hay que gestionarlo bien. Miedo a que España se vaya de la UE (¿y la europea?) como Gran Bretaña por culpa del populismo (Farage, apreciado por extremistas de todo cuño, incluso por mí a veces cuando escucho algunos de sus discursos, cuya intencionalidad es otra...) y caiga en ese abismo insondable de... ¿qué? Miedo a que no tengamos qué comer, como en Venezuela. Miedo a que las mujeres se tapen, como en Irán. Miedo a que la mezcla de razas repugnante y viscosa se haga realidad, con ese multiculturalismo de refugiados y demás. Miedo a que los trabajos vuelvan a ser esclavistas. Miedo a otra Guerra Civil. Miedo a cosas personales, tan bien definida por Lovecraft como esa indefinición apuntada pero que cada uno rellena a su (dis)gusto.

Incluso entre quienes apoyaron primero a Podemos por rabia, por otro tipo de miedo (al futuro quebrado, a perder casa o empleo, a que todo se banalice aún más) se han encontrado con que no han sido lo suficientemente rápidos, ni sus dirigentes tan hábiles como para tornar su situación desesperada en tranquila. Es la elección de lo "malo conocido", que es la forma de expresar "ahí ya sé las reglas del juego y me adapto como puedo", volviendo así al "caballo ganador" que nunca falla (o se percibe que no falla) aunque se drogue, dope o el jockey le de fusta. Lo que ocurrió siempre en España, donde los dirigentes sabían y saben, de manera natural, que hay que dejar el espacio a la queja sonora, abrupta, individual y nada relevante, porque genera la falsa sensación de alivio ante situaciones desesperantes. Quéjese, pero de manera irrelevante, y vuelva al redil.

Todo eso pesa en un votante, aunque no en la superficie, si no en el fondo reptiliano (vale, perdón por la broma difícil) del cerebro. El PP lo gestiona de maravilla, y el tiempo ha ayudado al nuevo Cunctator de la política. Rajoy.

Somos imperfectos. Los que creían ver en UP una ruptura, una especie de redención, de promesa, de sueño, de ilusión, se han quedado con un palmo de narices. Unos claman que se han "robado" los votos. Bueno, es una democracia imperfecta, con un sistema de circunscripciones, adjudicación y sistema electoral que sí, pervierte la representación, pero no hasta el punto del "robo". Métodos sutiles. En todo caso, son las reglas de un juego que, en Podemos, lleno de politólogos, deberían conocer bien. Un ejemplo; yo no juego al "Monopoly" con las reglas del "República de Roma". Lo cierto es que el miedo ha podido a la ilusión, y aquí digo, lapidario, lo siguiente:

Como siempre.

Ahora tocará ver cuánto dura el gobierno en minoría de Rajoy. Los cambios que habrá, las concesiones, las esporádicas revueltas, los ramalazos... y cómo afrontará la oposición UP. Del PSOE lo sabemos. No es el PASOK o la SPD, pero estaba llamado a ser sustituido, fagocitado, por UP, y ahora.... Ahí también veremos qué hace IU. Vaya ensalada de siglas. Esa es otra de las facultades del miedo; rechazar lo complicado.

Nadie es perfecto.

Un saludo,

No hay comentarios: