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lunes, 8 de septiembre de 2008

De más nacionalismos

Llamaba yo en otro mensaje a los nacionalismos catalán, vasco, gallego, leonés y cualquier otro en España como "micronacionalismos", por suponerlos tan enanos que era mejor denominación aquella. Error, porque entonces suponemos que hay nacionalismos e incluso macronacionalismos y que en todas esas escalas hay una gradación positiva o negativa según su posición. No, no nos equivoquemos. Nacionalismos, de todo tipo, son siempre negativos.

Un nacionalismo no suma, excluye. Un nacionalismo no une, separa. Un nacionalismo no genera ni innova, anquilosa y detiene. Un nacionalismo, en líneas generales, acaba siendo violento, peligroso para todos, integrantes o no, y destructor de todo tipo de valores. ¿Por qué esos calificativos? por lo visto en la historia desde el siglo XIX, donde emergen con fuerza, y especialmente en el siglo XX, causantes de dos guerras mundiales, de innumerables conflictos europeos y extraeuropeos (ya sabemos que la Historia es eurocentrista...) y de millones de muertes.

Quizá la cura esté en una frase, cargada de hondo clasicismo, que dijo una vez Maragall, ahora enfermo y por tanto objeto de muchas burlas; que el futuro estaba en los municipios, en las ciudades. Ese era el modelo antiguo de Roma, la urbanidad, entendida como reglas cívicas en una urbe, el punto de encuentro de todos, el Foro humano por excelencia, el crisol. Evidentemente, ciertos valores no deberían continuar (la esclavitud, por ejemplo, aunque aun exista con otros nombres y formas, o el machismo absoluto) pero otros deberían resurgir, como respuesta a los nacionalismos. La ciudadanía como motor, como elemento propio de nuestro planeta. No el definirnos por pasados míticos, lenguajes unívocos, costumbres reinventadas o idiosincrasias elaboradas.

Me da más pena que un vasco en San Sebastián responda que él no es español si no euskaldún (en perfecto castellano, claro está) no por no definirse como español, si no por reducirse aún más en su nacionalismo de inclusa. Me da pena que no se dé cuenta de que ser vasco o español son etiquetas reducidas, limitadas y pobres. Que no se considere ciudadano, más en nuestros días, donde se califica más de pintoresca su actitud que de noble. Un hombre de mundo, como antaño se decía, liberal, a la antigua usanza, capaz de comunicarse en su idioma u otros (el lenguaje, esa es la gran barrera, y al tiempo, la gran definición... una lengua es la expresión del pensamiento individual y colectivo, y por tanto, la herramienta a observar y conocer para entender...) y desprovisto de prejuicios, capaz de ser crítico con sus propios orígenes, escéptico ante lo que no es demostrable... ese es quizá el modelo a seguir. O al menos, un posible ejemplo.

Yo, desde luego, vivo en España, soy español por nacimiento, madrileño también por nacimiento, de Carabanchel, y si así siguiera... apenas habría dado un paso fuera de mi casa. Y como decía Gandalf, los mayores viajes comienzan dando un simple paso más allá del felpudo, y luego otro, y luego...

Ese es quizá el viaje que nos falta a todos para curarnos de ese virus del siglo XIX; el nacionalismo.

Un saludo,

3 comentarios:

Cicero scribit dijo...

Pues si amigo mio, interesante artículo, Desde que eres un prejubilado cónsul estás que te sales.
Me ha gustado la referenia Maragall y, descuida, no todos nos burlamos sino que muchos lo admiramos. Tuvo la valentía, no suficientemente recomensada -de momento- de plantear en esta tierra como debía ser la solucióna problemas históricos inexistentes.
Somos hijos de la ciudad de la "urbe" de la "civitas", en definitiva ciudadanos y este debería ser nuestra única denominación. Y en todo caso, si nos hemos de definir pues ciudadanos hispanoromanos que desde que se fueron no hemos dado pie con bola.
Gracias por estos comentarios que haces desde tu Carabanchel querido.

Oscar E. dijo...

PArtiendo del concepto ideado por Ikea, y revisado por el Euribor..."Yo soy ciudadano de la republica independiente de la casa de mi banco"

David P. Sandoval dijo...

Hispanorromanos... siempre me ha encantado esa definición que me comentas, Francesc... es genial :)

David