Buscar dentro de este batiburrillo

jueves, 18 de octubre de 2007

¡Viva el trabajo!

De siempre se ha dicho que trabajar es bueno. ¿Seguro? Lo que se olvida es que el trabajo es impuesto, no voluntario, obligatorio. "Trabajador por cuenta ajena", es la definición más terrible desde la de "Siervo de la gleba". Y no digamos el autónomo actual. El trabajo es una imposición que forma parte de la misma democracia capitalista. Por eso en España, que no es ni comunista ni de derechas, se opta por la tercera opción; funcionariado.

Reconozcámoslo; nuestros trabajos tienen poco de útiles. Si ya Marx denunciaba que el "obrero" quedaba aislado del sistema productivo porque no conocía el resultado final y muchas veces, tampoco, el inicio, más tarde el propio Ortega y Gasset comentaba que el "hombre" hiperespecializado estaba como un operario perdido en un túnel, con solamente la luz de su casco y sin ver el inicio ni el final. Es decir, solamente conocía su parcelita pequeña, su terruño, su mínimo espacio. La utilidad percibida es por tanto escasa, y la real... ¿existe?

Por eso muchos se pasan al funcionariado. En España es como decir "Trabajo para toda la vida, condiciones cómodas, sueldos ajustados y libertad mental". Hay muchos funcionarios que han sido grandes escritores (Antonio Muñoz Molina) o incluso exitosos entrenadores de baloncesto (Joan Plaza) y eso demuestra que querían una base para vivir la vida que de verdad deseaban; escritores, entrenadores... muchos otros hacen lo mismo. Por tanto, ¿es el funcionariado o cualquier otro empleo un estado de trabajo útil? Lo hacemos por tener una base de subsistencia y pagar el piso, el coche, la tele, los demás electrodomésticos o el viaje a las Canarias.

Así pues, no me extraña que aun perviva una vieja clase que creía desaparecida, pero que es real, y la tengo cerca; los rentistas. Suena decimonónico, y sin embargo, algunos de ellos tienen rentas que les permiten una vida cómoda, sin lujos pero sin carencias. Y en esa vida, hacen lo que realmente quieren. Rafa es uno de ellos. Él trabaja en lo que quiere porque no necesita trabajar para hacer lo que quiere. Vaya paradoja. Pero es un tipo feliz. Y me da envidia.

Yo creo que muchas personas son felices con sus trabajos porque no quieren más que estabilidad y luego hacer lo que quieren. Pero no trabajan en lo que quieren. Trabajar en lo que uno desea sería la revolución absoluta, mayor que la bolchevique. Pero es imposible. Existe un mercado, un sistema económico en el que las personas ya dan igual. Cuenta la máquina, el Moloch que Fritz Lang intuyó en "Metrópolis". Esa misma máquina que ya devora por igual a los cuellos azules, a los cuellos blancos y cualquier cuello que se preste al degüello.

Hoy día el marxismo está "superado". E igualmente muchas ideas. Pero me pregunto, tras el daño del estalinismo, el castrismo, el polpotismo y otros famosos -ismos de izquierdas, si no habrá que reconstruir algo para que Moloch coma menos y nos dé algo más. Utopías, a fin de cuentas. Mientras... ¡Viva el trabajo! Y muera el resto...

Un saludo,

No hay comentarios: