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miércoles, 17 de octubre de 2007

Empezando a empezar

Normalmente, cuando uno escribe su primer mensaje para deleite del voyeur de internet, plantea lo que puede ser ésta bitácora. Pienso en los diarios de los capitanes, contando latitudes y longitudes; me acuerdo de la lectura en Moria de los últimos momentos de los enanos antes de morir; en los relatos de H. P. Lovecraft donde un pariente lejano o un amigo cercano cuentan al protagonista los resultados de sus investigaciones; en el diario robado a una hija por su madre, donde se desvelan sus secretos. O más recientemente, en la película de David Cronenberg "Promesas del este" que tiene como hilo conductor, precisamente, un diario. ¿Qué puede ser en este caso?

En este caso, a mí me parece morboso eso de que te puedan leer y además que alguien cuente en público (Con ese espacio extraño que da la pantalla interpuesta entre escritor y lector) lo que no confesaría a su propia madre. Pero como muchas veces (será por los blogs) los amigos y los familiares no son fáciles de encontrar y, sobre todo, de lograr que escuchen sin hablar, este medio es interesante. Puedes contar lo que quieras, desahogarte, mentir, confesar...

Así pues, un espacio para hablar y que te escuchen, pero no para entablar diálogos (Aunque para eso estén los comentarios) Un lugar en el que poder desquitarse de los oídos tapados, alimentando los ojos siempre ávidos. Lo voy a aprovechar.

Comenzaré diciendo que todo este blog gira alrededor de mi rodilla. La izquierda en concreto. Hace muchos años, casi 9, me la rompí. Jugando al baloncesto (Deporte que adoro, que practico malamente y que es de lo poco físico que me gusta) Después de operarme, casi me rompí la rótula. Y eso me obligó a estar escayolado, quieto, casi como una estatua, durante prácticamente un año. Perdí movilidad y, creo, gané en observación. Cambié mucho en mi visión de la vida. De mi vida. Por eso, la culpa de que escriba en público, ahora, es de mi rodilla. La izquierda, como digo.

Creo que he comenzado. Veremos cuánto dura. Nunca llevé un diario, y cuando lo intenté, me pareció pretencioso. Escribir me parece pretencioso. Tanto como necesario, y desgraciadamente, las contradicciones son muchas más... estas son algunas de ellas.

Para terminar, diré que no creo en las generaciones uniformes ni tampoco en los "hombres de su tiempo". El tiempo es relativo. Lo que hace un hombre con él, también.

Un saludo,
David.

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