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martes, 5 de febrero de 2019

Blas de Lezo y otros olvidos.

En 2005, un historiador colombiano llamado Pablo Victoria publicó un libro llamado "El día que España derrotó a Inglaterra", donde narraba la defensa de Cartagena de Indias por parte de Blas de Lezo frente a la flota del almirante Vernon. En mi caso, debo decir que me gustó el libro, porque añadía información a una inscripción que pude leer en una catedral cercana a Cambridge y que me generó mucha incertidumbre. "Aquí yace el almirante Edward Vernon, que conquistó todo lo conquistable de la América española". Una inscripción que no comprendía, máxime por las fechas (siglo XVIII) y la integridad que aún existía del Imperio español en manos borbónicas durante ese siglo. Así que el libro de Pablo Victoria resultó un hallazgo interesante y una reivindicación de uno de esos personajes que, habitualmente, enterramos en las cloacas de la memoria histórica.

Blas de Lezo quedó en el tintero hasta que hace unos años empezó a cobrar fuerza simbólica en las redes sociales. De pronto, se quería erigir una estatua suya mediante suscripción popular. De pronto, en las redes se quería "trolear" a los británicos votando su nombre para un buque inglés (y cerca estuvo...). De pronto, Blas de Lezo estaba hasta en la sopa, se haría un cómic, se escribió mucho sobre él, la gente le decía conocer como si fuera de la familia y muchos ámbitos concretos buscaron apropiarse de su imagen, su símbolo. Ámbitos de derecha, rancia, moderna, de conservadurismo, de nostalgia (¿Cómo se pudo pasar por alto su figura en los años de Cifesa y Juan de Orduña?) pero también de profesionales de la historia, de amantes de la misma, que ideologías aparte, proponían una rehabilitación de la memoria (toda ella) sin complejo ni vergüenzas. Hasta que, de pronto, un partido que ha dado su campanada recientemente abrió la boca para criticar (seña de identidad de cualquier buen derechista en España) al cine español, que todos sabemos está subvencionando las farras y fiestas de cuatro progres trasnochados y viciosos. Y un guionista, pillado en medio, sin mucho miramiento, cometió el error de responder con un adjetivo, además, pedante. "Demediado", calificó (sí, correctamente) a Blas de Lezo. También hubo quienes respondieron de otra manera. "Si se hiciera, sería con sus luces y sombras", o "Sufrió el olvido del Estado, como siempre". Pero lo primero fue lo que los (algunos) medios destacaron. Una boutade ignorante y tan infantil como la trampa tendida.

¿Importa al espectador medio actual la historia de Blas de Lezo? Pues no lo sé. ¿Importa la del Mariscal Antonio Gutiérrez de Otero, un natural de Aranda de Duero que derrotó dos veces a los británicos (Malvinas y Canarias) y que fue el artífice de que Nelson perdiera su brazo y no tomara las islas? Nelson tiene su columna inmensa frente al British Museum, mientras que Otero posee un busto sencillo frente a la iglesia de San Juan en Aranda. ¿Importan tantas y tantas historias perdidas, olvidadas, arrumbadas? Pues depende de quienes las rescaten, amen y deseen poner de nuevo en circulación, como siempre, por motivos de todo tipo. Homenaje, oportunismo, reivindicación, política...

La historia de España es rica en acontecimientos, en personajes y en sucesos de los que no hemos vuelto a hablar. Muchos, como en el confesionario, se quedan tras el susurro en los oídos del confesor, sea éste historiador o aficionado. Estamos contaminados, como no podía ser de otro modo, de un clima que se desarrolló durante décadas, sobre todo las últimas, en que España era una gloria maltratada por los envidiosos de fuera, donde el ejército era villano para el pueblo pero depositario de grandezas pasadas que no podía emular. Estamos influenciados por visiones que algunos recopilan en la llamada Leyenda Negra (nos han hablado de ella desde Julián Juderías hasta María Elvira Roca, pasando por Joseph Pérez) y en un sistema educativo donde la historia pasó de ser alcahueta de una ideología de glorias pasadas a una recopilación desnudada y aburrida de datos y fechas y nombres hilados por acontecimientos no muy explicados. Tenemos una historia, larga, intensa, divertida a veces, cruel, rica y plena. Así que, si hubiera dinero (que no lo hay) para una película de esas que llamamos "Históricas", me da lo mismo que la hagan sobre Lezo, sobre Otero, sobre Malaspina o Carrasco. Pero mientras se busca financiación y la gente se lanza a escribir guiones al gusto de quienes les retan, yo recomendaré, por cercano, por muchos motivos, un documental de mi amigo Rafael Nieto, "Historia política de una Carabela", donde se pueden rastrear algunos de los rasgos de nuestro querido país...


(Enlace)

https://www.youtube.com/watch?v=KJ7GtceJhug&vl=es

Disfrútenlo. Con poco dinero, se pueden hacer maravillas...

Un saludo,

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