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sábado, 1 de octubre de 2011

Tiempos que se avecinan

Realmente no asusta que un tipo que dice ser inversor hable con tanta sinceridad en la BBC. No asusta que el candidato del PP al gobierno de España, virtual nuevo presidente tras noviembre, remita todas las respuestas a un programa que nadie suele leerse, mientras sus subalternos van desgranando poco a poco ese programa. Tampoco asusta que los gobiernos mundiales se echen mierda unos a otros y se culpen de la situación actual. Lo que asusta, pura y simplemente, es la inanidad de la gente, de la plebe y el populacho, el ciudadano que se cree clase media y lleva siglos siendo explotado y pobre, viviendo de las migajas de los de arriba. Eso es lo que asusta.

Antaño, las revoluciones y las revueltas se lideraban por gente formada, idealista, que tenía un sueño aparte de una ambición de poder, o simplemente desesperados sin nada que perder. Existía un idealismo que compartían muchos más y que construían, modificaban y trataban de llevar a la práctica muchos. El sueño, invariable, era vivir mejor. El comunismo fue uno de esos sueños, derivado y hermano de los socialismos, anarquismos, movimientos sociales de todo cuño y pelaje e incluso de los que derivaron en extremismos de izquierdas y derechas. Antes, al menos, uno podía mirar a la bandera roja con la hoz y el martillo y pensar, que con todo el mal que había tras sus alambradas, muros y fronteras cerradas, al menos había un sostén físico a las ideologías de quienes aun eran inocentes en el juego del asesinato y control de las masas.

El comunismo cayó. Se desintegraron las estructuras, que no muchas de las maneras, y un vacío inmenso se llenó de estupefacto capitalismo. O eso pensábamos. Realmente, ganaron los mismos de siempre, los que llevan en el mismo papel de toda la vida, cambiando de nombres, formas, pero nunca de esencia.

Hoy se nos asusta por muchos miedos. El fin de la prosperidad, del estado de bienestar, de la educación y sanidad públicas, de los servicios "gratuitos" (lo público no es gratis, es un concierto de miles de ciudadanos que lo pagan y esperan buenos gestores de su dinero... no solamente rapiña) y el retorno a formas más similares en la forma a los siervos. Que ya lo somos muchos...

¿Y qué hace un ciudadano medio? algunos se han unido a la indignación del 15M y similares, y otros despotrican en comentarios de periódicos, blogs y otras webs. Alguno llama a la radio cabreado, y otros muchos hablan en tertulias de amigos improvisadas. Pero eso es hablar. Es bonito pretender que podemos cambiar el tono de una sociedad solamente hablando, pero la Historia, la puta maestra de la sociedad, nos demuestra que hablar no sirve de nada si no tienes fuerza con qué respaldar tus argumentos. Y sabemos qué pasa durante y luego. Aparte, te llega un advenedizo y escribe luego un libro sobre la Revolución Francesa que no aporta nada nuevo y sirve únicamente de acicate de rencores modernos...

El "orden" es algo que crea el ser humano. Si llega un momento en el que el "orden" resulta en escudo de los privilegios de unos pocos contra las miserias de muchos, ese "orden" no es tal, es simple y llanamente guardia mercenaria del cobarde rico. El civismo, ese valor débilmente inculcado, no se mantiene inalterable con los siglos, ni ningún derecho es eterno, si no que hay que pelearlo en cada generación. Quizá Jefferson iba por ahí cuando decía que cada una era dueña de su destino y sociedad... la cuestión, clara y puramente, es que hoy día el "orden" o sistema que tenemos está fallando a muchos, y el día que la balanza se incline y sean más los perjudicados que los beneficiados, cambiará. Y funcionará hasta que no lo haga.

En los tiempos que se avecinan uno piensa y pronostica cosas del pasado. Crack del '29, auge de los fascismos y el nazismo, polarización de ideologías, masas uniformes y acríticas, un decálogo de crímenes y chivos expiatorios, empobrecimiento, guerra, destrucción... pero cuesta pensar en ello con la modernidad tecnológica, y por ello, gracias a ésta, uno se da cuenta de que tenemos la tecnología del siglo XXI en manos de un cerebro de más de 60.000 años de antigüedad. Mucho privitivismo negativo para augurar futuros esperanzadores.

Así que cambien la inversión; en lugar de ladrillo, buenos búnkeres, miles de latas y generadores eléctricos autónomos, armas personales y aguante, mucho aguante. Y quizá, colecciones de música, cine, series y libros para un futuro apocalíptico. El que nos estamos buscando.

Un saludo,

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