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viernes, 25 de diciembre de 2009

Locos

A Berlusconi le saltan los puntos de la operación estética con una reproducción de la catedral de Milán. A Ratzinger, o "El Papa", una señora le da un empujón que le tira al suelo. A Kennedy le mató un tipo que disparaba con efecto. A Bush le lanzaron un zapato. Y la lista es interminable... pero todos tienen algo en común; se les califica de perturbados.

Esto es, siempre que un político, una figura de la sociedad o alguien "importante" es agredido de alguna manera, el agresor queda automáticamente calificado de "Loco". Son locos porque atacan al poder establecido. Son locos porque han intentado la misma acción directa de los anarquistas (otros alienados) y por supuesto han fracasado. Son locos, a fin de cuentas, porque ellos no tienen el poder y el poder les puede calificar así cuando convenga. Siempre.

Me sorprende que, inmediatamente, nadie piense en la calificación como un sesgo, como un insulto para justificar lo que debiera ser imposible, el ataque a un poder establecido. Cuando una persona hace eso, lo hace por muchas motivaciones, y no tienen porque calificarse de "locura". Al contrario, cuando nos adentramos en las motivaciones, en las razones de aquellos que actuaron así, el término "loco" pierde todo su valor, porque comprendemos, porque entendemos qué es lo que condujo a dichas personas a actuar así. Naturalmente, está el exhibicionista, pero a ese no le cuento. Cuento a los que tienen otras razones... aunque sean calificadas de locura.

En un mundo tan insano como el del ser humano, donde la calificación de cuerdo se expide según unos patrones de conveniencia, la presunción de locura debiera ser eliminada en estos casos. Quizá los locos son otros, aquellos que votaron al político indebido, aquellos que dejaron su moral y ética en manos de gentuza arrimada al anterior, aquellos que fomentaron el inmovilismo, la reacción, el perpetuar el poder del rico. O quizá los demás también sean los locos, todos aquellos indiferentes a lo que suceda...

Un saludo,

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