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lunes, 6 de julio de 2009

Buscando a Fouché

Hoy he leído la noticia de que Robert Strange McNamara ha muerto. Inmediatamente, he recordado el gran documental de Errol Morris "The fog of war", donde se le entrevista y hace un repaso de su vida, principalmente. Casi un documental biográfico. Viéndolo, aprendí mucho de la figura de éste hombre curioso, imagen de gestor eficiente con ideales. Y enseguida me acuerdo de otro gran hombre, un político oscuro, que descubrí por otra biografía, ésta, en papel, de Stefan Zweig, un austriaco a quien mi amigo Andrés se niega a leer, por prejuicios varios, y que más le valdría aparcar de cuando en cuando... me refiero, claro está, a Fouché.

"Fouché, el genio tenebroso", así se llama dicha biografía. Junto con el documental de McNamara, doce enseñanzas (de hecho, el de Errol Morris se subtitula "Once lecciones de la vida de Robert S. McNamara") sobre lo que es el mundo, qué es la política en él (todo) y qué hacer en ocasiones.

De Fouché se dice en su biografía que solamente cometerá un error, un error que pagará después; votar por la muerte de Luis XVI. De McNamara, muchos más errores, pero sobre todo, implicarse profundamente en Vietnam. Los grandes hombres a veces dudan y hacen algo mal. Pero son también personas que miran y deciden cuándo han de hacer algo bien. Eso es lo complicado. Fiarse de la propia existencia en el momento adecuado, creer en las posibilidades de la idea que manejamos, y dar los empujones o golpes o ejecuciones en el momento justo, son los puntos esenciales de un animal político como estos dos.

McNamara una vez tuvo que hacerle una tabla comparativa de cómo iba la destrucción de las ciudades japonesas al general Curtis LeMay, demostrando que devastaban en comparación porcentajes altos de Nueva York o Washington, lo que produjo la célebre frase del último; "Si no ganamos ésta guerra, me juzgarán a mí por criminal de guerra". ¿Buenos? ¿malos? Nadie lo es. No ganan los buenos, los buenos son aquellos que ganaron...

En nuestros días, sin embargo, me temo que no tenemos ya ni siquiera Fouchés o McNamaras. Por no tener, ni tecnócratas, aunque claro, ¿quién sería algo así? carecemos de buenos gestores, de animales políticos, de visiones, de objetivos y de capacidades. Poco a poco, en la apatía, van triunfando los moderados, mediocres, los hijos del totalitarismo, aquellos que no cambiarán nada radicalmente, ni se atreverán, y poco a poco, languidecerá la democracia, las ideas de libertades, los derechos, porque pensaremos que están consolidados, pero no hace falta más que una generación con mala educación y peor memoria y entonces...

¿Se acuerdan de la Alemania Nazi? Pues si no es así, recomiendo la lectura de "Juventud sin Dios" de ödón Von Orváth...

Un saludo,

6 comentarios:

Andrés dijo...

No tengo ningún prejuicio contra Stefan Zweig, si te refieres a su condición de judío homófobo.

De hecho, no tengo nada contra los judíos ni contra los homófobos, pero hay que exterminarlos.

David P. Sandoval dijo...

Chico, o aprendes a desligar la obra del autor, o no podrás disfrutar nada de casi nadie... pues sí que tienes prejuicios...

Andrés dijo...

Por supuesto que sé desligar la obra del autor. Lo que pasa es que hay autores con un defecto de nulidad radical: no debieran haber nacido.

De igual manera, su obra participa también de nulidad. No existe, luego no se puede disfrutar.

Por cierto, ¿tú quién eres? Un varón blanco, heterosexual (presunto) y con residencia legal en España. Lo tienes más fácil que nadie, porque no tienes que defenderte, entre otros, de judíos homófobos.

Así yo tampoco tendría prejuicios, no te jode.

David P. Sandoval dijo...

De verdad, Andrés, que ahí te has pasado de radical y de prejuicioso... Aunque no lo queramos, han nacido, y aunque no lo deseemos, han escrito o dejado algo. Y después, por tanto, se puede leer, incluso disfrutar...

No uses el argumento victimista, que es el más manejado precisamente por aquellos que más daño hacen luego... pretendiendo ser víctimas, siéndolo en ocasiones, fingiéndolo las más, logran imponer una visión autoritaria del signo que sea que, precisamente, suele ir muy bien acompañada de una larga serie de prejuicios que sostienen su autoritarismo.

Yo he tenido muchos prejuicios a lo largo de mi vida, y seguramente mantenga algunos, inconscientes o no, pero lo cierto es que no me niego la lectura o visionado de nada que pueda gustarme por el simple hecho de saber que uno de los autores, o el autor principal, o la autora (no sea me acuses de machista por gracia del nuevo lenguaje posmoderno y hueco) son sospechosos de comer niños, matar ancianos, birlar carteras en el metro o apalear colectivos de distinto signo...

Menos bilis y más azúcar, que te pareces a mí a veces... :P

David

Andrés dijo...

A ver, niño, que pareces nuevo: lo de la nulidad obviamente va de coña. Sin embargo, una cosa es cierta: desligar la obra de su autor no siempre es posible y, en el caso de Zweig, en su obra va dejando sus molestas "perlas".

Imagínate que tu adorado escritor escribiera en términos peyorativos sobre ti, o tu familia, o sobre cualquier cosa con la que te sientas íntimamente identificado. Imagino que, incluso tú, te sentirías molesto al leerle y al final le mandarías al pedo.

Coño, ¡como pedirle a un judío sobreviviente del holocausto que se olvide de la persona de Hitler y disfrute del Mein Kampf... o de sus insulsas acuarelas vienesas!

De modo que, autoritarismo so pretexto de victimismo, ninguno. Que a ti te gusta leer a ese mamarracho, pues adelante. Es tu tiempo y son tus aficiones (aunque discutibles). Pero no me vengas con rollos para decir que es obligatorio leer al judío homófobo si no se quiere ser tachado de prejuicioso.

Y otra cosa, lo de renegar de lo "políticamente correcto" (una expresión muy tonta para designar lo que toda la vida se ha llamado "educación"), es muy fácil. Todos sabemos insultar y denigrar al prójimo. Además, es divertidísimo. Lo que pasa es que, si tiramos del hilo, aquí no se salva ni dios.

Y ese menos todavía, por falso e inexistente.

David P. Sandoval dijo...

Primero mi dedicatoria:


"Las enseñanzas de Ptahhotep, Las enseñanzas para Kagemny, o Las enseñanzas de Hordyedef.

No estés orgulloso de tu saber, toma consejo tanto del ignorante como del sabio.
No se alcanzan los límites del arte y ningún artista posee la perfección total.
Una bella palabra está más escondida que la esmeralda, pero se la puede encontrar en la sirvienta que trabaja en el molino.

Las enseñanzas de Ptahhotep"

Hombre, yo ya me he sentido muy molesto con lecturas variadas... pero eso no impide que las haga, porque entonces, solamente leería aquello que me refuerza lo que ya pienso o siento, y por tanto, reafirmaría mi forma de ser, sin llegar a cuestionarme nada, aunque los argumentos contrarios fueran pueriles, ofensivos o negativos en cualquier caso... lo que te digo no es que sea obligatorio leerle, a él o a nadie concreto, pero sí es recomendable, creo yo, y dejarse aconsejar no es tan malo... Captar un espíritu de una época, sea el que sea, es complicado, y Zweig creo que lo hace. También Torga, al que si no has leído, te recomiendo también, porque su autobiografía "La creación del Mundo" es, a mi juicio, imprescindible...

Se disfruta de todo, incluso del "Provocación" de Stanislaw Lem, que es muy duro... y disfrutar no significa compartir, es, en todo caso, ejercicio de lectura, reflexión y maduración. El regustillo final es el del placer...

Y no, no se salva ni dios... a mí me han llamado gordo o tripudo (ejem...) gafotas, cojo de mierda, torpe, blanquito imbécil, retrasado, cacho carne con ojos, cobarde, fucking spaniard y más cosas. El insulto es algo habitual, pero como aquel dicho, "no hiere quien quiere, si no quien puede".... y ofenderse es gratis y facilito, pero degenera en el victimismo que te digo... ;)

Venga, ya no te hago más recomendaciones... éste año. ¿Qué tal Dashiell Hammet? ese sí que era un machote yanki... :P

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