Buscar dentro de este batiburrillo

miércoles, 2 de abril de 2008

Hace algunos años...

Hace algunos años, me planteé cuál era mi futuro, mis opciones para vivir una vida más feliz, más cómoda, más agradable. Decidí opositar y tratar de ser funcionario, puesto que mi intención era trabajar en un ambiante relajado, donde sabes que no te pueden despedir, ganando un sueldo fijo, que siempre cobrarás, y teniendo una cantidad de tiempo nada despreciable para realizar lo que apetezca luego. Tras un periplo nada envidiable, con extraños movimientos que han retorcido hasta la lógica de mis iniciales aspiraciones, he llegado a poseer algo parecido, una plaza que es mía. Y entonces he mirado alrededor y he seguido con mi intención de obtener una plaza mejor. Entonces es cuando he caído en la cuenta.

Quería una vida más agradable, más cómoda, más feliz. Seguir estudiando ahora, cuando aun no me he ido de casa, cuando la persona a la que quiero la veo cada vez menos, cuando justo se me ofrece un mundo de oportunidades más amplio, era una locura. Ahora mismo, mi cuerpo, mi sentir general, me pedía otras cosas. Un destello de rebeldía que tenía aletargado vuelve a brillar, un momento de energía, un pequeño humo avisando del volcán que llegué a ser y ahora mismo no soy. La sangre vuelve a fluir alegre, los músculos vuelven a moverse con ganas, las mañanas son de otra manera, mi esencia de mal jugador que puede apostarlo todo, arriesgarlo todo, perderlo todo y volver a empezar (aunque con trampa; siempre lo he hecho sin consecuencias, o al menos, sin grandes consecuencias) intenta regresar, y en general, siento una necesidad absoluta de borrar la apatía, la rutina, los malos hábitos adquiridos durante el período de estudio mediante los mayores recursos que creo nunca he tenido; la imaginación y la improvisación.

Siempre he sido asistemático, intuitivo, irracionalmente lógico y capaz de hacer un camino tortuoso para llegar al mismo sitio, disfrutando del viaje más que de la meta. Ahora mismo, sé que esa faceta de mi ser, o más bien ese ser que soy, puesto que somos siempre más de lo que mostramos, ocultamos menos de lo que somos, y somos más de lo que pensamos, vuelve a estar, a despertar y a llamarme. Quiero desorden en mi vida, pero con mi gusto por el orden personalizado. Quiero improvisación, sorpresas, conociendo de antemano que las disfrutaré. Quiero en todo caso revivir emociones que por viejas, son siempre nuevas. Quiero disfrutar de mi vida como si no hubiera mañana, y sabiendo que hay, ver el amanecer con la misma ilusión que emoción al contemplar un crepúsculo. Quiero volver a gritar, rabiosamente feliz por la reverberación del grito en mi garganta. Quiero correr explosivamente para quedar sofocado, saltar sin tasa, agitar mis manos sin motivo, hablar hasta cansarme, reír siempre, no medir si hiero ni preocuparme si me han querido herir, poder repartir mis besos, mis abrazos, mis caricias sin que haya ahorro en todo ello. Quiero volver a ser salvajemente alegre, como un animal, inmensamente capaz de no detenerme en mi propia felicidad y que de ésta puedan tomar otros porciones capaces de saciar a un sensual Anacreonte. Y todo lo que quiero, no quiero detenerme para tenerlo.

Pienso en este mensaje como un grito de rabia. Siempre he hablado mucho, siempre más de la cuenta, pero nunca he dicho nada que no estuviera sintiendo, que no pensando. Y nunca he pensado mucho lo que he dicho por temor a ocultar lo que en bruto se dice, escamoteando entonces mis intenciones, falseando mis palabras, mintiéndome a mí primero y al resto después. Y mi vida no está construida sobre reservas de ningún tipo, porque los límites, las murallas, los frenos, los valladares, me angostan, me incitan a sortearlos, a vencerlos o a derribarlos.

Hace algunos años, dormí todo aquello que ahora regresa. Y como Hipólito resucitado, vuelve igual de violento y airado para retomar su puesto en mi ser. Es como abrir una presa largo tiempo contenida por un burócrata aburrido sin más tarea que medir la presión del agua sobre el muro, y que de pronto es asaltado por una bandada de gamberros, punkis, ácratas, muchachos salvajes de pies desnudos y locos de toda laya que abren con furia la compuerta. El burócrata ha pasado tanto tiempo abúlico que se une a ellos en la tarea, aunque eso no impide que el agua retome el cauce, un cauce que ya ha sido esculpido en el tiempo, pues nada más permanece ocioso porque nosotros lo estemos.

En ese río quiero llevar de navegación a una persona, principalmente, pero tengo claro que mi barca es amplia, los remos, de fuerte madera, y la vela, a merced de la inconstancia de los vientos, del azar que domina toda vida y nunca, jamás, someteremos. Y así ha de ser.

Un saludo,

No hay comentarios: