No, no voy a hablar de la actual situación... ¿o sí?
Hace miles de años, hubo en diversos momentos y lugares de Grecia e Italia, ciudades-estado o estados basados en ciudades como Roma, donde sucedió un hecho común a todos. En un momento dado, las deudas de muchos, así como la incapacidad de tener tierras, el motor productivo de la antigüedad, les llevó a pedir a los que eran los gobernantes, o querían serlo, cambios, modificaciones, cancelaciones. Y así surgieron los reformistas que, en Esparta, como Agis IV, o en Roma, con los Graco y algunos emperadores, siguieron un programa muy radical; anulación de todas las deudas, redistribución de las tierras, modificación por intervención en el sistema monetario...
Hay un ejemplo magnífico en la época de Adriano, emperador de origen hispano, donde se ve a un cortejo de pretorianos con cestas repletas de deudas llevándolas al Foro para ser quemadas en público... la felicidad de los ciudadanos es, a todas luces, inmensa.
Y es que, en la antigüedad, si algo iba mal, los gobernantes tenían que hacer algo, o sufrir la legítima ira de los que estaban por debajo, la inmensa mayoría de la población. Si no, podían terminar con puñaladas en la espalda y flotando en el Tíber o con los miembros separados en varios caminos de salida de la ciudad...
Siempre ha habido una oligarquía económica, claro que sí, pero, curiosamente, los gobernantes, los adictos al poder, han sabido hacerse con ella y hasta manejarla. En el primer triunvirato que acabó ya de facto con la República romana, Craso era el más rico, y Pompeyo tenía al ejército, pero el que mandaba era... César. Un tipo inteligente, con deudas y sin mandos militares entonces.
Quizá, solo quizá, hoy no sepamos que ya nuestros antepasados, generaciones antes, usaban un recurso de huelga que dejaría a los bolcheviques y sus tomas del Palacio de Invierno en reuniones de ancianitas tomando pastel y té...
Un saludo,
jueves, 13 de mayo de 2010
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