Sublime lamento y quejido elevado al cielo, mirada a la tierra y al ombligo, pateando con pies fríos el suelo. Ardor mesiánico, frialdad sentimental, duelos sin quebrantos, roturas y fisuras de la fe, amalgamas de mentira y silente maldad. Existen en el mundo, caminan entre nosotros, profiriendo gritos, hipidos dolorosos, denunciando persecución, encierro y acoso. Son mártires de un nuevo paganismo, el estatal, y lloran sangre cuando les tocan la bolsa. Su moral y ética es la única incontestable, la más recta, inmaculada. Ellos sufren por nosotros, a pesar de ignorarlo el resto. Y al sufrir, buscan nuestra redención, deseémosla o no.
Deconstruyamos.
Muchos hombres perciben la muerte y por tanto la temporalidad de la vida, luego tienen fe en otra vida tras la muerte. Necesitan entonces profesarla, pues la esperanza es la base de la fe, y la esperanza no puede darse sin apoyo mutuo. Otros hombres pueden creer igualmente, o no. Y la vida en sociedad conlleva normas. Los creyentes por tanto regulan normas éticas para lograr esa transición a la nueva vida, y así pues influyen en su percepción de la vida anterior, o la así entendida. Esas normas no son si no construcciones del hombre, similares a otros artificios, pero su fuerza radica en el número de practicantes, pues sin el apoyo de todos, carecen de sentido. Así pues, la necesidad de profesar la fe, mediante la imposición ética, deviene en totalitarismo religioso donde nadie puede discutir fuera de sus dioses, o su dios particular. Entonces tenemos la religión, apropiada de la fe, del sentimiento legítimo, y la necesidad de gestionarla, malbaratando la esperanza ajena y pervirtiéndola. La educación es la vía principal, y esto es necesario; adoctrinamiento.
Reconstruyamos.
Muchos hombres tienen certeza de la muerte, de la temporalidad, y por tanto, de su limitación y fin. La afinidad con los anteriores se detiene si tomamos en cuenta la posibilidad de sentir dicha esperanza como insustituible por banalidades religiosas, éticas subyugantes y adoctrinamientos deletéreos. La esperanza, la ilusión, los legítimos sentimientos de miedo ante lo desconocido forman parte de nuestro repertorio evolutivo. Nos permitieron cambiar, mofificar comportamientos y lograr cosas impensables. Ya solamente esa magnífica idea nos provee de posible felicidad. Y la única manera de lograr la construcción del ser humano es mediante la educación. No el adoctrinamiento. Libertad. Apertura. Diferencias para comprender las muchas similitudes. Recursos. Solidaridad. Acuerdo y compromiso en el sentido de compartir para beneficio mutuo, no para enriquecimiento de una parte. Muchas formas de vivir.
Las religiones actuales no comprenden la libertad. Significa desviación del dogma. Significa aniquilación de sus privilegios. La Revolución francesa pudo ser sanguinaria, criminal, pero abrió una corriente de aire fresco en el estanco y viciado panorama cívico-religioso que atenazaba Europa y el mundo desde finales del siglo III d.n.e. El dogma de pronto se reveló caduco, moribundo, podrido. El imparable escepticismo ayudó mucho, el anticlericalismo explotó necesariamente como purificación, el ateismo cobró nuevos bríos. Sí, se sustituyó por dogmas de otro color o forma. Sí, hubo muertes. No se respetó la vida del hombre, de los hombres y mujeres. No, no logró la felicidad. Pero abrió una puerta que ya no puede cerrarse.
Deconstruir el pasado logra reconstruir el presente y preparar el futuro. Ya no abogo por la sangre de esos vocingleros religiosos llenos de hipocresía que han contaminado a tantos y tantos ciudadanos. Me encanta ver cómo se apartan del camino público, de la vida diaria, relegados a una celda donde solamente pueden escuchar sus voces babeantes, la celda del ridículo.
Un día, empero, se logrará extirpar de la sociedad, de nosotros, esas marcadas pautas falsarias, hipócritas, mentirosas, innecesarias, que siglos de religión han ido imprimiento en nuestro pensamiento colectivo.
¿Por qué? Porque tenemos libertad.
Su uso...
Un saludo,
martes, 24 de noviembre de 2009
jueves, 19 de noviembre de 2009
Emociones
¿Queréis saberlo? Hoy estoy enfadado. Con todos. Con todo. Con vosotros. Con ellos. Con el mundo en general. Con nadie en particular. Conmigo mismo. Enfadado y punto.
¿Queréis saber por qué? Ni yo mismo lo sé. Simplemente estoy enfadado. Y no, no aguanto más, como decían en "Network". La verdad agria la vida. Saberlo envenena, pudre todo. Mata.
¿Aun no lo sabéis? No podéis, porque como yo os mentís. Te mientes. Tú, yo, todos. Nos mentimos. Una media de 10 veces por minuto. Con suerte, solamente 8. Internamente, externamente. "Mejoraré" ¡Iluso, mentecato y mentiroso! "Cambiaré" ¡Falsario, impostor! "Lo haré mejor" ¡Diletante, contemporizador!
¿Ya lo intuyes? Mentir, te enfada. Decir la verdad, no logra mejorarlo. Callarse te deja rancio. Hablar, por hablar, decir lo que sea, palabras, palabras, más palabras, fluyendo incesantemente. Pueden ir guiadas por otras emociones, pero al final todas quedan bajo el mismo manto, el de la mentira del cicatero, del muñidor, del artero. Bla, bla, bla. No usas emociones en las palabras. Solamente palabras. Y huecas son dolorosas. Como una bala.
¿Lo has entendido? Emociones. Estoy enfadado. Odio mentir, que me mientan. Odio decir la verdad, que me la digan. Estoy enfadado. No confuso. Enfadado.
¿Ya?
¿Queréis saber por qué? Ni yo mismo lo sé. Simplemente estoy enfadado. Y no, no aguanto más, como decían en "Network". La verdad agria la vida. Saberlo envenena, pudre todo. Mata.
¿Aun no lo sabéis? No podéis, porque como yo os mentís. Te mientes. Tú, yo, todos. Nos mentimos. Una media de 10 veces por minuto. Con suerte, solamente 8. Internamente, externamente. "Mejoraré" ¡Iluso, mentecato y mentiroso! "Cambiaré" ¡Falsario, impostor! "Lo haré mejor" ¡Diletante, contemporizador!
¿Ya lo intuyes? Mentir, te enfada. Decir la verdad, no logra mejorarlo. Callarse te deja rancio. Hablar, por hablar, decir lo que sea, palabras, palabras, más palabras, fluyendo incesantemente. Pueden ir guiadas por otras emociones, pero al final todas quedan bajo el mismo manto, el de la mentira del cicatero, del muñidor, del artero. Bla, bla, bla. No usas emociones en las palabras. Solamente palabras. Y huecas son dolorosas. Como una bala.
¿Lo has entendido? Emociones. Estoy enfadado. Odio mentir, que me mientan. Odio decir la verdad, que me la digan. Estoy enfadado. No confuso. Enfadado.
¿Ya?
sábado, 14 de noviembre de 2009
Hijos
Puede que ya haya comentado dicho asunto en otras ocasiones. Pero es cierto también que en los últimos tiempos estoy más rodeado de recién nacidos y padres primerizos. Generación de los 30, la nuestra, ahora todos con la hipoteca, el coche, el trabajo de empresa o de funcionario, la mayor parte casados mediante la secta católica aunque no vayan prácticamente nunca a misa o comulguen con sus ideas (la sociedad, que presiona... ah, espera... ¡nosotros formamos la sociedad!) y, en definitiva, con el paso final, el de tener un hijo.
Un hijo. O dos, a lo sumo. Se quiere tener el placer de criar a un vástago nuestro pero sin renunciar a nuestras aficiones, a nuestros placeres. Se desea proporción en todo, esto es, no deslomarse en el trabajo para alimentar 4 o 5 bocas al menos, si no que alimentar menos y el resto del tiempo usarlo para disfrutarlo. Se compran las consolas para los niños, pero los padres siguen siendo niños. Porque tener hijos no hace madurar, ni al madurar queremos tener hijos. Se tienen hijos por muchos motivos, pero principalmente, uno, es el que se impone. Genes. Especie.
También hay otros. El ver que todos alrededor lo hacen. Culo rosa veo... el sentir que la edad, según los estándares de la sociedad (¡otra vez!) impone una fecha límite... el necesitar asentar alguna relación mediante el otro paso del "Molde", como decía el Sr. López, esto es, matrimonio = hijos... por muchos motivos. E igual que hay motivos para querer tenerlos en nuestra magnífica sociedad occidental, rica, blanca, mayormente cristiana, hay otros muchos para no tenerlos. De eso pocos o ninguno quiere hablar.
De hecho, seamos todos sinceros. Si tener hijos es una elección, no tenerlos es otra elección. Ambas igual de válidas. Ambas igual de correctas. Y francamente, aquellos que no tienen hijos antes de los 25, por poner una edad, es por que realmente quieren ser jóvenes, vivir la vida, sin ataduras, sin preocupaciones, sin compromisos. O no pueden tener hijos, al menos no con los recursos que tienen entonces. O muchos más motivos... no tener hijos, en todo caso, no es negativo, degradante, motivo de risa, de ser señalado como un paria. No querer tenerlos, y no querer ceder a la presión que nos rodea, es ya puramente un símbolo de valentía. Un poco de esa rebeldía juvenil que ya no existe realmente, salvo en la conciencia, de muchos treintañeros.
Siempre, desde niño, me querían hacer coincidir las etapas de la madurez con lo que la mayoría hacía. ¿Colegio, Instituto? maduras... ¿novias (chicas, claro, no puedes dejar de ser heterosexual, los homos eran... degenerados y alteraciones de la normalidad, de esa mayoría...) y ligues variados? maduras... ¿relaciones más serias? maduras... ¿Universidad, relación, tu primer curro? maduras... ¿tu trabajo fijo, tu primera casa con tu relación? maduras... y el siguiente paso inevitable de madurar... hijos.
Falso. Qué lástima que hayamos tragado tantas imposturas tanto tiempo sin crítica. Bueno, muchos lo han hecho. "Contracorriente", "raritos", "subversivos" les llamaban en las "sociedades de orden" como las fascistas (o como la nuestra, que no ha dejado tantos guiños a una dictadura de 40 años tan fácilmente). Y si defiendes el aborto, te sitúas inmediatamente en la postura anti-niños. ¿Perdón? Defender el aborto, la decisión de una pareja, de ambos miembros, de no tener un hijo, es una opción a defender y cuidar. Opciones. Eso es la libertad. Poder tener varias. Y elegirlas. Y llevarlas a cabo.
Yo quizá tenga niños. Por gratificación. Por gusto. Por amor. Porque hoy día puedo. Por muchas razones. Pero por decisión, primero mía, y después, mutua. Sin eso, y aun así puede ser una decisión errónea, nada vale.
¿Tener hijos o no tenerlos? Libertad de elección, oiga... como cuando podíamos elegir en el cole la vía fácil (religión) o la que nadie escogía (ética). Curiosamente, siempre acabo en la elección menos elegida...
Un saludo,
Un hijo. O dos, a lo sumo. Se quiere tener el placer de criar a un vástago nuestro pero sin renunciar a nuestras aficiones, a nuestros placeres. Se desea proporción en todo, esto es, no deslomarse en el trabajo para alimentar 4 o 5 bocas al menos, si no que alimentar menos y el resto del tiempo usarlo para disfrutarlo. Se compran las consolas para los niños, pero los padres siguen siendo niños. Porque tener hijos no hace madurar, ni al madurar queremos tener hijos. Se tienen hijos por muchos motivos, pero principalmente, uno, es el que se impone. Genes. Especie.
También hay otros. El ver que todos alrededor lo hacen. Culo rosa veo... el sentir que la edad, según los estándares de la sociedad (¡otra vez!) impone una fecha límite... el necesitar asentar alguna relación mediante el otro paso del "Molde", como decía el Sr. López, esto es, matrimonio = hijos... por muchos motivos. E igual que hay motivos para querer tenerlos en nuestra magnífica sociedad occidental, rica, blanca, mayormente cristiana, hay otros muchos para no tenerlos. De eso pocos o ninguno quiere hablar.
De hecho, seamos todos sinceros. Si tener hijos es una elección, no tenerlos es otra elección. Ambas igual de válidas. Ambas igual de correctas. Y francamente, aquellos que no tienen hijos antes de los 25, por poner una edad, es por que realmente quieren ser jóvenes, vivir la vida, sin ataduras, sin preocupaciones, sin compromisos. O no pueden tener hijos, al menos no con los recursos que tienen entonces. O muchos más motivos... no tener hijos, en todo caso, no es negativo, degradante, motivo de risa, de ser señalado como un paria. No querer tenerlos, y no querer ceder a la presión que nos rodea, es ya puramente un símbolo de valentía. Un poco de esa rebeldía juvenil que ya no existe realmente, salvo en la conciencia, de muchos treintañeros.
Siempre, desde niño, me querían hacer coincidir las etapas de la madurez con lo que la mayoría hacía. ¿Colegio, Instituto? maduras... ¿novias (chicas, claro, no puedes dejar de ser heterosexual, los homos eran... degenerados y alteraciones de la normalidad, de esa mayoría...) y ligues variados? maduras... ¿relaciones más serias? maduras... ¿Universidad, relación, tu primer curro? maduras... ¿tu trabajo fijo, tu primera casa con tu relación? maduras... y el siguiente paso inevitable de madurar... hijos.
Falso. Qué lástima que hayamos tragado tantas imposturas tanto tiempo sin crítica. Bueno, muchos lo han hecho. "Contracorriente", "raritos", "subversivos" les llamaban en las "sociedades de orden" como las fascistas (o como la nuestra, que no ha dejado tantos guiños a una dictadura de 40 años tan fácilmente). Y si defiendes el aborto, te sitúas inmediatamente en la postura anti-niños. ¿Perdón? Defender el aborto, la decisión de una pareja, de ambos miembros, de no tener un hijo, es una opción a defender y cuidar. Opciones. Eso es la libertad. Poder tener varias. Y elegirlas. Y llevarlas a cabo.
Yo quizá tenga niños. Por gratificación. Por gusto. Por amor. Porque hoy día puedo. Por muchas razones. Pero por decisión, primero mía, y después, mutua. Sin eso, y aun así puede ser una decisión errónea, nada vale.
¿Tener hijos o no tenerlos? Libertad de elección, oiga... como cuando podíamos elegir en el cole la vía fácil (religión) o la que nadie escogía (ética). Curiosamente, siempre acabo en la elección menos elegida...
Un saludo,
lunes, 2 de noviembre de 2009
Tenerlo claro
Fundamental. Nada se hace bien si no se tiene claro que quiere hacerse, y no se logrará un buen resultado si no tenemos claro por qué, para qué y cómo. Pues algo tan sencillo, concepto básico, es de difusa explicación por algunos incompetentes, acomodaticios y huidizos responsables de gestionar tantas y tantas cosas en nuestro país, desde la Administración Pública, con la difusa línea política que siempre se impone, hasta el operario de menor nivel alienado.
Me río en ésto por muchos asuntos, desde las mentiras y miserias de la clase política, verdaderos gestores hacia el desastre, hasta los problemas que día a día nos surgen. Y uno en concreto, me hace reír, mucho, si no fuera porque es desastrosamente lamentable. Un horror.
Hace un par de milenios, centuria arriba o abajo, un par de rivales políticos también tuvieron en el tema de los piratas su aquel. El primero, un pomposo tipo más veleidoso que un pelota, que se hacía apodar "El Magno" limpió, dicen, el Mediterráneo de piratas. Esto es, lanzó a la caza y exterminio de aquellos que no pagaran impuestos y encima asaltaran naves que llevaban cosas valiosas a Roma a las ya bien entrenadas tropas de marinería. La escabechina dicen que fue grande, pero no sería tanto cuando un posterior rival suyo, un intrigante, inteligente e implacable futuro Dictador, César, hizo circular el chisme de que le habían pillado unos piratas y que pedían un mogollón de dinero de rescate por él. Pompeyo, Pompi para los amigos, decía que había acabado con los piratas, pero hete aquí que al pobre César, el calvo putero para todos, había caído en las garras de unos, lo cual ya no sé si será cierto o fue un invento propagandístico (del que era un genio César) para ridiculizar a Pompi. Y si el primero uso la espada, el segundo decidió pagar rescate y luego regresar con unos barcos y varios cientos de amigos a recobrarlo pasando por el hierro a todo hijo de vecino que fuera pirata. Al primero, el Pompi, le machacó luego en una guerra civil, y de paso a parte de su familia, el amigo César, y al segundo le mataron después unos cuantos oligarcas que defendían "su" República frente a la "democracia" tiránica que buscaba el calvo putero, léase, el populista demagogo...
¿A qué esta parrafada poco histórica? Pues a lo del "Alakrana", los somalíes, el muchacho que es niño y hombre y las sandeces y porquerías que se escuchan, sienten y ven en los medios. Hoy hemos vuelto al sano y provechoso intercambio de rehenes, entre honrados piratas (dicen que hacen lo que hacen y no mienten) y deshonrosos políticos (dicen que no hacen lo que hacen y siempre mienten) pero si los primeros lo tienen claro (eh, que son de los nuestros) los segundos no tanto (no podemos forzar la "legalidad" y no negociamos con... ¿qué?) y por eso, los primeros ganarán la partida, siempre, y los segundos marearán los escaques cicateramente pero sin lograr resultado alguno. Porque siempre gana el que lo tiene claro.
¿Siempre? No. Gana el que lo tiene claro y tiene la fuerza, normalmente no moral o ética o intelectual, para imponer su claridad de criterio. Que se lo digan a muchos, aquí, el último, el general que decidió aliarse con quien fuera con tal de joder otra República, la segunda en España, para más señas.
Y es que, como decía Capone, con una sonrisa y una pistola llegarás más lejos que con solamente la sonrisa.
Los hay que lo tienen claro, muy claro...
Un saludo,
Me río en ésto por muchos asuntos, desde las mentiras y miserias de la clase política, verdaderos gestores hacia el desastre, hasta los problemas que día a día nos surgen. Y uno en concreto, me hace reír, mucho, si no fuera porque es desastrosamente lamentable. Un horror.
Hace un par de milenios, centuria arriba o abajo, un par de rivales políticos también tuvieron en el tema de los piratas su aquel. El primero, un pomposo tipo más veleidoso que un pelota, que se hacía apodar "El Magno" limpió, dicen, el Mediterráneo de piratas. Esto es, lanzó a la caza y exterminio de aquellos que no pagaran impuestos y encima asaltaran naves que llevaban cosas valiosas a Roma a las ya bien entrenadas tropas de marinería. La escabechina dicen que fue grande, pero no sería tanto cuando un posterior rival suyo, un intrigante, inteligente e implacable futuro Dictador, César, hizo circular el chisme de que le habían pillado unos piratas y que pedían un mogollón de dinero de rescate por él. Pompeyo, Pompi para los amigos, decía que había acabado con los piratas, pero hete aquí que al pobre César, el calvo putero para todos, había caído en las garras de unos, lo cual ya no sé si será cierto o fue un invento propagandístico (del que era un genio César) para ridiculizar a Pompi. Y si el primero uso la espada, el segundo decidió pagar rescate y luego regresar con unos barcos y varios cientos de amigos a recobrarlo pasando por el hierro a todo hijo de vecino que fuera pirata. Al primero, el Pompi, le machacó luego en una guerra civil, y de paso a parte de su familia, el amigo César, y al segundo le mataron después unos cuantos oligarcas que defendían "su" República frente a la "democracia" tiránica que buscaba el calvo putero, léase, el populista demagogo...
¿A qué esta parrafada poco histórica? Pues a lo del "Alakrana", los somalíes, el muchacho que es niño y hombre y las sandeces y porquerías que se escuchan, sienten y ven en los medios. Hoy hemos vuelto al sano y provechoso intercambio de rehenes, entre honrados piratas (dicen que hacen lo que hacen y no mienten) y deshonrosos políticos (dicen que no hacen lo que hacen y siempre mienten) pero si los primeros lo tienen claro (eh, que son de los nuestros) los segundos no tanto (no podemos forzar la "legalidad" y no negociamos con... ¿qué?) y por eso, los primeros ganarán la partida, siempre, y los segundos marearán los escaques cicateramente pero sin lograr resultado alguno. Porque siempre gana el que lo tiene claro.
¿Siempre? No. Gana el que lo tiene claro y tiene la fuerza, normalmente no moral o ética o intelectual, para imponer su claridad de criterio. Que se lo digan a muchos, aquí, el último, el general que decidió aliarse con quien fuera con tal de joder otra República, la segunda en España, para más señas.
Y es que, como decía Capone, con una sonrisa y una pistola llegarás más lejos que con solamente la sonrisa.
Los hay que lo tienen claro, muy claro...
Un saludo,
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