Hay veces que nos quedamos callados, sin escuchar nada, y nos vemos pronto inmersos en un pensamiento propio, incomunicable, al cual nos dedicamos concentrados. Es en el silencio, puro, sin ruidos de ningún tipo, donde podemos de pronto depurar las ondas del lago herido por las piedras ajenas, dejando el agua lisa como una lámina de cristal... el silencio.
Hay silencios impuestos, como los dictatoriales donde ninguna voz puede alzarse. Es entonces cuando todo queda dentro de nosotros, un silencio incómodo, cómplice con el autoritarismo, un silencio rabioso, un silencio nada productivo, porque genera odio, resentimiento, dolor...
Hay silencios que consienten, tácitamente, puesto que no dan voz a pensamientos contrarios, a disidencias necesarias. Silencios que se imponen las personas.
También hay silencios calmados, tranquilos, de aquellos que escuchan, oyen, leen, miran, esperan y reciben. Silencios donde se trabaja la palabra, donde, como en una fragua, resuenan los martillazos briosos que dan forma a las hojas de acero del verbo. Silencios por tanto metódicos, elaborados. Son las forjas de la reflexión.
Pero hay silencios estúpidos, innecesarios, que no quieren ser consentidores, pero lo son, que no desean alzar una voz discordante, pero lo hacen con estridencia, que quieren parecer inteligentes pero no son más que la falta de ideas... esos silencios nada aportan, nada merecen y nada gustan.
Hay muchos tipos de silencio. El de la casa vacía que espera a sus habitantes, presentes, pasados y muertos o futuros por llegar. El de los mudos, que tratan de ser elocuentes por diferentes vías. El de los sabios, que temen romper su máscara. Hay tantos...
Pero me quedo con uno, el mayor de todos. El silencio de la muerte.
Es inapelable.
Un saludo,
jueves, 26 de febrero de 2009
miércoles, 25 de febrero de 2009
La sociedad somos todos
Viene a cuento porque parece que enseguida preferimos derivar cualquier responsabilidad a un ente abstracto que, sin embargo, formamos todos. Cuando se dice que "la sociedad pide la pena de muerte o al menos la cárcel perpetua" no es cierto, no lo piden todos. Lo piden personas concretas que vociferan, gritan o amplifican ese grito. Cuando también se dice que "la crisis golpea con fuerza todas las capas de la sociedad" lo que se está obviando es que no todos los que la formamos tenemos las mismas capacidades, oportunidades y riquezas.
La sociedad no es como un dios más, abstracto y ajeno al hombre. Es un producto del hombre como la política, la religión, la ética o la lógica. Y se representa con las mismas herramientas inventadas, el lenguaje propio de cada uno. La culpa, en definitiva, no es de la sociedad, si no de individuos.
El debate siempre es el mismo; masa o individuo. Como masa, somos un ente amorfo, carente de inteligencia, manipulable y arrollador. Como individuos, somos capaces de razonar, de encontrar diversas soluciones a los problemas, de ejercer estrategias más a medio o largo plazo. La masa es otro concepto, pero sirve para que las responsabilidades nos resbalen como individuos.
Yo no pido por tanto ni la pena de muerte, ni la perpetua, ni estoy con aquellos que defienden a uno u otro partido político, ni soy amigo de identificaciones masivas. Y soy un miembro más de la sociedad...
Acabaré diciendo que tiene mi admiración el tipo de Lazkao que bajó a la calle y la emprendió a martillazos contra una herriko taberna de esas. Al menos, él dirigió su martillo con tino a la fuente de sus males inmediatos. Yo, como individuo, ¿contra qué debo comenzar la labor de demolición?
Un saludo,
La sociedad no es como un dios más, abstracto y ajeno al hombre. Es un producto del hombre como la política, la religión, la ética o la lógica. Y se representa con las mismas herramientas inventadas, el lenguaje propio de cada uno. La culpa, en definitiva, no es de la sociedad, si no de individuos.
El debate siempre es el mismo; masa o individuo. Como masa, somos un ente amorfo, carente de inteligencia, manipulable y arrollador. Como individuos, somos capaces de razonar, de encontrar diversas soluciones a los problemas, de ejercer estrategias más a medio o largo plazo. La masa es otro concepto, pero sirve para que las responsabilidades nos resbalen como individuos.
Yo no pido por tanto ni la pena de muerte, ni la perpetua, ni estoy con aquellos que defienden a uno u otro partido político, ni soy amigo de identificaciones masivas. Y soy un miembro más de la sociedad...
Acabaré diciendo que tiene mi admiración el tipo de Lazkao que bajó a la calle y la emprendió a martillazos contra una herriko taberna de esas. Al menos, él dirigió su martillo con tino a la fuente de sus males inmediatos. Yo, como individuo, ¿contra qué debo comenzar la labor de demolición?
Un saludo,
lunes, 9 de febrero de 2009
Días de ayer...
No hay que sorprenderse de lo que ha pasado hoy, y pasó ayer, y hace días. ETA vuelve a poner una bomba, los independentistas gallegos boicotean una marcha y los trabajadores ingleses, espoleados por sus líderes, reclaman trabajo para ellos antes que para los de fuera. El nacionalismo sigue vivo, con modificaciones tangenciales, pero no estructurales.
En España hemos vivido un nacionalismo excluyente, inventado y radical. Desde el siglo XIX, en que muchos estados fueron nación, sufrimos un proceso político que aglutina lo peor del ser humano y sus sociedades. Antes fue el nacional-catolicismo de estructura falangista (que no ideario) y ahora son los neofascismos nacionalistas locales. En Madrid, por ejemplo, llevamos viviendo un proceso de nacionalización encubierto, porque no tenemos lengua propia y diferencial (de hecho, es una seña de identidad de ese nacionalismo encubierto) pero que no quita para sufrir los mismos males. Discursos basados en el humo, la falsedad, la retórica hueca, para ocultar los problemas estructurales y coyunturales de un sistema que surte las bambalinas del espectáculo nacionalista. Tramoya...
Me hacen gracia los gallegos, igual que los vascos, o los leoneses de nuevo cuño, los asturianos y su bable, el catalanismo provinciano, el valencianismo que es como el anterior en pobre, los andalucismos y sus realidades nacionales, la guanche diferencia canaria, y así hasta llegar a una villa de Burgos llamada Aranda de Duero, en cuyas escuelas se conoce muy bien la geografía local, ríos, montes, bosquecillos, prados, fauna, botánica, fábricas de Pascual y hasta las variaciones del lenguaje con ese soniquete cantarín que los hermana con México. Pero mi sobrino putativo no sabe nada del Guadiana, del Júcar, del Ebro, de dónde está el Almanzor o la Sierra de la Cabra, menos aún dónde cae el románico pirenaico, porque lo único interesante es el gótico de la Catedral de Burgos. Y así con muchas cosas...
¿Es culpa suya? No. Los nacionalismos españoles (pues lo son) han enseñado que, aunque estemos en el siglo XXI, se pueden reinventar para cubrir la triste realidad; que con ellos se copa una administración autonómica, provincial, local, triplicando a costa del ciudadano las administraciones sin eficacia, pero creando parlamentos, juntas de gobierno, diputaciones, todo tipo de lugares para acoger a la política de éste país que gusta de chupar del bote, digo, de los impuestos que pagamos. En algunos países nórdicos están ahogados a impuestos, pero a cambio, los políticos son administradores de lo público y lo gestionan de manera útil para el ciudadano. Así no importa pagar más impuestos... aquí, con ellos, pagamos sueldos, corruptelas (el ladrillo, los despachos del presi de Galicia, las corruptelas de los amigos de Aznar, los chanchullos de la Expo en Zaragoza, y así hasta el fin de los días...) y lo que sobra, calderilla, junto con las ayudas de la UE, se usa para asfaltar la carretera que lleva a la urbanización del prócer de turno, o abrir la escuela justo antes de elecciones, o hacer promesas que luego se agotarán en cuanto el dinero deje de afluir...
¡Viva el nacionalismo! Gracias a él, olvidamos quiénes somos, nos convertimos en bestias, hacemos el juego a los sistemas capitalistas, excluyentes, privativos y contrarios a la felicidad del ser humano. Ahora, si me lo permitís, me voy a reír de aquello que decían los socialistas de "libre circulación de trabajadores y mismos derechos en todas partes" leyendo más noticias de los "British workers"... aquí estamos empezando.
Un saludo,
En España hemos vivido un nacionalismo excluyente, inventado y radical. Desde el siglo XIX, en que muchos estados fueron nación, sufrimos un proceso político que aglutina lo peor del ser humano y sus sociedades. Antes fue el nacional-catolicismo de estructura falangista (que no ideario) y ahora son los neofascismos nacionalistas locales. En Madrid, por ejemplo, llevamos viviendo un proceso de nacionalización encubierto, porque no tenemos lengua propia y diferencial (de hecho, es una seña de identidad de ese nacionalismo encubierto) pero que no quita para sufrir los mismos males. Discursos basados en el humo, la falsedad, la retórica hueca, para ocultar los problemas estructurales y coyunturales de un sistema que surte las bambalinas del espectáculo nacionalista. Tramoya...
Me hacen gracia los gallegos, igual que los vascos, o los leoneses de nuevo cuño, los asturianos y su bable, el catalanismo provinciano, el valencianismo que es como el anterior en pobre, los andalucismos y sus realidades nacionales, la guanche diferencia canaria, y así hasta llegar a una villa de Burgos llamada Aranda de Duero, en cuyas escuelas se conoce muy bien la geografía local, ríos, montes, bosquecillos, prados, fauna, botánica, fábricas de Pascual y hasta las variaciones del lenguaje con ese soniquete cantarín que los hermana con México. Pero mi sobrino putativo no sabe nada del Guadiana, del Júcar, del Ebro, de dónde está el Almanzor o la Sierra de la Cabra, menos aún dónde cae el románico pirenaico, porque lo único interesante es el gótico de la Catedral de Burgos. Y así con muchas cosas...
¿Es culpa suya? No. Los nacionalismos españoles (pues lo son) han enseñado que, aunque estemos en el siglo XXI, se pueden reinventar para cubrir la triste realidad; que con ellos se copa una administración autonómica, provincial, local, triplicando a costa del ciudadano las administraciones sin eficacia, pero creando parlamentos, juntas de gobierno, diputaciones, todo tipo de lugares para acoger a la política de éste país que gusta de chupar del bote, digo, de los impuestos que pagamos. En algunos países nórdicos están ahogados a impuestos, pero a cambio, los políticos son administradores de lo público y lo gestionan de manera útil para el ciudadano. Así no importa pagar más impuestos... aquí, con ellos, pagamos sueldos, corruptelas (el ladrillo, los despachos del presi de Galicia, las corruptelas de los amigos de Aznar, los chanchullos de la Expo en Zaragoza, y así hasta el fin de los días...) y lo que sobra, calderilla, junto con las ayudas de la UE, se usa para asfaltar la carretera que lleva a la urbanización del prócer de turno, o abrir la escuela justo antes de elecciones, o hacer promesas que luego se agotarán en cuanto el dinero deje de afluir...
¡Viva el nacionalismo! Gracias a él, olvidamos quiénes somos, nos convertimos en bestias, hacemos el juego a los sistemas capitalistas, excluyentes, privativos y contrarios a la felicidad del ser humano. Ahora, si me lo permitís, me voy a reír de aquello que decían los socialistas de "libre circulación de trabajadores y mismos derechos en todas partes" leyendo más noticias de los "British workers"... aquí estamos empezando.
Un saludo,
Suscribirse a:
Entradas (Atom)